Juan Tortosa
01 diciembre
de 2013
Regresamos a “Aquella
España nuestra” a toda pastilla.
Volvemos al pasado
cuesta abajo y sin frenos. Estamos en la época de internet, sí,
pero los sabores rancios y el olor a naftalina se mezclan con los smarphones, las play
stations y las xbox en una desconcertante simbiosis
donde vuelven los efluvios de aquella España nuestra, “devota de
Frascuelo y de María“, que con tanto dolor de su alma retratara en su
día Antonio Machado.
Gallardón con la criminalización del aborto,
más papista que el papa; Wert con la demolición de la
educación pública y desmotivando, con la subida del IVA, a acudir al cine y al
teatro; Báñez, Montoroy de Guindos orquestando un
contexto en el que los trabajadores, -los que queden, claro- aguanten
sometidos, explotados, temblorosos y calladitos; Mato acojonando
a los viejos, que vuelven a meter el poco dinero que conservan en el colchón
para asegurarse medicinas y médicos cuando se pongan malitos, colchones que Montoro rastrea
para meterles mano en busca de dinero negro, que para qué va a ir a buscarlo en
los bancos, en los cortijos de los señoritos o en la contabilidad “b” de su
propio partido…
Todo huele ya a
aquella España nuestra “de las aras quietas, de las vendas negras sobre
carne abierta” que cantara la malograda Cecilia. El
opusdeísta ministro del interior (el opus dei siempre tiene
que estar en medio) nos quiere empurar por salir a la calle, por enarbolar
según qué pancartas, por increpar a según qué políticos, por insultar según qué
banderas o por no cantar a “su querida España” con aquellos himnos felizmente
olvidados. ¿Que eso no lo han dicho aún? Tranquilos, que todo llegará. Nos
quieren devolver a aquella España nuestra, la de la sumisión de la mujer que
promueve el arzobispo de Granada, la del insulto al moro y la desconsideración
a los gitanos, la de la miseria, la de buscar el sustento a la desesperada…
Leo el libro de Jesús Pozo que
“La Esfera de los libros” ha editado hace pocas semanas
y no puedo menos que considerarlo premonitorio. Los retratos de la España de
los años cuarenta y cincuenta que veo en él, todos inéditos, muestran el país
al que los fachas que nos gobiernan parecen querer devolvernos sin remedio. Una
España donde se hacían tortillas sin huevos y el
tabaco eran las cáscaras de naranja secas y trituradas, una España donde
las energías y las horas se gastaban en la lucha por la supervivencia y no
quedaba tiempo ni para pensar, y si te daba por hacerlo acababas en la cárcel.
Una España analfabeta, donde las posibilidades que los pobres tenían de
estudiar eran pocas y las becas para conseguir hacerlo menores aún.Una España
donde cuatro millones de personas abandonaron sus lugares de procedencia para
buscar en otros una ocupación que les diera de comer…
Salimos de aquello
muy rápido, sí. Casi disparados, en menos de veinte años. Tan rápido que me
parece que estamos en pleno efecto rebote, porque volvemos a encontrarnos más
cerca de “aquellos años” de lo que nos creemos. Hemos vivido un
teórico e ilusionante paréntesis que estos carcamales se han propuesto
convertir en espejismo. Es como si quisieran cerrar un círculo y borrar un
período de nuestra historia donde hubiéramos vivido un sueño en el que nos
llegamos a creer, infelices de nosotros, europeos, libres, modernos y a salvo
de la caspa y el meapilismo.
Seremos todo lo
europeos que queramos, pero los somos para lo malo y no acabamos de verle la
punta a nada de lo bueno. Menos mal que parece que aún somos ciudadanos. Aunque
por el camino que vamos las leyes de estos fascistas que, con la coartada de
haber ganado por mayoría absoluta, gobiernan a golpe de decreto, nos van a
acabar convirtiendo en súbditos. Como en “Aquella España Nuestra” el
libro en el que Pozo nos pone ante nosotros mismos y nuestra propia historia
con fotos que funcionan como un espejo demoledor, las consecuencias de los
destrozos de ahora pueden dar perfectamente, más pronto que tarde, para una
nueva edición actualizada a la que llamar “Aquella… y esta España nuestra“.
Esta España en la que volvieron a hacer añicos nuestras libertades, nuestro
bienestar y buena parte de nuestras esperanzas. Si nos dejamos, claro.
Fuente: www.publico.es
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