30/01/2014
Jordi Corachán |
No
les prometió la luna, solo mostrarles el mar, y por tener sueños lo ejecutaron.
Allá, en un minúsculo pueblo de Burgos
llamado Bañuelos de Bureba, donde la II República
destinó a Antoni Benaiges como maestro. Allí lo detuvieron,
torturaron, fusilaron y enterraron en una fosa común, y su cuerpo, 78 años
después, todavía no ha aparecido. Esa es la historia de un hombre bueno al que
mataron porque sí. Ese es el argumento de El Retratista, un documental
del colomense Sergi Bernal y el
italiano Alberto Bougleaux, que se ha pasado esta mañana a los
alumnos de Santa Coloma en el Teatre Sagarra (y por la tarde en la
biblioteca de Singuerlín), en el marco de las jornadas de recuperación de
la Memòria Històrica.
Ya lo
dijo Juanjo Gallardo, profesor de Can Peixauet, el martes: “¿De
dónde salen tantos muertos en Valladolid (2.555) o Salamanca (650)? En media
España no hubo guerra y, sin embargo, el franquismo hizo matanzas
(50.000 en total) y miles de detenciones y torturas contra los más humildes”.
La prueba es este documental, que narra la vida de un joven maestro catalán
dispuesto a aplicar en su escuela moderna, de niños y niñas, la
técnica Célestin Freinet, una innovadora metodología pedagógica basada
en la participación de los alumnos y el uso de la imprenta.
Documental estremecedor
“Lo mataron
por enseñar a pensar”, dijo categórico Bernal , ex alumno de
Gallardo, que ha buceado en la vida del maestro en Montroig, donde nació,
y Bañuelos, donde enseñó. En su escuela, todo giraba en torno a la
imprenta. Los alumnos redactaban e ilustraban los cuadernos. Según la película,
aquello era como una pequeña redacción periodística y los cuadernos bien
pudieran ser diarios, ya que hablaban de temas de actualidad que interesaban a
niños y adolescentes, y hasta tenían suscriptores.
Hicieron uno sobre El
Retratista, un hombre que apareció por la escuela y les hizo una foto a todos.
Allá en la puerta, chicos y chicas, y el maestro, todos con el ceño fruncido,
como si adivinaran el futuro. El último cuaderno lo publicaron en enero del 36.
El Mar, se titulaba. Y recogía las redacciones o crónicas de unos chiquillos
que no habían visto nunca el mar.
Por
eso, no se regresó de vacaciones a Montroig. Se quedó en la comarca
de Bureba, entre Burgos y Miranda de Ebro, tratando de encontrar un
autocar para llevar a sus alumnos a la costa catalana para ver el mar. “El mar es
una zona muy alta llena de agua, donde viven las merluzas y las anguilas”, en
palabras de un alumno escritas en un cuaderno que aparece en el documental.
Corría
el mes julio y Benaiges seguía en Bañuelos, pese a que las
tropas fascistas del General Franco habían tomado Burgos. No sé fue porque no
había hecho nada (¡Santa inocencia, don Antonio!). Daba igual, el
documental deja bien claro que no gustaba al cura que el maestro no fuera a
misa, ni que se llevara a los niños y niñas a estudiar y a explorar La Pedraja,
ni a los caciques que les inculcara ideas de igualdad. Por todas esas cosas lo
acusaron de rojo y, pese a ser más bueno que un santo, los
falangistas le dieron matarile.
Enseñaba lo que interesaba
Lo
explican sus alumnos, unos ancianos de 90 años, en el documental
de Bernal y Bougleaux (Chapeaux, por el trabajo). Lo
resumió muy bien una mujer: “Enseñaba lo que interesaba, además de a leer y
escribir bien”. Y no solo a ellos, sino a los agricultores que no sabían a
hacer la o con un canuto, los pobres. “Era maestro las 24 horas del día”,
recalcó Bernal. Y la alcaldesa, en primera fila, ponía ojos como
platos.
Ella
y todos, porque habían sido 52 minutos de imágenes deslumbrantes y
estremecedoras. Una lección de historia viva, una vacuna contra las
dictaduras, un ejemplo de tolerancia. A Antoni Benaiges lo
mataron porque sí, por el delito de hacer soñar a sus alumnos con la inmensidad
del mar.
Fuente: http://www.gramenet20.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario