Debajo del oro hay arsénico
La Xunta de Galicia autoriza reabrir un filón que ha
contaminado un río protegido
Prospecciones en la mina de oro de
Corcoesto para determinar el lugar de la mejor extracción. / Cabalar (Efe)
Esta es la
historia de un pueblo ganadero en horas bajas, Cabana de Bergantiños, que ha
visto cómo el precio de la leche se ha derramado por los suelos mientras el del
pienso alcanza la estratosfera. Esta es la historia de una crisis en la que el
oro se ha convertido en sólida guarida cuando más arrecia. Y es la historia,
también, de una bolsa, la de Vancouver, donde los inversores se pirran por las
compañías mineras, multinacionales de largos tentáculos que dan una palmada en
la espalda a un político gallego al tiempo que aprietan la mano a un mandatario
en Ghana. En otro parqué, el de Nueva York, el oro se cotiza estos días a casi
1.300 euros la onza. No es la mejor marca. El año pasado rondó los 2.000, pero
en 2005 costaba 380.
Los filones
modestos, o en buena parte ya esquilmados por los romanos y los ingleses, como
el de Corcoesto, en Bergantiños (A Coruña), no interesaban hasta que el oro se disparó
como valor seguro ante un mundo que se tambalea. En la calle proliferan puestos
que tasan las queridas joyas de la familia, y en Galicia, la Xunta tiende la mano a las firmas canadienses. El lunes, la Consejería de Medio
Ambiente publicó la declaración de impacto a favor de Edgewater Exploration, que pretende resucitar la veta abandonada en 1910
por la británica Sagasta Gold Mines y cuenta con extraer 1.095.000 onzas de
Corcoesto usando el cianuro para separar el metal precioso de la roca. Tras 13
años mordiendo el monte, los extranjeros dejarán atrás 89 millones de metros
cúbicos de estériles triturados hasta milésimas de milímetro y balsas con 11
millones de metros cúbicos de lodos. Legalmente, en las piscinas de lixiviados,
podrán quedar acumuladas con la bendición de la Xunta 12 toneladas de cianuro.
Esta declaración
de impacto ambiental corría prisa porque gracias a ella podrá espolearse ahora
el trámite (no vaya a ser que el oro se desplome) que vuela por otros
derroteros de la Administración gallega: la explotación será declarada
“proyecto industrial estratégico” en breve. Tan en breve que la canadiense,
todavía carente de licencia, ha empezado a enviar cartas a los vecinos
advirtiéndoles de que, si no venden ahora, con la expropiación oficial
recibirán la mitad por sus terrenos.
Hace tiempo
que plataformas vecinales que no se creen las cifras de puestos de trabajo que
esgrime Edgewater (270 directos, 1.100 indirectos) y grupos ecologistas como
Adega (Asociación para la Defensa Ecológica de Galicia) y la Sociedad Gallega de Historia Natural (SGHN) avisan de que la explotación
a cielo abierto con inmensas balsas de decantación de Corcoesto puede acabar
siendo “un nuevo Aznalcóllar”. Casualmente, un día antes de anunciar Medio
Ambiente su visto bueno a la mina, la SGHN tuvo acceso a un informe elaborado
en 2011 por científicos del CSIC y la Universidad de Vigo que demuestra que, un
siglo después de quedar parada, la explotación aún tiene efectos perniciosos en
el cauce de un río protegido y su espectacular desembocadura.
El río
Anllóns, Lugar de Interés Comunitario, Zona de Especial Protección para las
Aves, paraíso ibérico para ornitólogos que buscan especies exóticas en pleno
viaje a países cálidos, arroja al menos 850 kilos de arsénico a su estuario;
más veneno, en proporción, que el que vierten ríos industrializados como el
Támesis, el Sena, el Loira o el Ródano. La mayor parte de esta sustancia
procede de las arsenopiritas trituradas que dejó como consecuencia la anterior
empresa, hace un siglo. Se llevó 2.363 onzas, y a pesar de practicar una
minería menos invasiva que la que ahora se pretende, la lluvia, los arroyos y
el Anllóns siguen lamiendo veneno al pasar por Corcoesto.
El oro está
dentro de la arsenopirita, y aparece en mayor proporción en aquellas rocas con
alto contenido de arsénico. Según el informe científico que no ha tenido en
cuenta Medio Ambiente antes de publicar su declaración, en esta mina las rocas
presentan una cantidad de arsénico 50.000 veces mayor de lo habitual y los
suelos multiplican por 400 la proporción de un terreno no contaminado. El agua
del río se aproxima al límite admitido por Europa y las muestras que revelan
mayor cantidad de arsénico son, precisamente, las que se tomaron en los tramos
siguientes a la mina.
Edgewater dejará en Corcoesto muchos
miles de toneladas de arsénico molido, según su proyecto. Adega define el plan
como una “bomba ambiental” que se activa con la “complicidad de la Xunta”. La
SGHN pide que se llegue al fondo en la evaluación de riesgos y se exija un
seguro en consecuencia. La declaración de impacto oficial tiene errores de
bulto. Habla de los nidos del milano real, pero esta ave no cría en Galicia.
 Fuente: www.elpais.com
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