Artículos de Opinión | Aitor Bayón | 21-05-2013 |
Este
artículo expone la precaria situación de la juventud del Estado español que ha
llevado al colectivo Juventud Sin Futuro a impulsar la campaña “No nos vamos,
nos echan”. La juventud en el Estado español está invisibilizada. Como con tantos
otros colectivos, se intenta camuflar la situación social que vive para no
reflejar un drama social. En el manifiesto de constitución del colectivo
Juventud Sin Futuro (JSF), allá por marzo de 2011, se reflejaba que la juventud
en el Estado español tenía una tasa de paro del 40%; en las pancartas de su
última convocatoria de manifestaciones, el 7 de abril de 2013, ya figura el
52%. Y ese dato no para de crecer.
Cuando
hablamos de invisibilidad, nos referimos a problemas sociales que no salen a la
luz. Personas adultas pero jóvenes que no pueden comenzar un proyecto de vida
autónomo y propio. Lo único que se consigue es oscilar entre el trabajo
precario –cuya tasa está en un 85%–, que da la posibilidad de conseguir la
ilusión de esa autonomía, y el paro, que vuelve a situar a la persona joven en
el lugar que la han asignado los poderes –es decir, la infancia permanente.
Esta
es la situación que hace que las personas jóvenes estén optando por la
emigración. Pero, como bien dicen: “Fuera puede que haya más trabajo, depende
de donde te vayas; pero la precariedad es la misma”. Como vemos, el problema no
solo es el paro, sino las condiciones laborales que se están creando para esta
generación. Estas condiciones son iguales en todas las zonas de la UE y sólo persiguen
el aumento de beneficios por parte de las empresas.
En
relación a la emigración, cabe señalar el discurso tramposo que se está
realizando desde los medios de comunicación y el poder. En una sociedad
convencida de que forma parte del primer mundo, asumir la condición de
asalariado o asalariada emigrante por cuestiones económicas se hace muy duro.
Por ello, desde las instituciones citadas se pone empeño en señalar que las
personas jóvenes no emigran, sino que realizan un proceso de “movilidad
externa”, como decía la ministra de Trabajo Fátima Báñez. Además, se suele
distinguir entre las personas tituladas universitarias que emigran y las que no
lo son, aunque ambas acaben realizando los mismos trabajos en el extranjero.
Son igual de emigrantes que las personas que vinieron y vienen a nuestros
barrios de otros lugares del mundo, y que lo hicieron huyendo de las mismas
situaciones de desigualdad, creadas por las mismas políticas neoliberales
impuestas en todo el planeta.
Cuando
se señala esto, ponemos el énfasis en la unidad entre las personas
trabajadoras, sean paradas o activas, tituladas universitarias o con estudios
básicos, de aquí o de fuera, inmigrantes o emigrantes. Pues en las crisis
económicas, el capitalismo pretende dividirnos y que el 99% se enfrente entre
sí para que el 1% siga viviendo bien. Además, esta división es el caldo de
cultivo del fascismo, como podemos ver en Grecia con Amanecer Dorado o en
Catalunya con Plataforma per Catalunya, entre otros. Por tanto, la respuesta
debe ser unitaria.
Desde
JSF siguen teniendo claro que estos dos años, desde la primera manifestación
que antecedió a la del 15M, en la que también participaron, han sido una
“batalla larga”. Y señalan: “Queremos aportar nuestro grano de arena para que
el cambio sea mejor, reivindicando el derecho a la vivienda, a la sanidad, a la
educación, que se profundice en el concepto de la democracia. No estamos
dispuestos a que nuestro dinero se vaya a rescatar bancos”.
Por
ello han venido realizando una campaña en la red, “No nos vamos, nos echan”,
para recoger el testimonio de jóvenes que han tenido que salir para encontrar
algún trabajo. Recibieron más de 7.000 historias y esto les llevó a ver la
necesidad de convocar una manifestación para mostrar el rechazo a la emigración
forzosa, a la que se está viendo sometida la juventud. La convocatoria tuvo
lugar en 33 lugares alrededor del mundo, en sitios tan dispares como Vietnam,
Dublín, Montevideo o Madrid. A ellas acudió una juventud precaria harta de su
situación. Aunque, como comprobamos en Madrid, no se consigue conectar todavía
con el grueso de ese 52% u 85% de jóvenes que están en el paro y en la
precariedad, respectivamente.
Las
siguientes campañas de JSF, la difusión de la Oficina Precaria que crearon para
generar apoyo mutuo entre la juventud y el reforzamiento de los grupos de base,
intentando que lleguen a los barrios, deben ser el eje para la articulación de
la juventud. Esa juventud que no acaba de asimilar que lo que le depara el
futuro es una vida en la precariedad. Y que debe ser precisamente su
generación, la que puede articular las respuestas a la actual situación para
evitar ese futuro, y así sentar las bases de un futuro digno decidido desde
abajo.
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