El
coordinador de la Conferencia Política que el PSOE celebrará en noviembre
apuesta por una reforma de la Constitución como base de la regeneración
democrática española. “Los últimos dos años de protesta contra el sistema nos
obligan a hacer una oferta regeneradora completa y nosotros queremos abanderar
ese proyecto”, asegura en esta entrevista Ramón Jáuregui. Por Orencio Osuna
| Fotos: Prudencio Morales.
nuevatribuna.es
| 27 Octubre 2013 - 18:41 h.
Fotos:
Prudencio Morales
La batalla ideológica de los últimos 30 años
ha debilitado los perfiles del proyecto socialdemócrata
Nuevatribuna.es
| Orencio Osuna | La
conferencia que tenéis en noviembre, que se hace en un contexto crisis del PSOE
después de la catastrófica derrota electoral, de un proceso en las que las
encuestas sigue indicando una permanente caída de las expectativas electorales
y después de ese período tan agotador que fue el fin del gobierno de Zapatero.
Pero también dentro del marco de una crisis impresionante de la
sociedad española en todos los sentidos, tanto institucional como política,
como socioeconómica y también -por completar el cuadro- una crisis muy
importante en la Unión Europea. En ese escenario, la conferencia supongo que
está orientada a ir construyendo de nuevo un discurso, una nueva reflexión del
partido sobre esas realidades y sobre el futuro.
Ramón
Jáuregui | Definitivamente,
en la pregunta está casi todo. El razonamiento que motiva la conferencia es en
parte todo lo que has dicho en la pregunta: una crisis, digamos una derrota
política muy importante del PSOE, la más importante de su historia democrática;
una crisis en España de tipo democrático en primer lugar, territorial y también
socioeconómica y yo diría un mundo en cambio: una sociedad diferente, un mundo
que como decía Rocard nos obliga a conocerlo para transformarlo. Y el
conocimiento del mundo en el que vivimos con la crisis europea, con la
globalización económica, con la crisis financiera; con la competencia de los
nuevos países emergentes sobre Europa, etc., obliga a la izquierda a una
reflexión muy profunda, muy renovadora. Y ese es el marco, la antepuerta de
nuestra conferencia política. En ese contexto: ¿qué hemos hecho?, nosotros hemos
hecho un trabajo de renovación política e ideológico profunda y hemos
querido colocar al PSOE con un basamento ideológico renovado para un nuevo
tiempo en la política española y para un nuevo tiempo también de la izquierda
europea. Esta es un poco la esencia de nuestra propuesta a la conferencia.
Orencio
Osuna | Tras un
período de 30 años, por poner una fecha, desde Reagan, Thatcher, este
ciclo de capitalismo globalizado desregulado y ultraliberal, ese llamado
Consenso de Washington -que ha tenido en algún momento la apariencia de una
gran burbuja de desarrollo económico-, ha devenido en un aumento
mundial de la pobreza y las desigualdades y todo ello, en España, un
crecimiento del desempleo y de la pobreza inaudito incompatible con una cohesión
social. Ha habido un ciclo histórico que, quizás, ha terminado y
probablemente comienza otro.
La gran bandera de la izquierda es la igualdad
Ramón
Jáuregui | Yo creo que
una de las primeras reflexiones que surgen de esa cuestión es el reconocimiento
de que la batalla ideológica de los últimos 30 años, sobre todo desde la caída
del muro, del neoliberalismo unido a la globalización económica
y financiera, han debilitado los perfiles del proyecto socialdemócrata; de
manera que en nuestra conferencia, por ejemplo, hay una reflexión autocrítica
muy importante respecto a lo que ha sido una confianza exagerada en los
mercados, una expansión de los modelos de vida que Galbraith denunciaba como la
sociedad de la satisfacción, en la que creíamos que el individuo por sí solo era
capaz de alcanzar la felicidad bajo los cánones de la economía de mercado, del
individualismo feliz.
Nosotros
hacemos esa parte autocrítica, señalando especialmente que la gran bandera de
la izquierda, que es la igualdad, -Norberto Bobbio decía que la estrella polar
de la izquierda es la igualdad-, ha sufrido enormemente en el interior de los
países. Es cierto que la globalización económica ha producido que cientos de
millones de personas accedan al trabajo. No olvidemos que mil millones de
personas que hace 20 años no trabajaban, sobrevivían en sus poblados, hoy
producen y ganan y han alcanzado unos niveles de desarrollo que no tenían. Por
tanto, ha habido una convergencia internacional de la igualdad entre países;
pero en el interior de los países occidentales, la desigualdad ha crecido.
