España ha salido de la recesión. La economía ha vuelto en este final de
2013 a la situación en que estaba a finales de 2010, cuando la primera recesión
de 2009 dio paso a la recuperación, después abortada por la llegada de la
segunda recesión de 2011.
Atrás quedan tres años perdidos por una equivocada política macroeconómica,
justificada en una visión moralista de las causas del déficit público que
emergió en 2010. Un moralismo que sirvió de tapadera para ocultar la verdadera
razón de la austeridad: la imposición de los intereses de los países
acreedores, que no quisieron admitir su parte de responsabilidad en el sobreendeudamiento
privado de los países de la periferia y querían cobrar todo lo que habían,
voluntaria e irresponsablemente, prestado.
En cualquier caso, ¿cómo será esta segunda recuperación? Aunque la economía
española ha entrado en una corrección seria de sus desequilibrios, el tejido
empresarial muestra una encomiable capacidad exportadora y la sociedad ha dado
síntomas de aguante y madurez, mucho me temo que, de no cambiar las cosas,
estamos ante una recuperación anémica. Por dos motivos.
Primero. La política financiera y presupuestaria de la zona euro no
favorecerá la recuperación. Más que una unión monetaria en sentido pleno, la
zona euro es, hoy por hoy, un club donde dominan los intereses de los países
acreedores sobre los deudores. Por eso la unión bancaria, un mecanismo
necesario para poner en común las pérdidas de las quiebras bancarias y aliviar
la carga que recae sobre la economía de los países deudores, no está ni se la
espera.
La zona euro es, en su actual funcionamiento, una fábrica de antieuropeísmo
y de populismo nacionalista. Por eso, además de no contribuir a la
recuperación, será de poca ayuda para la búsqueda de los apoyos sociales
internos que necesitan las reformas. Es una pena, pero así son las cosas.
La socialdemocracia ayudó a reconciliar el capitalismo
con la igualdad y la democracia
Segundo. La desigualdad creciente impedirá una recuperación sana y
sostenida. La caída de ingresos y los bajos salarios mantendrán el consumo de
las familias muy anémico. Como consecuencia, el motor principal de la economía,
el sector privado, seguirá al ralentí. Varios ejemplos nos sirven para
documentar esta afirmación.
El de Estados Unidos es el más ilustrativo. Al contrario de lo que ocurrió
en la zona euro, allí no se abortó la recuperación de 2010. A pesar de los
intentos del Tea Party y de los republicanos de provocar un “precipicio
fiscal”, la Administración de Obama ha conseguido mantener un cierto activismo
fiscal. Y, lo que ha sido más importante, la Reserva Federal ha mantenido una
política monetaria y financiera que ha permitido a la economía norteamericana
sortear el riesgo de segunda recesión.
Pero aun así, la recuperación ha sido pobre y la economía norteamericana no
ha sido capaz de dejar atrás la crisis. Una de las causas fundamentales está en
la caída de ingresos de las clases medias y trabajadoras y los bajos salarios.
La polarización de la renta en el 10% de la población más rica está haciendo
que el consumo de lujo funcione, pero el consumo masivo, que es lo que dinamiza
la economía de mercado y el empleo, sigue gripado.
Además, en la medida en que el consumo de masas está bloqueado, las
empresas tienen pocos incentivos para invertir en nuevos activos. En esta
circunstancia, la liquidez que las autoridades monetarias están inyectando en
la economía no va a financiar nuevas inversiones de empresas y familias, sino
que se dirige a la compra de activos ya existentes. Esto hace aumentar sus
precios y amenaza con crear una nueva burbuja en las Bolsas. Algo que ya se
está comenzado a ver.
Los ejemplos de Reino Unido y de la propia Alemania son también
ilustrativos y van en la misma dirección. Son dos países que no tenían
problemas de financiación de su deuda, ni necesidad de políticas de austeridad.
Pero aun así, su recuperación ha sido raquítica, lastrada por el mismo problema
de la desigualdad.
Lo que tienen en común estos tres casos es que la caída de ingresos y los
bajos salarios debilitan el motor principal de sus economías. De poco vale en
estas circunstancias que el motor auxiliar de la exportación funcione bien,
como es el caso alemán o español. Mientras no se recupere el motor principal,
no habrá una recuperación sostenida.
No es por casualidad que en los tres países haya vuelto el debate sobre el
salario mínimo. En Reino Unido ya se introdujo en la etapa de Toni Blair y ha
funcionado bien. En Alemania, la introducción del salario mínimo ha hecho
posible la gran coalición de conservadores y socialdemócratas. Y la
Administración de Obama le está dando vueltas.
Parece como si la
solución a la desigualdad y a la eficiencia de la economía de mercado estuviese
en un cierto retorno de los principios económicos de la socialdemocracia,
aunque sean de la mano de Gobiernos conservadores. Ya sucedió así durante la
Gran Depresión y la posguerra. La socialdemocracia contribuyó a crear el
pegamento que reconcilió el capitalismo con la igualdad y la democracia. Hoy el
reto vuelve a ser el mismo. La historia no se repite, pero, como dijo Mark
Twain, rima. Aprendamos de ella.
Fuente: www.elpais.com
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