Jesús Parra Montero |
Catedrático de filosofía
nuevatribuna.es | 28 Octubre 2013 - 11:25
h.
La
aplicación de políticas basadas en la aplicación de la austeridad es una de las
razones que demuestra que España y su gobierno han recibido instrucciones
propias de una economía intervenida y que estamos sometidos a una hoja de ruta
bien detallada que limita nuestra independencia y autonomía en la toma de
decisiones. Tenemos la impresión de estar inmersos en una singular forma de
democracia liderada por una nueva oligarquía ilustrada y neoliberal (que
algunos llaman “Troika”) en la que, como afirma el antiguo ministro de
Educación socialista José María Maravall, “nuevas combinaciones de
burócratas y tecnócratas están sustituyendo la voluntad del pueblo”.
Por
mucho que quiera disfrazar el Presidente de Gobierno, señor Rajoy, en la
entrevista al diario austríaco Kurier, que “los sacrificios exigidos a los
ciudadanos por las medidas de su gabinete contra la crisis se han distribuido
de forma justa y han servido para recuperar la confianza en la economía
española”, el panorama actual de la política española es desolador; así lo
piensa una gran mayoría de españoles, según recogen las últimas encuestas del
CIS: el 85,9% considera que la situación de la política económica es mala o muy
mala; el deterioro de las instituciones es, además, tan profundo que ni
siquiera la recuperación económica bastaría para que los ciudadanos renovásemos
la confianza en ellas y en la clase política, a pesar del ataque de
optimismo con el que el gobierno nos quiere vender una dudosa y eufórica
recuperación. Como escribe José Luis Leal en Negocios de El País: “Hasta
donde alcanzan las previsiones, el crecimiento será muy modesto. La demanda
interna seguirá cayendo. Hay razones claras que lo explican: el ajuste
presupuestario hace que tanto el consumo como la inversión pública desciendan,
y el consumo privado permanecerá estancado o caerá ligeramente arrastrado por
una renta disponible de las familias duramente afectada por los despidos…”
Donde
el Gobierno, desde la atalaya privilegiada de Moncloa, ve “brotes verdes”,
otros, desde el suelo de la realidad, vemos claroscuros en la sanidad, tonos
lóbregos en educación, tintes grises en los datos del paro, contratación,
despido laboral y consumo, colores tenebrosos en investigación y desarrollo,
espesa niebla en dependencia, negrura en ajustes, subidas de impuestos,
reformas, privatizaciones, rebajas de sueldos y color “negro hormiga” en el
mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones… Todo lo prometido, a
pesar de esas líneas rojas infranqueables y tan cacareadas, ha resultado ser un
apaño electoral y una mentira contrastada, fruto de un cúmulo de errores e
incumplimientos fragantes, exponentes de la ausencia de un plan e impulso
políticos integrales y de disensiones internas en el Partido Popular.
El
legado que dejarán en el estado de bienestar, anteriormente alcanzado, las
desnortadas políticas de este gobierno que preside Mariano Rajoy será pésimo y,
económica y socialmente, dramático. Ante la evidencia de los datos, la gestión
en los dos años de su gobierno sólo nos merece un suspenso general. Razón tenía
Friedrich Dürrenmatt al afirmar: “Tristes tiempos estos en los que hay que
demostrar lo evidente”, frase que repetimos muchos ciudadanos cuando vemos que
algunos políticos nos toman por “tontos”, al creer que nos tragamos sus
evidentes mentiras, aunque intenten envolverlas con cifras y razones
incomprensibles. Ya nadie oculta lo que hace unos meses era un secreto a
voces: que las políticas populares son un intento de taponar la sangría de su
pérdida de votos y de nadar desesperadamente por ganar las próximas elecciones;
por mucho que se empeñen Rajoy, su gobierno y el partido que lo apoya,
incapaces para la autocrítica, el plazo en el que sus reformas, recortes,
ajustes y privatizaciones puedan algún día surtir el efecto que pretendían con
su programa electoral, nunca coincidirá con el plazo que esperamos los
ciudadanos que los soportamos.
Son
reiteradas y comprobables las mentiras que escuchamos en las declaraciones del
gobierno y sus ministros; no es pequeña la del ínclito ministro de
Hacienda, Cristóbal Montoro, al manifestar en el pleno del
Congreso, ante la atónita mirada de los diputados de la oposición que en España
"los salarios no están bajando; lo que está produciéndose es una
moderación de las subidas", cuando está reconocido y documentado por
el propio INE que los salarios han descendido un 7,1% en términos reales desde
junio de 2010 a junio de 2013.
Otra
de las recientes mentiras sobre pensiones se la debemos a la ministra de
Empleo, Fátima Báñez; así lo explica el profesor Edmundo Fayanas Escuer en su
documentado artículo “Mentiras y pensiones”: “La política desarrollada por
el Partido Popular respecto a las pensiones - escribe - resulta
escandalosa y está regida por la mentira de sus argumentos”. Conviene
recordar a la señora Báñez, que España es uno de los países que menos gasto
dedica a pensiones, el 10,2% del PIB, frente a la media de la Unión Europea del
13,5%, que en absoluto con esta ley se mantiene el poder adquisitivo de los
pensionistas, que se van a recortar las expectativas de pensiones futuras,
recortes que por primera vez afectarán a los actuales pensionistas y que
aprovecha la crisis, en sus tramposos argumentos y confusas explicaciones,
como una oportunidad para imponer recortes en derechos sociales adquiridos; lo
hace con dos discutibles criterios: a) desvinculando la actualización
anual de las mismas del IPC, sustituyéndola por una fórmula
en la que se tiene presente la salud de
las cuentas de la Seguridad Social, con un suelo en los años
malos del 0,25% y un techo en los buenos del IPC más 0,25%; y b) utilizando la
esperanza de vida a los 67 años para calcular la pensión inicial de quien se
jubila, llamado Factor de Sostenibilidad.
