La
victoria de la 'marea blanca' debería suponer un punto de inflexión. La
esperanza que genera la lucha ha ganado frente la resignación.
nuevatribuna.es
| Por Joan
Coscubiela | 28 Enero 2014 - 13:10 h.
La victoria
de la #MareaBlanca frente al Gobierno del PP de Madrid es un motivo de alegría
y esperanza que desborda las fronteras de su Comunidad. Lo más importante es la
defensa de la Sanidad Pública frente las políticas de privatización. Pero,
además, nos ofrece algunas lecciones que vale la pena destacar.
En unos
momentos en que la derecha impone su hegemonía ideológica con la pretendida
desaparición de fronteras entre derecha e izquierda, la #MareaBlanca nos ayuda
a combatir esta idea. La derecha no distingue entre derechos y bienes de
consumo y nos propone un modelo de sociedad en que la economía de mercado es la
gran reguladora de las relaciones sociales. Todo, incluso los derechos
esenciales, como la salud o la educación, son susceptibles de regirse por las
leyes del mercado. Para la izquierda la distinción debería ser clara, aunque no
siempre la izquierda gobernante lo recuerde. Hay derechos esenciales que no
pueden estar sometidos a las leyes del mercado, sino que deben ser garantizados
por los poderes públicos para que la igualdad sea efectiva y la democracia no
sea papel mojado. La salud no es un bien de consumo, es un derecho humano
esencial. Por eso es importante la batalla para evitar que se niegue a los
inmigrantes el acceso a la sanidad pública.
La crisis
está siendo utilizada como excusa para imponer contrarreformas en el modelo de
sociedad que, en condiciones democráticas de normalidad, la ciudadanía no
aceptaría. Y en el marco de estas contrarreformas, se generan oportunidades de
negocio en sectores empresariales que podríamos llamar "capitalismo
concesional". Es uno de los dramas del modelo económico español, también
catalán, la existencia de un "concubinato" permanente de un
capitalismo poco eficiente que vive de sus relaciones con las élites políticas
gobernantes, a las que alimenta de recursos. Esta es la explicación de la
ineficiente adscripción de recursos públicos a proyectos sin ningún interés
social, pero que aportan al capitalismo concesional grandes beneficios. No es
un fenómeno sólo español, pero, en nuestro caso, la descentralización política
del poder ofrece más oportunidades de negocio y de comportamiento caciquil. Con
la crisis, ha caído la principal fuente de negocio de este modelo de
capitalismo parásito, las inversiones públicas en infraestructuras, lo que ha
provocado un proceso de diversificación por parte de estos sectores
empresariales y al mismo tiempo políticas públicas orientadas a garantizarles
nuevos negocios. Ha cambiado el sector en el que actúan, no la cultura de
capitalismo concesional y parásito.
La más
evidente de las enseñanzas es la de la utilidad de la lucha unitaria, a nivel
profesional, social, judicial y político. Rajoy y el PP basan buena parte de su
régimen absolutista en generar sentimientos de culpa, miedo y resignación. En
este sentido, la victoria de la #MareaBlanca debería suponer un punto de
inflexión. La esperanza que genera la lucha ha ganado frente la resignación en
que se fundamenta el poder absolutista.
Estas
reflexiones son universales, pero los catalanes deberíamos ver si la batalla
contra la privatización de la sanidad madrileña no nos deja algunas lecciones
especialmente útiles para la sociedad catalana.
En Cataluña,
desde siempre pero especialmente en los últimos años, se ha generado un
imaginario que casi hace desaparecer la existencia de la derecha catalana.
Frente a la derecha salvaje del PP , la derecha que disimula de CiU -en
palabras de Joan Herrera-. Disimula tan bien que, gracias al control de los
medios de comunicación, ha conseguido hacer olvidar que leyes básicas como la
Reforma Laboral, la de Estabilidad Fiscal -base de los recortes- y otros han
sido votadas por CiU. Y disimula tan bien que hace olvidar a los catalanes los
intentos de privatización de servicios sanitarios. O que la convivencia en un
mismo hospital de la red pública de listas de espera diferenciadas entre sector
público y sector privado es una forma de privatización del derecho a la salud,
más sofisticada, pero igualmente injusta socialmente. Lo mismo podríamos decir
de la educación. La defensa del modelo lingüístico catalán no debería hacer
olvidar que, en muchos aspectos, la política educativa de la Consellera Rigau
está en plena consonancia con la Ley Wert. Es cierto que disimula mejor y
camufla esta identificación con la legítima y necesaria defensa del modelo
lingüístico de la escuela catalana.
A la
ciudadanía de Cataluña, la victoria de la #MareaBlanca de Madrid nos ofrece la
posibilidad de parar un momento y pensar si no tenemos que cambiar algunas
cosas. Necesitamos urgentemente que la batalla por el derecho a decidir, por el
derecho a más autogobierno, no pueda ser utilizada por la derecha que disimula
y porque le dan apoyo para imponer cambios sociales que, en condiciones de
normalidad, la sociedad catalana no aceptaría.
Para ello es
clave abandonar algunas ideas instaladas en Cataluña. "Ahora tenemos que
luchar por los derechos nacionales, de los derechos sociales y ya nos
preocuparemos cuando seamos independientes". O "denunciar
determinadas actuaciones del Gobierno de CiU es hacer el juego a nuestros
enemigos". O "no queda más remedio que recortar y privatizar, no
tenemos margen, hasta que…..". La lista es tan larga como peligrosa.
Que el
Gobierno de CiU y los que lo apoyan quieran disimular, es lógico, que la
ciudadanía catalana decida de manera gregaria mirar hacia otro lado, no es buen
síntoma de madurez democrática y tiene muchos riesgos. Habrá que agradecer a la
#MareaBlanca de Madrid toda su lucha. Decidir si queremos aprender o no de sus
lecciones, es responsabilidad nuestra.
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