Leon
Trotsky, Pelai Pagès....
28/9/2014
Cuando en el
verano de 1934 se planteó con toda su acritud el conflicto entre el gobierno de
la Generalitat y el gobierno de la República de Madrid, a raíz de la
promulgación de la Llei de Contractes de Conreu (Ley de Contratos de Cultivo),
hacía varios meses que en Cataluña se había constituido la Alianza Obrera,
promovida por el Bloque Obrero y Campesino que lideraba Joaquín Maurín. A
partir de la originaria Alianza Obrera contra el fascismo, que se había fundado
en marzo de 1933, el 9 de diciembre del mismo año se constituyó la definitiva
Alianza Obrera, como respuesta al triunfo electoral de las derechas en las
elecciones del 19 de noviembre. La amenaza involucionista que comportaba este
resultado electoral -con radicales y la CEDA (Confederación Española de
Derechas Autónomas) ostentando la mayoría parlamentaria- forzó la creación de
un frente único obrero del que en Cataluña quedaron voluntariamente al margen
la CNT y el Partido Comunista. Según su manifiesto fundacional, la Alianza
Obrera se había creado con el objetivo básico de frenar la ofensiva antisocial
de la
derecha
española y evitar cualquier golpe de Estado que impusiera una dictadura
fascista. La experiencia alemana, con el ascenso de Hitler al poder, era
demasiado reciente como para que no pudiera reproducirse una situación similar
en España. La Alianza Obrera era, por tanto, un
organismo
claramente defensivo, que pretendía aunar esfuerzos a fin de evitar y de
enfrentarse, si llegaba el momento, a la reacción de las fuerzas de extrema
derecha española.
La evolución
de los acontecimientos -la política claramente antisocial que desarrolló el
nuevo gobierno- acabó provocando una progresiva radicalización de la situación
y que la Alianza Obrera catalana desarrollara una política mucho más ofensiva,
tanto en relación al gobierno de Madrid como, finalmente, al de Barcelona. Ya
el 13 de marzo de 1934 convocó una huelga general en solidaridad con los
obreros huelguistas de Madrid que, si bien fracasó en Barcelona, acabó
triunfando en la mayoría de ciudades industriales de Cataluña, a pesar de haber
sido boicoteada por el gobierno de la Generalitat y no disponer del apoyo de la
CNT. Con motivo de esta huelga, Maurín y Andreu Nin fueron
entrevistados por la periodista Irene Polo, y ambos coincidieron en afirmar,
Maurín que había que extender el movimiento al conjunto del estado porque sólo
así "la clase obrera podrá conseguir el objetivo de tomar el poder ",
y Nin que" el caso es unirse para conseguir un mismo fin: la dominación
del fascismo mediante la conquista
del poder
para la clase trabajadora. En eso estamos todos de acuerdo; incluso los
sindicalistas que son ácratas". Planteado el contencioso con Madrid -y
también, hay que recordarlo, con los propietarios catalanes del Instituto
Agrícola Catalán de San Isidre- en junio de 1934 la Alianza
Obrera
catalana celebró una conferencia en la que se adoptó el acuerdo que
textualmente planteaba que "si el gobierno contrarrevolucionario de Madrid
ataca Cataluña y aquí con este motivo se proclama la República Catalana, la
Alianza Obrera apoyará el movimiento, procurando tomar la dirección con el
objetivo de conducirlo hacia el triunfo de la República
Socialista
Federal". Todavía, antes de octubre de 1934, la Alianza Obrera llevó a
cabo otra demostración de fuerza cuando el 10 de septiembre organizó una
manifestación en Barcelona en contra de los grandes propietarios del Instituto
Agrícola Catalán, en la que participaron unas
25.000
personas.
Es en este
contexto que Trotsky escribió su artículo, con un tono marcadamente crítico
tanto en relación con los militantes trotskistas catalanes y españoles que
lideraba Andreu Nin, como con Maurín y con la propia Alianza Obrera. Cabe decir
que, como en tantas otras ocasiones haría en el futuro, el revolucionario ruso
escribía sus sugerencias en base a su experiencia durante la revolución rusa y
aplicando el modelo que los bolcheviques habían seguido en el proceso que
condujo a su triunfo en octubre de 1917. De aquí, en buena medida, unas
críticas que, de
hecho,
venían de lejos. Ciertamente, las relaciones entre Nin y los trotskistas
españoles con Trotsky no habían sido especialmente buenas y éste no había visto
con buenos ojos las relaciones que Nin había mantenido con Maurín cuando en
septiembre de 1930 había regresado a Cataluña desde Rusia, hasta el punto que
prácticamente forzó su ruptura en junio
de 1931.
