Lunes, 27 de mayo de 2013
La
república como forma de estado es una idea política que se va abriendo paso día
a día entre la ciudadanía de los diferentes pueblos de España, pese a la
oposición de los partidos del sistema monárquico actual PP (derecha oriunda del
franquismo), PsoE (históricamente republicano, hoy de centro liberal y
monárquico a rabiar su estructura dirigente), IU (en esencia republicana pero
en la práctica vacilante y acomodaticia), UPyD (segunda marca del PP), partidos
nacionalistas (a lo suyo).
Mientras,
los “reyes” borbones son los genuinos representantes del sistema feudad en los
inicios del siglo XXI, de la monarquía anacrónica, por demás hija de una de una
feroz dictadura. Ellos son, en su papel de encubridores de capitalistas,
banqueros y clérigos, el mayor adversario al progreso que representaría la
República para todos los ciudadanos. No obstante, hay que reconocer la
presencia de las honrosas minorías republicanas gallegas, euskaldunas,
catalanas...
Pero,
lo que más nos duele a los republicanos es el silencio de la izquierda asentada
en el parlamento monárquico-burgués que quiere darnos a entender que son los
“genuinos” propulsores de la República, sin embargo, curiosamente nunca abren
la boca para defenderla y contraponerla al inoperante sistema político actual
tan adversario de los intereses de los trabajadores y ciudadanos en general.
Pues,
no hay nada más incompatible y opuesto a los principios de libertad, igualdad,
fraternidad y legalidad que la monarquía, por mucha envoltura y verborrea que
se aplique en hacernos creer lo contrario. Quien no lo quiera ver es que se emboba
con los cuentos de princesas y príncipes, encuentra placer y se siente
realizado en su papel de vasallo, de convidado de piedra o participa de alguna
de sus “simonías” históricas tan propias de esa institución.
Vasallo
es el papel opuesto al de ciudadano que arranca con la gran revolución
francesa, con el pase de los borbones por la Bastilla y la guillotina. Aquí
todavía parecemos anclados en el pasado, “nuestra” burguesía nacional no tuvo
valor para romper con el viejo orden, renunció al liberalismo en su fase de
emancipación frente al viejo orden, para mezclarse y emparentar con la
aristocracia, para no molestar al Iglesia Católica Romana, la fiel guardiana de
las esencias más reaccionarias y conservadoras de la historia. Sólo el pueblo
llano y trabajador, con un puñado de intelectuales desclasados tuvo el valor de
enfrentarse a tanta ignominia y así vino la Iª República, y la IIª República,
ambas sofocadas por la fuerza bruta de la reacción, de los eternos
conservadores del estatus de la desigualdad.
Hoy
sólo hablamos de República aquéllos que no nos sentimos representados
por este Parlamento viciado en su origen, dominado por el tándem conservador
PP-PsoE y comparsas. Por eso cuando pensamos y reclamamos nuestra República,
muchos reaccionamos y nos sentimos inclinados a pensar en una República
federal, laica y progresista, de una democracia económica real. ¡Estaría de más
que reclamáramos una república aséptica, de libertades meramente formales!, eso
que lo haga quien le corresponda y si renuncian a ello ese es su
posicionamiento y su voluntad, no valen las escusas y lamentos cuando nosotros
consigamos nuestros objetivos republicanos.
Cuando
lo logremos, Europa dejará de marearnos, de dominarnos, de chantajearnos a
través de esa invención impersonal que llaman mercados. Será nuestra aportación
a la Europa de los Pueblos.
Salud,
memoria y República.
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