viernes, 3 de enero de 2014

EL ARZOBISPO DE PAMPLONA "ESCRACHEA" A LAS ABORTISTAS Y BENDICE A LAS TROPAS EN AFGANISTÁN

La hipocresía moral de la jerarquía católica española
Viernes, 3 de enero de 2014
Por A.R. Suárez / Canarias Semanal

      Miren ustedes por donde, el pasado fin de semana el arzobispo de Irueña, Monseñor Francisco Pérez, encabezó un escrache contra una clínica abortista en Ansoain. Protestaba este príncipe de la Iglesia contra un centro hospitalario que acogido a la todavía vigente legislación practicaba el aborto a aquellas mujeres que lo solicitaban.
    La verdad es que  la alta jerarquía de la Iglesia Católica comienza sentirse en su salsa, vuelve a   cosquillearle en  el vientre el recuerdo de aquellas solemnes campañas evangelizadoras   de los cuarenta y cincuenta, cuando la dictadura había puesto en sus manos la educación de un pueblo al que después de tantos avatares históricos era necesario domeñar.
       Quizá en la memoria de los más viejos purpurados  afluyan aun los recuerdos de  las movilizaciones santificadoras   a las puertas de las salas cinematográficas que se atrevían a exhibir algún film catalogado por la  censura eclesiástica con el número cuatro (es decir, "peligrosamente prohibida para todos").
      Contrariamente a lo que muchos jóvenes puedan  creer, los llamados  "escraches" no se inventaron anteayer en la Argentina posterior a la dictadura militar, ni los comenzaron a practicar los desahuciados por los bancos. Los escraches fueron una  creación de los curas españoles que alentados  por obispos y arzobispos tridentinos, se dedicaban a armar bulla  y a sermonear en las entradas de los espectáculos  considerados como "moralmente  peligrosos". Algo de eso  fue  lo que le sucedió al film italiano "Arroz Amargo", una película cinematográficamente horrible, pero que  fue considerada por la censura de la Iglesia como altamente pecaminosa. La condena de la iglesia hizo posible que tanto recuerdo del título del film como el del nombre de su protagonista permanezca después de décadas en la memoria de las generaciones de aquella época.
      En correspondencia con esa calificación, las diferentes jerarquías eclesiásticas provinciales organizaron multitud de ensotanados escraches ante las puertas de los cines, con los  trataban de conminar  a sus  potenciales espectadores  a no visionar aquel inocente film, pues de lo contrario sus almas correrían  el peligro de acabar en los ardientes  y eternos fuegos infernales.
      Posiblemente el actual arzobispo de Irueña fue uno de aquellos aguerridos seminaristas que intentaron liberar a los feligreses de las tentaciones masturbatorias que podían  provocar la contemplación  de los turgentes muslos   de la actriz italiana Silvana Mangano, que fue la protagonista de aquella  turbulenta película que tantas eyaculaciones provocó en la legión  de adolescentes que no tuvieron la oportunidad de verla,  pero sí de imaginarla a través de sus sugerentes carteles anunciadores .  
      Lo cierto es que  el pasado viernes,  Monseñor Francisco Pérez , arzobispo de Irueña,  sin pensárselo mucho,  se plantó la pasada semana frente a una clínica abortista, en Ansoain, y acompañado por solo una veintena de personas , pero respaldado por un potente aparato mediático, rezó un santo rosario por la conversión de los que practican en clínicas debidamente legalizadas el aborto.
      Como no podía ser menos, grupos de personas que defienden la libertad de la mujer para poder decidir sobre su propio cuerpo, expresaron en el mismo lugar su disconformidad con la protesta de quienes se empeñan en imponer su moral hipócrita a los demás
      La cuestión es que  el incidente sirvió  para que muchos se animaran a desempolvar   las hemerotecas y descubrieran que el tal Monseñor Francisco Pérez fue nada menos que padre espiritual de las tropas españolas en la guerra de Irak y Afganistán. Es decir, que don Paco, a la vez que reclama la vida para los todavía no nacidos,   carece de reparos a la hora de  bendecir a las tropas que tienen la misión   de acribillar a aquellos que no hacen otra cosa que  defender su tierra de la ocupación  de tropas extranjeras. Como puede constatarse  la moral hipócrita de la iglesia pervive por encima de los tiempos.




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