Los
que ya tenemos alguna edad recordamos la escena del timo de la estampita, timo
inmortalizado en la película "Los Tramposos" por Toni Leblanc y
Antonio Ozores. El timo finaliza cuando la víctima recibe el sobre y al abrirlo
en lugar de billetes, encuentra recortes de papel; para entonces los
estafadores ya están demasiado lejos y la víctima ha perdido su dinero. En la
actualidad, términos como “sobres, timos, estafadores y estafados” son muy
frecuentes en los noticiarios españoles.
Con
las pensiones, en otro escenario y con distintos protagonistas, estamos
asistiendo a un timo parecido. ¡Cuántos cálculos y lecturas nos estamos
haciendo acerca de si, al fin, subirá o bajará el poder adquisitivo de los
pensionistas! Y siempre nos invade la duda con ese oxímoron, socorrido pero
siempre incomprensible: “Ni sí ni no, sino todo lo contrario”.
Últimamente los ciudadanos estamos acostumbrados a que cualquier cambio o
modificación sea siempre en contra de nuestros bolsillos.
Dada
la crítica situación del actual colectivo de parados, pensionistas y familias
en situación de pobreza es obligado exigir al gobierno que actúe con grandeza
de miras; debe tomar medidas a la altura de la dramática situación en la que
viven, dando explicaciones comprensibles y pedagógicas de las mismas; los
ciudadanos son inteligentes y saben leer la realidad, por difícil que sea,
cuando se presenta con transparencia y verdad; por el contrario, da la
sensación de que el gobierno está tomando medidas que más parecen castigos que
recuperación al prolongar sin sentido con estos colectivos una agonía social,
sin un plan real de viabilidad que acorte desigualdades y no las aumente.
Está
probado que con este tema se perpetra el último incumplimiento, por ahora, del
Programa con el que el Partido Popular se presentó a las elecciones en
noviembre de 2011; las hemerotecas y videotecas dejan en evidencia que el
presidente de Gobierno Mariano Rajaoy, Soraya Sáenz de Santamaría o Fátima
Báñez, vicepresidenta y Ministra del Gobierno, María Dolores de Cospedal
o Javier Arenas, secretaria y vicesecretario generales del PP y otros
dirigentes populares, mintieron a los ciudadanos en reiteradas ocasiones al
afirmar que no tocarían las pensiones públicas. Estas son algunas de sus
declaraciones:
Mariano
Rajoy: “Las pensiones son un compromiso ineludible; se podría meter la
tijera a todo, salvo a las pensiones públicas… Yo lo que no llevo en mi
programa, no lo hago". (El programa electoral con
el que el Partido Popular concurrió a las elecciones generales de 2011 afirmaba
que "el PP está comprometido con el mantenimiento del poder adquisitivo de
las pensiones").
María
Dolores de Cospedal: "Cuando Mariano Rajoy sea presidente del
Gobierno de España volveremos a subir las pensiones. El mantenimiento del poder
adquisitivo de las pensiones es otro ejemplo más de las muchas líneas rojas que
no se pueden traspasar.”
Soraya
Sáenz de Santamaría: "Se puede hacer las cosas de otra manera, pero
no quitarle a los pensionistas lo que se han ganado con su esfuerzo y su
cotización".
Comparto
la opinión de Joan Coscubiela, diputado de Izquierda Plural en el Congreso,
cuando al explicar las trampas de esta reforma de pensiones, sostiene que con
esta ley se aprueba un cambio radical en el sistema de revalorización de
pensiones que es opaca en su diseño y funcionamiento, arbitraria
en la fijación de la cuantía de la revalorización e injusta en sus
consecuencias de pérdida del poder adquisitivo de los pensionistas.
En
su obra “Calígula”, en el Acto I, Escena V, Albert Camus describe el siguiente
diálogo entre Calígula y Helicón:
“CALÍGULA: …Hay
una verdad muy simple y muy clara, un poco tonta, pero difícil de descubrir y
pesada de llevar.
HELICÓN: ¿Y
cuál es la verdad?
CALÍGULA: Los
hombres mueren y no son felices.
HELICÓN:
Pero es una verdad a la que pronto nos acomodamos.
CALÍGULA: Entonces
todo a mi alrededor es mentira, y yo quiero que vivamos la verdad. Y justamente
tengo los medios para hacerlos vivir en la verdad. Porque sé lo que les falta,
Helicón. Están privados de conocimiento y les falta un profesor que sepa lo que
dice”.
Aunque
la cita es larga, ha merecido la pena. Tiene razón Calígula. Remedando el texto
de Camus afirmo: “Los ciudadanos en estos momentos vivimos (o morimos) y no
somos felices. A nuestro alrededor vemos y escuchamos demasiadas mentiras.
Estamos privados de conocimiento porque nos falta un gobierno que sepa lo que
dice y lo que hace. Fuente: http://www.nuevatribuna.es/
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