nuevatribuna.es | 31 Enero 2015 - 15:39 h.
La sociedad no puede estar centrada en el mundo del trabajo
asalariado, este sistema provoca desigualdad, pobreza e injusticias
En un mundo en el que el trabajo escasea, se hace precario y
no es capaz de sacar a los trabajadores de la pobreza. Un mundo en el que un
sector cada vez más importante de población se queda en paro por razones
tecnológicas o por razones de competitividad. Un mundo en el que hay personas
excluidas que no tienen ninguna remuneración (no porque no tengan trabajo o
actividad sino porque no tienen empleo) a pesar de que su contribución es útil
y trascendente para el mantenimiento y progreso de la sociedad en la que viven.
En este mundo que hoy, por desgracia, es nuestra realidad, es obligatorio
pensar en alternativas que permitan a la ciudadanía, a todos y cada uno de los
ciudadanos, un mínimo de recursos, de bienes, para poder vivir dignamente.
Corremos un gran riesgo social y vital si mantenemos un capitalismo totalmente
liberado a sus fuerzas, un capitalismo de amiguetes, un capitalismo
financiarizado, un capitalismo de casino, que ha hecho de las crisis
sistemáticas un hecho excesivamente habitual y consigue empeorar y no mejorar
la vida de una gran parte de la población[1].
La renta básica universal (RBU), según la define
la Red Renta Básica, es un ingreso pagado por el estado, como derecho de
ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso
si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es
rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser
las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quién conviva. La RBU
es una propuesta que ha sido ampliamente denostada y ninguneada, pero es una
propuesta valiente y adecuada a las necesidades actuales de la gente, sobre
todo en una situación de crisis. Puede, a mi entender, llegar a ser una de esas
grandes ideas que se tienen, un ¡aja!, que pueden mejorar muchísimo la gestión
de la cosa pública. Sin embargo, poco se conoce de las posibilidades que
encierra y mucho se critica sin ninguna base y si ningún conocimiento sobre la
misma.
Cuando se habla de RBU, se recurre habitualmente a cálculos
fáciles pero muy equivocados ya que se multiplica su importe por el número de
habitantes del país. Nada más lejos de las propuestas y los estudios que se
están llevando a cabo[2]. Es cierto que todos los ciudadanos del país tendrán
derecho a la RBU, pero a la financiación de la misma se llega fácilmente con
ajustes en la normativa fiscal. La financiación es precisamente uno de los
puntos fuertes del sistema ya que se logra aumentando el porcentaje de
contribución que deben hacer los ciudadanos más ricos, lo que se denomina desde
algunos sectores un impuesto solidario. Al contrario de las medidas que se
vienen tomando para mejorar la economía, no es necesario recortar las
prestaciones sociales como la sanidad, la educación, las pensiones, etc.
La RBU que aquí se defiende se caracteriza por: 1) Sustituye
a toda prestación pública monetaria de cantidad inferior, 2) aquellas
prestaciones públicas actuales que superen su importe se seguirán percibiendo
como complemento igual a la diferencia existente, 3) está exenta de IRPF, 4) su
importe debe ser una cantidad que cubra las necesidades vitales de las personas
y superior al umbral de pobreza, 5) debe ser percibida por todos los
ciudadanos.
La medida plantea una serie de ventajas que pasamos a
enumerar: 1) Facilita enormemente la gestión de las prestaciones sociales, ya
que todas aquellas que estén por debajo de la cantidad asignada no se
mantienen. No obstante, se seguiría complementando la RBU con la parte de
aquellas prestaciones que superen la RBU, 2) una RBU puede financiarse rápida y
fácilmente mediante una reforma fiscal, 3) claramente consigue, como parece
obvio, una mejora en los índices de desigualdad que estarían cerca de los que
tienen los países menos desiguales, 4) su puesta en marcha es muy fácil y ágil
dando rápida solución a las situaciones graves de necesidad, 5) tiene efectos
sobre el empleo ya que estimula la demanda interna, 6) es un estabilizador del
consumo ya que puede sostener la demanda en tiempo de crisis, 7) mejora la
libertad de las personas ya que pueden elegir sus trabajos no obligados por la
necesidad, además, por el mismo motivo aumenta el poder de negociación de los
trabajadores, 8) evita etiquetar a las personas al ser un mínimo general, no es
una limosna es un derecho básico, 9) permite acabar con la exclusión social,
10) evita la corrupción del pobre ante la necesidad, al no requerir el cobro de
la RBU justificar ninguna situación personal o familiar, 11) facilita la
auto-ocupación, la organización cooperativa y minimiza los posibles fracasos de
las mismas, 12) al no centrarse en el trabajo y la productividad, hace más
viable la consecución de objetivos de desarrollo sostenible.
