Artículos de
Opinión | Ángel de la Cruz | 19-05-2013 |
Hoy en día
todas las personas que dedican parte de su vida a la política en nuestro país
(a estudiarla o a ejercerla, ya sea en una institución o en un movimiento
social) llegarán a una conclusión que meses atrás no parecía tan clara:
asistimos a una Crisis de Régimen. Esto ya no es un juicio de valor, una
algarada o una consigna, es una constatación. La clase dominante ya no dirige,
solo domina mediante la fuerza ya que ha perdido –va perdiendo, más bien- el
consentimiento de las masas que a su vez se van desprendiendo, paulatinamente,
de las ideologías tradicionales. Decía Lenin que la Revolución era imposible
sin una crisis nacional general, que se manifestaría –principalmente- en que los
explotados serían conscientes de la necesidad de dicha revolución y en que la
crisis gubernamental sería tan importante que la política llegaría a las
grandes masas, antes ‘ajenas’ a ella. Seamos más modestos y cambiemos
“revolución” por “proceso constituyente” (más lo siento yo), aspirando a un
escenario como por ejemplo el venezolano: llegar al Gobierno, iniciar un
proceso constituyente, crear un nuevo marco político-institucional y, una vez
ahí, arrebatar Poder.
Los estudios
sociológicos que evidencian la caída del bipartidismo, de la monarquía, de la
‘democracia representativa’ o el rechazo a la ‘economía de mercado’ son
sintomáticos. Como también lo son los continuos movimientos que se producen
como respuesta ante un posible levantamiento organizado y popular: Beatriz
Talegón, el Príncipe Felipe, UPyD, cambios estratégicos de determinados medios
de comunicación, cánticos de sirena hablando de unidad de la izquierda en
abstracto, etc. Transformismo. Gatopardismo, en el fondo: cambiar todo para que
nadie cambie. Lo decían algunos sin sonrojo: una segunda Transición. No se me
ocurriría mejor ejemplo.
Este
contexto de excepción, que abre un escenario nuevo en el que podemos disputar
la hegemonía, podemos afrontarlo desde dos visiones distintas y, a mi juicio,
opuestas. Por un lado podemos seguir con los mismos ojos que hace diez, veinte
o treinta años. Así, llegaríamos a la conclusión (tan repetida hoy, cada vez
con más asiduidad y menos originalidad) de que lo que hace falta es un Frente
de Izquierdas para parar “a la derecha”. Implícitamente se legitima el
bipartidismo (reconociendo que hay una opción de izquierdas y otra de derechas)
y se subordina todo movimiento que no sea institucional al plano meramente
electoral. Independientemente de cualquier otro juicio, esta opción, planteada
como una especie de pactos por arriba y sumas de siglas, sería un fracaso
porque en el mejor de los casos conseguiríamos ser ocho más dos.
Por otro
lado, podemos mirar a lo grande, asumir lo anterior y analizar el plantel sociológico
y político. Así llegaríamos a la conclusión de que no basta con los llamados
“votantes de izquierdas” del PSOE (que se iban con el voto útil) y que ni
siquiera basta con la unión sincera y generosa de toda la izquierda
transformadora. Si aspiramos a ser mayoría, a ser fuerza de poder, necesitamos
a todas las personas con sensibilidad constituyente y sin anclajes ideológicos
sólidos. Dicho de otra manera: necesitamos a todas las personas que apoyan a la
PAH y creen que el Congreso no pinta nada (esas que antes votaban a PP o PSOE y
puede que lo sigan haciendo si no encuentran Alternativa). Y nadie debería
asustarse: esto no quiere decir que hay que moderar el discurso o rebajar el
programa, al contrario. Lo único que quiere decir es que lo abstracto divide y
lo concreto une (o pone a cada uno en su lugar): lo concreto es un programa
nítidamente anticapitalista con medidas tan precisas como comprensibles
respaldado por un discurso rupturista y de mayorías, encuadrado en un marco
estratégico que tenga como objetivo la superación de este decrépito Régimen. No
se trata de dar palos de ciego sino de ofrecer un proyecto alternativo de país,
ya que a veces se nos olvida que a la gente normal le interesa un comino qué
opinamos de Corea del Norte y que nuestros sesudos análisis no sirven de nada
si no somos capaces de transformarlos en Discurso.
Fuente: http://cincuentaytresdias.blogspot.com.es/2013/05/romper-con-el-mito-del-frente-popular.html
Estoy de acuerdo en lo de nuevo Proceso Constituyente, pero con eso no basta, si no hay cambio de leyes, la primera y primordial es la Ley Electoral, donde todos los partidos grandes y pequeños tengan las mismas oportunidades. No es justo, ni ético, ni moral, que por ejemplo Izquierda Unida, tenga que reunir 300.000 votos para sacar un diputado y el BNGA, el PNV o CIU, Esquerra Republicana les baste con 30.000 pofr que solo se presenta a nivel autonómico, mientras eso siga así sin cambiar, la democracia esta ninguneada, hay muchas mas leyes que cambiar pero esta es la base para poder cambiar las otras
ResponderEliminarfdo R. Isasi