La hipocresía moral
de la jerarquía católica española
Viernes, 3 de enero de 2014
Por A.R. Suárez / Canarias Semanal
La verdad es que la alta jerarquía de la Iglesia Católica
comienza sentirse en su salsa, vuelve a cosquillearle en el
vientre el recuerdo de aquellas solemnes campañas evangelizadoras
de los cuarenta y cincuenta, cuando la dictadura había puesto en
sus manos la educación de un pueblo al que después de tantos avatares
históricos era necesario domeñar.
Quizá en la memoria de los más viejos purpurados
afluyan aun los recuerdos de las movilizaciones santificadoras
a las puertas de las salas cinematográficas que se atrevían a
exhibir algún film catalogado por la censura eclesiástica con el número
cuatro (es decir, "peligrosamente prohibida para todos").
Contrariamente a lo que muchos jóvenes puedan creer, los
llamados "escraches" no se inventaron anteayer en la Argentina
posterior a la dictadura militar, ni los comenzaron a practicar los desahuciados
por los bancos. Los escraches fueron una creación de los curas españoles
que alentados por obispos y arzobispos tridentinos, se dedicaban a armar
bulla y a sermonear en las entradas de los espectáculos
considerados como "moralmente peligrosos". Algo de
eso fue lo que le sucedió al film italiano "Arroz Amargo",
una película cinematográficamente horrible, pero que fue considerada por
la censura de la Iglesia como altamente pecaminosa. La condena de la iglesia
hizo posible que tanto recuerdo del título del film como el del nombre de su
protagonista permanezca después de décadas en la memoria de las generaciones de
aquella época.
En correspondencia con esa calificación, las diferentes
jerarquías eclesiásticas provinciales organizaron multitud de ensotanados escraches
ante las puertas de los cines, con los trataban de conminar
a sus potenciales espectadores a no visionar aquel inocente
film, pues de lo contrario sus almas correrían el peligro de acabar en
los ardientes y eternos fuegos infernales.
Posiblemente el actual arzobispo de Irueña fue uno de
aquellos aguerridos seminaristas que intentaron liberar a los feligreses de las
tentaciones masturbatorias que podían provocar la contemplación de
los turgentes muslos de la actriz italiana Silvana Mangano,
que fue la protagonista de aquella turbulenta película que tantas
eyaculaciones provocó en la legión de adolescentes que no
tuvieron la oportunidad de verla, pero sí de imaginarla a través de sus sugerentes
carteles anunciadores .
Lo cierto es que el pasado viernes, Monseñor
Francisco Pérez , arzobispo de Irueña, sin pensárselo mucho,
se plantó la pasada semana frente a una clínica abortista, en Ansoain,
y acompañado por solo una veintena de personas , pero respaldado por un potente
aparato mediático, rezó un santo rosario por la conversión de los que practican
en clínicas debidamente legalizadas el aborto.
Como no podía ser menos, grupos de personas que defienden la
libertad de la mujer para poder decidir sobre su propio cuerpo, expresaron en
el mismo lugar su disconformidad con la protesta de quienes se empeñan en
imponer su moral hipócrita a los demás
La cuestión es que el incidente sirvió para que
muchos se animaran a desempolvar las hemerotecas y descubrieran que
el tal Monseñor Francisco Pérez fue nada menos que padre espiritual de
las tropas españolas en la guerra de Irak y Afganistán. Es decir,
que don Paco, a la vez que reclama la vida para los todavía no nacidos,
carece de reparos a la hora de bendecir a las tropas que tienen la
misión de acribillar a aquellos que no hacen otra cosa que
defender su tierra de la ocupación de tropas extranjeras. Como
puede constatarse la moral hipócrita de la iglesia pervive por encima de
los tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario