viernes, 5 de septiembre de 2014

MAQUIS: LOS ÚLTIMOS GUERRILLEROS

Entre siete y nueve mil guerrilleros combatieron contra el régimen franquista
SER HISTORIA / ALFONSO DOMINGO   28-08-2014 - 12:14 CET
Dicen que todo español lleva un guerrillero dentro. La lucha de la guerrilla antifranquista, los llamados "maquis" es un epígono de la guerra civil. Los que la escribieron fueron gente del pueblo, variopinta, y como en toda lucha cometieron errores, se dejaron llevar a veces por la rabia o la desesperación. Pero en su mayoría, tenían muy a gala ser los últimos defensores de la república.

Cuando la guerra civil acabó en 1939, muchas personas de ideología republicana marcharon al monte y emprendieron una lucha desde las sierras españolas. Otros lo hicieron por el acoso sufrido por las fuerzas del orden. La lucha guerrillera duró hasta 1952, pero sus coletazos alcanzarían hasta los años sesenta. Los guerrilleros se sentían una prolongación del Ejército republicano. Sin embargo, la historia oficial hasta el momento los considera como "bandoleros".
La realidad de aquellos años estaba compuesta de contraseñas, complicidades, disimulo y miedo. Era un heroísmo cotidiano, hecho de claves y de miradas, de palabras a media voz y protagonizado por guerrilleros de la montaña y sobre todo por los guerrilleros del llano, los enlaces. Porque si los que combatían al régimen franquista en los montes y sierras de España aún tenían armas para defenderse, los enlaces, muchas veces mujeres o niños, estaban inermes ante la dictadura. Frente a unos 7.000 guerrilleros, el número de enlaces fue diez, veinte veces mayor. Según cifras oficiales hubo 20.000 enlaces detenidos. Otros murieron a manos de las fuerzas de la Guardia Civil, que les aplicó la "ley de fugas", les torturó o les fusiló. Entre los enlaces algunos se convirtieron en delatores para salvar la vida. La guerrilla es una historia de héroes y villanos que tiene numerosas zonas grises.
Las zonas de actividad guerrillera fueron aquellas que tenían unas características geográficas que la hacían posible, como las cadenas montañosas. Esa fue su cara y su cruz. Si por un lado permitió la supervivencia de partidas con mucha movilidad, por otro redujo la actividad guerrillera a territorios poco poblados y aislados. La guerrilla en España no fue homogénea, no hubo una, sino muchas guerrillas. Hay diferencias no solo regionales, sino hasta provinciales.
Franco mandó silenciar los informes sobre la oposición armada y los esfuerzos que se hacían para combatirla. Sin embargo, lejos de las ciudades y de la realidad que se vivía en muchas zonas, en lo más escarpado de los montes, un grupo de hombres y mujeres, a pesar de todo, siguieron luchando. Para muchos, fueron los últimos románticos. Para el régimen, nada más que bandoleros

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