Josep Lluís del Alcázar
23 de enero de 2014
La crisis lleva años
golpeando la clase trabajadora: despidos, caída de salarios, recorte de
prestaciones sociales, ataques a la enseñanza y la sanidad pública… Hoy el
discurso de la crisis como un mal pasajero ya no cuela y tampoco que estamos
saliendo de ella. La respuesta a esta ofensiva del capital no ha sido una
reacción con los instrumentos tradicionales de la clase obrera. El miedo a la
pérdida del trabajo y la enorme división material de la clase obrera operada
por las reformas laborales, junto a la política de conciliación y
desmovilización de las direcciones sindicales mayoritarias, dan ese sentimiento
de fragilidad al trabajador/a.
La válvula de escape han
sido movimientos ciudadanos. El más masivo, el 15M, al calor de las
revoluciones árabes, con las ocupaciones de plazas, los Tahrir expresaba el
rechazo a los grandes poderes políticos y económicos. Las mareas en defensa de
la educación y la sanidad pública, o la lucha contra los desahucios han ocupado
también ese espacio de resistencia popular.
El capitalismo en crisis no
deja margen para políticas clásicas de la socialdemocracia, pues no hay migajas
que repartir, el capital exige todo para él. No hay punto medio: o se planta
cara al capital o se cede a su chantaje. Los gobiernos del PSOE –con o sin IU-
aplican políticas de recortes y austeridad en ayuntamientos y comunidades
autónomas.
En Francia, el PS de
Hollande se hunde en los sondeos después de haber prometido acabar con la
austeridad y priorizar el crecimiento y terminar imponiendo drásticos ajustes
presupuestarios.
El fenómeno de la
reorganización política y las crisis institucionales tienen su expresión más
avanzada en el Sur de Europa, más golpeado por las políticas de austeridad. La
crisis de los partidos del régimen, implicados en las políticas de ajuste,
corroídos por infinidad de casos de corrupción, ha llevado a un cuestionamiento
del sistema, de las instituciones. Syriza en Grecia, el movimiento Cinco
Estrellas del cómico Beppe Grillo en Italia, o ahora Podemos expresan esa
necesidad de cambio. Hay diferencias significativas en el carácter de esas
alternativas: Syriza viene de un frente de organizaciones de izquierda en una
situación de resistencia obrera con más de 20 huelgas generales; Grillo, un
populismo de protesta encabezado por una figura mediática difícil de encajar en
la izquierda, sin conexión con el movimiento político y sindical. En un punto
intermedio se situaría Podemos.
Sortu, la CUT y la CUP
En la perspectiva de un
frente de izquierda en ruptura con la Monarquía y el capitalismo, tres eran los
componentes que podían impulsado la iniciativa: Batasuna/Sortu había
participado en Iniciativa Internacionalista en las europeas del 2009, en
colaboración con organizaciones de la izquierda revolucionaria del resto del
Estado, pero eso fue un paréntesis entre los Pactos Lizarra con el PNV y el
acuerdo con EA, Aralar i Alternatiba que dio lugar a EH-Bildu.
La decisión de tregua
unilateral de ETA viene acompañada por un giro hacia la política institucional.
La izquierda abertzale priorizaba y prioriza la «acumulación de fuerzas
soberanistas», un bloque con la burguesía para alcanzar el derecho de
autodeterminación, a una política de lucha anticapitalista que necesariamente
le enfrentaría a la burguesía vasca del PNV, pero también de EA. Este es el
espacio por el que entra Podemos, también en Euskal Herria.
El segundo factor era la
CUT de Cañamero y Sánchez Gordillo. La permanencia de la CUT en IU era
incompatible con la política de ruptura que anunciaban, máxime con IU en el
Gobierno de la Junta. La CUT ha ido perdiendo terreno a manos del aparato de
IU-CA, controlado por la dirección del PCA. El 21 de diciembre de 2014 obtiene
el 11% en la Asamblea General de IUCA.
El 23 de diciembre el
parlamento andaluz aprobaba el presupuesto para 2015 con los votos de PSOE e
IU-CA. El 28 de diciembre la asamblea de la CUT se reúne en Osuna y decide
«congelar» su participación en IU, e inmediatamente Cañamero y otros dirigentes
de la corriente anuncian que abandonan IU-CA. Los siguientes pasos de la CUT
serán importantes para ver si acuerda con Podemos o avanza alguna política de
frente.
El tercer componente podía
ser la CUP-AE que en las últimas elecciones al Parlament de Catalunya había
alcanzado los tres escaños y contaba con un centenar de concejales.
La construcción de CUPAE
fue un paso en el sentido de permitir agrupar un frente no sólo con sectores
independentistas sino también de la izquierda revolucionaria, aunque finalmente
sólo entramos Lucha Internacionalista y En Lucha.
Tras las elecciones, la CUP
no profundizó ese trabajo de frente. Ahora se ha llegado a un acuerdo por el
que retoma el impulso de un frente en Catalunya (ver artículo adjunto), pero
tampoco hay visos de tomar alguna iniciativa a nivel estatal.
