La soberanía financiera, reto para la izquierda europea
Artículos de
Opinión | Francí Xavier Muñoz | 27-12-2012 |
Decía
Baltasar Garzón, en la presentación de “El libro rojo de Llamazares”, que la
izquierda europea estaba perdida y que muchos de sus líderes no saben hacer
otra cosa más que lamentarse, contribuyendo aún más a esa ausencia de la
izquierda. Decía, además, el exjuez que observaba en Latinoamérica un pulso
rebelde juvenil que echa en falta en Europa.
Ciertamente,
la situación de la izquierda comunitaria (Unión Europea) es desoladora. Y más,
especialmente, en esos países que los mercados financieros llaman PIIGS o GIPSI
(Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia). Me refiero, por supuesto, a esa
izquierda que está a la izquierda de los partidos supuestamente
socialdemócratas, es decir, a toda esa izquierda que en el Parlamento Europeo
se organiza en el Grupo de Los Verdes y en el Grupo de la Izquierda Unitaria.
Estos dos grupos parlamentarios suman en total el 12,3% de los escaños (90),
frente a un 25% de escaños socialdemócratas (184) y un 59% de escaños
derechistas (435), en todas sus versiones (liberales, conservadores y
extremistas).
El reto para
esa izquierda comunitaria que cuenta solo con 90 eurodiputados debería ser
conformar una alianza europea bien visible en todos los países de la Unión, que
no solo ofreciera en cada país miembro una opción política alternativa, real y
creíble –es decir, un frente de izquierdas anti-neoliberal- a los partidos del
sistema capitalista (liberales, conservadores y socialdemócratas) sino que
ofreciera, ante todo, una solución comunitaria al gravísimo problema que está
resquebrajando las democracias representativas -sobre todo en el sur de Europa-
y que no es otro que la sustitución de la soberanía popular por la soberanía
financiera.
La solución
a este serio problema no puede venir de la mano de un solo país ni de, por tanto,
una o unas pocas fuerzas políticas. La solución a este trascendental problema
solo puede encontrarse en una decidida acción política comunitaria que implique
a cuantos países lo están padeciendo y a sus respectivas formaciones políticas
de izquierda. Creo que la percepción de este peligroso problema es lo que está
alejando de la política a un gran número de ciudadanos europeos que, sufragio
tras sufragio, van sumando cada vez más adeptos a la abstención. Estos
ciudadanos no perciben en la izquierda que se dice alternativa y transformadora
un frente común europeo, cohesionado y decidido, que afronte de una vez por
todas la cuestión que está generando la desafección política, que no es otra
que la supeditación de los poderes representativos nacionales (ejecutivos y
legislativos) a los poderes financieros y a los gobiernos propios y ajenos que
los representan.
Mientras los
líderes de toda esa izquierda comunitaria (Los Verdes, Syriza, Die Linke, Front
de Gauche, Izquierda Unida, Bloco de Esquerda, etc., etc.) no aparquen sus
propias ambiciones personales y partidistas y no ofrezcan una alternativa
viable al actual omnímodo poder financiero -una propuesta conjunta y
contundente- sus partidos no obtendrán el voto de millones de europeos que se
encuentran ahora perdidos, pues esos millones de europeos saben que el debate
no es otro que el de la soberanía y que ésta hoy ya no es popular sino
financiera y que, además, ya no la ejercen ni gobiernos ni parlamentos sino
entes de poder corporativos y no representativos. Y esos ciudadanos europeos
saben también que lo demás son zarandajas con las que mantener entretenido al
personal y sacarlo a la calle de vez en cuando para que se desahogue. Esos
europeos, seguramente, seguirán en la calle pero el riesgo es que, de seguir
así la izquierda alternativa -sin ofrecer un frente comunitario-, cuando llegue
la hora de votar, se quedarán en casa.
* Miembro
promotor de Iniciativa Socialista de Madrid y de Construyendo La Izquierda
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