La ortodoxia
económica predominante, que es la que sustenta la práctica de los organismos
internacionales, ha dado un giro desde la década de los ochenta del pasado
siglo volviendo a defender presupuestos prekeynesianos, basados, por tanto, en
el fundamentalismo de mercado.
nuevatribuna.es | Por Carlos
Berzosa | 31 Enero 2014 - 14:59 h.
Sistema
Digital | La troika, sobre todo el FMI, vuelve a insistir en la necesidad
que tiene la economía española de que se lleven a cabo reformas y se propone,
básicamente, que hay que profundizar aún más de lo que ya se ha hecho en bajar
los salarios y abaratar el despido. Se considera que de no ser así el desempleo
seguirá siendo elevado. La vinculación entre el mercado laboral y el elevado
desempleo es errónea, y han sido varios los economistas que han cuestionado
estos principios. La tasa de paro tan alta que se da en la economía española se
debe, en gran parte, a la estructura productiva y no tanto a un mal
funcionamiento del mercado laboral.
Para
tratar el problema del empleo hay que rescatar el artículo de Kalecki de
1943 y que ha sido publicado por la Revista de Economía Crítica,
digital, en el número 12. Un autor como Krugman también lo ha mencionado
recientemente y considero que es de suma importancia volver a leerlo, sobre
todo en la coyuntura por la que se atraviesa. Resulta muy sintomático el primer
párrafo: “Una mayoría considerable de los economistas opina ahora que, aun
en un sistema capitalista, el pleno empleo puede alcanzarse mediante un
programa de gastos del Gobierno, siempre que haya un plan suficiente para
emplear toda la fuerza de trabajo existente y siempre que puedan obtenerse
dotaciones adecuadas de las materias primas extranjeras necesarias a cambio de
exportaciones”.
Se
puede suponer que este principio seguido de un razonamiento que hace con gran
precisión a lo largo del escrito ya no tiene vigencia hoy, sobre todo por los
cambios habidos en la economía mundial, lo que ha hecho que ahora la mayoría de
los economistas no opinan como en 1943, sino que por el contrario el grueso de
la profesión detesta el exceso de gasto público. Sin embargo, como pone de
manifiesto Mario Nuti en la magnífica introducción que hace a este
artículo de Kalecki en el mismo número de la revista: “En resumidas
cuentas, el ciclo político de Kalecki sigue vigente y es de actualidad. El
hecho de que la ortodoxia macroeconómica no comparta la idea de que el pleno
empleo es posible, al menos con la misma unanimidad que en 1940, puede ser
considerado una excentricidad propia de economistas disidentes cuyas fantasías
sobre la eficiencia de los mercados han sido rotundamente invalidadas por la
actual crisis mundial”.
En
efecto, la ortodoxia económica predominante, que es la que sustenta la práctica
de los organismos internacionales, ha dado un giro desde la década de los
ochenta del pasado siglo volviendo a defender presupuestos prekeynesianos,
basados, por tanto, en el fundamentalismo de mercado. Esto es lo que sucede
también en la concepción que tienen acerca del mercado laboral. Ante este
predominio se alzan voces disidentes, pero que han pasado de ser mayoría en la
profesión a encontrarse en minoría.
Los
discrepantes con estos principios, sustentados en la economía neoclásica, son
muy diversos. Así, van desde los que no cuestionan, como es el caso de Rodrik,
los supuestos teóricos del pensamiento principal, pero, sin embargo, se alejan
de este pensamiento a la hora de plantear la política económica, pues se
considera que de una teoría no se deduce la misma política económica. El libro
de Rodrik Una economía, muchas recetas (Fondo de Cultura Económica,
2011) es un ejemplo de ello. En la misma línea, neokeynesiana, se sitúan Krugman
y Stiglitz, aunque estos autores critican cada vez más los supuestos
neoclásicos, y han descubierto tarde las importantes aportaciones de Minsky
y de Kalecki.
Otros
disidentes se consideran discípulos de Keynes, pero consideran que en
ningún caso, se puede compatibilizar esta teoría con la economía neoclásica,
son los poskeynesianos, El precursor de esta corriente crítica con la economía
neoclásica es Kalecki, que se anticipó a las ideas de Keynes propuestas
en la Teoría general. Las dos aportaciones tienen coincidencias, pero
también se dan diferencias entre estos dos grandes economistas del siglo XX, y
que la ortodoxia se empeña en enterrar. Sin lugar a dudas, el olvido de los
grandes maestros es lo que está haciendo a la economía convencional ser tan
errática. Además, se pueden añadir a esta lista de disconformes con el
pensamiento económico dominante a los institucionalistas, seguidores de Veblen,
estructuralistas y, por último, los defensores de la economía radical,
marxistas y posmarxistas.
Los
discrepantes con la economía convencional, aunque muy numerosos, no dejan de
ser una minoría en el mundo académico, que se encuentra dominado por un
pensamiento económico que explica las excelencias de la economía de mercado y
de la eficiencia de los diferentes tipos de mercado, sin diferenciar en la
mayor parte de los casos la diferente naturaleza de estos. A pesar de que la
crisis ha cuestionado estos principios y ha resquebrajado las posiciones
teóricas de la corriente principal, la mayoría de los economistas que se
encuentran defendiendo estos principios, siguen ahí como si nada hubiera pasado
y como si la crisis no afectara a la teoría que explican en las aulas y que
difunden en sus escritos.
Las
contribuciones de los autores que nadan contra corriente son numerosas y en
ellos se rebaten las proposiciones del FMI y otros organismos internacionales.
Un ejemplo de ello se tiene en el libro al que hacía mención en el artículo
anterior ¡Actúen ya! Un manifiesto global para recuperar nuestras economías
y salir de la crisis (Deusto, 2014). En este libro James K Galbraith
escribe: "Se ha demostrado que una mayor igualdad salarial (hasta
cierto punto) resulta ser favorable a un aumento del empleo; por consiguiente,
las medidas que reducen la desigualdad en las estructuras salariales pueden
contribuir a la eficiencia económica (mediante el aprovechamiento completo de
los recursos humanos) y también la competitividad: Los países escandinavos han
comprendido esto y lo han convertido en un pilar de su desarrollo durante
décadas”.
Por
lo que hace referencia al tema que aquí se trata es muy útil el artículo del
alemán Heiner Flassbeck “Mercados laborales y desarrollo económico”
en el que mantiene la tesis que defiende con rigor sobre que los salarios
reales no determinan el empleo, sino que éste viene determinado por el
crecimiento. De modo que se puede deducir, que mal lo tiene la economía
española si no es capaz de crecer para generar empleo. Las propuestas del FMI
lo que hacen es generar más desempleo, desigualdad y pobreza. En todo caso,
añado, que si bien es válido que, en el contexto en el que estamos, el empleo
depende del crecimiento, es fundamental también plantearse la naturaleza de ese
crecimiento, que no conduce necesariamente al desarrollo humano.
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