Aceptando
por tanto que la desigualdad es uno de los problemas lacerantes del momento, la
izquierda tiene que replantearse sus alternativas frente a la desigualdad. Hemos
reflexionado sobre qué medidas tiene que anteponer la izquierda frente a la
desigualdad. Y eso nos lleva a dos grandes paquetes: uno, nuestra conclusión
es que hay que democratizar la globalización inexorablemente, es decir, someter
la economía y los mercados a la política; y naturalmente esto plantea una
agenda muy rica de objetivos de lo que llamamos "democratizar la
globalización", gran objetivo de la izquierda.
Y en segundo
lugar, nuevas medidas para hacer más cohesionadas, más iguales las sociedades
occidentales. En el
corazón de la conferencia política del PSOE va a haber un eslogan de la
reflexión ideológica y que estamos podría ser: "De nuevo, la
igualdad".
Orencio
Osuna |. La
construcción del estado de bienestar ha sido obra de la
socialdemocracia, pero también de la democracia cristiana, los sindicatos, el movimiento
comunista y otros componentes de la izquierda, y por - no lo olvidemos- una
realidad política geoestratégica que eran los bloques. Todo eso en cierto modo
se ha acabado con la caída del muro y la desaparición de la URSS. La respuesta
de la socialdemocracia a esos cambios significó, en alguna
medida, asumir gran parte de la agenda neoliberal como sucedió
con la tercera vía de Blair, o la agenda 2010 de Schröder.
Ramón
Jáuregui | Cuando
decimos, democratizar la globalización, no decimos un eslogan, no decimos una
palabra o una frase. No, no, estamos queriendo responder al gran dilema de que
los ciudadanos reclaman que sus partidos, sus elegidos, tengan el control de la
gobernanza del mundo y que controlen la economía y controlen los mercados y que
los banqueros no puedan volver a producirnos el daño que nos han
producido. Que la desregulación financiera no pueda volver a producir crisis
que acabamos pagando todos, etc. etc. Entonces, eso se concreta en
propuestas, es decir, que para ser concreto: cuando decimos democratizar la
globalización, quiere decir que tenemos una agenda política importante para que
las empresas cumplan los derechos humanos allá donde operen en el mundo, por
poner un ejemplo; y así podría seguir con más propuestas. Dicho esto, si la
izquierda no es capaz de instaurar en la ciudadanía estas agendas de estas
materias, nuestras batallas están perdidas. O la ciudadanía es capaz de
comprender que hay una expresión política que quiere volver a reconfigurar el
mundo de esta manera; o sino, pues no habrá solución.
Orencio
Osuna | El
escenario europeo es, seguramente, donde se van a dirimir gran parte de todos
estos dilemas. ¿El proyecto de unidad europeo no está cayendo en la fosa
de Lampedusa y la destrucción del estado de bienestar?
La izquierda tiene que recuperar su capacidad de
generar confianza como gestora también de la crisis
Ramón
Jáuregui | Yo comparto
también la reflexión de que Europa es clave para ver qué mundo construimos.
Pero Europa tiene un problema principal y es que el mundo construido por todo
esto que tú comentabas, la socialdemocracia, fundamentalmente en la triple
década maravillosa que surgió después de la Segunda Guerra Mundial (del 45 al
75). Toda esta gran construcción política compite mal en la globalización.
Tenemos que reconocerlo, hasta el punto de que tenemos el riesgo de que Europa
no sea capaz de seguir siendo un espacio competitivo; por tanto, una economía
capaz de competir en el mundo porque si no compites no eres nadie, no hay
crecimiento, no hay cotizaciones y se te descompone el edificio social.
La izquierda
tiene que recuperar su capacidad de generar confianza como gestora también de
la crisis, de la competencia, del crecimiento y eso nos obliga a renovar o a
cambiar por ejemplo, actitudes anti empresariales. Las empresas son claves en
la construcción de una sociedad, de una economía competitiva; nos obliga a
revisar nuestros modelos, los costes de nuestros modelos de protección social,
los costes de nuestro empleo. Yo creo que la izquierda socialdemócrata, en esto
se diferencia de la izquierda digamos antigua, comunista o la izquierda
testimonial que no tiene responsabilidad de gobierno, experiencias de gobierno.
