- Ferran fue un tiburón inmobiliario sobrado de aleta caudal que montaba fiestas salvajes
- Esta es la crónica de un subidón fulgurante y el relato de una lenta caída.
Ferran, antiguo inmobiliario, en Barcelona. JOSÉ AYMÁ
PEDRO SIMÓN Barcelona
Actualizado: 25/01/2015 18:43 horas
Movía maletines llenos de billetes ordenados en fajos, llegó
a ganar 10.000 euros a la semana, fue un tiburón inmobiliario sobrado de
aleta caudal y montaba fiestas salvajes donde amanecías vestido con la ropa de
otro. O de otra.
No es que Ferran Pla haya vivido por encima de sus
posibilidades. Es que lo ha hecho muy por encima: exactamente a 38.000 pies de
altura. Aquellos días en que todo se le hacía poco y decidía irse con los
amigos a Nueva York, Roma o a París. A tomar la última.
Su historia es bien conocida en los albergues de Barcelona,
donde forma parte del nutrido imaginario de personajes míticos y donde la
crisis ha alumbrado una nueva tipología de pobres. Tipos que llegan con
traje pero sin nada más. Tipos que no encajan. Tipos que piensan que ellos no
deberían estar allí.
Por algo le llamaban el Señorito en el año y medio
que ha vivido dentro. Por algo hay detalles que es mejor obviar. Por algo nos
pide una cosa: que le compremos una cajetilla de tabaco de las baratas. El
pasado miércoles. Cuando hace no demasiado tiempo podría haberse encendido un
Cohiba de los caros, echarnos el humo a los ojos y tirarlo a la mitad.
"Entonces era muy fácil ganar dinero en el mundo
inmobiliario. Porque se compraba todo lo que se edificaba. Todo se vendía. Sé
de gente que fue al banco a pedir 175.000 euros y salió con 250.000... Yo
valía para ese negocio. Me di cuenta. Había trabajado en Matesa.
Después estuve en Colombia. Hasta que en 1994 me llamaron para venir a
una de las empresas más fuertes del sector. Para vender casas. Ya te digo, yo
valía para eso, vaya que si valía».
Esta es la crónica de un subidón fulgurante y el relato de
una lenta caída. Nos interesa poco la historia del joven que trabajaba como
dependiente de Almacenes Capitol para pagarse los estudios de ingeniería
técnica. Nos interesa mucho esa otra, la del barcelonés maduro que tocó el
cielo en la era del ladrillo y aterrizó al cabo del tiempo sin nada en El Prat.
En 2012. Con 100 euros en el bolsillo como todo capital, una cartera y una
corbata. Arruinado. Para quedarse a vivir en el aeropuerto.
"En la época de las vacas gordas hacíamos cosas
ilegales como cobrarle al comprador de la casa un 6% de comisión, algo que era
ilegal. Yo movía maletines llenos de billetes, con millones de pesetas. Vivía
en el barrio de Salamanca. Era alguien importante en Tecnocasa. Había
semanas que me sacaba 10.000 euros... Mi perdición fue la coca (había
días que me metía 10 gramos), el alcohol y el buen yantar. A lo mejor me daba
el punto y me iba a cenar a Nueva York, Estambul o por ahí. Con chicas. Nunca
menos de dos".
A Ferran Pla eso de irse a la mierda debió de ocurrirle más
o menos en torno a 2006. Está escrito que aquel año Evo Morales llegó a
la presidencia de Bolivia, que moría Rocío Jurado, que entraba en vigor
la ley antitabaco. Pero muy poco de cómo los ferranes se iban a la mierda.
"Fue poco a poco. No pasas de la noche a la mañana de
ganar 10.000 euros a la semana a quedarte sin nada, no. Es poco a poco. La
cosa iba a peor. La gente dejó de comprar. En 2012 ya había vendido todo,
los muebles, la televisión, el ordenador... Para pagar las deudas que tenía. No
me quedaba nada. Así que dejé Madrid para regresar a Barcelona".
En la película La terminal, Tom Hanks
interpreta el papel de Viktor Navorski, un ciudadano de una antigua
república soviética que se ve atrapado en el aeropuerto neoyorquino de JFK
durante años. En el de remake del barcelonés, Ferran Pla estuvo ocho
días.
"Como no tenía dónde ir, decidí quedarme en El Prat.
Porque la estación de Sants cierra por la noche y es mucho más insegura.
Era diciembre y fuera llovía. Allí en el aeropuerto estaba bajo techo,
protegido. Cuando me gasté el último de los 100 euros que llevaba, me tuve que
buscar la vida. Para comer robaba sándwiches del bar. Me afeitaba con las
maquinillas que cogía de la tienda. Me aseaba en el baño de los discapacitados,
porque había más espacio y me apañaba mejor. Lavaba los calzoncillos a mano en
el lavabo. Caminaba. Me sentaba. Dormía en los sofás de la cafetería... Cuando
venían los seguratas a la T-1, yo me iba a la T-2. Cuando iban a la T-2,
yo me iba a la T-1. Y allí me veías siempre con mi maleta y mi corbata. Aunque
estaba sin un duro, era un señor".
Hablamos con frío. En esta casa de la calle Provençals donde
el Ayuntamiento de la ciudad le paga a Ferran el alquiler de una habitación
hace frío. También te provoca frío su dormitorio. Frío saber que en
diciembre se le acabó la renta de 426 euros que cobraba. Frío que al
comedor social al que acude vayan familias que aún no están rotas. Los tres
albergues que describe. Las fotos antiguas. Este derrumbe.
-¿Y no me podéis dar algo?
-Tomamos un café, si quieres.
"La vida es una mierda. No tengo ni un euro para comer
pero creo que lo peor ya ha pasado. A los albergues no quiero volver a ir
porque el ambiente es muy jodido, lleno de pringaos. Es como entrar en una
película de Fellini donde los personajes tienen la cara desencajada... Cada vez
hay gente más jodida, cada vez están más llenos los albergues, cada vez hay
más españoles que se han ido a la mierda... Un día, allí dentro, me hice
una pregunta importante: '¿Pero qué hago yo aquí?'. Y con el tiempo encontré la
respuesta: 'Si estoy aquí dentro es porque soy igual que ellos'".
Fuente: www.elmundo.es
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