29
de noviembre de 2013
Moncho Alpuente
El niño, de mayor,
quiere ser juez, magistrado del Supremo, miembro del Consejo Superior del Poder
Judicial…todavía no lo tiene muy claro pero lo suyo será la judicatura. Cuando
cumplió los siete años sus papás le regalaron una toga con delicadas puñetas en
la bocamanga y un martillo de madera del que casi nunca se separa. El niño
tiene un álbum de fotos donde pega, como si fueran cromos ,las imágenes de
jueces que publican a diario los periódicos. Su favorito últimamente es el juez
Gómez Bermúdez y estas navidades pedirá a los Reyes Magos un sombrero negro
como el suyo porque sus padres no le dejan todavía raparse la cabeza como su
ídolo. Cuando termina la comida familiar de los domingos, el niño golpea con el
martillito la mesa y anuncia: Se levanta la sesión.
La politización de la
Justicia y la judicialización de la política han contribuido a la popularidad
de los jueces, y los procesos sobre los casos más flagrantes de corrupción que
acaparan titulares y pantallas han marcado el momento álgido de la profesión.
El niño en el patio del colegio ha impuesto un nuevo juego, una variante del
clásico policías y ladrones: jueces y corruptos. Al principio era difícil
encontrar voluntarios para las filas de la corrupción pero últimamente se ha
invertido la tendencia y los corruptos se agrupan en torno a su jefe de filas,
un alumno imputado en varios procesos por apropiación indebida de bocadillos
ajenos en el patio, intentos de soborno al portero, falsificación de exámenes y
una larga serie de presuntos delitos que contravienen seriamente los códigos
escolares.
No se si habrá otro
país en el mundo en el que los jueces hayan alcanzado estas cotas de popularidad,
pero creo que no, lo de los jueces estrella es un fenómeno inédito y
genuinamente ibérico. Desde el sanedrín de Anás y Caifás a nuestros días nunca
los jueces habían gozado de semejante popularidad. El niño ha confeccionado la
alineación de una selección nacional de jueces, el capitán es el exjuez Garzón
al que nuestro niño indultó hace tiempo y la juez Alaya, que jugará por la
banda derecha, es la última incorporación del mercado de invierno, un mercado
que se ha movido mucho recientemente con los nombramientos de los miembros del
Consejo General del Poder Judicial, auténtica selección nacional y firme
candidata al primer campeonato mundial de la judicatura. Pronto oiremos hablar
de las proezas de “La Negra”, nuestros enlutados jueces serán el asombro del
mundo, que asiste aún estupefacto a la asombrosa recuperación de la economía
española. La originalidad de nuestro sistema de elección de consejeros por
designación directa de los aparatos de los partidos políticos mayoritarios es
un vivero de tácticas y estrategias inéditas. Que los políticos elijan a los
jueces que probablemente tengan que juzgarles posteriormente es una gran idea,
sobre todo para los políticos, no tanto para los jueces que a su actividad
frenética en los juzgados tienen que sumar horas y horas de cabildeos para
sembrar complicidades y apoyos y ofrecerse a sus posibles mentores del
gobierno, o de la oposición, para lo que deseen y ordenen.
A
nuestro niño le espera una brillante carrera judicial, en sus apuntes ha
recopilado los principales datos sobre los procesos más mediáticos de los
últimos años. Si le llamara el juez Ruz en busca de asesoramiento, el
niño podría solucionar el caso Bárcenas con dos golpes de martillo sobre la
mesa. Pero aunque todavía es muy niño ya empieza a vislumbrar que las cosas no
son tan sencillas, que cuando se unen la judicialización de la política y la
politización de la justicia pasan cosas muy extrañas, que aparecen vericuetos y
recovecos imprevisibles donde anida la maldad e impera la injusticia con todas
sus puñetas.
Fuente: www.publico.es
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