El Ayuntamiento de
Valencia deja pasar otro aniversario de la II República para recordar el
momento en que la ciudad ostentó la capitalidad oficial del Estado, al tiempo
que sigue rindiendo tributo en calles y documentos oficiales a numerosas
figuras franquistas
JUAN
E. TUR Valencia 28/04/2014 00:01
Entre
el 6 de noviembre de 1936 y el 31 de octubre de 1937, la capital del Estado
español fue Valencia, propiciando a la ciudad el momento de mayor relevancia
administrativa de su historia. Sin embargo, atendiendo al relato oficial de su
pasado que emana de su administración local, o simplemente consultando su
callejero, el ciudadano apenas puede encontrar un vestigio de que aquel hito
realmente llegara a pasar.
"El
olvido por parte del Ayuntamiento es total", señala José María
Azkárraga. Coordinador del libro Valencia 1931-1939. Guía Urbana, editado con
motivo 70 aniversario de esa capitalidad. Azkárraga es, sin embargo,
responsable a título personal de que la memoria de aquella efeméride siga viva,
pues periódicamente programa excursiones en las que ejerce de guía por algunos
vestigios de aquellos intensos 12 meses de historia de la ciudad, la herencia
republicana y las huellas de la Guerra Civil.
"Aquella
fue una capitalidad forzada por las circunstancias de la guerra, pero no cabe
duda de que esa situación, unida a sus prestaciones como ciudad de retaguardia,
le proporcionó la mayor importancia que haya tenido", señala Azkárraga;
gracias al cual, el pasado domingo 13 de abril, un centenar de personas
pudieron imaginar cómo latía la calle de la Paz en julio de 1937 inundada de
los militantes y artistas asistentes al 2º Congreso de Intelectuales
antifascistas.
Eso
sí, solo lo pudieron imaginar, porque en la vía, pese a su buena conservación
arquitectónica, sólo figura una placa conmemorando aquel evento al que
asistieron entre otros Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Ernest Hemingway, Octavio
Paz o André Malraux. Mientras, los antiguos cafés en los que Miguel Hernández
compartió mesa con los corresponsales de la prensa internacional, se han
convertido en tiendas de moda o de instrumentos después de años sin reivindicar
su pasado.
Un olvido intencionado
Esa
placa es excepcional y fue emplazada por el equipo municipal del alcalde
socialista Ricard Pérez Casado en la celebración del cincuentenario del
congreso, hace ya más de dos décadas. Al margen de ella, la ciudad carece de
más señalítica en referencia a aquellos días y, como recuerda el concejal
socialista Salvador Broseta, "el escaso ejercicio de memoria
histórica" puesto en práctica -como una desapercibida declaración
institucional en 2012 recordando el encuentro de intelectuales antifascistas-
"responde a iniciativas de la oposición".
¿Pero
es un olvido casual o intencionado? Un suceso reciente ofrece la primera
pista. Tras años solicitándose el reconocimiento por parte de la oposición, el
presidente de España durante la II República, Manuel Azaña, recibió el pasado
mes de marzo una calle en Valencia. Eso sí, la vía elegida para rendirle
homenaje elegida por el equipo de Rita Barberá fue el callejón que da acceso a
un centro comercial que tiene señalada su dirección comercial en una vía
colindante. Nadie remitirá pues una carta a la calle Manuel Azaña de
Valencia.
El
presidente se sumaba así al particular trato que la alcaldía de Valencia viene
deparando a los principales actores de la Valencia republicana desde que Rita
Barberá accedió al poder. Guillermina Medrano, la primera mujer concejal del
Ayuntamiento de la ciudad precisamente durante la II República, recibió su
calle en la pequeña y aislada pedanía de Borbotó. El poeta García Lorca sí
tiene una avenida, aunque sin salida y sin vida, emparedada entre el muro
trasero de un colegio y la tupida red de vías del tren que atraviesa la ciudad.
Josep Renau, el artista plástico valenciano más influyente de la historia y
responsable de la salvación de los tesoros del Museo del Prado de los
bombardeos fascistas, también recibió -tras numerosas peticiones de colectivos
y personalidades del mundo de la cultura- un pequeño callejón sin salida en la pedanía de Borbotó. Cuatro
más allá que la de Medrano.
Esta
marginalidad en el callejero de los defensores de la legalidad contrasta con la
permanencia en el mismo de no menos de una treintena de figuras franquistas,
que todavía dan nombre a algunas de las principales vías de la que fuera
capital de la II República. No hace más de un año y medio, la última moción del
grupo municipal socialista solicitando su retirada recibió una sorprendente
negativa. "Tiempo ha habido desde la primera etapa de los ayuntamientos
democráticos en abril de 1979, con gobiernos socialistas y comunistas, para
haber llevado a efecto tales acuerdos, y en ningún caso se plantearon",
respondió el equipo de Barberá.
