Juan Torres López | Economista
nuevatribuna.es | 22 Octubre 2013 - 13:32
h.
@juantorreslopez | La Transición consistió en
desmantelar las instituciones de la dictadura franquista dejando intacto el
poder económico y religioso que la sostuvo y la clase política que las gobernó
a cambio de dar entrada a nuevos actores políticos que no cuestionaran ese
cambio.
Para
conseguirlo, por un lado se instituyó un bipartidismo de facto gracias a las
normas electorales menos democráticas de nuestro entorno que garantizaban el
gobierno, bien por mayoría absoluta o con el apoyo de las derechas
nacionalistas cuando fuese necesario, de UCD y después del PP o del PSOE.
Por
otro lado, fue preciso asegurar una paz social difícil, pues se sabía que los
avances sociales serían forzosamente limitados al mantenerse los privilegios y
el poder fáctico de los grandes grupos económicos del franquismo, los “ricos
por la Patria”, como los denomina Mariano Sánchez en uno de sus libros.
Para
atar a los partidos se les financió generosamente, aunque de un modo tan
irregular que se han multiplicado los casos de corrupción, como los de Filesa o
Bárcenas u otros tan vergonzosos como los de los sobresueldos recibidos por
dirigentes del PP, que han terminado produciendo un gran desafecto social. Y la
paz social se logró manteniendo con dinero público a una patronal que ha
conseguido confundir los intereses de todos los empresarios con los de las
grandes empresas, y protegiendo a dos sindicatos mayoritarios de cualquier otro
sindicalismo más reivindicativo.
La
financiación a los sindicatos no ha sido tan generosa como la destinada a los
partidos o la patronal pero se diseñó inteligentemente para atraparlos, pues
los obliga a estar constantemente en la cuerda floja de la legalidad para
beneficiarse de ella.
CC
OO y UGT se han convertido así en grandes aparatos sindicales pero esclavos de
la financiación gubernamental y con una actividad de provisión de servicios que
muchas veces se sobrepone a la auténticamente reivindicativa y laboral. La
consecuencia ha sido su excesiva docilidad, bien por falta de capacidad o de
voluntad combativa, y un acomodo en los ámbitos del poder (en las cajas de
ahorros, por ejemplo) que en ocasiones los ha contaminado de clientelismo, de
prácticas muy irregulares o incluso a veces mafiosas y de corrupción. Vicios
ciertamente no generalizados pero que hacen mucho daño y que no se resuelven
precisamente gritando en las puertas de un juzgado, sea cual sea este o su
titular.
Pero
dicho esto, es igualmente evidente que los casos de corrupción sindical se han
dado en menor número y con mucho menos daño económico que en el caso de los
partidos o de las grandes empresas o bancos privados. Una evidencia que obliga
a preguntarse por qué entonces se ataca a los sindicatos tan duramente, mucho
más que a otras instituciones claramente más corruptas.
La
razón me parece que está clara. Vivimos una etapa de ataque sistemático y
constante a los derechos sociales y humanos con el fin de favorecer aún más el
reparto de las rentas hacia los de arriba. Los datos no dejan lugar a dudas: el
peso de los salarios en el conjunto de las rentas cae sin cesar y las
condiciones laborales se deterioran continuamente. En consecuencia, la
desigualdad se multiplica y para que ello sea posible hay que vencer la
resistencia de los trabajadores, lo que depende fundamentalmente de la fuerza
que tengan los sindicatos.
Porque
la realidad demuestra sin lugar a dudas que ni uno solo de los derechos que hoy
disfrutamos se ha conseguido sin sindicatos. Ni uno solo. Y al mismo tiempo la lógica
indica que si lo que se busca es que desaparezcan o se limiten esos derechos,
lo conveniente es evitar la fuerza sindical, pues allí donde hay un sindicato
hay trabajadores organizados y no cada uno por su lado, que es como el capital
los vence mejor y consigue más ventajas a su costa.
No
nos engañemos, pues. Los sindicatos deben corregir sus defectos, por supuesto
que sí. Pero tiramos piedras sobre nuestro tejado si lo que hacemos es ayudar a
destruirlos.
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/
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