La doctora en filosofía y feminista Beatriz
Preciado clama contra el propósito del Gobierno de Rajoy de “plantar una
bandera de España en cada útero del Estado-Nación”. Frente a las intenciones
insanas del nacionalcatolicismo, afirmación como ciudadanas totales:
abstinencia, homosexualidad, masturbación, fetichismo… aborto.
29 de enero de 2014
Beatriz Preciado*
Encerrados en la ficción individualista neoliberal,
vivimos con la ingenua sensación de que nuestro cuerpo nos pertenece, de que es
nuestra propiedad más íntima. Sin embargo, la gestión de la mayor parte de
nuestros órganos está a cargo de diferentes instancias gubernamentales o
económicas. De todos los órganos del cuerpo, el útero ha sido sin duda aquel
que históricamente ha sido objeto de una mayor expropiación política y
económica. Cavidad potencialmente gestacional, el útero no es un órgano
privado, sino un espacio biopolítico de excepción, al que no se aplican las
normas que regulan el resto de nuestras cavidades anatómicas. Como espacio de
excepción, el útero se parece más al campo de refugiados o a la prisión, que al
hígado o al pulmón.
El
cuerpo de las mujeres contiene dentro de sí un espacio público, por cuya
jurisdicción se disputan no sólo los poderes religiosos y políticos, sino también las industrias médicas, farmacéuticas y
agroalimentarias. De ahí que, como bien señala la historiadora Joan Scott las
mujeres hayan estado durante largo tiempo en una situación de “ciudadanía
paradójica”: si como cuerpos humanos pertenecen a la comunidad democrática de
ciudadanos libres, como cuerpos con úteros potencialmente gestantes, pierden su
autonomía y pasan a ser objeto de una intensa vigilancia y tutela política. Cada
mujer lleva dentro de sí un laboratorio del Estado-Nación de cuya gestión
depende la pureza de la etnia nacional. Durante los últimos cuarenta años,
el feminismo ha llevado a cabo en Occidente un proceso de descolonización del
útero. Pero la actualidad española nos muestra que este proceso no sólo está
inacabado, sino que es frágil y fácilmente revocable.
El
pasado 20 de diciembre, el gobierno de Mariano Rajoy aprobaba en España el
Anteproyecto para la nueva ley del aborto que será, junto con la irlandesa, la
más restrictiva de toda Europa. La nueva ley de “Protección de la Vida del
Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada” contempla únicamente dos
supuestos de aborto legal: el riesgo para la salud física o psíquica de la
madre (con un plazo de 22 semanas) o violación (con un plazo de 12 semanas).
Además, el riesgo de la madre deberá ser acreditado por un médico y un
psiquiatra independientes y deberá ser objeto de un proceso colectivo de
deliberación. El Anteproyecto ha suscitado no sólo la indignación de los grupos
de izquierda y feministas, sino también la oposición del colectivo de
psiquiatras que se niegan a participar en este proceso de vigilancia y
patologización de las mujeres embarazadas que restringe su derecho a decidir
por sí mismas.
¿Cómo
explicar esta iniciativa del gobierno de Rajoy? Las políticas del útero, como
la censura o la restricción de la libertad de manifestación, son un buen
detector de las derivas nacionalistas y totalitarias. En un contexto de crisis
económica y política del Estado español, frente a la reorganización del
territorio y de “anatomía” nacional (pensemos en el proceso abierto de secesión
de Cataluña, pero también en el actual descrédito de la monarquía y en la
corrupción de las élites dirigentes) el gobierno busca recuperar el útero
como lugar biopolítico en el que fabricar de nuevo la soberanía nacional.
Sueñan que poseyendo el útero podrán mantener las viejas fronteras del
Estado-Nación en descomposición. Este Anteproyecto de Ley es también una
respuesta a la legalización del matrimonio homosexual que tuvo lugar durante el
mandato del precedente gobierno socialista y que, a pesar de intentos
recurrentes del PP, el Tribunal Constitucional no ha aceptado derogar. Frente a
la puesta en cuestión del modelo de familia heterosexual, el gobierno de Rajoy,
próximo del grupo integrista católico Opus Dei, pretende ahora ocupar el cuerpo
femenino como último lugar en el que se juega no sólo la reproducción nacional,
sino también la hegemonía masculina.
Si
la historia biopolítica pudiera ser narrada cinematográficamente diríamos que
la película que nos prepara el PP es un febril porno-gore en el que el
presidente Rajoy y su ministro de justicia Ruiz Gallardón plantan una
bandera de España en todos y cada uno de los úteros del Estado-Nación. Este
es el mensaje que envía el gobierno de Rajoy a todas las mujeres del país: tu
útero es territorio del Estado español, coto y fermento de la soberanía
nacionalcatólica. Sólo existes como Madre. Abre las piernas, sé tierra de
inseminación, reproduce España. Si la ley que pretende implantar el PP se
hiciera efectiva, las españolas se despertarían con el Consejo de Ministros y
con la conferencia episcopal dentro de sus endometrios.
Como
cuerpo nacido con útero, cierro las piernas al nacionalcatolicismo. Les digo a Rajoy y Rouco Varela que no pondrán un pie
en mi útero: ni he gestado, ni nunca gestaré al servicio de la política
españolista. Desde esta modesta tribuna, invito a todos los cuerpos a hacer
huelga de útero. Afirmémosnos como ciudadanas totales, no como úteros
reproductivos. No sólo a través de la abstinencia y la homosexualidad, sino
también de la masturbación, de la sodomía, del fetichismo, de la coprofagia, de
la zoofilia… y del aborto. No dejemos que penetre en nuestros úteros ni una
sola gota de esperma nacionalcatólico. No gestemos para las cuentas del PP, ni
para las parroquias de la Conferencia Episcopal. Hagamos esta huelga como
haríamos el más matriótico de los gestos: para acabar con la ficción
nacional y empezar a imaginar una comunidad de vida post-Estado-nacional, que
no tenga como condición de posibilidad la violencia y la expropiación del
útero.
*Beatriz Preciado es doctora en filosofía y directora
del Programa de Estudios Independientes del Museu d’Art Contemporani de
Barcelona (MACBA).
Fuente: www.publico.es
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