Entonces, eso es una primera parte del tema europeo. La segunda parte europea
es la enorme debilidad de las instituciones creadas en relación con la unión
monetaria, que reclaman un paso adelante muy decidido en materia de unión
bancaria y unión fiscal fundamentalmente.
Y tercero, todo eso no puede hacerse sino es dando un
nuevo salto adelante en materia de unión política. Eso implica renuncia a
soberanías, implica avanzar en la construcción política de la Unión Europea con
lo que llamaríamos una federación europea de los Estados que queramos hacer en
Europa, obviamente sobre la base de Francia y Alemania como eje fundamental,
como siempre ha sido; pero otra Europa en lo económico, financiero y social, y
más Europa en lo político.
Orencio
Osuna | Habla
Boaventura de Sousa Santos de una democracia suspendida, de un cierto estado de
excepción ante la crisis. El problema es que el proyecto de unidad europea no
era sólo un mercado único, sino eran valores, futuro, ilusiones, democracia,
progreso, igualdad, libertad. A lo peor estamos viendo el final de todo eso y
la globalización, la necesidad de competir, la necesidad de ceder
soberanía nacional y de que se produzca una construcción de centros de poder
jerarquizados y opacos que acabe liquidando el proyecto de una Europa
unida. Lampedusa puede simbolizar un nuevo Auschwitz, así
como la existencia de centros de acogida de emigrantes que se extienden
por toda Europa como una peste xenófoba, o la ominosa
expulsión de Francia de Leonarda, o una división entre países
europeos con unas cada vez mayores diferencias de rentas y servicio. Es
decir, ¿es esa la Europa que anhelaron muchas generaciones de europeos y
españoles?
Corremos el riesgo que la sociedad de finales de este
siglo sea una sociedad bastante salvaje
Ramón
Jáuregui | Sin duda,
la crisis que estamos viviendo, sobre todo socioeconómica, hace que
efectivamente, Europa como ideal esté resultando en cierto modo cuestionada por
esos elementos que citabas, que yo comparto plenamente. Es más, a mí me
preocupa enormemente otra cosa que también forma parte de la idea de Europa que
señalabas. Es que no estamos siendo capaces de defender el modelo social
europeo como el mejor modelo de convivencia y de cohesión social, de dignidad
humana en los espacios de la construcción del siglo XXI. Es decir, que Europa
ha renunciado a la defensa internacional de su modelo social. Europa no está
estableciendo la exigencia de que la vida hay que organizarla sobre la
democracia y la dignidad humana.
Y otras
culturas, otros países, otras necesidades de otros mundos están peligrosamente
orillando a esas cosas. De manera que corremos el riesgo que la sociedad de
finales de este siglo sea una sociedad bastante salvaje, en la que digamos los
elementos nucleares de lo que ha sido la cultura de la izquierda del siglo XX,
pero también de la democracia cristiana europea de después de la posguerra se
pierda. Y eso a mí me parece gravísimo porque no hay otro foco
civilizatorio que ilumine el futuro desde el punto de vista de la ingeniería y
de la primacía del derecho. No hay otro faro civilizatorio en el mundo que el
europeo a esos efectos.
Orencio
Osuna | Crecen
también otras opciones, que es la tentación de salirse, de no aceptar el
estatus, de no aceptar la legitimidad, que muchas veces se formula en
movimientos contra las élites como el de Beppe Grillo en Italia y también
en España. En realidad late el dilema de si tenemos que aceptar unas
legitimidades institucionales,un sistema, unos valores que nos han llevado a la
pérdida de horizontes. Nos encontramos, por tanto, ante tres
posibles salidas: la barbarie que representa el neofascismo y
el chovinismo; la salida progresista con más igualdad, más democracia, más
unidad europea y la salida -que yo no tacho de antipolííica- de reacción,
de rechazo a esa legitimidad, como vivimos en otras épocas como en el 68.
