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autor: http://thescarletrevolutionary.wordpress.com/
Reino Unido, Suecia y Dinamarca no rechazaron el euro
como moneda útil para diversas transacciones comerciales, dentro y fuera de sus
fronteras, pero conservan la libra esterlina, la corona sueca y la corona
danesa, respectivamente.
En este momento, cierto es, la recesión generalizada
en la Unión Europea no ofrece un futuro prometedor a corto plazo a ninguno de
los países de esta organización regional, pero, incluso con severos recortes
del gasto social tanto en la Eurozona como en el grupo de Estados que no han
renunciado a sus monedas nacionales, en estos últimos (los tres ejemplos arriba
citados) todavía tienen tasa de desempleo sensiblemente inferiores y unos
déficits limitados.
El hecho de que la Eurozona tenga en su seno un
porcentaje de intercambios relativamente bajo y que el presupuesto es pequeño
en relación con el Producto Interno Bruto del área no ayuda mucho, que digamos,
a la sostenibilidad y la viabilidad de la moneda única.
Una única política en materia de
tipos de interés e impide devaluaciones monetarias que se consideran o pueden
considerarse necesarias y urgentes. Alemania y el Bundesbank controlan el Banco
Central Europeo, y al menos un par de las entidades financieras germanas más
importantes han conseguido beneficios jugosísimos a base de conceder préstamos
a una banca como la española, la misma que con dinero público es rescatada a
expensas de empobrecer a millones de ciudadanos o súbditos que no disponen ya
ni de verdaderas cajas de ahorro que ayuden mediante ciertos créditos a las
rentas más bajas y a las pequeñas y medianas empresas.
Una misma moneda para tanta asimetría entre Estados
miembros no es sino síntoma de explotación de miembros débiles por parte de
uno/s hegemónico/s que, además, a través de la implantación férrea de medidas
neoliberales que perjudican especialmente a las sureñas Portugal, Italia o
Grecia, países donde la brecha socieconómica en su interior es tremendamente
dramática, donde el crecimiento económico es menor y más lento, la capacidad de
ahorro está más reducida y la tasa de paro es más escandalosa.
¿A quiénes beneficia la continuidad del euro? ¿Ha
servido para una más justa distribución de la riqueza y un incremento
preceptible del poder adquisitivo de los consumidores, sobre todo de los que no
gozaban con sus monedas nacionales de un elevado poder adquisitivo? ¿Es más
importante controlar la inflación que invertir socialmente desde el sector
público con vistas a apostar decididamente por el capital humano?
Soy de la opinión de que el regreso
a las monedas originarias de cada nación de la actual zona euro, la creación y
fortalecimiento de una banca pública obediente al Estado y al servicio del
pueblo, plena independencia en política monetaria, así como la desvinculación
financiera local del FMI, del Banco Mundial y de cualquier lobby extranjero en
la misma línea, son las soluciones más deseables para escapar del agobiante
atolladero en que nos metimos, o en que nos metieron, bajo desinformación,
malas intenciones y falsos propósitos de acercamiento fraternal entre
desiguales que hoy lo son muchísimo más.
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