Quim González Muntadas | Etica.Org.SL
nuevatribuna.es | 26 Enero 2014 - 19:33 h.
La
experiencia confirma la afirmación de que “las empresas suelen tener el
sindicalismo que se merecen”. Al opinar sobre la acción de los sindicatos y sus
propuestas en cada empresa, se debería relacionar cada caso con las
circunstancias en las que intervienen.
Para
ser más explícito, en una empresa vieja lo habitual -e incluso lógico- es
encontrar un sindicalismo antiguo. En una empresa humanizada y abierta, lo
normal -y lógico-, es encontrar un sindicalismo innovador y dialogante, porque
cuando no es así, pierde peso y sirve de poco, y lo más probable es que
desaparezca ya que vehicula deficientemente los intereses de quienes aspira a
representar.
Al
analizar el comportamiento de nuestro sindicalismo habría que preguntarse en
qué realidad se mueve y qué empresas predominan en nuestro país, si las de
finales del XIX y principios del XX, descritas por el profesor Guillermo de la
Dehesa (El Empresario del Siglo XXI), que corresponden a un perfecto Homo
economicus, es decir “hedonista en el consumo, egoísta en la riqueza,
individualista en la gestión y estajanovista en su trabajo”.
O
si predomina el empresario del Siglo XXI, que el mismo profesor define, como
quien “se adapta a un nuevo entorno económico más abierto, global y complejo,
donde los valores del egoísmo comienzan a dar paso al altruismo, a quien su
flexibilidad, el trabajo en equipo, la capacidad creativa y de innovación,
sustituyen a la rigidez y el individualismo. Un empresario que ya no vive
aislado, tiene responsabilidades sociales respecto a sus empleados, los
clientes, los suministradores, y un entorno cada vez más competitivo, que le
exige una excelencia que sobrepasa sus tradicionales dotes de mando”.
Según
qué tipo de empresa y de empresario se trate, la respuesta sindical, podemos
suponer, es también distinta. En una empresa vieja y taylorista, cuya base de
organización del trabajo es rígida, autoritaria, donde la iniciativa y la
participación de los trabajadores y sus representantes encajan mal, poco
sindicalismo moderno y europeo se puede esperar que nazca y crezca. Poca
innovación sindical se puede esperar cuando hay escasos instrumentos de diálogo
y negociación para la flexibilidad, ya que ésta se limita a los elementos
externos (el despido, los contratos eventuales, la escasa formación, etc.).
Pocas
propuestas sindicales innovadoras se pueden esperar en una empresa que se
siente cómoda con un cuerpo normativo y contractual como el actual, pensado
precisamente para ella y sus trabajos de bajo valor añadido, de poca formación
y con trabajadores fáciles de sustituir. ¿Qué sindicalismo se puede esperar más
allá de la resistencia, incluso la frustración y resignación frente al abuso
que posibilita la grave situación de crisis y el brutal desempleo? Sólo
resistir, sobrevivir y esperar tiempos mejores que cambien los equilibrios,
como hace cincuenta o cien años y muy posiblemente realizando un sindicalismo
parecido de esos años.
La
pregunta --y el reto-- es si nuestro sindicalismo, su organización, medios,
estructura y propuestas está suficientemente preparado para la nueva empresa y
el nuevo empresario del Siglo XXI, que los hay, y muchos; donde el trabajo
requiere versatilidad e iniciativa de las personas más allá de su
responsabilidad, con jerarquías más difusas y organigramas más planos, y necesita
formación permanente, implicación y compromiso con la marcha de la empresa.
La
pregunta de mérito es si el sindicalismo está en condiciones de responder a
esta empresa más compleja y dinámica, necesitada atender los intereses
individuales y conciliarlos con los colectivos, que sobrevive por su capacidad
de innovación, reacción y flexibilidad, y para quien nuestro mercado de trabajo
y el actual marco legal y contractual suponen una desincentivación y una
rémora.
La
respuesta es afirmativa. Sí, nuestro sindicalismo puede y sabe responder,
tenemos cientos de ejemplos cada día, ante la política de aquellos empresarios
innovadores que colocan a las personas en el eje de su gestión, y se esfuerzan
por tener una actitud más abierta y global, en el que sus valores comienzan a
dar paso al compromiso y a la responsabilidad social. Este empresario reclama y
merece todo el esfuerzo de innovación y renovación sindical porque es ahí donde
está el progreso, en el encuentro de estas dos voluntades renovadoras, lo que
nos debe permitir enterrar la vieja empresa.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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