Nunca aprecio alguna viabilidad a los razonamientos
económicos de la extrema izquierda
Ramón
Jáuregui | Sí, está
bien planteado. Pero creo que son bastantes diferentes los riesgos. Hay un
riesgo, digamos de renovación del sistema un poco utópico, que surge de quienes
creen que hay una construcción alternativa a la democracia por vías superadores
del sistema actual. Yo excluyo absolutamente la propuesta radical de
cuestionar el sistema democrático articulado sobre el pacto constituyente, el
sistema de partidos, el sistema electoral actual, la profesionalización de la
política, etc. Eso me parece mucho más peligroso, incluso por mi propio
antagonismo con la expresión de lo que son las salidas de la extrema derecha
que se están viendo en todo el mundo: en Rusia, con la homofobia o con la
xenofobia, pero también en Francia como has dicho, o la propia insolidaridad
ciudadana europea frente a Lampedusa.
Yo creo que
esto tiene más difícil remedio honradamente, porque hay que combatir algo que
requiere una pedagogía civilizadora frente al sentimiento humano, diría casi
natural del egoísmo. Es más difícil. Por eso, tenemos en frente el 24% de Le
Pen en Francia. Y por eso tenemos la insensibilidad ciudadana europea frente a
Lampedusa. Y otros muchísimos fenómenos más, que han ido cubriendo en
todos los países de Europa, desde Dinamarca hasta Holanda; mezclado además con
el problema del choque religioso y especialmente por la incomprensión
democrática europea a los extremismos islamistas. De manera que ese es otro
gran debate, otra gran batalla que por supuesto tenemos que dar; pero tiene más
dificultad.
En todo
caso, esta exposición de los extremos lo que hace es confirmar la fortaleza de
nuestras ideas, es decir, la convicción de esta vía democrática pragmática, de
esta vía socialdemócrata realista. Al final de mi ya larga experiencia
política, me reafirmo en lo que llamaríamos la sensatez de la moderación del
equilibrio, que se deriva de estas posiciones que hemos mantenido y que
seguimos manteniendo en lo ideológico-económico. Yo por ejemplo, nunca aprecio
alguna viabilidad a los razonamientos económicos de la extrema izquierda, que
pretende, pongamos por caso: hacer un euro nuevo o renegociar la deuda de los
países y por tanto reestructurarla, es decir, o cuestionar el funcionamiento
económico al margen de los mercados
Orencio
Osuna | El
estallido de la crisis en España ha producido una hecatombe. Mientras que se
contabilizan seis millones de desempleados, tres millones de pobres y once
millones de españoles en el límite de la pobreza, individuos como Isidre
Fainé, el presidente de la Caixa, habla del brillante futuro de una España
exportadora en que la unidad salarial está a niveles del 99 o como
Botín cuando dice que a España llega dinero a espuerta…, supongo que para
él y sus amigos, claro, o una CEOE que lo único que exige es que se bajen las
pensiones y recibir privilegios fiscales. ¿De qué están hablando esas
gentes? Entonces, me pregunto una cosa: ¿Realmente este es el modelo de
sociedad que pretenden como salida de la crisis? ¿No se está produciendo
en avalancha incontenible una ilegitimidad de estas instituciones surgidas de
la transición al romperse la cohesión social?
Hay que dejar que el Senado sea solamente una cámara
de representantes territorial
Ramón
Jáuregui | Creo que sí,
que efectivamente, la crisis económica con su particular repercusión en un país
que ha pasado en cuatro años de estar en el mejor de los mundos al peor de los
mundos, está tocando la raíz de las convicciones o de la legitimación, como
dices tú, de nuestro sistema político. Eso además va acompañado, como bien has
dicho, de un proceso de decepción colectiva muy grande en el sistema político
frente a la economía, frente a los mercados, frente a Europa, frente al sistema
financiero internacional. Va vinculado a una cierta crisis de edad de los
partidos. Pone en evidencia que algunas costuras del traje institucional y
democrático que nos hemos dado en los últimos 35 años se han descosido. Eso ha
acabado en una crisis política de pantalón largo. Estoy completamente
convencido de eso. Si añades que ha habido en cascada un desprestigio
institucional de las grandes instituciones vertebradoras del país: la Corona,
que ha sufrido un gravísimo choque de legitimidad por los acontecimientos que
todos conocemos; problemas en el Consejo del Poder Judicial; el anterior
presidente en el Tribunal Constitucional; el presidente de los empresarios en
la cárcel; corrupciones políticas escandalosas, en gran parte ligadas al
fenómeno de la burbuja y el dinero que llegó con el ladrillo a España.
