28 DE OCTUBRE DE 2013
El conde de
Rodezno y el nazi Garcilaso fueron las dos personas que más persiguieron a
Lorenza Julia Alvarez Resano, maestra, abogada y política natural de
Villafranca. El 28 de setiembre en esta localidad se le rindió homenaje en el
día de la Memoria Histórica, recordando «a una mujer sobresaliente en el
republicanismo navarro». Mientras, sus entonces perseguidores, furibundos
enemigos de la democracia, no son respetados ni siquiera por sus descendientes
ideológicos.
Julia Álvarez Resano
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Aquellos políticos que
saben muy bien que lo que hacen no es bueno y justo a los ojos de la ética,
apelan a la Historia, con mayúsculas dicen los muy hipócritas, como juez
objetivo a la hora de justificar sus crímenes perpetrados contra una parte de
la sociedad. Ignoro si quienes tomamos en consideración a dichos políticos y
los desjarretamos en vivo como si fueran reses de matadero, formamos parte de
esa Historia justiciera o, por el contrario, dada nuestra insignificancia a los
ojos de Clío, nuestras palabras serán tomadas solo como fruto de la venganza y
del rencor. Y, según dirían nuestros detractores, como signo de nuestra
incapacidad mental para ver la presencia de un genio en tales energúmenos.
Sea como fuere, hagamos
comparaciones, siempre mal vistas por quienes salen malparados en ella. Y
comencemos diciendo que el pasado 28 de septiembre pasado, en su pueblo natal
de Villafranca, se dedicó a Lorenza Julia Alvarez Resano, maestra, abogada y
política, un sincero homenaje, dentro de la jornada dedicada a celebrar y
conmemorar el día de la Memoria Histórica. Digo celebrar, porque quienes nos
dimos cita en ese acto estábamos contentos por recordar a quien fuera una mujer
sobresaliente en el republicanismo navarro. Y conmemorar, porque en estas
situaciones siempre sale a flote un toque intenso de tristeza y de melancolía
al evocar a tanto familiar asesinado por los fascistas.
Es curioso constatarlo,
pero las dos personas que más odiaron y persiguieron a Julia Alvarez -Rodezno y
Garcilaso-, representan ahora lo más contrario a los valores democráticos de
hoy día. Ambos participaron en Iruña en la preparación del golpe de Estado de
julio de 1936 y sin ellos es seguro que dicho golpe no hubiera tenido lugar.
Hoy, sabemos bien que
Domínguez de Arévalo fue un criminal de guerra, un genocida, un fascista. Una
persona que a pesar de sus modales de exquisito escondía un alma tan negra como
la del propio Mola, cuya obsesión fue asesinar todo lo que se moviera a su izquierda,
incluidos curas y militares. Fue siempre enemigo de la democracia y del sistema
parlamentario. Alabó a Hitler, a Mussolini y a Franco, del que fue estrecho
colaborador en los primeros años de la Guerra Civil, tanto que en 1938, la
Culona lo nombraría ministro de Justicia por los servicios prestados.
Como ministro, derogó la
legislación de la II República. Modificó el Código Penal, reintegrando en sus
puestos a los antiguos jueces. Y firmó miles de penas de muerte. Lo cesaron en
el cargo en 1939.
Hoy, el conde de Rodezno,
un Grande de España, es una figura enana; una figura política repugnante, en la
que nadie puede mirarse so pena de aspirar a ser un sujeto carente de dignidad
y de un mínimo de ética. Que en Pamplona exista una plaza dedicada a su
nombre/condado solo revela la infamia e ignorancia de los políticos que han
decidido que esto sea así.
En cuanto al nazi
Garcilaso, es decir, Raimundo García, recordemos que en su periódico se
vilipendió el honor, la ética, la dignidad personal de Julia hasta límites
pavorosos, llamándola «la puta del Congreso», «la impía», «la mala», «la
revolucionaria», «la petrolera» y, mucho peor, defensora de los asesinos que
mataban a los curas, en referencia al caso de Jose Manuel Marturet, quien en
1933 asesinó al párroco de Erice, porque este no le pagaba una deuda de 2.800
pesetas por un trabajo realizado. Julia, no solo fue tratada como furibunda
anticlerical, sino que, muchísimo peor, «ahora defendía a asesinos de curas».
Hoy, Garcilaso es una
figura que ni siquiera es respetada por sus descendientes ideológicos,
agazapados en la mancheta del periódico de Cordovilla. Tanto que el premio
periodístico que llevaba su nombre, y que el periódico otorgaba al estudiante
de periodismo con mejor expediente en la universidad del Opus, tuvieron que
cambiarlo. Si este Garcilaso hubiera sido un compendio de virtudes y de
humanidad, sería impensable que su nombre no siguiera siendo el referente de
dicho premio. En Navarra, ni los herederos de su ideología, que los hay, son capaces
de enarbolar su nombre como referente de alguna virtud digna de elogio o de
imitación. Ni siquiera se atreven a sostener que fue el mejor periodista de
Navarra del siglo pasado.
Los nombres de Rodezno y
Garcilaso representan aspectos incompatibles con la dignidad de la condición
humana. Un Tribunal de Derechos humanos Internacional los condenaría a cadena
perpetua.
Por el contrario, el nombre
de Julia Alvarez evoca la victoria de los vencidos. Por mucho que lo intenten
sus más feroces enemigos, no encontrarán en su vida un hecho que pueda
considerarse incompatible, no solo con el Derecho y el Código Penal, sino,
mucho más importante, con la ética y la moral. La mayoría de los valores de una
política moderna actual ya estaban en su agenda de consumada antifascista: la
libertad de expresión, la libertad de conciencia, el matrimonio civil, el
divorcio, la separación radical entre Iglesia y Estado, la aconfesionalidad, el
derecho a una vivienda y a un trabajo dignos, y, por supuesto, a una educación
laica, científica y humanista.
Resulta un síntoma bien
elocuente el hecho de que cuando murió en México en 1948, muerte que le pilló
trabajando en su despacho de abogada, sus enemigos no supieron atribuirle
ninguna maldad o afrenta injuriosa, algo que les hubiera encantado. No les fue
posible. El periódico fascista Lanza de Ciudad Real, donde fue Gobernadora
Civil, la primera mujer de España en este cargo, dijo: «Nuestra provincia
aparte de tener la desdicha de haber estado sometida al yugo rojo, tuvo la desgracia
de tener una gobernadora marxista. Pues bien, Julia Alvarez Resano ha fallecido
en Méjico, según noticias fidedignas».
Marxista. De la infinidad
de insultos que tiene el diccionario, solo pudieron decir de ella que era
marxista. Nunca asesina, ni ladrona, ni criminal de guerra. Y habían pasado ya
doce años del final de la guerra.
Mucho más elocuentes serían
las palabras que el P. Barrios, un carmelita descalzo del convento de
Villafranca, dijo en el sermón de la cuaresma del año 1949: «Hubo una mujer en
este pueblo criticada y maldecida por todos. Era una maestra que se llamaba
Julia Alvarez. Esta mujer, aunque nos cueste reconocerlo, fue una mujer de un
talento poco común; en realidad, fue un genio y una persona muy generosa.
Desgraciadamente, se apartó de la Iglesia, y se hizo socialista. De haberse
mantenido en la fe de su infancia, ahora la tendríamos como una santa. Así que,
queridos hermanos, pido a Dios, y quiero que todos compartáis conmigo este
deseo, que la perdone por haber cometido semejante pecado, sobre todo ahora que
sabemos que ha muerto. Pues nosotros, cristianos de corazón, tenemos que
perdonar a todos, aunque hayan sido nuestros peores enemigos».
El pecado de ser socialista. Con la perspectiva que da
la historia, más que un insulto es un elogio y un referente, sobre todo, ahora,
en que ser socialista se ha difuminado tanto en estos tiempos de componendas y
servidumbres.
Víctor Moreno, escritor y profesor.
Fuente: http://gara.naiz.info/
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