sábado, 26 de abril de 2014

DESALOJADA AL MENOS DURANTE SEIS MESES UNA ANCIANA DE 104 AÑOS

Inocencia Zofío debe abandonar la casa que ha ocupado durante siete décadas mientras se acometen obras en el edificio. La familia teme que no les dejen volver a la vivienda

Inocencia Zofío, a punto de ser desalojada de su casa. / CARLOS ROSILLO
Inocencia Zofío, a punto de cumplir el 1 de mayo 104 años, debe abandonar la casa en la que ha vivido las últimas siete décadas. Su hija Beatriz, de 70 años, que vive con ella, está convencida de que, en cuanto salgan por la puerta, no les dejarán volver. Sin embargo, una portavoz del Ministerio de Hacienda, propietaria del edificio del número 9 de la calle de Bailén, asegura que solo tendrán que abandonarlo mientras duren unas obras de mantenimiento prescritas como necesarias por los técnicos del Ayuntamiento de Madrid. Estas, en principio, están estimadas en seis meses de duración, asegura la misma portavoz. El auto del juzgado que ha ordenado el desalojo tras un largo litigio que arrancó en 2009 —los vecinos reclamaban quedarse en sus casas mientras se realizaban las obras—, también condena a los cuatro vecinos del inmueble a pagar cerca de 90.000 euros por las costas del proceso y por los gastos producidos por no poder hacer antes los trabajos de mejora. 
Todo comenzó hace casi una década, cuando la dueña del edificio falleció sin descendencia. Por esa razón, la propiedad pasó a ser del Estado en septiembre de 2006. El Ministerio de Hacienda, asegura la misma portavoz, se encontró entonces con un informe negativo del área de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid fechado ya en 2001: el edificio estaba en malas condiciones y había que arreglarlo. Los peritos aseguraron, además, que los vecinos debían de abandonar el piso mientras se acometían las obras.
Sin embargo, la mayoría de los cinco propietarios se negaron a hacerlo, porque temían que, una vez salieran, nunca volverían a entrar en unos pisos que ocupan de alquiler desde hace muchas décadas, por lo que pagan rentas muy bajas: Inocencia abona 51 euros al mes, cuenta Beatriz y su hermana Cristina en salón de la casa, donde nacieron tanto ellas como sus hermanos. "Nos han condenado estas vistas", añaden, ante la mirada de la anciana, en referencia a imagen que se puede disfrutar desde el balcón de su casa, de 170 metros cuadrados: los jardines de Sabatini y el Pacio Real. Están convencidas de que no podrán volver y Hacienda aprovechará para vender un edificio que les ofrecieron comprar a todos los vecinos hace unos años por tres millones de euros. No lo pudieron pagar, dice Beatriz; como ahora no pueden pagar la indemnización que les pide el juez. Así que, mientras van empaquetando buscan otra vivienda para Inocencia que saben que tendrá que ser en otra zona más barata de Madrid. La anciana tiene varias pensiones que suman 1.200 euros y Beatriz, otra de 600. 
El abogado experto en arrendamientos urbanos Rafael Serrano asegura que los inquilinos tienen lo que se llama "derecho de retorno", es decir, que los contratos solo se suspenden mientras duren las obras y los inquilinos podrán volver cuando los trabajos terminen. Eso sí, advierte, tienen que dejar muy claro al propietario un contacto para que les sea notificado el fin de las obras. Sobre una posible indemnización para poder pagar una casa mientras tanto —algo que también han reclamado los vecinos—, el especialista explica que solo es aplicable si se demuestra que los daños en el edificio son por culpa de falta de mantenimiento por parte del propietario, algo muy difícil de probar con edificios tan antiguos, añade. Asimismo, Serrano explica que es habitual pedir el desaolojo del edificio cuando se trata de reformas de cierto calado, y más si se trata de vecinos mayores, como en este caso. 
Inocencia tiene buen aspecto —"tengo muchos años, pero aún bailo", bromea—, de hecho, asegura que baja y sube las escaleras hasta el cuarto piso, sin ascensor, en el que vive. Lo hace por unas escaleras estrechas que lucen los mordiscos de las catas que ha ido haciendo los técnicos en los últimos años. Beatriz y su hermana juran y perjuran que las obras que necesitan el edificios no son para tanto, pero ya están bastante resignadas a empacar y marcharse, aunque han hecho un último intento en forma de carta a los ministros de Hacienda y de Justicia en las que,de su puño y letra, les comunica que no se va a ir, que tendrán que echarla los guardias. A su edad, combina los momentos en que domina la nebulosa en su mente con los de lucidez. Durante estos últimos, pregunta a veces a sus hijas: “¿Qué pasa? ¿Al final nos tenemos que ir?”. Parece que sí.




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