Para
Matías Alonso, coordinador del Grupo para la Recuperación de la Memoria
Histórica, ese argumento -al que adjuntan las "molestias" y el
"coste" que el cambio de nomenclatura pudiera ocasionar a los vecinos
y que la petición no fuera acompañada de una "mínima documentación
acreditativa"- no es más que "una patraña". Y no le resulta
difícil aportar argumentos a su conclusión: "También hemos pedido que se
retiren del cuadro de honor de la ciudad numerosos honores a generales y
destacadas figuras franquistas, lo que no generaría molestias ni costaría
ni un euro, pero ahí siguen. ¿Hay que recordar quién fue Luis Carrero
Blanco?".
Azkárraga
y Alonso recuerdan, no obstante, que los franquistas que permanecen en el
callejero son "desapercibidos falangistas", pues las principales
figuras desaparecieron de la señalítica durante los primeros
ayuntamientos socialistas. Sin embargo, aún es visible numerosa simbología
franquista, que Azkárraga invita a no retirar, aunque con un matiz: "Mucha
de la simbología franquista hoy en día ha perdido su significado, pero de no
desaparecer, debería advertirse cual es, pues el hecho de que aún permanezca
habla muy claramente de cómo ha sido la transición".
Un patrimonio descuidado
y abandonado
Frente
a esa permanencia franquista, el deterioro del patrimonio de la Valencia de la
II República aún se hace más relevante. "No existe ningún tipo de
cuidado" apunta José María Azkárraga, que resume la actuación municipal
sobre las instalaciones republicanas en el estado de abandono de los numerosos
refugios antiaéreos de la ciudad. Una situación que contrasta con los ejemplos
de Gandia, Alcoi, Almería o Barcelona, ciudades en las que algunos de estos
refugios son visitables y reclamos del turismo histórico.
Rita
Barberá y su equipo, en cambio, mantienen una actitud diametralmente opuesta.
"Hace unos años intermediamos en la solicitud realizada por el Grupo de
Recreación Histórica Línea XYZ, junto al escritor Jorge Vera, para la cesión de
uno de los múltiples refugios de la ciudad con el fin de establecer en él un
museo, pero Barberá convirtió la petición en un debate guerracivilista
en el que no faltaron discursos de concejales populares criminalizando al
Frente Popular. Y todo en el mismo hemiciclo en el que se reunieron las Cortes
de la República durante aquella capitalidad", recuerda Alonso.
Y
con esta desidia el patrimonio va despareciendo. En la actualidad,
Azkárraga denuncia cómo el derribo de un edificio junto al refugio de la calle
Serranos, está empeorando su frágil conservación -o abandono-
"natural"; la que, en definitiva, sufren el resto de refugios de la
ciudad. Del mismo modo, como denunció el grupo municipal de Compromís el pasado
mes de enero, el palacete de Aben Al Abbar en el barrio de Algirós, que tiene
el valor simbólico de haber sido el lugar donde hizo la última reunión el gobierno
de la Segunda República Española antes de su exilio, se encuentra en un estado
ruinoso y de extremo abandono, con el riesgo de colapso total de su estructura.
Y
todo, mientras cada 14 de abril es obviado por la administración local como una
oportunidad para reivindicar un episodio de indudable protagonismo, que
permanece vivo en la memoria colectiva gracias al trabajo unilateral de
entidades como la Universitat de Valencia, que sí realizaron en el 70
aniversario de esa capitalidad numerosos actos de recuperación de la memoria colectiva.
"Que
Valencia fuera durante un año la capital de España, debería ser motivo de
orgullo y reivindicación de todos, a menos que uno piense que la oficialidad en
el 36 era la que proponían los golpistas", apunta Alonso, señalando una
incongruencia en la que el equipo de gobierno de Rita Barberá se retrata año
tras año.
La Universitat publica Memorias
de Posguerra
Coincidiendo
con el 75 aniversario del final de la guerra civil española y el inicio de la
diáspora del exilio, la Universitat de Valencia (UV) presentó la pasada semana
el libro ‘Memorias de posguerra', del crítico de arte e historiador Manuel
García (Tánger, 1944). La obra recoge cerca de 35 entrevistas a artistas que
protagonizaron los avatares históricos de la guerra española (1936-39), el
conflicto de la segunda guerra mundial (1939-45) y el exilio (1939-75). Por sus
441 páginas desfilan así los testimonios de figuras como Juan Gil Albert, Josep
Renau, Octavio Paz, Manuela Ballester o Concha Méndez.
Durante
su presentación, Manuel García -que se calificó simplemente como un
"intermediario de las voces de los entrevistados"- recordó que
"la memoria histórica hay que ponerla a disposición de los pueblos para
que algunos episodios no se repitan". Antonio Ariño, Vicerrector de
Cultura e Igualdad de la UV, señaló a su vez que recuperar el testimonio de
estas figuras, "nos permite rellenar el vacío generado por el exilio y
reencontrar lo mejor de nuestra cultura".
Fuente: www.publico.es
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