Todo esto
nos obliga a una reflexión profunda sobre nuestro sistema democrático. Nosotros
hemos llegado a la conclusión, después de diagnosticar, con esa gravedad, con
esa preocupación seria de la crisis política que hablamos, hemos llegado a la
conclusión de que es necesario darle una inyección al sistema, en clave
reformista, para presentarle al país lo que llamaríamos un afán regenerador de
nuestro propio sistema, una agenda integral de cambios que nos permitan
recuperar los afectos en la política, en los partidos y en las instituciones.
Eso es imprescindible. Ahí, hemos contemplado un conjunto de propuestas que
creo que son muy importantes. La primera: cambiar el sistema parlamentario. El
sistema parlamentario adolece de una doble cámara, en la cual una de las
cámaras no funciona, por eso hay que dejar que el Senado sea solamente una
cámara de representantes territorial, con una participación en el proceso
legislativo mucho más limitada y dejando que el Congreso de los Diputados sea
literalmente la gran Cámara de la democracia española.
Segundo,
hemos previsto que el sistema parlamentario tiene que establecer mecanismos
nuevos de participación ciudadana. Los ciudadanos tienen que participar mucho
más aquí. Hay que crear una comisión en la que esté presente el pueblo, para
que puedan participar directamente. Hay que facilitar más las iniciativas
legislativas populares. Hay que hacer una serie de reformas en nuestro
reglamento para hacer un parlamento más pegado a la calle y más participado por
la ciudadanía.
En tercer
lugar, hemos previsto cambios en la Ley Electoral. Nosotros lo que queremos es
que los ciudadanos no solamente puedan votar, sino que puedan votar y elegir, y
al votar y elegir quiere decir: uno, que tenemos que establecer el derecho de
los ciudadanos a elegir nuestro candidato, eso son las primarias. Nunca se
había hecho y lo vamos a plantear en serio. Vamos a plantear que las listas se
abran parcialmente, para que el ciudadano pueda primar a los nombres de las
listas con la oportunidad de cambiar el orden que le presentan los partidos.
Estamos pensando también en hacer un gran paquete de reformas por la
transparencia y contra la corrupción y por hacer más austera todavía o
menos compatibles, las actividades personales con la acción política.
¿Cuál es
nuestra idea final? La idea final es decirles a los ciudadanos: “no hay
alternativa a la democracia, no hay alternativa al sistema de partidos y al
sistema institucional; pero tienen ustedes razón si dicen que los partidos
han monopolizado el poder y que tienen que cambiar y ser más transparentes y
más austeros y que los políticos tienen que estar más conectados con la
ciudadanía”. En fin,
todos esos mensajes que hemos recibido en los últimos dos años de
protesta contra el sistema nos obligan a hacer una oferta regeneradora completa
y nosotros queremos abanderar ese proyecto . "Atrévete con más
democracia" decimos nosotros como decía Willy Brandt y en este caso con
mejor democracia.
Orencio
Osuna | Esa
propuesta reformista de cambio, de modificación requiere mayorías, pero no sólo
mayorías parlamentarias, sino mayoría en la sociedad. Estamos hablando de una
crisis que está tocando el nervio, ya no de una institución, de dos, de tal o
de cual, sino incluso de una renovación de los consensos sociales y
constitucionales. Creo que existe la duda, a mi juicio, en sectores de la
izquierda española de si el PSOE es capaz de afrontar el proceso de liderar ese
cambio o incurrirá en una especie de turnismo, de pactos bipartidista.
