domingo, 30 de diciembre de 2012

“LA COPLICIDAD DEL GOBIERNO FRANQUISTA CON LA ‘PIDE’ DE LA DICTADURA PORTUGUESA DE ANTÓNIO OLIVEIRA DE SALAZAR”


La tumba nunca cerrada del general
Una película saca a la luz los puntos oscuros del asesinato de Humberto Delgado, el crimen político más famoso de la reciente historia de Portugal, ocurrido en un pueblo de Badajoz
Felipe Porra, 47 años después, en el lugar donde encontró los cuerpos del general Humberto Delgado y su secretaria Arajaryr Campos en Villanueva del Fresno. / Francisco Seco.
Felipe Porra, de 62 años, agricultor de Villanueva del Fresno (Badajoz), señala con el dedo un punto del paso seco del regato flanqueado por hileras de eucaliptos y dice: “Por ahí íbamos mi amigo y yo. Él tenía 13 años y yo 15”. Era una mañana calurosa de abril de 1965. Los dos adolescentes buscaban nidos entre las ramas de los árboles. Felipe vio en el suelo una cabeza descompuesta, semienterrada, desfigurada y desgarrada por mordiscos de perros, y le dijo a su amigo, sin darle mucha importancia: “Mira, un burro muerto”. El amigo avanzaba unos pasos por delante y vio en otro agujero otra confusión de huesos y carne ennegrecida y putrefacta, y añadió, con la misma indiferencia, que había otro burro ahí. Felipe se acercó, miró con algo más de atención y exclamó:
—Eso no es un burro. Los burros no tienen muelas de oro.
El general Delgado llegó engañado a Villanueva del Fresno. Exiliado en Argel, era el líder de la disidencia a Salazar
 Los dos adolescentes acababan de descubrir los cadáveres del crimen político más famoso de la reciente historia de Portugal: el de Humberto Delgado, general de aviación y enemigo número uno de la dictadura portuguesa, y el de su secretaria y amante, la moderna brasileña Arajaryr Campos, la propietaria de la muela de oro. De paso, los dos chicos acababan de desbaratar la estrategia de la PIDE, la siniestra policía secreta del régimen de António de Salazar, interesada en que los cadáveres durmieran para siempre en ese rincón perdido de Badajoz poblado de caminos de contrabandistas, a un paso de la frontera. Su descubrimiento supuso la demostración universal de cómo actuaba Salazar y su ejército silencioso de prebostes y también una pesadilla diplomática con España para el régimen portugués. Ahora, una película recientemente estrenada en Portugal, Operação Outono, dirigida por el cineasta Bruno de Almeida, ha vuelto a poner el caso de actualidad y ha sacado a la luz algunos puntos oscuros del proceso judicial que, tras la Revolución de los Claveles, se celebró contra los agentes secretos implicados en el crimen. La película, basada en la monumental biografía publicada hace dos años por el nieto de Delgado, Frederico Delgado Rosa, Biografía do general sem medo, constituye una reconstrucción meticulosa y milimétrica de la trampa dispuesta por la PIDE para acabar con el general, llevada a cabo por una brigada terrorífica dirigida por un jefe cojo y compuesta, entre otros, por un gigante gordo especializado en asesinar a palos a la gente.
Delgado, que tenía entonces 59 años y vivía exiliado en Argel, se había convertido —tras haber sido un miembro destacado del régimen de Salazar— en la cabeza visible de la disidencia y el más molesto opositor a la dictadura. A mediados de los sesenta, a la policía secreta portuguesa se le presentó la oportunidad de neutralizarlo. Por medio de un escurridizo y turbio personaje radicado en Roma, Mário de Carvalho, que se había ganado la confianza de Delgado y que se vendió a la PIDE por dinero, lograron atraerle hasta Badajoz con el señuelo de una entrevista secreta con unos militares opuestos a Salazar. Él acudió con su secretaria al lugar de la cita el día y la hora indicados, el 13 de febrero a las tres de la tarde de 1965 en el andén de la estación de Badajoz. Un falso teniente (en realidad el subinspector policial Ernesto Lopes Ramos) le volvió a convencer para llevarlo, en coche, hasta un paraje apartado donde, en teoría, se encontraría con los militares. Lopes Ramos, a fin de evitar testigos engorrosos, trató de evitar en el último momento que la mujer les acompañase al lugar donde les aguardaban los otros tres miembros del grupo, pero Delgado, que seguía sin sospechar nada, insistió en que les acompañara.
    Fuente: www.elpais.com

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