"Argentina es la última esperanza para las
víctimas del franquismo"
Sostiene que quitar del medio al juez Garzón fue un "castigo
ejemplarizante", muy distinto a los procesos de memoria iniciados aquí en
2003.
24.12.2012 |
Entrevista a Ariel jerez, politólogo de la Universidad Complutense de Madrid
Por: Daniel Enzetti
Estuvo
en Buenos Aires invitado por la investigadora Susana Sel, para participar en
las jornadas "Derechos Humanos, Comunicación y Memorias en Acción",
coordinadas por la UBA, la Universidad Nacional de Rosario y el Instituto Gino
Germani. Y, en medio de las ponencias, habló con Tiempo Argentino sobre la
dictadura franquista, y la puerta que según él cerró definitivamente España
cuando la Audiencia Nacional impidió que Baltasar Garzón investigara los
crímenes de lesa humanidad ocurridos durante la Guerra Civil y perpetrados por
el Estado. Hoy, la única causa abierta en el mundo sobre aquella dictadura, que
arrastra 110 mil fusilados y 30 mil niños secuestrados por los falangistas,
tramita en el juzgado argentino de la Dra. María Servini de Cubría.
"En mis
clases de Sistema Político Español –comienza–, una de las cosas que
permanentemente reclamo a mis alumnos es la necesidad de que tengan reflexión
crítica sobre lo hecho por la llamada 'transición' política que, a mi juicio,
es responsable de buena parte del problema actual. ¿Cómo es posible que treinta
años después del franquismo, sigamos manejando el discurso de una transición
ejemplar? Porque los gobiernos que llegaron luego de la dictadura no sólo
taparon aquel período tan traumático y escondieron la memoria, sino que además
provocaron la crisis actual, y cerraron las puertas para cualquier proyecto
alternativo posible en el campo económico y social en general."
–Da la
impresión de que el problema español es doble. Por un lado, el Estado se niega
a revisar el pasado, y, por otro, tampoco la sociedad demuestra mucho interés
en hacerlo.
–Es verdad,
pero yo analizaría las causas por lo que ocurre eso. Porque, de otra manera,
nos quedaríamos con la respuesta simplista de decir "a la gente no le
interesa saber sobre los crímenes de (Francisco) Franco porque ha pasado mucho
tiempo", y ya. En España no hubo un discurso público que estimulara a
reflexionar sobre la dictadura. Lo que ancla estas cuestiones es la dimensión
jurídica, y cuando esa dimensión no existe, el tema queda a merced de los
vaivenes de la opinión pública. Y ahí es donde la derecha se maneja muy bien.
Yo lo definiría como la estrategia del revisionismo negacionista, a través de
medios de comunicación y figuras del Partido Popular, que viven negando los
crímenes de lesa humanidad del franquismo. Este particular análisis
revisionista ha logrado actualizar aquellas tesis impuestas por el sistema a lo
largo de 40 años de dictadura, que equiparaban la violencia, como si el bando
nacional y el republicano hubieran generado los mismos muertos. No son
comparables las responsabilidades, a partir de la violencia indiscriminada
ejercida por el Estado, y su profundo agravio hacia las víctimas que generó esa
violencia. Los dictadores llegaron a instalar que la Guerra Civil no se produjo
a partir del golpe de Franco, sino que fue motivada por la revolución de los
mineros de Asturias de 1934. Otro discurso oficial fuerte fue imponer la idea
de que la "verdadera democracia" nació de las entrañas del
franquismo, gracias al desarrollismo económico de los años sesenta.
–¿Qué
postura toman los medios de comunicación frente a ese discurso?
–De
hegemonía total, y un ejemplo es el diario El País, supuesto gran referente del
ámbito periodístico progresista. Ese sí que fue un periódico creado desde el
interior del franquismo, con dos ministros franquistas entre sus fundadores. Y,
sin embargo, pasó como modelo de progresismo no sólo para España, sino para
América Latina. Como bien dice el profesor Vicenc Navarro, El País nunca se
opuso al programa neoliberal, a la flexibilización del mercado de trabajo, o a
la reducción del gasto público.
–La
equiparación de responsabilidades se parece a lo que en Argentina se llamó
"teoría de los dos demonios".
