La emotividad de los pasados días en París (y, por extensión, en el mundo
occidental) es del todo comprensible, pero sería equivocado no advertir, con el
respeto debido, los riesgos y peligros que comporta. Hay motivos para sospechar
que el sincero sentimiento de cientos de miles de personas asistentes a la
manifestación del 11 de enero (y de los millones que hubieran deseado asistir)
ha sido aprovechado en beneficio de intereses no tan nobles.
Es legítimo
cuestionar la consigna "Yo soy Charlie". O rechazar que la
adquisición del último número de la revista refleje un mayor grado de
solidaridad con las víctimas
EL RIESGO DE LAS EMOCIONES
La indignación por la salvajada de los asesinatos de los caricaturistas de Charlie
Hebdo no debe impedir una crítica respetuosa del trabajo de esos humoristas
y una moderada alerta sobre sus consecuencias. Estos días se ha debatido en
extenso sobre la libertad de expresión. Claro está, se han escuchado posiciones
e interpretaciones diferentes, pero la emotiva solidaridad con las victimas ha
hecho que la defensa cerrada de los dibujantes haya colocado bajo el riesgo de
la descalificación cualquier opinión discrepante. El mismo eslogan de la
manifestación ("Je suis Charlie") implicaba una identificación con la
revista. No hacerlo podría parecer cobarde o insolidario. Y no es
necesariamente así.
Es legítimo cuestionar la consigna "Yo soy Charlie". O rechazar
que la adquisición del último número de la revista refleje un mayor grado de
solidaridad con las víctimas. Nadie debería ser descalificado por no hacerlo, sencillamente
porque no comparte su estilo o su línea editorial. Yo declaro que "no soy
Charlie", pero, naturalmente, suscribo la máxima volteriana de defender el
derecho de los humoristas a publicar lo que quieran, sin temor a ser
sancionados, perseguidos o castigados.
La sátira, como cualquier otra forma de expresión no puede estar blindada
bajo una libertad absoluta. Toda libertad, en una sociedad civilizada, tiene
sus límites, que son los derechos de los demás y el imperativo de la
convivencia. Muchas de las viñetas de Charlie Hebdo eran groseramente
irrespetuosas y no merecían un apoyo incondicional. Antes y después del 7 de
enero.
De igual manera que condenamos, con razón, los chistes racistas, no estamos
obligados a sentirnos identificados con esas caricaturassolamente porque sus
autores hayan sido asesinados. Si alguien matara a un racista por venganza
contra su oprobio, ¿nos sentiríamos obligados a identificarnos con esa víctima?
Muchos de los que han aceptado las caricaturas de símbolos islámicos se han
sentido indignados, con razón, cuando se han deslizado ironías sobre valores
democráticos.
Es comprensible que se abra una investigación sobre la sátira que el
humorista franco-camerunés Dieudonné ha hecho de Charlie Hebdo y de sus
provocadoras manifestaciones de aparente simpatía por los asesinos. Su estilo
es detestable. Pero el doble rasero y las contradicciones francesas le niegan
el reconocimiento social de su "libertad de expresión", como ha
señalado valientemente una reportera francesa del Canal 24 horas (1).
APROVECHAMIENTOS OBSCENOS
Por lo demás, resulta obsceno que en la manifestación del pasado domingo en
París dirigentes democráticos europeos caminaran del brazo con altos
dignatarios de países (Arabia Saudí, Egipto, Turquía, etc.) donde, bajo el
instrumento de leyes anti-blasfemia u otras de similar naturaleza, la libertad
de expresión está amenazada o brilla por su completa ausencia, por no hablar de
la represión sistemática que se práctica.
Como chocante resulta la presencia del primer ministro israelí, que ha
perdido la noción del control en la persecución del terrorismo islamista, hasta
provocar carnicerías como la del pasado verano en Gaza. Al parecer, Hollande
intentó disuadirlo de su presencia. No sólo fué inútil. Terminó convirtiendo la
tragedia en un acto electoral.
Con otras connotaciones, también afloraron pugnas políticas locales,
francesas. Digámoslo alto y claro: la manifestación fue, sin duda, un acto
cívico de indudable valor ético. Pero también un instrumento de oportunismo político
o diplomático deplorable.
EL PELIGRO DEL MIEDO
La otra preocupación es el miedo que los asesinatos de París han podido
incubar en las sociedades francesa y europea. Es comprensible que se quiera
reforzar la seguridad de los ciudadanos. Pero es dudoso que el camino sea el
endurecimiento de la legislación anti-terrorista. La mayor parte de quienes
llevan años estudiando el fenómeno de la radicalización islamista nos están
diciendo que el problema no es tanto la inadecuación de los instrumentos jurídicos
cuanto los recursos para mejorar la seguridad.
Pero, con todo, el mayor peligro para las libertades no es la adopción de
una normativa restrictiva, sino la retórica que la envuelve y justifica. ¿Es
que no hemos aprendido de las perversiones que rodearon la Patriot Act
en Estados Unidos después del 11-S? ¿No resulta escandaloso que más de la mitad
de la población norteamericana aún justifique la tortura para combatir el
terrorismo islámico?
Occidente debe aprender a vivir con el conflicto, porque ha elegido el
conflicto para superar la amenaza del islamismo radical. No se puede bombardear
países y pretender que tales acciones no van a tener consecuencias, aun
aceptando (que es mucho aceptar) la intención 'positiva' de esas políticas. Se
ha comprobado que no se puede aniquilar el llamado "terrorismo
islamista" mediante actuaciones bélicas. Los bombardeos en Siria, Iraq,
Afganistán o Yemen pueden debilitar la capacidad combativa del Estado Islámico,
de Al Qaeda o de los talibán, pero provoca un resentimiento no sólo entre los
ciudadanos de esos países identificados con los radicales, sino entre segmentos
de población que no necesariamente comulgan con sus ideas. La 'guerra contra el
terror' ha alumbrado más 'terroristas' de los que ha eliminado, como dice acertadamente
el periodista Jeremy Scahill.
NECESIDAD DE POLÍTICAS POSITIVAS Y PACIENTES
Estados Unidos y sus aliados se han gastado una fortuna exorbitante en
operaciones militares. Si se hubiera empleado ese dineral en mejorar mucho más
la educación, las infraestructuras, las redes sociales de participación,
la calidad de vida de esas poblaciones, seguramente el caldo de cultivo radical
se hubiera adelgazado mucho más. El éxito más palpable en Afganistán no ha sido
precisamente la derrota militar de los estudiantes coránicos, sino el aumento
de la escolarización de niños y niñas afganas. Lástima que la relación del
esfuerzo bélico con respecto al apoyo educativo sea, sin exagerar, de 10000 a
1, si no más. Entender a las sociedades locales y trabajar con sus portavoces
es mucho más positivo y eficaz, como indican algunos ejemplos, desgraciadamente
limitados en alcance y recursos. (2).
Puede entenderse la ansiedad de dirigentes europeos por prevenir matanzas
como la de París, Madrid, Londres, Toulouse, Montauban o Bruselas. Pero como
han señalado expertos poco sospechosos (3), el fenómeno de los "lobos
solitarios" resulta muy difícil de combatir sólo con medidas restrictivas
o policiales. Sin políticas que destierren la islamofobia y aumenten las oportunidades
de los millones de jóvenes musulmanes sin futuro de los extrarradios y
poblaciones marginales de nuestras ciudades, nada será realmente eficaz. Hay
experiencias de inserción de jóvenes radicalizados que regresan de combatir en
zonas de guerra, muy prometedoras en la reducción del riesgo terrorista (4).
En definitiva, el Islam -ni siquiera el radical- no es una amenaza
existencial para las sociedades occidentales, ni es la solución vital para los
jóvenes musulmanes que están, o se sienten, discriminados. Hay que ser
pacientes para hacerles entender que la manipulación de sus sentimientos
religiosos es un veneno con el que falsamente se pretende aplacar su malestar,
desprecio y odio hacia un sistema que no es capaz de proporcionarles una vida
digna.
(1) "France is an unequal opportunity offender". LEELA JACINTO. FOREING
POLICY, 14 de enero.
(2)"United States will never win the propaganda war against the Islamic State. America needs to let local allies do the talking". MANAL OMAR. FOREIGN POLICY, 9 de enero.
(3) Estos días se han publicado muchos análisis sobre el peligro terrorista. Destacamos sólo algunos:
-"Be afraid, be a little afraid. The Threat from Western Foreign Fighters in Syria and Iraq". DANIEL BYMAN and JEREMY SAPHIRO. BROOKINGS INSTITUCION.
- "Europe focus on emergent threats from smaller crews of terrorists". STEVE ERLANGER. THE NEW YORK TIMES, 14 de enero.
-"No One in Europe was tougher on terror that France. That didn't stop the attacks". JOSHUA KEATING. SLATE, 15 de enero.
-"Measuring the threat from returning jihadists". JITTY KLAUSEN. FOREIGN AFFAIRS, 1 de Octubre de 2014.
(4) Es el caso de Aarhus, una ciudad danesa gobernada por la socialdemocracia. La experiencia se cuenta en "For jihadists, Denmark tries rehabilitation". ANDREW HIGGINS. THE NEW YORK TIMES, 13 de diciembre.
(2)"United States will never win the propaganda war against the Islamic State. America needs to let local allies do the talking". MANAL OMAR. FOREIGN POLICY, 9 de enero.
(3) Estos días se han publicado muchos análisis sobre el peligro terrorista. Destacamos sólo algunos:
-"Be afraid, be a little afraid. The Threat from Western Foreign Fighters in Syria and Iraq". DANIEL BYMAN and JEREMY SAPHIRO. BROOKINGS INSTITUCION.
- "Europe focus on emergent threats from smaller crews of terrorists". STEVE ERLANGER. THE NEW YORK TIMES, 14 de enero.
-"No One in Europe was tougher on terror that France. That didn't stop the attacks". JOSHUA KEATING. SLATE, 15 de enero.
-"Measuring the threat from returning jihadists". JITTY KLAUSEN. FOREIGN AFFAIRS, 1 de Octubre de 2014.
(4) Es el caso de Aarhus, una ciudad danesa gobernada por la socialdemocracia. La experiencia se cuenta en "For jihadists, Denmark tries rehabilitation". ANDREW HIGGINS. THE NEW YORK TIMES, 13 de diciembre.
Fuente: www.nuevatribuna.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario