Artículos de
Opinión | Victoria Permuy* | 24-05-2013 |
La mayor
parte de los diarios españoles y cadenas de televisión se hacían eco el pasado
mes de abril del X Aniversario del asesinato en el Hotel Palestina
en Bagdad del reportero José Couso Permuy, mientras daba cobertura
a la guerra de Irak. Digo bien, asesinato, ya que hoy por hoy,
el Derecho avala tal afirmación. José Couso era, además, primo mío y por
entonces trabajaba para la cadena Telecinco.
Aquel 8 de
abril de 2003, fecha que nos quedará indefectiblemente impresa en la memoria,
se encontraba grabando con su cámara la entrada de las tropas estadounidenses
en Bagdad, desde su habitación en la planta quince del hotel Palestina. Este
era el alojamiento de la prensa independiente internacional -civiles- y sus
coordenadas eran conocidas por el ejército. No obstante, el disparo de un
proyectil de alto explosivo de 120 mm desde un carro de combate estadounidense
M1 Abrams segó su vida.
Este ataque
no fue un “daño colateral”, como pretendían hacernos creer las versiones oficiales,
sino más bien una acción deliberada para disuadir a la prensa independiente. Es
decir, el objetivo era amedrentar a los reporteros que trataban de ofrecernos
un relato de la guerra distinto y riguroso, lo cual constituía una amenaza para
el control de la información que pretendía monopolizar la prensa empotrada a
las tropas estadounidenses.
Otra serie
de hechos acontecidos durante aquellos días avalan esta hipótesis, como los
disparos efectuados sobre las cadenas árabes Al-Yazeera y Abu-Dhabi y el hecho
de que fuese la misma unidad la que atacase todas las sedes periodísticas.
Conviene
recordar que ese mismo día, además de José Couso, fueron asesinados otros dos
periodistas: el ucraniano Taras Prostyuk y el jordanoTarek Ayub.
Desde ese
momento y durante estos diez largos años, la búsqueda de la verdad detrás del
ataque al hotel Palestina y la lucha por la justicia ha sido ardua y, en
gran medida, equiparable a la lucha de David contra Goliath. Se ha
tenido que recorrer un camino plagado de vicisitudes, criticismos, intentos de
entorpecer el proceso judicial y presiones desde la diplomacia estadounidense.
A través de
los ya famosos cables de Wikileaks filtrados en 2010, pudimos constatar con
estupefacción cómo el entonces Fiscal General del Estado, la Vicepresidenta,
Ministros de Exteriores y Justicia y algunos jueces -y cito textualmente a
mi padre, Rafael Permuy- “se dedicaron a torpedear cualquier acción conducente
al logro de la justicia para José”. Sin embargo, la Justicia española
también cuenta con loables abogados y jueces como el letrado de la familia,
Enrique Santiago, y el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz,
entre otros. Este último fue quien reabrió el caso y se desplazó en 2011 a Irak
para realizar una inspección ocular en el hotel Palestina.
Esta lucha
ha ido logrando sus victorias, a pesar de todas las piedras encontradas en el
camino: el caso de José Couso es la única causa abierta en el mundo
contra tres militares estadounidenses, sobre quienes pesa una orden
internacional de busca y captura
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