La RBU no ha estado exenta de críticas aunque a veces
teñidas de ideología y sin un análisis riguroso. Entre ellas: 1) su
financiación incrementa los gastos públicos y pone en peligro el Estados de
Bienestar; los estudios demuestran que el incremento del gasto público puede
ser nulo, 2) permitiría mantener a vagos y provocaría el aumento de personas
sin trabajar; la RBU es un ingreso mínimo y se puede tener un empleo remunerado
o cualquier otra actividad lo que fomenta la libertad y el desarrollo de las
personas, 3) relegarían a la mujer a las tareas del hogar; evitaría a la mujer
y al hombre tener que emplearse por necesidades vitales en trabajos indecentes,
precarios y mal remunerados, 4) provocaría un inmenso efecto llamada de la
inmigración; con las desigualdades existentes en el mundo las mejoras siempre
son un polo de atracción, 5) es una propuesta utópica; pero ya hay experiencias
y demostraciones de lo contrario, 6) incrementa la inflación; cualquier
incremento de la demanda puede aumentar la inflación pero ésta no es mala a
corto plazo si luego se estabiliza y controla, 7) no acaba con las injusticias
del capitalismo; claramente no es la única medida a implementar ni es la
solución para todos los males del capitalismo.
Actualmente hay un debate entre RBU y el trabajo garantizado
(TG). Este último persigue, manteniendo la sociedad del trabajo, el pleno
empleo. Así la gente se dignifica, socializa y desarrolla sus potencialidades a
través del trabajo. Es una medida a tener en cuenta, pero es más lenta y se
queda un paso más acá de lo que persigue la RBU, ésta tiene como una de sus
principales características: su aplicación inmediata que conseguiría mejorar la
posición de los más débiles y eliminar casi de golpe la pobreza. Por otra parte
es posible e incluso se debe compatibilizar con la RBU ya que hay muchos nichos
de trabajo sin explotar: dependencia, cuidado de niños, medio ambiente,
investigación, transición energética, etc. Por otra parte, el TG además de ser
más difícil en su aplicación, no garantiza una masiva creación de puestos de
trabajo a corto y medio plazo, siendo, además, más dificultoso el estudio de
los recursos necesarios para su puesta en marcha que, con seguridad, tiene que
ser progresiva.
Estoy, en consecuencia, con los que piensan que la sociedad
no puede estar centrada en el mundo del trabajo asalariado, este sistema
provoca desigualdad, pobreza e injusticias. La realidad nos está exigiendo que
vayamos un paso más allá, hacia una sociedad post-laboral. El mundo del trabajo
da mucho poder a las empresas que tienden, como consecuencia del propio
sistema, a hacerse más grandes y poderosas, recortando cada vez más la
democracia y la libertad de las personas. En estas circunstancias, estoy
convencido de que debemos decir SÍ a la RBU, claro, siempre y cuando ésta
suponga la posibilidad de que todas las personas tengan garantizada la
existencia material mínima y haga posible un mayor grado de libertad al decidir
sobre la vida de cada uno. Para su consecución, no obstante, es necesaria una
redistribución de la renta que vaya de aquellos que más tienen a los que tienen
menos y pasa ineludiblemente por una decisión política (¡es la política
estúpidos![3]) ya que, por otra parte, esta competencia entra dentro de las
obligaciones de cualquier gobierno y la debe imponer a la voluntad de aquellos
que piensan que estamos en el mejor de los mundos, regido por el mercado de la
mano invisible que lo resuelve todo de la manera ideal, pero que, sin embargo,
ha demostrado que nos depara sorpresas dolorosas.
Para finalizar un apunte sobre la libertad: ¿De qué libertad
hablamos si las personas no pueden tener lo mínimo para cubrir las necesidades
básicas de la vida? ¿De qué libertad hablamos si la única opción de una gran
parte de los ciudadanos es ser perdedores en una sociedad competitiva y se ven
obligados a coger la única opción que la sociedad a veces, no siempre, les da?
¿De qué libertad hablamos si gran parte de las personas no pueden desarrollar
si quiera sus capacidades y competencias para poder elegir libremente?
[2] Este artículo es deudor, entre otros, de los trabajos
efectuados por los profesores Jordi Arcarons, Antoni Domènech, Daniel
Raventós y Lluís Torrens. El lector que quiera profundizar puede
acudir a Red Renta Básica y a las páginas de Sin Permiso.info
[3] Se pretende hacer un remedo con la frase (the
economy, stupid), muy utilizada en la política estadounidense durante la
campaña electoral de Bill Clinton en 1992.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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