La
crisis económica ha agudizado el problema de los jóvenes que abandonan los
estudios y encuentran serias dificultades para encontrar un empleo, afrontando
un horizonte de paro de larga duración, pobreza y exclusión social...
nuevatribuna.es
| Por Javier
López | 30 Enero 2014 - 19:46 h.
La crisis
económica ha agudizado el problema de los jóvenes que abandonan los estudios y
encuentran serias dificultades para encontrar un empleo, afrontando un
horizonte de paro de larga duración, pobreza y exclusión social.
Las
instituciones europeas estiman que el coste económico de mantener esta
situación, para la economía europea, supone el 1,25% del Producto Interior
Bruto (PIB) de la Unión Europea. Europa no afronta unida este reto.
Los sistemas
educativos europeos son muy dispares. La educación obligatoria acaba en
distintos momentos en cada país, entre los 15 y 18 años. Tampoco las
estadísticas son equiparables, porque la definición de fracaso y abandono
escolar son distintos en cada país. Por no distinguir, no distinguimos, a nivel
europeo, ni cuantos abandonos educativos proceden de la formación profesional,
o de la general.
Ahora bien,
sí conocemos perfectamente que el fracaso escolar es clasista y elige a las
clases más desfavorecidas, especialmente a los varones de nivel socioeconómico
bajo y que pertenecen a grupos vulnerables como los inmigrantes.
Así las
cosas, conviene tomar en cuenta los factores que influyen en el abandono de los
jóvenes de la Formación Profesional. Un primer factor es la falta de
orientación profesional, que determina que algunos jóvenes comprueben que su
elección formativa no era la correcta.
Además, un
mercado de trabajo con muchos empleos de baja cualificación, incentiva el
abandono prematuro, pese al hecho comprobado de que el paro siempre es mayor
cuando la cualificación profesional es baja.
Otro
elemento desincentivador para la formación, es el bajo nivel salarial. Tener
más formación no significa, en muchos casos, tener mejor salario y, en otras
ocasiones, emigrar a otro país, aun con un empleo no cualificado, pero mejor
pagado, es otra tentación que trabaja en contra de la permanencia en la
Formación Profesional.
Hay países,
como Holanda, que registran y siguen el alumnado en proceso de formación, pero
no es lo general en Europa. Hay países que han creado programas para gestionar
la carrera profesional, que incluyen la oportunidad de adquirir, mejorar, o
actualizar competencias clave, combinándolas con prácticas en empresas,
orientación personal, convalidación de procesos de aprendizaje formal e
informal.
Cada día
aparece con más fuerza la idea de que apoyar y ayudar a los jóvenes en la FP,
mejorando la información, la orientación, e incorporando breves prácticas profesionales,
prestando especial atención a los jóvenes procedentes de colectivos más
desfavorecidos, es un instrumento útil para la inserción laboral y para
mantener a los jóvenes en la formación.
Otro
elemento importante es flexibilizar los procesos de aprendizaje en la FP,
estableciendo módulos, cualificaciones parciales, procesos de formación,
aprendizaje, prácticas, e inserción laboral. Ofreciendo, en algunos casos,
incentivos económicos y financieros para la asistencia y rendimiento del
alumnado.
El problema
del abandono no depende sólo del alumnado y del sistema de Formación
Profesional. Depende también de las actuaciones políticas sobre el mercado
laboral, el salario inicial, políticas de reconocimiento de las
cualificaciones, o servicios de orientación disponibles. Combatir el fracaso y
el abandono en la formación profesional, depende del atractivo que tenga para
nuestros jóvenes, con un horizonte despejado de empleo.
Sin
descartar la existencia de incentivos de carácter económico, un elemento esencial
estriba en una vinculación cada vez mayor entre empresas y centros de
formación, implicando a los profesionales de la formación y creando redes y
alianzas locales y regionales entre la educación, los empresarios y los
sindicatos, los servicios de empleo, los estudiantes, los centros de formación,
los trabajadores sociales y las empresas. Todo ello, al servicio de la
formación y la inserción laboral de nuestros jóvenes.
Es evidente
que la consecución de un puesto de trabajo no va a depender exclusivamente de
la formación, pero esa formación debe tener cada vez mayor importancia y
reconocimiento, en relación con un marco claro de cualificaciones a nivel
nacional.
La formación
debe velar por la calidad y la evaluación permanente, con participación de
empresarios y trabajadores. Debe permitir el reconocimiento y la convalidación
de las cualificaciones adquiridas formal o informalmente, prevenir el abandono
y el fracaso de nuestros jóvenes. La formación profesional tiene solución, pero
esa solución debe ser compartida y exige un reforzamiento de la negociación
colectiva y el diálogo social, por más que las crispaciones que produce la
crisis, amenacen las posibilidades de compartir el esfuerzo y afrontar unidos
el trabajo que este país necesita.
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