–Es algo
similar, y allí pivotó todo el discurso del franquismo desde 1964, momento a
partir del cual la versión oficial de la Guerra Civil se suaviza, por llamarlo
de alguna manera. Porque, históricamente, la victoria de los falangistas estuvo
teñida de cruzada contra el marxismo y la masonería. Desde aquel año, en el
marco de los 25 años de paz, la manera en que el poder optó por explicar lo que
había ocurrido fue hablar de "guerra fraticida", de "locura
colectiva" en la que todos caímos y era preciso olvidar y dejar atrás. Sin
embargo, las culpas también alcanzan a la izquierda, que tampoco desarrolló ni
ayudó a generar ese pensamiento crítico del que hablábamos antes. Y no lo hizo
a pesar de los treinta años de democracia, y de que el franquismo, a lo largo
de cuatro décadas, educó bajo el miedo y la opresión a tres generaciones de
españoles. El PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y el PC (Partido
Comunista) fueron funcionales a eso, este último con el reparto de cargos al
interior de las organizaciones de trabajadores y administraciones locales. Otro
sector que se plegó a esa lógica fue el cultural. La academia se compró el
discurso de la transición, de que era necesario olvidar todo. Ocurre en mi
propia facultad. Los que pensamos distinto estamos presos de esa lectura.
–¿De qué
manera actuaron los organismos de Derechos Humanos, si es que los hubo?
–Aclaremos
una cosa: en España no ocurrió lo mismo que en Argentina, donde las entidades
de la sociedad civil, y sobre todo los organismos, encabezados por Madres y
Abuelas de Plaza de Mayo, vinieron peleando desde siempre por esclarecer
crímenes de lesa humanidad. Sí existieron algunos conatos de eso, entre 1977 y
1980, donde llegaron a producirse exhumaciones de cuerpos víctimas de
fusilamientos. Recuerdo que yo vivía en un pueblo, y en cierta oportunidad, se
organizó un escrache en el que familiares de asesinados fueron a gritar a la
casa del falangista autor de los crímenes. Pero se trataba de acciones por
fuera de los partidos políticos, porque el PSOE y el PC ya habían pactado, y
"todo el pescado estaba vendido", como se dice. Esa gente no tenía ni
recursos ni apoyo estatal, los movía la indignación y el sentido de justicia,
simplemente. También en esos años
se intentó
crear un tribunal internacional simbólico que condenada aquellos crímenes, en
el que participó Jean-Paul Sartre. La idea fue del PCML (Partido Comunista
Marxista Leninista), pero cayó cuando en el '78, ya en democracia, detuvieron a
veinte de sus impulsores.
–En la
década del '90, en Argentina ocurrió algo similar con los Juicios por la
Verdad. Audiencias testimoniales llevadas a cabo por fuera del ámbito judicial
regular, pero que sirvieron de base para los procesos actuales en todo el país.
–Conozco el
tema, y lo considero un precedente importantísimo, porque mucho del material
que se trata hoy en los juicios de lesa humanidad argentinos provino de aquella
iniciativa. España fue la otra cara, y vuelvo a la responsabilidad de la
izquierda. Porque si hubiese actuado distinto, en términos de construcción de
subjetividades hubiera sido posible envalentonar a la gente para que adoptara
una identidad empoderada, después de años de ser víctima del franquismo. Esto
no se hizo, y se aprovechó la cultura de la obediencia para poner a la gente en
su sitio. Mirá, no se trata de mensurar el horror, pero la dictadura franquista
fue realmente atroz. Además de los muertos en la guerra, tenemos 110 mil
fusilados, 30 mil niños a los que les cambiaron su identidad, y un grado de
adoctrinamiento y miedo que atravesó a tres generaciones. Ese adoctrinamiento
hizo que los mismos descendientes de los asesinados o secuestrados por la
falange no quisieran saber nada de su pasado. Y el colmo: hubo personas que
llegaron a condenar el compromiso político de su familiar al enfrentar a la
dictadura, culpando a sus padres o abuelos por la situación de sufrimiento que
viven hoy.
–En un
seminario europeo, el año pasado declaró sentir "sana envidia" por la
política de memoria encarada aquí desde la aparición del kirchnerismo. Imagino
que todavía lo piensa.