Podemos: «ni de derechas ni
de izquierdas»
Que hoy Podemos avance la
izquierda abertzale en los sondeos debiera hacer pensar, lo mismo que ocurre
con la CUP. La reacción de algunos sectores es responder que Podemos tiene un
componente lerrouxista que no podía atraer fuerzas que se reclaman del
independentismo vasco o catalán, pero eso no es así, el lerrouxismo es UPyD y
Ciutadans/Ciudadanos, estas son las fuerzas anticatalanas o antivascas, pero lo
más significativo del proceso catalán es que la clase obrera rechazó seguir a
Ciutadans, PP incluso al PSOE de Chacón en su campaña anticatalana. Podemos
canaliza el sentimiento de estos trabajadores que no son independentistas, que
votaban izquierda y a quienes preocupa prioritariamente la lucha por la
realidad social, pero que bien podían estar enmarcados en un amplio frente con
el derecho de autodeterminación como referencia.
La irrupción de Podemos
trastoca todo el panorama de la izquierda. Muerde fuerte al PSOE, y también a
IU, reactivando un amplio sector que iba a la abstención. Podemos representa
ese catalizador que puede reactivar la ilusión de que es posible cambiar el
sistema, acabar con tanta mafia y rapiña. Comporta una variable positiva pues
llama a construir organización política, a implicarse.
Pero utiliza esa fuerza al
servicio de un proyecto electoralista: empuja para atrás la conciencia de
clase, pues pone la confianza no en la lucha sino en unas elecciones que
permitirían cambiarlo todo desde arriba, desde el poder. Esta conciencia
reformista –más propia de la pequeña burguesía-, es una adaptación al discurso
democrático burgués imperante. Al servicio de conseguir más votos afirma no ser
«ni de derechas ni de izquierda», sino de la mayoría, de los «de abajo» contra
la minoría de arriba», la «casta». Las clases sociales y la lucha por construir
el socialismo se sustituyen por principios morales interclasistas y un
capitalismo domesticado.
La organización de Pablo
Iglesias sigue el modelo del discurso de los movimientos bolivarianos, de hecho
los principales dirigentes han sido asesores de Chávez, Evo o Correa.
Hablan de procesos
constituyentes, del acceso al poder por la vía electoral y la reforma del
Estado para ponerlo al servicio del pueblo trabajador.
Pero la experiencia de la
aplicación de esas políticas en Venezuela, Bolivia o Ecuador, lejos de suponer
una ruptura con el capitalismo ha provocado que se siga descargando el peso de
la crisis sobre las clases trabajadoras.
El programa con el que
Podemos se presentó a las elecciones europeas con medidas anticapitalistas se
va disolviendo cuanto más suben en los sondeos. Bajo el epígrafe «Actuar con
realismo sin renunciar a los sueños», se presentaba una modificación del
programa económico de las europeas de hace apenas 7 meses. De la auditoría para
no pagar una parte de la deuda y reestructurar el resto se ha pasado a la
«negociación con los mercados» para «hacer sostenible la deuda». De la
jubilación a los 60 hoy estamos en los 65, con flexibilidad para determinados
casos. De recuperar el control público de los sectores estratégicos de la
economía y desprivatizaciones, ahora ya sólo se habla de intervenir en los
sectores que sean ineficientes. En el caso de la banca proponen potenciar el
ICO para impulsar una banca pública, pero no se habla de nacionalizaciones. No
se menciona eliminar las Empresas de Trabajo Temporal. Queda la jornada de 35
horas y la necesidad de convencer a Europa que hay que cambiar las políticas de
austeridad. Se mantienen las indefiniciones sobre la monarquía o sobre
Catalunya y su derecho de autodeterminación.
Reproducen el mismo
personalismo y medidas de control antidemocrático del chavismo.
Internet y las votaciones
abiertas permite poner distancia al control de la organización y los círculos
sobre la dirección. Los medios de comunicación se convierten en el terreno
predilecto para hacer política.
Los profesores
universitarios y los expertos se convierten en la tecnocracia que sigue
minimizando el papel de los trabajadores y la lucha cuotidiana como palanca del
cambio social. La dirección de Pablo Iglesias actúa como un partido más dentro
de Podemos, pero impuso el veto a militantes de organizaciones en cargos de
dirección, a pesar de que organizaciones como Izquierda Anticapitalista
participaban desde el inicio.
Pero lo determinante es hoy
que Podemos se presenta como un movimiento en formación, que aun no ha
consolidado un aparato que imponga un giro a la derecha que están imprimiendo
sus líderes. Es en este sentido que la política hacia Podemos no puede ser la
misma que hacia IU, aunque sus programas no difieran sustancialmente de
contenido. IU ha cristalizado su compromiso con las instituciones del régimen y
con la gestión del capitalismo no en los programas electorales ni en las
resoluciones de sus congresos sino en infinidad de ejemplos en los que ha
tenido una responsabilidad política.
Fuente: Lucha Internacionalista
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