nuevatribuna.es | 08 Enero 2015 - 14:12 h.
Cada vez que Rajoy da una conferencia de prensa
que resulta no ser conferencia de prensa, se asoma al plasma o podemos verlo en
carne mortal, los periodistas no se rompen la cabeza buscando titulares porque
todo viene dado por la forma física del presidente y por el relieve de sus
palabras. Titulan entonces: El presidente saca pecho.
Desde que llegó a Moncloa, Rajoy es así. “A mí
nadie me ha presionado. He sido yo el que he sabido presionarles a ellos”. Se
refería a la troika, a Angela Merkel, a la Unión Europea. Y los ciudadanos nos
aferramos al pecho de Mariano porque no habría dinero para los bancos (no como
los socialistas), no se tocaría la estupenda sanidad que habíamos forjado
durante años, los jubilados seguirían sintiendo la alegría de haber vivido, la
enseñanza sería cuidada con esmero porque un pueblo mal formado se asoma a la
propia ruina. Y el estado de bienestar se perfeccionaría porque había líneas
rojas que no serían traspasadas por nada. Lo dijo santa María Dolores, patrona
de los trabajadores y Ruiz Gallardón, preocupado por úteros y entrepiernas, y
Pons el de la camisa blanca recién lavada o desteñida de azul de montañas
nevadas.
Merkel sonreía. La troika se carcajeaba. Rato
cortejaba a Bankia porque Bankia estaba despechada del amor de Blesa. Bankia se
guardaba cartas en la faja por si tenía que refutar palabras falsas sobre su
hermosura, o tarjetas negras que eran como estupros de su consejo de
administración. Y Mariano tuvo que aportar miles de millones para tapar la boca
del despecho y salvar la caballerosidad de Blesa, de Rato y de una Esperanza
Aguirre que nunca sabe lo que sabe, que nunca hace lo que hace y que no aspira
a nada a lo que aspira. Porque ella logró colocar a hijos de puta (son
sus palabras) como venganza contra otros hijos de puta. Las sexagenarias son
así cuando alguien les recuerda que ya no tienen pechos turgentes y que las
residencias de ancianos son con frecuencia residencias de olvido. Y ella mece a
Rajoy como si de una macarena se tratara, pero en realidad lo que pretende es
tirarlo del trono como un cristo pagano de las tres caídas.
Rajoy se fue al trastero huyendo de sus propias
promesas. Sabía de antemano que no las iba a cumplir (lo mismo que ahora
critica a Podemos). Se lo había gritado su propio cinismo. Pero para derrotar
ese cinismo entabló una tierna amistad con él. Arriola se lo había aconsejado:
si no puedes vencer a tu enemigo únete a él. Y ahora son uña y carne.
Dicen que el tic nervioso del ojo izquierdo del
presidente delata la falsedad de lo que dice y él es una llamada de
socorro al cinismo sin el cual le daría vergüenza hablar con o sin plasma.
Ultimamente su ojo funciona a una velocidad nunca vista. La ayuda a la
dependencia se ha mejorado sustancialmente. Se crea empleo de calidad. Se ha
mejorado la sanidad pagando no sé cuántos millones de euros correspondientes a
la herencia recibida. Los pensionistas pueden ya tomar un café al mes sin azúcar
ni sacarina gracias a la revalorización de pensiones. Los que disfrutan (porque
es un auténtico disfrute) del salario mínimo interprofesional tienen que
agradecer una subida de tres euros. Nada menos que tres euros. Y eso es fruto
de que la economía va bien, de que Europa nos admira, de que somos envidia del
mundo, locomotora del bienestar, de que la crisis es historia como la gloriosa
batalla de Lepanto. Montoro asegura que crecen los salarios, que podemos estar
orgullosos de la recuperación. Y ciertos economistas esgrimen que todo va bien,
aunque la gente no tenga esa percepción. Yo creo que si los que han sufrido
bajadas del 20% o el 30% de sus sueldos lo percibirían sin duda alguna si
hubieran vuelto a ingresar esas cantidades. No puede afirmarse esa incapacidad
perceptora sin caer en la afirmación de la deficiencia mental de los
asalariados.
De Guindos asegura que los trabajadores han
perdido el miedo a quedarse sin trabajo. Si esto es verdad, por qué aceptar
trabajos con sueldos más propios de esclavitud que de dignidad obrera?
Por qué vivir instalados en el chantaje? Por masoquismo puro? Abusar de
chantaje y afirmar que los trabajadores no son conscientes del mismo es caer en
la crueldad de subestimar hasta el infinito los estómagos vacíos, los hijos con
hambre, los comedores sociales, la solidaridad de barrios o la generosidad de
Caritas. Confiesa el ministro que su hijo economista, dominando varios idiomas,
trabaja cobrando hasta hace poco 400 euros y en la actualidad llevándose a casa
1.000 euros. ¿Me dice alguien dónde está la correspondencia entre trabajo y
salario?
Rajoy, Pelayo del siglo XXI, Colón de tierras
conquistadas, Isabel exorcista de todos los males, cobíjanos a tus pechos. Y
una recomendación cariñosa: cuide su ojo izquierdo. Todo lo de izquierdas es
perverso.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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