Artículos de Opinión | Paco Perez | 31-01-2014 |
En
mayo se celebran alecciones al parlamento europeo también en Gamonal, en el
Raval, en Vallecas, en el campo andaluz y allí donde se han desatado mareas de
todas las tonalidades y colores. Aunque la cámara de Estrasburgo adquiere
formalmente mayores competencias, tampoco conviene hacerse demasiadas ilusiones
sobre la capacidad de maniobra de los futuros eurodiputados: El gobierno alemán
y el BCE seguirán marcando el paso de esta Unión "neoliberal"
Europea. No obstante, estos comicios tienen una capital importancia para los
castigados sin postre: Los pueblos del Sur de Europa. Españoles, portugueses,
italianos, chipriotas y griegos, necesitamos evidenciar nuestro rechazo rotundo
al austericidio y al papel que se nos quiere relegar desde Berlín, Bruselas y
los parqués de los mercados de valores: ser mano de obra "low cost",
una especie de zona económica especial sin apenas derechos laborales, sin
estado social y sin democracia efectiva. En el caso español, además, tenemos la
ocasión de tomar la temperatura a un enfermo que en la calle, en las instituciones
y en los juzgados parece terminal. Me refiero al régimen surgido de la
restauración de 1975, el sistema bipartidista que lo sostiene y la casta
política y financiera, convertida ya en chusma por la percepción de corrupción
y expolio generalizado. El virus detectado el 15 de mayo de 2011 va mutando y
ataca al sistema en el momento y el sitio mas insospechado, como hemos podido
ver recientemente. Sus efectos han puesto al descubierto las vergüenzas que se
esconden tras el andamiaje del edificio del Estado y todo lo que de él se
desprende, como instituciones, poderes fácticos, partidos y sindicatos, nos
parecen extremadamente rancios. Mientras tanto las élites políticas siguen sin
darse por enteradas.
Y
sin embargo, si no lo remediamos, parece que estamos abocados al titular del
día siguiente del recuento de los votos: "Retroceso moderado de los dos
grandes partidos e insuficiente avance de Izquierda Unida y de las pequeñas
coaliciones electorales". En definitiva un éxito incontestable para los
que a derechas y a izquierdas, siguiendo al príncipe de Lampedusa, se empeñan
en que las cosas cambien lo imprescindible para que continúen más o menos
igual. Yo, al menos, no tengo ninguna duda: El inmovilismo, que no me cuente
entre sus filas. Ha tenido que ser una iniciativa de profesores universitarios,
activistas de los movimientos sociales y militantes anticapitalistas quienes
pongan sobre la mesa lo evidente: la necesidad de sumar todas las fuerzas de
los que compartimos el rechazo a las medidas de austeridad, abrir un proceso
constituyente y oponerse a naturaleza neoliberal de la Union Europea:
"Mover ficha, convertir la indignación ciudadana en cambio político".
Confieso que este título es casi lo único que he leído del manifiesto de
PODEMOS que me dispongo a firmar. Me basta ante tanto "tran tran" y
tanta atrofia.
Conozco
bien al compañero Iglesias , "le duele la cara de ser tan guapo", y
como le conozco, también se que no es ningún cretino. No creo que que se
considere a sí mismo como portavoz unipersonal del pueblo descamisado, ni tan
siquiera un Beppe Grillo castizo. Estaremos atentos por si acaso. Pero hasta
sus críticos tienen que reconocer, que en los últimos años ha defendido con más
pasión y lucidez que nadie la oposición al sistema, aprovechándose para ello de
los medios de comunicación de masas. Es precisamente la notoriedad alcanzada,
lo que Pablo Iglesias pone al servicio de un proyecto, que se propone agitar
las estancadas aguas de la izquierda política. Nos pide 50.000 firmas antes del
8 de Febrero para tomar la decisión definitiva de seguir adelante con un
proceso, que en todo caso tendría que resolverse mediante el vértigo del
ejercicio de la democracia directa. Voy a ser práctico por una vez en mi vida:
mi firma no le va faltar, ni la de muchas compañeras y compañeros que me consta
me van a acompañar en esta mínima inversión inicial que se nos pide. Luego ya
veremos, como dice el Cholo Simeone: "partido a partido".
Admito,
por último, el atrevimiento de los promotores de la iniciativa, empezando claro
está, por Pablo Iglesias. Pero he reparado que es precisamente la osadía, lo
que he venido practicando desde siempre. No se me van a despertar los celos
cuando la practiquen los demás. Pablo Iglesias ha recorrido los platós de las
televisiones en horarios de máxima audiencia para denunciar la estafa y a los
estafadores. Ha sido como un inquilino en casa ajena. En la película de
Schlesinger que da nombre a este artículo, una pareja acomodada alquila el
apartamento de abajo a un hombre aparentemente inofensivo que terminará
convirtiéndose en una pesadilla. Un argumento así lleva inherente el suspense.
Fuente: www.tercerainformacion.es
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