–Claro,
porque la experiencia argentina demostró valentía y coraje cívico que arrancó
con las Madres, pero después ocupó la esfera pública a partir de los gobiernos
de Néstor y Cristina Kirchner. Con la irrupción hasta sorpresiva de Kirchner en
2003, el tema de la revisión del pasado, y la reparación de sus injusticias,
constituyó un plan estratégico para recuperar no sólo una identidad perdida
como sociedad, sino además una agenda abandonada. Y el estímulo funcionó,
porque se generaron ganas de participar que fueron multiplicándose cada vez
más. España cuenta con un grado de despolitización llamativo. Los indicadores
sociales nos dan las peores tasas de afiliación a organizaciones, ONG, partidos
políticos o sindicatos. Por debajo del diez por ciento de la población. En
lugar del análisis del pasado, el disciplinamiento logró imponer la evasión, la
fiesta, o lo que llamamos "la cultura del botellón". Somos los reyes
del turismo alcohólico de Europa, y debemos ser el país de mayor índice de
juegos de azar después de Filipinas. La cultura de la fiesta fue la válvula de
escape que eligió el franquismo para que la gente no pensara en otras cosas.
–¿La actitud
de la justicia española, de abortar el intento de Baltasar Garzón por
investigar los crímenes del franquismo, cierra la posibilidad de cambiar esa
realidad?
–Sí, porque
el hecho de haberlo sacado de la Audiencia Nacional constituyó un castigo
ejemplarizante, estratégico y a conciencia, del que participó el propio sector
jurídico del PSOE con su vicepresidenta, María Fernández de la Vega. Un partido
que llegó a votar la Ley de Memoria Histórica tarde, por compromiso, y que
nunca la puso en práctica. Hoy, la última esperanza para las víctimas del
franquismo es la causa que tramita en Argentina, porque allá, todas las puertas
están cerradas. «
el estado de
la investigación
"Es un
compañero entrañable –dice Ariel Jerez–, que cuando notó que en España todos
los caminos estaban cerrados, aquí vio un rinconcito abierto, y entró". El
docente se refiere a Emilio Silva, presidente de la española Asociación para la
Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). La entidad trabaja desde hace una
década en la recuperación de restos de ciudadanos muertos por el franquismo, y
en los últimos meses se sumó a la querella que un grupo de familiares víctimas
de la dictadura comenzaron en los tribunales argentinos. La causa, tramitada
por la jueza federal María Servini de Cubría, se inició en abril de 2010 con la
denuncia de Darío Rivas, cuyo padre fue fusilado por miembros de la Falange y
enterrado en una fosa clandestina. En distintas tareas de exhumación de
cuerpos, la ARMH dispuso un equipo de arqueólogos y antropólogos que
consiguieron identificar decenas de ciudadanos españoles asesinados en medio
del campo durante la Guerra Civil. E incluso desempolvar certificados de defunción
que todavía se conservaban ocultos desde aquella época en dependencias
policiales, donde como "motivo del fallecimiento" figuraba la frase
“lucha contra el marxismo”.
Uno de esos
casos fue el de Antonio Fernández, "Cesterín", rematado de un disparo
en 1936 en Villanueva de Valdueza. El cuerpo de Antonio permaneció enterrado en
un paraje de ese lugar hasta octubre de 2011, cuando después de una
investigación iniciada por Adriana, su nieta, la Asociación finalmente lo
encontró.
"Dar
con los restos de mi abuelo fue algo emocionante –dice Fernández a Tiempo
Argentino–, pero este es un caso más entre miles. Por eso es clave que la causa
en nuestro país continúe. El franquismo no sólo tapó miles de asesinatos, sino
que además contribuyó a que en la actualidad, en España los poderes públicos
boicotearan cualquier intento por saber la verdad".
El de
Adriana es uno de los 200 expedientes abiertos que componen la querella, donde
se acaba de incorporar una carpeta con 5000 adhesiones para que el proceso se
agilice. La denuncia es comandada desde Europa por los abogados Ana Messuti y
Carlos Slepoy, y desde Argentina por los doctores Máximo Castex, David Baigún,
Beinusz Szmukler y Ricardo Huñiz.
Fuente: http://tiempo.infonews.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario