domingo, 27 de octubre de 2013

LA MONARQUÍA ES INCOMPATIBLE CON UN SISTEMA DEMOCRÁTICO MODERNO

26 de octubre de 2013
Podemos estar o no de acuerdo con la monarquía, pero parece ser coincidente el pensamiento de la mayoría de los ciudadanos en considerar que la permanencia de un Rey anciano y malhumorado, con las facultades físicas y mentales visiblemente deterioradas por la edad y los avatares de una vida no muy ejemplarizante, se han convertido en un lastre para un país con aspiraciones de futuro. Aunque por el rumbo que llevan nuestros actuales gobernantes, los recortes en progreso social y económico sólo nos conducen a un pasado lleno de tinieblas, inseguridades, y patentes desigualdades.

No es entendible que en una situación como la actual, el partido en el gobierno se empeñe en cerrar los ojos a la realidad, y pretenda posponer la solución de un problema real y Real con el tradicional “no toca”. Y menos admisible que el partido socialista, genéticamente republicano, esté empeñado en perpetuar la monarquía, incompatible con un pensamiento de izquierdas y con un sistema democrático moderno. Resulta un error afirmar que la monarquía está legitimada por una Constitución aprobada en 1978, cuando su redacción estaba condicionada por una coyuntura política y social muy concreta, como era la transición de una dictadura a una democracia, y en aquélla intervino más de un personaje marcado por el franquismo.

Lo cierto es que 35 años después, ya puede afirmarse que una mayoría de españoles que superan los 18 años no votaron la Constitución, y tienen el legítimo derecho a ser oídos para elegir su futuro; máxime cuando una opción republicana no es baladí y está llamando a la puerta, como un intento viable de regenerar y modernizar nuestro sistema democrático. Muchos coincidimos con Cayo Lara en mantener que las solución no está en regular la figura del Príncipe, ni en una abdicación, sino en preguntar a los ciudadanos si realmente quieren seguir manteniendo una costosa familia real nada aleccionadora, inmersa en sucesos de corrupción que van mucho más allá del “caso Urdangarín”, que se ha convertido en el conejillo de indias para que otros a más alto nivel puedan purgar así sus pecados.

Los ciudadanos no somos tontos, podemos callar, mirar para otro lado, o pasar aparentemente de los problemas; pero nos enteramos de todo, y tarde o temprano exigiremos explicaciones a quienes nos están engañando. La monarquía se ha convertido en una institución obsoleta, inútil, desfasada, bajo sospecha permanente, que nada soluciona y sí motiva continuas y ridículas situaciones, que vistas desde fuera producen estupor. La reina campa por sus fueros, el rey ya se ha convertido en un asiduo protagonista de las revistas del corazón y los programas basura, la infanta Cristina está a punto de ser imputada por delitos fiscales, la infanta Elena vive en otro mundo que no es el nuestro, y el Príncipe Felipe se ha convertido en un eterno segundón sobrevalorado para que algo se salve de la Familia Real.

Esto sólo tiene una solución, que es democrática y pasa por preguntar a los ciudadanos qué futuro queremos para nuestro país. Negar la evidencia es un nefasto ejercicio de ceguera mental, propio de seres inútiles e incompetentes, como así pueden ser calificados la mayoría de nuestros actuales políticos, cuya prioridad es mantenerse en sus lucrativos, y para algunos vitalicios, puestos de trabajo. Y es que la poltrona se ha hecho para los mediocres, y nuestros actuales dirigentes lo son.

Fernando de Silva

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