sábado, 1 de febrero de 2014

SALARIOS Y EMPLEO

La ortodoxia económica predominante, que es la que sustenta la práctica de los organismos internacionales, ha dado un giro desde la década de los ochenta del pasado siglo volviendo a defender presupuestos prekeynesianos, basados, por tanto, en el fundamentalismo de mercado.
nuevatribuna.es | Por Carlos Berzosa |  31 Enero 2014 - 14:59 h.
Sistema Digital | La troika, sobre todo el FMI, vuelve a insistir en la necesidad que tiene la economía española de que se lleven a cabo reformas y se propone, básicamente, que hay que profundizar aún más de lo que ya se ha hecho en bajar los salarios y abaratar el despido. Se considera que de no ser así el desempleo seguirá siendo elevado. La vinculación entre el mercado laboral y el elevado desempleo es errónea, y han sido varios los economistas que han cuestionado estos principios. La tasa de paro tan alta que se da en la economía española se debe, en gran parte, a la estructura productiva y no tanto a un mal funcionamiento del mercado laboral.
Para tratar el problema del empleo hay que rescatar el artículo de Kalecki de 1943 y que ha sido publicado por la Revista de Economía Crítica, digital, en el número 12. Un autor como Krugman también lo ha mencionado recientemente y considero que es de suma importancia volver a leerlo, sobre todo en la coyuntura por la que se atraviesa. Resulta muy sintomático el primer párrafo: “Una mayoría considerable de los economistas opina ahora que, aun en un sistema capitalista, el pleno empleo puede alcanzarse mediante un programa de gastos del Gobierno, siempre que haya un plan suficiente para emplear toda la fuerza de trabajo existente y siempre que puedan obtenerse dotaciones adecuadas de las materias primas extranjeras necesarias a cambio de exportaciones”.
Se puede suponer que este principio seguido de un razonamiento que hace con gran precisión a lo largo del escrito ya no tiene vigencia hoy, sobre todo por los cambios habidos en la economía mundial, lo que ha hecho que ahora la mayoría de los economistas no opinan como en 1943, sino que por el contrario el grueso de la profesión detesta el exceso de gasto público. Sin embargo, como pone de manifiesto Mario Nuti en la magnífica introducción que hace a este artículo de Kalecki en el mismo número de la revista: “En resumidas cuentas, el ciclo político de Kalecki sigue vigente y es de actualidad. El hecho de que la ortodoxia macroeconómica no comparta la idea de que el pleno empleo es posible, al menos con la misma unanimidad que en 1940, puede ser considerado una excentricidad propia de economistas disidentes cuyas fantasías sobre la eficiencia de los mercados han sido rotundamente invalidadas por la actual crisis mundial”.
En efecto, la ortodoxia económica predominante, que es la que sustenta la práctica de los organismos internacionales, ha dado un giro desde la década de los ochenta del pasado siglo volviendo a defender presupuestos prekeynesianos, basados, por tanto, en el fundamentalismo de mercado. Esto es lo que sucede también en la concepción que tienen acerca del mercado laboral. Ante este predominio se alzan voces disidentes, pero que han pasado de ser mayoría en la profesión a encontrarse en minoría.
Los discrepantes con estos principios, sustentados en la economía neoclásica, son muy diversos. Así, van desde los que no cuestionan, como es el caso de Rodrik, los supuestos teóricos del pensamiento principal, pero, sin embargo, se alejan de este pensamiento a la hora de plantear la política económica, pues se considera que de una teoría no se deduce la misma política económica. El libro de Rodrik Una economía, muchas recetas (Fondo de Cultura Económica, 2011) es un ejemplo de ello. En la misma línea, neokeynesiana, se sitúan Krugman y Stiglitz, aunque estos autores critican cada vez más los supuestos neoclásicos, y han descubierto tarde las importantes aportaciones de Minsky y de Kalecki.
Otros disidentes se consideran discípulos de Keynes, pero consideran que en ningún caso, se puede compatibilizar esta teoría con la economía neoclásica, son los poskeynesianos, El precursor de esta corriente crítica con la economía neoclásica es Kalecki, que se anticipó a las ideas de Keynes propuestas en la Teoría general. Las dos aportaciones tienen coincidencias, pero también se dan diferencias entre estos dos grandes economistas del siglo XX, y que la ortodoxia se empeña en enterrar. Sin lugar a dudas, el olvido de los grandes maestros es lo que está haciendo a la economía convencional ser tan errática. Además, se pueden añadir a esta lista de disconformes con el pensamiento económico dominante a los institucionalistas, seguidores de Veblen, estructuralistas y, por último, los defensores de la economía radical, marxistas y posmarxistas.
Los discrepantes con la economía convencional, aunque muy numerosos, no dejan de ser una minoría en el mundo académico, que se encuentra dominado por un pensamiento económico que explica las excelencias de la economía de mercado y de la eficiencia de los diferentes tipos de mercado, sin diferenciar en la mayor parte de los casos la diferente naturaleza de estos. A pesar de que la crisis ha cuestionado estos principios y ha resquebrajado las posiciones teóricas de la corriente principal, la mayoría de los economistas que se encuentran defendiendo estos principios, siguen ahí como si nada hubiera pasado y como si la crisis no afectara a la teoría que explican en las aulas y que difunden en sus escritos.
Las contribuciones de los autores que nadan contra corriente son numerosas y en ellos se rebaten las proposiciones del FMI y otros organismos internacionales. Un ejemplo de ello se tiene en el libro al que hacía mención en el artículo anterior ¡Actúen ya! Un manifiesto global para recuperar nuestras economías y salir de la crisis (Deusto, 2014). En este libro James K Galbraith escribe: "Se ha demostrado que una mayor igualdad salarial (hasta cierto punto) resulta ser favorable a un aumento del empleo; por consiguiente, las medidas que reducen la desigualdad en las estructuras salariales pueden contribuir a la eficiencia económica (mediante el aprovechamiento completo de los recursos humanos) y también la competitividad: Los países escandinavos han comprendido esto y lo han convertido en un pilar de su desarrollo durante décadas”.
Por lo que hace referencia al tema que aquí se trata es muy útil el artículo del alemán Heiner Flassbeck “Mercados laborales y desarrollo económico” en el que mantiene la tesis que defiende con rigor sobre que los salarios reales no determinan el empleo, sino que éste viene determinado por el crecimiento. De modo que se puede deducir, que mal lo tiene la economía española si no es capaz de crecer para generar empleo. Las propuestas del FMI lo que hacen es generar más desempleo, desigualdad y pobreza. En todo caso, añado, que si bien es válido que, en el contexto en el que estamos, el empleo depende del crecimiento, es fundamental también plantearse la naturaleza de ese crecimiento, que no conduce necesariamente al desarrollo humano.







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