Ramón
Jáuregui | Vamos a
ver, respondo a eso. Nosotros hemos llegado a la conclusión de que todo el
proceso de regeneración democrática del que acabo de hablar, más las reformas
territoriales que nos plantea el agotamiento del título VIII del modelo
autonómico, con los problemas que están sobre la mesa y que todos conocemos con
la erupción del problema de Cataluña, etc., acaban reclamando efectivamente una
reforma de nuestra Constitución y en esa reivindicación, en esa propuesta
política, que es una propuesta de fondo, valiente, arriesgada, se encierra esto
que tú me planteabas, es decir, el PSOE le dice a España que tenemos que
reformular nuestro gran pacto, sin tener que ir a un pacto constituyente de
nuevo, porque no podemos refundarmos. Esto es muy peligroso, es decir, las
fases nucleares de nuestro pacto del 78 en mi opinión siguen básicas, no
podemos alterarlas, como si de pronto tuviéramos que reinventarnos como
país y 35 años después, movidos por este impulso regenerador o de
relegitimación, plantearnos un proyecto nuevo. No, cuidado, nosotros somos lo
que somos, venimos de donde venimos y hay muchas cosas que funcionan muy bien y
nuestra Constitución ha sido muy buena y no queremos de pronto replantearlo
todo. Queremos reformular cosas. En ese proyecto reformista de nuestra
Constitución, se inscribe lo que llamaríamos ese impulso que señalabas, de
decirle al país que queremos liderar esa reformulación del pacto, pero no
podemos hacerlo solos ni podemos hacerlo ahora porque desgraciadamente el
Gobierno del PP tiene mayoría absoluta y no quiere saber nada de abordar estas
tareas.
Yo creo que
estos temas se van a abrir paso porque están ahí, están tocando a nuestra
puerta. Aunque no tengamos concentraciones en la Puerta del Sol y no haya
manifestaciones ante los leones de las Cortes, el sentimiento ciudadano está
ahí; la crisis política es grave; el problema territorial está todos los días
en la prensa; y esta llamada a un tiempo nuevo en la política española, a un
tiempo de cambio y a un tiempo de pactos viene y el PSOE quiere estar allí
arriba. Solo no lo puede hacer y yo creo que es un pacto que hay que hacer
sustancialmente, hay que intentar construirlo obviamente con la derecha
española, con los nacionalistas de CiU y de PNV fundamentalmente, y a poder ser
con Izquierda Unida para que volvamos a estar los que estuvimos en el pacto
constituyente. Creo que la política española demanda esto como el respirar.
Orencio
Osuna | Estoy
de acuerdo que los pactos son fruto de la correlación de fuerzas,
de un equilibrio de fuerzas. Ahora bien, muchos sectores -que no soy
capaz ahora mismo de cuantificar- de la sociedad española, tanto políticos,
como ideológicos, territoriales, como generacionales, que cuestionan
muchas cosas del entramado de legitimidad de lo que se le llama las elites
políticas y empresariales. No es casualidad que precisamente ahora con la
crisis se diga: "No, no, esta legitimidad no nos sirve, ya no las
aceptamos, queremos otra que responda a las nuevas necesidades". Será
utópico, pero hay sectores de la sociedad, como demostró el 15M, que
quieren cambios en profundidad. ¿Cómo puede aglutinar el PSOE, como hizo
cuando la Transición, a los sectores que hoy desean cambios y renovación,
sin poner todo patas arriba?
El PSOE está llamado a ser esa clave de bóveda de
esa renovación política española
Ramón
Jáuregui | Tiene
que hacerlo siendo un partido reformista, profundo, reformándose
internamente en primer lugar; haciendo pedagogía para explicar al conjunto de
la ciudadanía que éste es el proyecto del futuro, equilibrando las
tentaciones extremistas que puede haber ahí y ahora y porque somos el
partido del centroizquierda que puede hacer el pacto con todos. Nosotros
podemos pactar con la derecha y con Izquierda Unida. Podemos pactar con los
nacionalistas. Nosotros estamos llamados a ser esa clave de bóveda de esa
renovación política española porque además, repito, no queremos poner todo
patas arriba como dices, aunque hay gente que cree que hay que reinventar
la democracia, crear nuevas instituciones. Cuidado, cuidado, eso nos puede
llevar al desastre. España es un país que es como es, que viene de donde viene
y que no puede de pronto darle la vuelta a todo, creyendo que vamos a ser
capaces de reconfigurar una sociedad completamente nueva. Somos lo que somos,
venimos de donde venimos, tenemos lo que tenemos y tenemos que pactar con lo
que hay. Creo que el PSOE es el que puede hacer eso. Esta es mi convicción.
Orencio
Osuna | En
Cataluña, siguiendo un procedimiento completamente legal, por un gobierno
tripartito liderado por el PSC, se redactó un nuevo Estatut, lo aprobó
el Parlament de Cataluña, después el Congreso de los Diputados y por
último, los ciudadanos catalanes lo aprobaron en un referéndum y de pronto -a
instancias del PP- un Tribunal Constitucional en un Estado comatoso, lo declara
ilegal. ¿Eso no genera un choque de legitimidades?
