Estos
organismos han contribuido al mantenimiento de un orden basado en la
desigualdad internacional y la hegemonía norteamericana.
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| Sistema Digital | Por Carlos Berzosa | 05 Septiembre 2014 - 10:55 h.
John Maynard
Keynes (derecha) y Harry Dexter White
en la Conferencia de Bretton Woods,
c
elebrada en 1944.
|
Entre el 1 y
el 22 de julio de 1944 delegados de 44 países se reunieron en Bretton Woods
para diseñar la estructura que debería regir las relaciones monetarias
internacionales una vez finalizada la guerra. A pesar de la asistencia de
varias delegaciones la voz cantante la llevaron Estados Unidos y el Reino
Unido. Se presentaron dos planes: el de White, por parte de Estados
Unidos y el de Keynes por el Reino Unido. Se impuso el de White, que
defendía los intereses de la nueva potencia hegemónica frente al de Keynes, que
era el economista más importante y conocido en este momento. Pero como dice muy
bien Coggan en su libro Promesas de papel. Dinero, deuda y un
nuevo paradigma financiero: “Keynes tenía la autoridad intelectual, pero
White tenía la fuerza económica (El hombre del tres, 2013).
No obstante,
aunque White fue el gran defensor de un sistema que beneficiara básicamente a
Estados Unidos, él y la mayor parte de sus colaboradores fueron objeto de la
persecución de la Caza de Brujas acusados de comunistas. Este hecho se
encuentra muy bien narrado en la novela de Jorge Volpi Memorial
del engaño, que recomendé antes del mes de agosto. Aunque se han escrito
muchos libros sobre esta Caza de Brujas se puede encontrar un análisis en el
extraordinario libro de Josep Fontana Por el bien del imperio (Pasado
& Presente, 2011). Así que, lo que no deja de ser paradójico, los
constructores del orden capitalista de posguerra fueron acusados y perseguidos
como comunistas.
El sistema
monetario internacional basado en la propuesta de White tenía, frente al de
Keynes, una asimetría y es que el Fondo Monetario Internacional (FMI) se
convertía en el regulador de las relaciones monetarias entre los países
miembros, pero la capacidad de crear liquidez en el sistema dependía de Estados
Unidos. De esta manera, para que hubiese suficiente liquidez resultaba
necesario que Estados Unidos tuviera déficit en la balanza de pagos y lanzase
de este modo dólares al mercado mundial, para que fuera posible la financiación
del comercio y de movimiento de capitales, que iban creciendo a medida que la
economía mundial se recuperaba de los destrozos de la Segunda Guerra Mundial.
Este
sistema, si bien es cierto que permitió cierta estabilidad monetaria y
contribuyó -como un factor más- al crecimiento de posguerra de los países
desarrollados, favoreció la expansión internacional de Estados Unidos, tanto de
las bases militares en el exterior como de las empresas multinacionales. Un
sistema de esta naturaleza empezó a mostrar sus primeras grietas en los años
sesenta, frente a lo que hubo que introducir medidas que salieran al paso de la
situación: pool del oro, creación de los Derechos Especiales de Giro, y
la aceptación de dos mercados que fijaran el precio del dólar con relación al
oro, uno libre para las transacciones privadas y otro oficial de 35 dólares la
onza de oro.
Las
dificultades existentes dieron lugar también a varias propuestas para que el
sistema se reformase. Ninguna de ellas se llevó a cabo. La más avanzada era la
efectuada por dos economistas prestigiosos Tinbergen, primer premio
Nobel de economía, y Kaldor, así como el político Mendès France.
Esta proposición trataba de dar respuesta a las necesidades de los países
subdesarrollados que habían hecho su aparición en el escenario internacional y
que reivindicaban otro orden económico diferente al surgido en la posguerra.
Los parches
no fueron suficientes para evitar la crisis de este sistema que estalló
en la década de los setenta, ante la negativa de los dirigentes de esta
institución y los de Estados Unidos de hacer las reformas que se plantearon en
la década anterior. En estos años se modificaron supuestos básicos, como la
supresión de la convertibilidad del dólar en oro y los tipos de cambio fijos,
pero el dólar siguió ejerciendo la hegemonía como moneda de cambio
internacional.
En la década
de los ochenta, como consecuencia de la crisis de la deuda que se generó en los
países menos desarrollados, el FMI, junto con el Banco Mundial, emprendió un
nuevo camino forzando a los países afectados por el endeudamiento a
llevar a cabo políticas duras de ajuste, privatización y desregulación.
Los daños causados por estas políticas fueron muy grandes en la mayor parte de
los países que las padecieron. Las poblaciones más vulnerables fueron las más
perjudicadas, niños, mayores y mujeres, de las clases sociales medias y bajas.
Las economías se empezaron a recuperar una década después, dejando por el
camino el aumento de la pobreza, desigualdad, y crecimiento de las
privaciones.
Esta función
de proponer medidas de política económica el FMI la continúa en el siglo XXI
con el surgimiento de la crisis, pero esta vez dirigida a países miembros de la
Unión Europea. Otra vez estas medidas golpean a los más vulnerables y clases
medias. La medicina es la misma y los daños causados también, aunque atenuados
por ser las economías objeto de estas medidas de austeridad más desarrolladas
que las anteriores sufridoras, y tener de algún modo un colchón de seguridad en
el Estado de bienestar, que está desapareciendo.
El balance
de lo que han sido el FMI y el Banco Mundial no resulta fácil de hacer, pues ha
habido fases diferentes en este periodo y modos de comportamiento también
distintos. De modo que hasta los años setenta imperó el paradigma keynesiano,
para ser desplazado por el neoliberalismo en los años ochenta. Sin
embargo, aunque hay que reconocer que se evitó el caos que imperó al finalizar
la Primera Guerra Mundial al tiempo que se consiguió estabilidad monetaria en
los años de posguerra, se puede considerar que ha sido negativo.
Ha sido
positivo para los países avanzados y fundamentalmente para Estados Unidos, pero
no para los países subdesarrollados, y no solo a partir de las políticas de
ajuste, sino a lo largo de toda la historia de estos setenta años. Estos
organismos han contribuido al mantenimiento de un orden basado en la
desigualdad internacional y la hegemonía norteamericana. De hecho, sus
políticas siempre han estado mediatizadas por la defensa del orden establecido.
El Banco Mundial tampoco ha sido un agente eficaz para combatir el
subdesarrollo, el hambre y la pobreza. Al contrario, en bastantes ocasiones, ha
favorecido esta perpetuación.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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