Extracto
El centralismo democrático no es el punto fuerte de las
organizaciones bañadas en el «Socialismo del Siglo XXI» pese a que algunas
incluso reconozcan la necesidad del centralismo democrático formalmente, igual
que otros temas fundamentales del marxismo-leninismo, para ellos este tema es
otro «dogma a superar». En este caso se dan dos variantes. La primera es la
clásica del oportunismo; abogar por la autonomización de la organización y
tildar de burocrático y antidemocrático el centralismo democrático. Esta es una
batalla que desde temprano Lenin tuvo que lidiar contra los mencheviques
agrupados en la Nueva Iskra:
«En conexión inseparable con el girondismo y el
anarquismo señorial se halla una última particularidad característica de la
posición de la nueva Iskra en cuestiones de organización: la defensa del
autonomismo contra el centralismo. Este es precisamente el sentido de
principios que tienen –si es que tienen alguno– los clamores contra el
burocratismo y la autocracia, las lamentaciones a propósito del «desdén
inmerecido de que se hace objeto a los no iskristas» –que defendieron el
autonomismo en el Congreso–, los cómicos gritos de que se exige «una sumisión
absoluta», las amargas quejas sobre «absolutismo», etc., etc. El ala
oportunista de cualquier partido defiende y justifica siempre todo lo atrasado,
en materia de programa, de táctica y de organización. La defensa de las ideas
atrasadas de la nueva Iskra en materia de organización –seguidismo– está
estrechamente ligada a la defensa del autonomismo». (Lenin, Un paso adelante,
dos pasos hacia tras, 1904)
La segunda variante, es la que se deriva del uso de métodos
de mando guerrilleros dentro de Partidos resultantes de movimientos
político-militares surgidos en conflicto armado impidiendo organizar al Partido
bajo el centralismo democrático, es decir, se desarrolla un método militar de
organización dentro del Partido que si bien es hasta cierto punto lógico bajo
un conflicto armado por evidentes motivos, en el Partido significa en
antidemocrático y antimarxista; cuando este método se emplea conscientemente en
el Partido siempre se hace con el objeto de defender a los que seguramente se
podría definir como una camarilla que ha usurpado el poder, que al tiempo se
desarrollan al total estrangulamiento de la necesarias crítica y autocrítica
leninistas; se observa además que todas las decisiones son legitimadas desde la
figura de una dirigencia con caracteres mesiánicos; de hecho, este es el método
organizativo optado por las organizaciones bajo la estela del «Socialismo del
Siglo XXI». En este sentido el trabajo de Stalin contra el titoismo puso de
relieve esta tendencia:
«Bastó, por ejemplo, que el camarada
Zujovich expresara su desacuerdo, en la reunión del Comité Central del Partido
Comunista de Yugoslavia, con el proyecto de respuesta del Buró Político del
Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia a la Carta del Comité
Central del Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética, para que
inmediatamente fuese excluido del Comité Central. Al parecer el Buró Político
del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia considera al Partido no
como un organismo en el que se tiene el derecho de expresar la propia opinión,
sino como un destacamento guerrillero, cuyos miembros no tienen el derecho a
opinar sobre las diferentes cuestiones, y que sin discutir deben traducir en
actos todos los deseos del «jefe». Esto se llama en nuestro país cultivar los
métodos militares en el Partido, lo que es enteramente incompatible con los
principios de la democracia interna de un partido marxista. Como se sabe,
también Trotsky intentó en su tiempo implantar en el Partido Bolchevique los
métodos militares de dirección, pero fue desenmascarado y condenado por el
Partido con Lenin a la cabeza, los métodos militares fueron rechazados, y la
democracia interna en el Partido fue mantenida como el más importante principio
de la edificación del Partido». (Carta del CC del PC (b) de la URSS, dirigida
al CC del PCY, 4 de mayo de 1948)
Cierto es que el centralismo democrático carece de
importancia si no se practica íntimamente ligado a la crítica y autocrítica
«Bolchevique» dentro de la organización marxista-leninista. Quién rechaza esta
máxima como dice Stalin no puede durar mucho tiempo como un Partido sano [14],
proletario, y se corroerá y autoliquidara desde dentro hasta su destrucción más
absoluta. A falta de estas características es normal que en los Partidos de las
llamadas «izquierdas» se ejerza un liberalismo atroz de tendencias políticas,
pero a la hora de verdad la crítica y la autocrítica no tienen conexión con
estos Partidos, pues la mutilan o extinguen en beneficio de la cúpula, a la
usanza de cualquier Partido burgués:
«La autocrítica es un signo de fortaleza de nuestro
partido y no de su debilidad. Sólo un partido fuerte, que tiene sus raíces en
la vida y marcha hacia la victoria puede permitirse la crítica despiadada de
sus propios defectos que ha permitido, y siempre que lo permitan delante de
todo el pueblo. Un partido que oculta la verdad al pueblo, que teme las luces
de las críticas luz y se atemorice no es un partido, sino una pandilla de
farsantes cuyo destino está sellado. Los señores burgueses nos miden en su vara
de medir. Ellos temen toda crítica y por ello asiduamente ocultan la verdad al
pueblo, encubriendo sus defectos con ostentosas proclamaciones de bienestar. Se
imaginan que nosotros los comunistas, debemos esconder la verdad al pueblo:
ellos temen la luz de las críticas porque creen les bastaría con abandonarse a
una autocrítica a poco que sea seria, para que se desencadene una libre crítica
y caiga su régimen burgués. Así se figuran que si nosotros, comunistas,
toleramos la autocrítica, somos la prueba que estamos acorralados y
desamparados. Esos señores honorables, los burgueses y socialdemócratas, les
decimos que no nos midan con sus conceptos. Los únicos, los partidos llamados a
desaparecer de la escena pueden temer la luz y la crítica. No tememos ninguna
de las dos cosas, porque somos un partido en auge, en el camino para la
victoria. Es por ello que la autocrítica que ya lleva desde hace varios meses
es un síntoma de potencia y no de debilidad, un medio para consolidar todavía
más nuestro partido y no de disgregarlo». (Stalin, Los resultados de los
trabajos de la XIV Conferencia del PC (b), 1925)
Como decíamos el reconocimiento de los errores dentro del
Partido es algo de lo que carecen este tipo de organizaciones debido a su
mesianismo guerrillero, y de la sobreexplotación emocional del militante
vinculados a ellas; y de hecho se trata de organizaciones bajo el dominio
burgués; se observa un reiterado uso del cierre de los vehículos de expresión
de la militancia para que no haya posibilidad de que el resto de militantes se
aproximen a estas críticas. Este tipo de sabotajes lo hacen acorde a sus
intereses, es normal que paralelo al empleo de la «técnica de desproletización
del Partido», se usen otras técnicas para sabotear cualquier intento de
influencia comunista, en consecuencia no es raro ver como se cierran los
círculos formativos ideológicos para mantener a la base en la inopia; un truco
recurrente en los entornos y contornos de organizaciones burguesas de toda
índole. Sobre decir que la cooptación de los puestos se hace desde la
dirigencia que ha usurpado el poder de la militancia, y esta se encamina
enteramente a mantener el poder e influencia de esa dirigencia concentrada en
la defensa de sus propios intereses de clase, una práctica profundamente
extendida.
«El Partido Comunista de Yugoslavia se mantiene todavía
en una condición de semiclandestinidad no obstante el hecho de que hace ya tres
años y medio que está en el Poder; dentro del Partido no hay democracia, ni
elecciones, ni crítica y autocrítica, y el CC del PCY se compone en su mayor
parte de miembros no elegidos, sino cooptados». (Carta del CC del PC (b) de la
URSS, dirigida al CC del PCY, 4 de mayo de 1948)
Como el lector ya habrá deducido la ausencia del centralismo
democrático, de la crítica y la autocrítica, conducen a la extinción de la
democracia interna. Tan es así que las dirigencias se eligen así mismas, un
procedimiento desarrollado por el poder para el poder y para mantener ese poder.
Una crítica marxista-leninista
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