Ramón
Jáuregui | Ahí ha
habido un fallo. Teníamos un fallo en el sistema que tenemos que corregir. No
puede ser que el Tribunal dicte sentencia después de un referéndum. Eso tenemos
que evitarlo. Y de hecho, una de las primeras reformas que planteamos
nosotros es que el recurso contra la aprobación de un Estatuto tiene que ser
previo al referéndum. Esto es una reforma elemental, esa es una enseñanza
que hemos aprendido perfectamente.
Orencio
Osuna | Ese choque
de legitimidades es el origen de la explosión independentista, aunque
el nacionalismo catalán tiene una raíces antiguas y profundas. Resulta
indudable que en Cataluña crece la desafección hacia el Estado español y
que puede desembocar en un choque de legitimidad de consecuencias insospechadas
e incluso, a la ruptura de los consensos sociales, políticos y culturales
que se construyeron en Cataluña con Pujol, el PSUC y el PSC. ¿Hasta
dónde va a llegar esto? En este sentido, Pérez Rubalcaba propone una reforma a
la Constitución que se vote en toda España y, luego, un referéndum en Cataluña
sobre un nuevo Estatut. ¿Crees que esa propuesta es aceptable para los sectores
que reivindican el derecho a decidir o de autodeterminación en Cataluña dentro
de la legalidad?
No estamos de acuerdo con que se haga una consulta de
autodeterminación para la independencia
Ramón
Jáuregui | Vamos a ver,
nosotros hemos mantenido esa posición en una propuesta que se llama el
Documento de Granada, que propone efectivamente una evolución federal del
modelo autonómico y que incluye una reforma constitucional. Esa propuesta
incluye lo que llamaríamos una triple oportunidad de decisión de Cataluña, una
triple oportunidad. Nosotros contemplamos que los catalanes deben
votar. El procedimiento nuestro es la aprobación de una propuesta de
reforma constitucional en las Cortes y disolución; convocatoria de elecciones y
en esa primera ocasión, los catalanes votarán a sus representantes para la
elaboración de una constitución sobre las bases que han provocado la
disolución.
Dos, las
nuevas Cortes elaboran la Constitución y convocan un referéndum para su
aprobación. Los catalanes votan junto a todos los españoles; de
nuevo deciden si esa constitución les vale o no; y si de esa constitución
se derivara una reformulación de su estatuto, votan ellos solos su estatuto.
Esos son los que llamamos los tres momentos decisorios de Cataluña. Nosotros
creemos que ese es el derecho a decidir de Cataluña.
No estamos
de acuerdo con que se haga una consulta de autodeterminación para la
independencia. Nos parece tramposa. Nos parece ilegal. Y nos parece que no es
democrática porque los ciudadanos no van a saber que representa el sí o el no a
una pregunta extrema. Tienen que saber los catalanes qué representa, qué
consecuencias tiene una decisión de esa naturaleza y por tanto, nos oponemos a
ese sistema de decisión que se llama derecho a decidir, pero es un eufemismo
que oculta la autodeterminación para la independencia. Nosotros estamos en eso y
nuestra propuesta se mantiene. Y digo más: el PSC, el PSOE, grandes sectores de
la opinión pública catalana, fundamentalmente las élites económicas, sindicales
y la propia Unió Democrática y parte de Convergencia creen que esta es la única
salida. Quienes se oponen a esto son Rajoy, que no quiere producir la reforma y
Oriol Junqueras y Esquerra, que lo que quieren es caminar hacia la famosa
consulta autodeterminista y el propio Artur Mas.
Creemos que
esta propuesta se abrirá paso. No sabemos si pronto, pero yo creo que si no lo
hace en esta legislatura, se va a abrir en la siguiente. Sólo nos preocupa que
durante lo que queda de esta legislatura, ya sea en la catalana o en la
española, las cosas no vayan a un extremo tal que luego todo sea irrecuperable.
Nos preocupa que las tentaciones extremas del debate entre el gobierno del PP y
la propuesta autodeterminista de Mas y de Junqueras nos lleve al desastre
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/
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