La inmoralidad del discurso de un rey heredero de una dictadura
Artículos de
Opinión | Peter Magnus | 27-12-2012 |
Un homme
sans peur et sans reproche,
Qui nést ni
roi, ni duc, ni comte aussi. *
Érase una
vez un rey que cada navidad dedicaba una palabras a sus súbditos, palabras con
las que los alentaba a hacer todos los esfuerzos posibles para ayudar a salir
de la gran crisis en la que el país había caído y en la que estaba sucumbiendo,
gracias a las recetas reformadoras que estaba aplicando el gobierno de turno.
Gobierno este venido de una anterior dictadura, donde un generalísimo había
sembrado el terror durante cerca de cuarenta años, para ser más exactos desde
1936 a 1975, fecha ésta última que la muerte vino a regalarle al país una
pantomima llamada transición, en la que, además de heredar un rey no elegido
por el pueblo, heredaban aquellos súbditos la ley por la que se amnistiaba a
todos los asesinos de la contienda que se cobró miles de víctimas, sobre todo
del lado perdedor, o lo que es lo mismo el lado que legítimamente había sido
elegido por el pueblo en las urnas.
¿No era
aquel rey de aquel país un inmoral? No, según sus ideas y pensamientos, claro,
¿cómo va a ser un rey inmoral si ha heredado la corona, primero por la gracia
de dios, y después por la gracia del dictador? Este rey con imagen de
campechano y bonachón, no era más que un tirano y no menos malo que su
antecesor el dictador, y cada veinticuatro de diciembre le regalaba a sus
súbditos-esclavos, una disertación sobre cómo ha de ser el pueblo, cómo debe
comportarse en momentos de dificultades pecuniarias en las que hay que
apretarse el cinturón, cómo hay que defender la “patria” (palabra esta que le
proporcionaba al rey, cuando la pronunciaba, un exceso de saliva, que le salía
por la comisura de los labios cual perro rabioso), ante cualquier atentado contra
la libertad de la misma. ¿Qué libertad? Preguntó un bufón que hacía las veces
de tocapelotas en un periódico independiente y perseguido por las élites que
respaldaban la “meritoria” y meteórica trayectoria del rey dictador disfrazado
de demócrata. Un rey que le exigía a sus súbditos ser austeros cuando el
presupuesto de la casa real era de más de ocho millones y pico de euros, ahí
era para tomar pan y mojar en la sopa boba de los tontos que alimentaban
aquella caterva de parásitos que, además, se permitían dar lecciones de moral
dando consejos que ni ellos mismos, en este caso el mismo rey, llevaban a cabo,
así que aquel pueblo de súbditos-esclavos agachaba la cabeza y se dejaba
despellejar por los viles, sinvergüenzas y déspotas adalides de las “bondades” de
un sistema corrupto y podrido en el que toda valía, habiéndose instalado, por
paradójico que nos parezca, el anarco-capitalismo auspiciado por el soberano y
sus cohorte de políticos amaestrados por el antaño generalísimo “impoluto” y
que ató, bien atado, su gobierno para que tras su muerte se siguieran
manteniendo en el poder su camarilla de secuaces, dispuestos, capaces y
obedientes para llevar a cabo sus felonías contra el pueblo al que engañaban
con la falacia de llamarlo “Pueblo Soberano y Demócrata”.
Y colorín
colorado este cuento todavía no ha acabado. ¡Ay si Joseph Ignace Guillotin
levantara la cabeza!
*Divisas de
las familias nobles francesas de los Bayard y los Couci: "Un hombre sin
miedo ni reproche, que no es rey, ni duque, ni conde".
Fuente: http://tercerainformacion.es/
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