miércoles, 22 de mayo de 2013

LA QUIMERA DE LOS PACTOS



Artículos de Opinión | José Haro Hernández | 21-05-2013 | 

Soy consciente de que la expresión que da título a este artículo suscita, de entrada, rechazo. La razón es obvia: nadie cargado de sentido común mantiene una actitud que en principio parece hostil a grandes acuerdos entre fuerzas distintas y distantes a fin de implementar reformas que eviten que este país, y con él su gente, se despeñen por un precipicio insondable. Esta exaltación del pacto como solución ante situaciones críticas goza de un predicamento añadido en este país, donde existe un amplio catálogo hagiográfico relativo a las bondades casi milagrosas, cual paradigma trasladable a todo el orbe, de aquello que dio en llamarse consenso constitucional y que tuvo en los Pactos de la Moncloa su estelar punto de partida. Pactos, por cierto, que una amplia campaña mediática y política se empeña estos días en reeditar, incluso con el monarca ejerciendo de mediador, a modo de reivindicación nostálgica de tiempos ya lejanos y con cierto toque épico en los que la corona ejercía como tegumento de un amplio tejido político que alumbró la actual democracia plutocrática. Pero al igual que ésta presenta síntomas evidentes de agotamiento, también exhiben fecha de caducidad inmediata sus soportes, fundamentalmente la propia monarquía, PP y PSOE, así como el el entramado jurídico-institucional que estas entidades, junto a otros socios colaterales (nacionalistas catalanes, etc), configuraron a su imagen y semejanza. Ciertamente, tejieron entonces una tupida red de intereses, servidumbres y dependencias, que los inhabilita como alternativa a la gravísima situación por la que pasamos, por una razón evidente: son parte del problema, y por consiguiente nunca pueden serlo de la solución. Para empezar, el propio partido del gobierno. Hace unos días, Rajoy dejó muy claro que cualquier acuerdo pasa inexorablemente por continuar con las políticas hasta ahora desplegadas, y por si cupiera alguna duda, atribuye la dificultad de articular cualquier consenso a la negativa de las fuerzas políticas de oposición a asumir la impopularidad de las ’reformas’. Más claro, agua: con el PP sólo es posible acordar para recortar. Vayamos ahora al partido de Rubalcaba. Igualmente insiste en la urgencia de un ’pacto de Estado’ para acometer medidas que sirvan para paliar el drama del paro. Las propuestas hasta ahora conocidas del PSOE(iniciador de los recortes), bien son de imposible aplicabilidad por cuanto obvian unos límites, los que impone la troika, que impiden su materialización efectiva (cuando proponen usar el dinero del rescate bancario para otros fines); bien esquivan abordar la cuestión de la insuficiencia de demanda como factor determinante de las crisis de las empresas(al sugerir que para evitar despidos económicos el Estado financie la mitad de unos sueldos rebajados). De la monarquía más vale no hablar, pues su estruendoso descrédito la invalida para mediar en un presunto proceso de regeneración política. Los muy estrechos márgenes que ofrecen los partidos e instituciones del régimen de 1978 se ponen de manifiesto en la Junta de Andalucía. Ésta, tras un año de presencia de la izquierda en su seno, exhibe más paro, más pobreza y más recortes. Incluso aquellas medidas positivas que la izquierda ha logrado imponer (decreto sobre desahucios y otras) se diluyen dentro de la degradación socio-económica regional y de las restricciones presupuestarias y normativas impuestas por Berlín y Madrid. No hay futuro para políticas progresistas, y no digamos para la revisión profunda que precisa esta democracia, dentro de este sistema y con las fuerzas que lo sostienen.
Pactos plausibles son los que pueden y deben darse entre los movimientos ciudadanos cuyas reivindicaciones, sumadas, apuntan a la consecución de una democracia real. Conjunción de esfuerzos que ha de extenderse también a la izquierda política en la medida que ésta asuma aquellas demandas, de modo que finalmente se consiga que lo que se escribe en el BOE (y en el BORM) armonice con lo que pide la calle. Los acuerdos entre (y con) las distintas castas del Régimen serán, desde la perspectiva de lo que realmente pretenden, espurios; y desde la de sus resultados, una quimera.
                     Fuente: http://www.tercerainformacion.es/



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