nuevatribuna.es
| 29 Octubre 2013 - 12:39 h.
España tiene
un sistema impositivo que no sirve ni para tiempos de bonanza ni, mucho menos,
para tiempos de crisis. Los impuestos directos recaen exclusivamente sobre las
rentas del trabajo, es decir sobre aquellas personas que tienen nómina, del
tipo que sea, del tal modo que los ricos, aquellas personas que tienen más de
medio millón de euros, apenas pagan al Erario gracias a las SICAV, los paraísos
fiscales y las múltiples desgravaciones que les permite una ley fiscal llena de
agujeros “ad hoc”. Por su parte, el IVA, impuesto de origen marxista convertido
en una sisa -en un principio iba a grabar la diferencia entre el precio de origen
y el precio de venta, es un gravamen absolutamente injusto al carecer de
proporcionalidad y progresividad porque son tipos fijos que pagan por igual
quienes ganan quinientos euros o aquellos que ingresan treinta millones, con la
perversión de que al que más tiene los porcentajes fijos no le importan nada y
sí mucho al que por mucha magia que haga no llega a fin de mes.
Teniendo en
cuenta que las doscientas familias más ricas del país acumulan un patrimonio de
más de ciento cincuenta mil millones de euros, que las SICAV, que tributan al
uno por ciento administran más de treinta mil millones y que las grandes
fortunas tienen buena parte de sus dineros en paraísos fiscales bajo licencia
inglesa, llegamos a la conclusión de que el diez por ciento de los más ricos
que poseen el treinta y cinco por ciento de la riqueza nacional y, por tanto,
son quienes más tenían que contribuir al sostenimiento del Estado por su
capacidad económica, no contribuyen en nada ni con nada, es más, por diferentes
vías reciben cientos de millones en subvenciones para reformas sus empresas,
contratar a trabajadores que no contratan o proyectos de I+D+i que no llevan a
cabo. El rico español, da lo mismo la parte del Estado en que desarrolle su
actividad, tiene malísimas costumbres: Acostumbra a no pagar, a no reinvertir,
a no tener caja de reserva para cuando vienen mal dadas y a tratar a los
trabajadores como una mercancía más que se usa y se tira, por si fuera poco,
desde los primeros tiempos de la revolución industrial siempre quiso hacerse
noble y vivir de las rentas, de ahí que casi ninguna empresa hispana sobrepase
los cien años de vida: En el momento que viene alguien de fuera y les hace una
oferta golosa, venden la empresa y se dedican a la especulación inmobiliaria, a
comprar fincas rústicas, al pingüe negocio de la importación de Oriente y a
jugar al golf con otros humanoides de parecida etiología e ideología. Es para
ellos para quién gobierna el Partido Popular, para ellos hace reformas
laborales que nos llevan a un triste pasado, para ellos legisla el despido casi
libre, para ellos hacen las leyes de emprendedores, se suprime el impuesto del
patrimonio y el de sucesiones, para ellos, que no tienen la más mínima
intención de contratar a nadie salvo fuerza mayor, reforman la incapacidad
laboral transitoria castigando al trabajador que enferme, para ellos se elimina
menoscaban las inspecciones laborales y fiscales, para ellos, imbricados como
están con el poder financiero, se sacrifica a todo un país con todos sus
habitantes.
La prueba
más fehaciente de lo que los Estados de la Unión Europea recaudan de media un
46,2 de su producto Interior Bruto, lo que les ha permitido hasta la fecha
hacer frente a la crisis de un modo mucho más holgado que a España al poder
impedir el desboque del déficit público, y por tanto de la deuda, sin tener que
hundir los servicios públicos esenciales a fuerza de contrarreformas
destructivas. Esto es tan flagrante que hasta Grecia, que ni siquiera tiene
hecho todavía un catastro de la propiedad sistematizado- recauda el 44,7% de su
PIB, mientras que España, sumida en una crisis que lleva camino de eternizarse
intencionadamente, sólo llega al 36,5%: Esos diez puntos de diferencia con la
media europea habrían hecho innecesarios los recortes, las listas de espera,
las privatizaciones y el saqueo a que se somete a la inmensa mayoría de la
población. Y esos diez puntos corresponden íntegramente a las clases más
adineradas del país.
Siguiendo el
pensamiento cerril e interesado de quienes acumulan riquezas sin mesura y sin
control de nadie, muchos afirman que ya no hay clases y por tanto tampoco lucha
de clases, pero como dice el magnate norteamericano Warren Buffett “Por
Supuesto que hay lucha de clases y los ricos la estamos ganando por
goleada…”, porque los ricos si forman una clase social compacta vivan en el
país que vivan, con idénticos intereses, una ideología bien definida que se
caracteriza por su odio al Estado Social de Derecho y un amor incondicional a
su Ley Natural, que en este caso, y en todos, es la ley del más fuerte, del más
desaprensivo, del más cruel e inhumano. De ahí que la principal batalla global
que están librando en estos momentos, desde hace décadas ya, sea la supresión o
aminoración progresiva de los impuestos directos justos porque saben que es con
ellos con los que se sostiene el Estado del Bienestar: Si logramos hacer
desaparecer los impuestos directos o hacer que recaigan sólo sobre las rentas
del trabajo –se dicen-, los haremos odiosos y serán los mismos trabajadores
quienes vengan a pedirnos de rodillas que los bajemos o los quitemos puesto que
cada día que pase serán más gravosos sin que sirvan –al no contar con nuestra
contribución fiscal- para tener unas prestaciones sociales mínimamente
decentes, de modo que lograremos matar dos pájaros de un solo disparo:
Eliminaremos los impuestos indirectos y nos darán las gracias, y les
obligaremos a que se curen, eduquen y cuiden en nuestras magníficas empresas
dedicadas a tales menesteres, haciendo desaparecer de una vez por todas al
Estado democrático que tanto daño nos ha causado.
España tiene
recursos suficientes para que no tener, como ocurrió el año pasado, un déficit
de 111.641 millones de euros. Sólo con que ese diez por ciento de ricos más
ricos pagasen lo que deben habría superávit y se podría comenzar a disminuir la
deuda y afrontar la verdadera salida de la crisis. La política económica del
Partido Popular lo impide porque sus objetivos son los mismos que los de la
plutocracia nacional y global. Somos el octavo país del mundo en número de
grandes fortunas, también el país de la Unión Europea –exceptuando a Irlanda,
incluso en el Reino Unido pagan más- dónde esas grandes fortunas menos
contribuyen al sostenimiento de lo común. El desmantelamiento del Estado Social
de Derecho al que estamos asistiendo gracias a las políticas de la derecha es
el camino más directo al feudalismo, periodo en el que sólo sobrevivían quienes
tenían un señor al que prestar vasallaje, vida, dignidad y hacienda.
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/
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