CÁNDIDO
BARRAL
18 de
abril de 2014
En mi último
discurso como presidente del Ateneo Republicano de Galicia, en el acto
conmemorativo del 14 de abril en el Campo da Rata de A Coruña, reflexioné sobre
este momento absolutamente dramático para el país, en el que creo que debería
imponerse en toda España una mirada al espejo de la realidad, y producirse una
autocrítica nacional en los sectores que de forma clásica vinieron
calificándose como de izquierdas, reflexiones que ahora quisiera compartir para
reabrir ese debate.
¿Qué es la
izquierda y dónde está? ¿Alguien la ha visto en los últimos años? ¿Cómo está
reaccionando ante una España no solo al borde del abismo, sino materialmente en
el fondo del precipicio? ¿Existe la izquierda realmente o estamos hablando de
un término cuyo significado no va más allá de una muletilla de carácter
político que funciona muy bien como elemento estético en los debates
parlamentarios o televisivos? Y en caso de que realmente existiese, ¿no
podríamos preguntarnos por qué la izquierda no es de izquierdas?
Yo creo que
aquí y ahora simple y llanamente la izquierda ha muerto. Se trata solo de un
cadáver que, tras una prolongada catalepsia estética, muestra su demacrado
rostro ante la historia, evidenciando su impotencia.
La izquierda
española tiene que hacerse un examen, en el supuesto de que todavía le queda
una brizna de esa consciencia derivada de una consciencia vital generadora de
su realidad. En el caso, claro, de que además sea consciente de su realidad.
Esta izquierda
yacente y cerúlea se ha muerto por un cuadro clínico de permanente prepotencia
arterial, de deficiente circulación solidaria, de un espejismo daltónico mal
curado, de una intransigencia digestiva en su comunicación político-ideológica
con el resto de los órganos del cuerpo social, de una caída, al final, de la
tensión ética que tendría que mantener en su justo ritmo el equilibrio vital.
La ética. La
vieja ética republicana, la vieja ética de izquierdas, los viejos, viejos y por
eso abandonados conceptos que han de constituir los pilares del hombre, los
pilares de la Tierra. Aquellos conceptos, que nacieron o resucitaron un abril
de 1931, y que iban a conformar las primaveras de los tiempos por llegar.
Aquellos principios que eran solo los «nuestros», que garantizarían la
convivencia en paz, la perdurabilidad de los valores universales , la
proyección de las humanidades, las garantías del progreso ordenado, la
evolución del pensamiento, el desarrollo de la razón, el florecer de la
cultura, el buen reparto del trabajo del techo y el pan para todos.
Todo aquello
que nosotros olvidamos, creyendo que ya todo estaba conquistado porque la aritmética
partitocrática garantizaba la continuidad de las mayorías; y más allá de
la razón mandaban los números, que pueden reconvertir las voluntades y hacerlas
imposiciones duraderas. Y de eso se trataba, de llegar al poder y mantenerlo.
Todo el poder durante todo el tiempo posible.
Pero ahora el
poder tiene otro color diferente. Es justo el del poder contra el que los
viejos republicanos plantearon sus principios y sus convicciones. Y al final,
en contra de sus más íntimas voluntades, opusieron también sus armas.
El ADN de la II
República dejó de formar parte de la esencia en la praxis política del
socialismo español. En vez de reivindicar los fundamentos republicanos y
replantear los derechos legítimos de la República, todo aquello se metió en el
trastero de la historia.
Ahora el poder
tiene otro color. Es el viejo y rancio color de la vieja España. Es la
derechona extrema, ácida, tosca, antigua e insensible, cuyos valores se miden
solo en ferrados, hecha a contratar las peonadas del hambre expuesta en las
plazas porticadas de los pueblos, la que groseramente presenta como un éxito la
reforma laboral que no es sino una siega de derechos, un funeral de sueños, una
moderna forma de esclavitud cuyas consecuencias están todavía por llegar.
Hay un millón y
medio más de parados. Los sueldos siguen bajando. El presidente de la CEOE dice
que hay que bajarlos más. La privatización de la enseñanza y la sanidad
públicas avanza pavorosamente. El recorte de las becas ha dejado a cientos de
miles de estudiantes a media carrera. Los desahucios continúan. Preferentes,
subordinadas y productos financieros varios esquilman el ahorro de toda una
vida. Los jueces que persiguen los grandes delitos, Garzón o Silva, son
retirados de la carrera judicial a perpetuidad.
Si ante el
estado de la nación los republicanos no conseguimos presencia y capacidad de convocatoria,
podemos decir adiós al proyecto de una III República.
Si el conjunto
del pueblo español no retoma la dignidad y la valentía necesarias para
subvertir la situación, este país se verá privado de futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario