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08 Enero 2015 - 19:46 h.
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Homenaje a Georges
Wolinski y sus compañeros
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Todavía con la
raspa de bacalao en la garganta por la masacre contra Charlie hebdo
reflexiono en voz alta en torno a lo sucedido en París. Son eso, reflexiones
titubeantes; interrogaciones sobre cuestiones espinosas de alguien que, como un
servidor, sabe de ese asunto tan poco como nada. Ponerlas aparentemente ordenadas
es solamente un deshago personal.
Dos artículos han
aparecido hoy en El País que me provocan toda una serie de
consideraciones: «El califato contra Europa» y «Un desafío yihadista en auge»,
de Lluis Bassets y Fernando Reinares respectivamente. La tesis central
de ambos trabajos periodísticos es: el califato quiere acabar con la libertad
de los europeos (Bassets) y el atentado no sólo lo es contra la libertad de
prensa, sino contra la fibra misma de las sociedades abiertas. Coincido, por
supuesto, con ambos. Ahora bien, esa coincidencia me impulsa a seguir
escarbando en ese territorio del «califato» y del «yihadismo en auge».
¿Quién es
realmente el califato y quiénes son, también realmente, sus franquicias? Sea
quien sea ¿sólo persigue la liquidación de las libertades de los europeos y la
fibra misma de las sociedades abiertas? Me permito un matiz: que Europa sea una
sociedad abierta está por ver, pues cada vez más parece bloqueada, más
ensimismada e impermeable a procesos de apertura dignos de ese nombre.
¿Qué poderes
fácticos globales -califales o no- están interesados en ello? ¿Qué intereses
geoestratégicos, económicos y políticos, representa el califato que acucia,
subvenciona a fondo ganado (con un potente arsenal financiero) y protege a sus
franquicias, que se visten con el ropaje de intereses religiosos y culturales?
¿Existe vinculación entre el califato de turbante y el califato de
chistera? Algo sobre esto último apareció, aunque sólo de puntillas, tras
ciertas revelaciones tras la matanza del 11 de septiembre de las Torres
Gemelas. ¿Quién está detalladamente al tanto de estas, si las hay,
vinculaciones? ¿Existieron en el pasado guerras religiosas, químicamente puras?
¿Las hay ahora? ¿O más bien, ayer y hogaño, dichas guerras fueron la máscara de
otro tipo de intereses? Más todavía, ¿está pactada esta guerra geoestratégica
mientras sus franquicias se empeñan en hacernos ver que son irreconciliables?
Volvamos a las
hipótesis de Bassets y Reinares: se trata de terminar con la libertad de los
europeos y contra la fibra misma de las sociedades abiertas. Así las cosas
–Bassets y Reinares conocen suficientemente el paño-- hay que decir algo
con calma y claridad. La mejor manera de enfrentarse contra ese horror es la
confirmación y extensión de las libertades, de los derechos políticos y
sociales de estas sociedades abiertas. Yendo por lo derecho: nuestras
democracias están envejeciendo a marchas forzadas y el ciclo largo de los
derechos no sólo se ha frenado sino que, desde arriba, se está poniendo
en entredicho. Mientras tanto, reaparecen preocupantes señales de xenofobia y
nihilismo, que pueden desembocar en lo que se ha dado en llamar «revolución
pasiva». De esta manera, Europa –y la Unión Europea— se debilita: su
supervivencia está al albur de los conchabeos de los califatos religiosos y los
laicos. Y sus cardenales siempre tendrán monaguillos para lanzar la bomba, así
en Atocha como en París.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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