Por Pablo
Vaamonde | Estamos
gobernados por un grupo de liquidadores de los servicios públicos, por una
facción ideológica que sigue con entusiasmo el credo ultraliberal y que se
aplica con diligencia en el desprestigio y el desmantelamiento de lo público,
con la entrega a manos privadas de porciones de presupuesto cada vez más
cuantiosas. Para este fin emplean, en la sanidad, todos los medios posibles.
nuevatribuna.es | Pablo Vaamonde | Médico de Familia
(A Coruña) | 25 Noviembre 2013 - 19:25 h.
Núñez Feijóo
y Rocío Mosquera.
El último
artículo sobre La
trampa de la Gestión Clínica tuvo cierto impacto en el entorno sanitaro gallego.
Lo sé porque recibí bastantes críticas y menos elogios. Intentaré explicar con
más detalle, en esta segunda entrega, mi lectura de los hechos. El relato
que intenté construir es el siguiente:
Estamos
gobernados por un grupo de liquidadores de los servicios públicos, por
una facción ideológica que sigue con entusiasmo el credo ultraliberal y que se
aplica con diligencia en el desprestigio y el desmantelamiento de lo público,
con la entrega a manos privadas de porciones de presupuesto cada vez más
cuantiosas. Para este fin emplean, en la sanidad, todos los medios posibles: la
privatización total de los hospitales (mediante las concesiones tipo PFI), la
derivación masiva a los centros privados y la externalización creciente de
servicios sanitarios y parasanitarios.
Este grupo
dirigente miente y engaña por sistema. Incumplieron todas las promesas de la
campaña electoral. Una vez ganadas las elecciones comenzaron su labor de
demolición. Aquí, en Galicia, Núñez Feijóo ya advirtió que privatizaría todo lo
que no fuera estrictamente sanitario. Pero la Consejera Rocío Mosquera va más
allá: “no nos queda otra que aplicar fórmulas de colaboración
público-privada”. La utilización del BOE para publicar normas (incrustadas
en leyes referentes las otras materias) es una táctica tramposa que ya
utilizaron en diversas ocasiones. Que empleen este medio para la creación de
las Áreas de Gestión Clínica (AGC), con la posibilidad de laboralizar a los
sanitarios actualmente acogidos al Estatuto Marco, hace desconfiar de las
intenciones del ejecutivo. Nada bueno están preparando cuándo pretenden
esconderlo de esta forma.
Allí donde
aplicaron las recetas neoliberales (que comenzaron hay tres décadas en
el Reino Unido) las consecuencias fueron catastróficas para la sanidad pública
y para sus trabajadores. En las comunidades gobernadas por el PP, donde más han
avanzado con las medidas privatizadoras, llegaron a un severo deterioro de la
calidad asistencial y de las condiciones laborales, provocando ademáis un
incremento en el gasto sanitario que sitúa a esas autonomías en la ruína. Los
gobernantes de Galicia, a pesar de las evidencias, siguen el mismo camino. Las
consecuencias para los profesionales son severas: reducción drástica de los
presupuestos de sanidad, desmantelamiento de las Gerencias de Atención
Primaria, amortización de plazas, precarización del empleo, suspensión de la
jornada de tarde en los hospitales, exilio de los profesionales jóvenes.
También la población sufre las consecuencias en el aumento de las listas de
espera y el desvío masivo a los centros concertados. La apuesta por la
privatizacion es rotunda; entregaron a empresas externas la plataforma
informática, la renovación tecnológica, la central de compras, el suministro de
material sanitario etc. La propuesta de creacion de AGC no es sino un escalón
más para privatizar, en este caso, el núcleo duro de los centros sanitarios: el
trabajo asistencial.
Hecho este
largo preámbulo recordemos lo sucedido en estos últimos tiempos:
-El gobierno
de Madrid publica en el BOE, con nocturnidade y alevosía, una norma que
promueve la creación de AGC y facilita la laboralizacion del personal sanitario.
-El gobierno
gallego lleva al Parlamento una propuesta para crear AGC en Galicia (que ya
venían impulsando en los últimos meses en los hospitales, sin que existiera
norma legal alguna). Es muy probable que el PP gallego imponga en Galicia los
criterios propuestos desde Madrid. Las promesas de soberanía realizadas por el
portavoz de sanidad, Miguel Santalices, ofrecen poca garantía.
-Rocío
Mosquera comparece ante la prensa en compañia de los consejeros de Valencia y
Madrid, máximos exponentes del furor privatizador del PP. Afirma que es
necesario modificar el sistema retributivo para vincularlo al rendimiento
(haciendo entender que actualmente no existe implicacion en el trabajo ni se
consiguen objetivos).
-Pocos días
después, en sede parlamentaria, afirma que la Consejería va a impulsar el
autocuidado y la atención telefónica. En resumen: cierran camas, eliminan
servicios, amortizan plazas, suprimen la actividad de tarde y pretenden que los
pacientes se cuiden la sí mismos y, cuando no lleguen, que llamen por teléfono.
La estrategia
es clara (desprestigio de lo público, reducción de los presupuestos y de la
actividad de los centros, e introducción de la gestión privada en los
hospitales) y los actores están identificados (los actuales mandatarios
del PP que, en el futuro, podrán pasar, mediante la puerta
giratoria, a
gestionar las áreas que ahora privatizan). Los perdedores de esta
batalla también son conocidos: los profesionales (que están perdiendo derechos
laborales de forma acelerada) y los usuarios de la sanidad pública (que ven
crecer las demoras para recibir la atención y los copagos a los que deben hacer
frente).
La fuerza de
los hechos es tan contundente que no podemos permitirnos el lujo de ser
ingenuos ni es posible mirar para otro lado. Los partidos de la oposición tienen que salir
de su letargo para intentar frenar, por todos los medios, esta demolición
programada de la sanidad pública. Las fuerzas sindicales deben recuperar
la beligerancia de antaño para hacer frente común ante de la liquidación de los
servicios públicos. De no hacerlo así, ya y todos juntos, quedarán en la
historia como cómplices del mayor ataque contra el Estado de bienestar
perpetrado desde el poder.
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