Posteriormente, en la crisis que afectó a la Izquierda Comunista de Nin, y que
se había prolongado hasta 1933, y en las tensas relaciones que había mantenido
con el Secretariado Internacional trotskista , las intervenciones de Trotsky
siempre habían sido especialmente críticas. Curiosamente, sin embargo, en el
transcurso de 1934 los artículos que
aparecieron
publicados en la revista Comunismo, el órgano teórico de la Izquierda
Comunista, firmados por Trotsky, casi siempre se referían a la situación
internacional o a aspectos históricos -en el número del mes de febrero publicó
el artículo Repaso histórico sobre el frente único- sin que haya ningún
artículo específico sobre la situación española o catalana. Y en
septiembre
de 1934 una editorial de Comunismoanunciaba ya la inminente ruptura con Trotsky
y el trotskismo internacional.
Las
relaciones de Trotsky con Maurín y el Bloque Obrero y Campesino habían sido
históricamente mucho más críticas. Para Trotsky, Maurín y el BOC representaban
una opción "centrista" que en ningún caso podía ser capaz de dirigir
un proceso revolucionario. Ya en julio de 1931 había recomendado a sus
partidarios españoles que llevaran a cabo una crítica radical contra la
política de Maurín, "esta mezcla de prejuicios pequeñoburgueses, de
ignorancia, de “ciencia" provinciana y pillería política". Las
críticas sobre el programa y la actuación del BOC por parte de Trotsky habían
sido siempre contundentes, y habían encontrado réplica en las páginas de
LaBatalla, el órgano de prensa del BOC, con la firma, entre otros, de Julián
Gorkín o de Jordi Arquer, aunque siempre habían defendido el revolucionario
ruso cuando era atacado visceralmente por el estalinismo, e incluso el mismo
año 1934 habían solicitado que se le concediera asilo político en España.
Que ahora,
en el único artículo que conocemos de Trotsky sobre la situación catalana,
publicado en 1934, volvieran a aparecer críticas y al mismo tiempo
recomendaciones sobre cómo había que actuar ante una situación delicada y
comprometida como era la que se estaba
viviendo en
Cataluña y la República española, era de hecho completamente normal. Trotsky fue de los pocos revolucionarios europeos capaz de valorar la
importancia que estaba alcanzando el proceso político de la República española
y si bien no siempre disponía de toda la información posible, la estrategia y
la táctica que diseñaba siempre apuntaban hacia una
finalidad
muy concreta, que no era otra que potenciar la toma del poder por la clase
trabajadora. Y tampoco dudaba en reclamar la República Catalana, como una
fórmula para hacer posible un principio que siempre le había parecido inalienable:
el ejercicio del derecho a la autodeterminación de los pueblos y de las
naciones. Un ejercicio que, en primera instancia, debía defender la clase
trabajadora. La independencia de clase, la asunción del protagonismo de la
clase obrera -que en ningún caso debía ir a remolque de la situación- era otra
de las recomendaciones que destacaba Trotsky en un artículo contundente que, de
manera clara y expresiva, situaba la cuestión catalana en el primer plano de la
conflictividad republicana del momento.
Pelai Pagés es doctor en historia y profesor de Historia
Contemporánea de la Universidad de Barcelona.
El conflicto
catalán y las tareas del proletariado (1)
León Trotsky (verano 1934)
1. La
apreciación del conflicto catalán (2) y de las posibilidades que se desprenden
debe partir del hecho de que Cataluña representa hoy indiscutiblemente la
posición más sólida de las fuerzas defensivas frente a la reacción española y
al peligro fascista. Si se perdiera esta posición la reacción habría logrado
una victoria decisiva y por mucho tiempo. Con una política justa, la vanguardia
proletaria podría utilizar este bastión defensivo como punto de partida de una
nueva ofensiva de la revolución española. Esta debería ser nuestra perspectiva.
2. Este
desarrollo es imposible mientras el proletariado catalán no consiga encabezar
el combate defensivo contra el gobierno central reaccionario de Madrid. Pero
esto no es posible si el proletariado catalán manifiesta estar dispuesto a
sostener esta lucha sólo en el caso de que sea iniciada [...] o por la
intransigencia del gobierno de Madrid, o el carácter reaccionario de la
pequeña
burguesía catalana. La política seguidista de Maurín es adoptada por nuestros camaradas
dentro de la Alianza Obrera de Cataluña (3). Romper este seguidismo sólo es
posible si se coloca a la cabeza del movimiento de defensa, si aclara las
perspectivas, si lanza consignas siempre más audaces y comienza a tomar la
dirección de la lucha no en las palabras sino en los hechos.
3. Una
resistencia victoriosa sólo puede concebirse si moviliza todas las fuerzas de
las masas - y ahora existen las precondiciones para hacerlo - y además si lo
hace hacia adelante, a la ofensiva. Por eso es de una importancia decisiva que
la vanguardia proletaria explique desde
ya a las
masas obreras y campesinas del resto de España que la victoria o la derrota de
la resistencia catalana determinará igualmente su propia victoria o su derrota.
Hay que movilizar de inmediato a estos aliados en toda España, y no esperar el
momento en que la ofensiva
reaccionaria
sea un hecho. (Que es la posición de nuestros camaradas y de la mayoría del
comité de la Alianza Obrera) (4).
4. Cataluña
puede convertirse en el eje de la revolución española. La toma de la dirección
en Cataluña debe ser la base de nuestra política en España. Pero la política de
nuestros camaradas lo hace del todo imposible. Hay que cambiar
urgentemente esta política si no se quiere que una situación decisiva acabe,
por nuestros errores, en una nueva derrota que podría
ser decisiva
por mucho tiempo.
No hemos de
ocultar que la política de nuestros camaradas sobre esta cuestión ha dañado el
prestigio no sólo de nuestra organización y de la Alianza Obrera, sino del
proletariado mismo, y que no puede repararse sin un giro radical y mediante la
prueba de los hechos. La posición actual de nuestros camaradas y de los de la
Alianza Obrera sólo puede ser entendida por las masas trabajadoras no
proletarias de la siguiente manera: el proletariado, por medio de sus
organizaciones, está dispuesto a participar si otros empiezan. Y pone precio
para hacerlo (ver los términos impuestos por la Alianza Obrera) a Esquerra
Republicana de Cataluña (5), ignora
completamente
los intereses particulares de los campesinos y de las masas pequeño-burguesas,
y afirma que se dedicará a dirigir el combate tan deprisa como sea posible
hacia sus propios objetivos de clase, la dictadura del proletariado (6). En vez
de aparecer como dirigente de todas las capas oprimidas de la nación, como
dirigente del movimiento de liberación nacional, el proletariado sólo aparece
aquí como acompañante de las otras clases: de hecho, un acompañante muy egoísta
a quien se ha de hacer concesiones, o más bien promesas, porque se le necesita
y en tanto se le
necesita. La
pequeña burguesía catalana, la gran burguesía y la reacción, basándose en la
depauperación de la pequeña burguesía, no
podían
desear nada mejor del proletariado en una situación como esta.
5. Nuestros
camaradas deben fundamentar su giro por encima de todo en lo siguiente: deben
hacer agitación (tanto desde su organización como desde la Alianza Obrera) a
favor de la proclamación de una república catalana independiente, y han de
exigir, para garantizarla, el armamento inmediato de todo el pueblo. No se debe
esperar que el gobierno les arme: deben
formar
inmediatamente milicias obreras que no sólo exigirán del gobierno el mejor
equipamiento, sino que lo obtendrán desarmando a los reaccionarios y los
fascistas. El proletariado ha de demostrar a las masas catalanas que tiene un
interés sincero por la defensa de la independencia catalana. Es aquí donde
residirá el paso decisivo hacia la conquista de la dirección en la lucha de
todas las capas sociales, preparada por la defensa a la vez de la
ciudad y del
campo. El armamento del pueblo ha de convertirse en el centro de nuestra
agitación en las próximas semanas, en torno a las consignas siguientes:
"¡Ningún recorte de los salarios! El gobierno y la patronal deben asumir
el coste del equipamiento y las reservas".
Las fuerzas
militares existentes se han de utilizar como instructores en la formación de
las milicias, y hay que hacer elegir a los oficiales por las milicias. La base
de la milicia es la fábrica.
Los obreros
de la gran industria, los ferrocarriles, etc. y de todos los servicios públicos
deben formar parte de esta milicia. Hay que llamar a la mayoría del pueblo a
que se una. Cada regimiento elige su comité, el cual envía un representante al
comité central de todas las unidades de milicia de Cataluña. El comité central,
es decir el soviet central, funciona como
Estado
político, pero sobre todo como organismo de control y más tarde como autoridad
central para las reservas y el equipamiento de las fuerzas armadas. En la
realización de esta tarea se convertirá en un organismo junto al gobierno, el
gobierno propiamente dicho (7). Es la forma, el
desarrollo
concreto del soviet en la situación actual en Cataluña.
6. Debido a
sus profundas divisiones internas (8) que no le permiten establecer su
hegemonía en Cataluña, el proletariado no puede, en la situación actual,
proclamar por sí solo la independencia de Cataluña. Pero puede y debe llamar
con todas sus fuerzas a la independencia y exigirla del gobierno pequeño
burgués de Esquerra (Republicana de Catalunya). Debe responder a sus maniobras
dilatorias mediante la convocatoria de elecciones. "Necesitamos un
gobierno que represente y dirija la voluntad real de lucha de las masas
populares". Los comités de la milicia deben convertirse en el medio
principal para la preparación y celebración de dichas elecciones. En otras
palabras, en la medida en que las dos
fases del
problema, la proclamación de la independencia y el armamento del pueblo, pueden
estar separadas la una de la otra, es por medio de la segunda que se ha de
realizar la primera.
7. El
proletariado no sólo debe impulsar las reivindicaciones democráticas (libertad
de prensa, Estado austero, nivelación de los salarios de los funcionarios,
economía democrática, supresión de los impuestos indirectos, impuesto
progresivo directo sobre los propietarios para financiar la resistencia, etc.)
para él mismo, además de sus propias reivindicaciones de clase, sino que
también debe incorporar todas las reivindicaciones específicas de los
campesinos y de las masas pequeño burguesas.
Hay falta de
información sobre los detalles de la cuestión agraria, pero el proletariado,
por propia iniciativa, antes de nada ha de armar a las masas con consignas y
reivindicaciones por las que combatir. Pero sin presentar estas
reivindicaciones como condiciones para estar dispuesto a participar como clase
en la lucha (9).
Leon Trotsky, socialdemócrata revolucionario, dirigente
bolchevique y comisario de guerra del Ejercito Rojo, opositor al estalinismo,
del que fue una de las víctimas, y fundador de la IV Internacional, fue uno de
los escritores más brillantes del movimiento socialista internacional
Notas:
(1) Archivos James P. Cannon, Biblioteca de Historia
Social, Nueva York. [Editado por primera vez, en francés, en Léon Trotsky.
Oeuvres, volumen 4, Paris EDI, 1979 Los investigadores y editores franceses
explican: Este documento, encontrado en los archivos de la C.L.A. [Liga
Comunista de América] no lleva ninguna fecha, y se encuentra en un dossier que
lleva la
fecha de
1934; está escrito en inglés, una traducción más bien mediocre que hemos tenido
que retraducir por aproximación. Se trata, casi con certeza, de una carta
dirigida al SI [Secretariado Internacional de la Liga Comunista Internacional]
el contenido permite situarla aproximadamente entre julio y septiembre.
[Revisados boletines de la época y escritos de
balance de
los protagonistas, no parece que esta carta llegara a España]
.
(2)
Una vez celebradas las elecciones generales de noviembre de 1933, la formación
de extrema derecha, la CEDA de José María Gil Robles y Quiñones (1898-1980) se
había convertido en el grupo más importante de las Cortes y reclamaba
ruidosamente el poder, con todo tipo de amenazas. Por otra parte, en diciembre
de 1933, el dirigente del partido
pequeño burgués
nacionalista catalán Lluís Companys (1883-1940) se había convertido en
presidente de la Generalitat de Cataluña. El "conflicto catalán",
hasta entonces latente, estalló en abril de 1934, con la votación por el
Parlamento catalán, bajo la presión de la organización campesina de los
rabassaires, de una ley que reducía de manera importante los viejos derechos
feudales de los propietarios.
El gobierno
central, presidido desde hacía poco por Ricardo Samper Ibáñez (1881-1938), bajo
la presión de los grandes propietarios catalanes, recurrió esta ley ante el
Tribunal de Garantías Constitucionales, que la anuló el 10 de junio. Entonces,
el parlamento catalán votó inmediatamente una nueva ley, idéntica en todos los
puntos, y los diputados catalanes -imitados por los vascos - abandonaron las
Cortes de Madrid. Era evidente que la situación
llevaba a
una prueba de fuerza, pues la entrada de la CEDA en el gobierno -a la que el
PSOE estaba decidido a responder por la fuerza en todo el país- no podía
significar otra cosa que la puesta en cuestión de las libertades catalanas por
la fuerza de las armas.
(3)
La Alianza Obrera de Cataluña se había constituido en noviembre de 1933 Era un
frente único de varias organizaciones obreras, el Bloque Obrero y Campesino, la
Izquierda Comunista (de Nin), el Partido Socialista Obrero Español, el
sindicato reformista UGT, los sindicatos excluidos de la CNT por haber seguido
a los disidentes llamados "trentistas", hostiles a la toma de la
dirección del sindicato por parte de los anarquistas de la FAI, y la
Federación
Sindicalista Libertaria, igualmente salida de una escisión de la CNT. Joaquín
Maurin (1896-1973), antiguo dirigente de la CNT, después del Partido Comunista,
excluido al principio de los años treinta con laFederación Catalano-Balear, era
el principal dirigente del Bloque Obrero y Campesino de Cataluña. Desde hacía
varios años, Trotsky reprochaba a sus camaradas españoles, y a Andreu Nin en
particular, la práctica de una política.
Fuente: http://www.correntroig.org/
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