Lúcia Lijtmaer
Posted on 2015/01/19
Es imposible olvidar Ciutat Morta una vez la
ves. Si además eres barcelonés, es muy probable que la película te persiga por
las calles, acechándote. Sería muy fácil decir que te quita un velo de delante
de los ojos, pero más bien puede que te suceda lo contrario. De repente, sobre
monumentos, esquinas, paseantes, hay algo pegajoso que lo cubre todo. Los
ciudadanos que hayan visto la película, por primera vez emitida en la
televisión pública catalana, deberán enfrentarse a todo ello. A lo siguiente:
1. El poder público como cómplice y encubridor de un
caso de violencia y tortura policial tras las irregulares detenciones de cinco
ciudadanos durante una pelea –que se saldó con un guardia urbano gravemente
herido– en un antiguo teatro ocupado. Su posterior encarcelamiento habría
podido ser evitado cuando el entonces alcalde Joan Clos relató tener
conocimiento de un informe policial que probaría la inocencia de los detenidos.
La posterior desaparición de ese informe hace evidente el necesario
conocimiento e implicación del concejal de Seguridad y Movilidad Jordi Hereu
(después alcalde), el exconcejal de Ciutat Vella Carles Martí y la exconsellera
de Interior, Montserrat Tura.
2. El papel de la justicia: la jueza Carmen García
Martínez, del Juzgado de Instrucción número 18 de Barcelona, envió a prisión
provisional a los jóvenes Juan Pintos, Álex Cisternas y Rodrigo Lanza, que
habían sido claramente torturados, y les privó de libertad durante dos años, a
la espera de juicio, sin llegar a esclarecerse de qué se les acusaba. La
Audiencia Provincial de Barcelona condenó en enero de 2008 a los detenidos
–incluyendo a Patricia Heras, que no estaba presente en el lugar de los hechos–
a penas de hasta cuatro años basándose exclusivamente en los testimonios de los
policías presentes. La pena fue posteriormente aumentada a cinco años en el
caso del detenido Rodrigo Lanza.
3. La policía: los agentes Bakari Samyang y Víctor
Bayona, que torturaron a los acusados la noche del 4 de febrero de 2006, fueron
los mismos que declararon como testigos en contra de los acusados durante la
celebración del juicio. Posteriormente fueron condenados a prisión, con penas
de más de dos años, por haber torturado en dependencias policiales a un joven
de Trinidad y Tobago. Los agentes, de 34 y 38 años, acaban de obtener la jubilación.
Recibirán una pensión vitalicia de entre 1.600 y 1.800 euros mensuales. Durante
la proyección del documental el sábado pasado en la televisión pública, la
reacción de Mossos d’Esquadra en las redes sociales fue de mofa.
4. Los médicos. De todo el metraje de Ciutat Morta,
el papel de los médicos en el Hospital del Mar supone un indicio aterrador: la
llegada de unos veinteañeros sangrando y en estado de shock, custodiados por
los agentes de la policía, es recibida con indiferencia por el personal médico del
hospital, que no hace preguntas ni da señal de alarma.
5. Los medios de comunicación: con honrosas
excepciones –quizás el más claro sea el de La Directa–, el caso 4F ha sido
omitido de los medios catalanes. Esto ha continuado con la repercusión del documental,
y ha llegado a extremos delirantes con la televisión pública catalana: TV3
desestimó la compra de la película incluso cuando fue premiada en Málaga. La
presión ciudadana en las redes obligó a la cadena a asegurar que el documental
se emitiría antes de que acabara 2014. Tras idas y venidas –que incluyeron la
pregunta directa al director de Televisió de Catalunya sobre el retraso en
emitir el documental, por parte del diputado de las CUP David Fernández en
sesión parlamentaria–, la película ha sido emitida previa censura.
Si jueces, policía, representantes públicos, medios de
comunicación y especialistas sanitarios omiten y, por tanto, se hacen cómplices
de un caso así, ¿qué le queda a la ciudadanía?
Y entonces, el velo pegajoso que cubre la ciudad se revela.
Lo que muestra, con su olor a muerte, es demasiado aterrador para ser olvidado.
Fuente: https://dedona.wordpress.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario