UPPyD
Artículos de
Opinión | larevueltadelasneuronas | 28-12-2012 |
El ex
portavoz de UPyD en Getafe expulsado según el partido, por no pagar las cuotas
correspondientes, antes de abandonar la formación nos dejó una perla que bien
simboliza ese espíritu que tanto “les une”. Tras haber cruzado el paso de
Despeñaperros entre Ciudad Real y Jaén, el ex portavoz se jactaba en Twitter de
disfrutar en el local Casa Pepe, conocido por su parafernalia franquista, de
una buena tosta con jamón. Ante las acusaciones de algunos internautas, entre
ellas la de un servidor, sobre este hecho, el aludido respondía entre otras
razones, que él “no opina” sobre el águila de la servilleta y que cree que es
“ancestral de 1933, creo”. Pero dejando claro que le “gusta únicamente el
–escudo- actual”.
Una
situación similar ocurría con una de las grandes caras visibles de UPyD, Álvaro
Pombo, cuando en una entrevista en una publicación chilena, disculpaba con
cariño a las dictaduras de Franco y Pinochet, y parece considerarlas al
igual que hizo en su momento el paladín de la economía neoliberal Hayek, como
necesarias. Desde UPyD ante el escándalo levantado, rápidamente se salió a
decir que se había malinterpretado las palabras y estaban fuera de contexto.
Resulta extraño que una formación política que dice ser abanderada de las
víctimas le pida a Otegui, en boca de Toni Cantó, que además de disculpas
colabore en esclarecer los atentados de ETA sin resolver, pero que no exijan
nada a los culpables y herederos de la dictadura franquista. Parece que lo
importante no son tanto las víctimas, sino el tiempo que ha pasado desde que lo
son: a partir de un punto indeterminado –determinado por las élites-, hablar de
ello pasa a considerarse fuera de lugar e implica reabrir heridas.
Pero su idea
e imaginario de democracia se traslada al funcionamiento interno del propio
partido. No hace mucho un nutrido grupo de unos 150 ex militantes de UPyD,
denunciaban el fraude que supone la organización para la democracia porque se
ha convertido en un aparato al servicio del caudillismo de su líder, Rosa Díez.
La misma que jalea contra los políticos como si fuera nueva en esto, como una
simple ciudadana que arremete contra los privilegios. La realidad dice lo
contrario: lleva 33 años ejerciendo cargos en la representación pública y fue
de las eurodiputadas más vagas en la historia del parlamento europeo. Con
estas medallas UPyD se permite el lujo de repartir carnets de demócratas y de
negárselo a Bildu que ha sacado 21 escaños frente a uno de la formación de Rosa
Díez. Por cierto, Hitler nunca consiguió mayoría absoluta por la urnas.
Lo que
nos une.
Pero para
UPyD ante todo el gran problema, su nicho de mercado, se centra en torno a un
modelo territorial de las CCAA que dicen querer sustituir por eso que llaman
“federalismo cooperativo”. Pero, ¿qué quiere decir realmente ese eufemismo de
federalismo cooperativo? Algo se puede ir vislumbrando cuando en un mismo
párrafo afirman querer suprimir el artículo 3.3 de la Constitución, “La
riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio
cultural que será objeto de especial respeto y protección”. Al mismo tiempo
que al artículo 14 quieren que se incluya la palabra “lengua” junto con la de
raza, para garantizar que no existe discriminación en su uso. Aquí podemos
encontrar la génesis de su idea de “igualdad”. Hay que suprimir cualquier
característica que defina algo en su pluralidad para encuadrarlo dentro de
forma homogénea, asumiendo que esa es la esencia de la igualdad en lugar de
respetar la diferencia. Apropiarse de la idea de igualdad implica la capacidad
de hegemonizar un rasgo de universalidad; hacer de mis intereses particulares
algo universal y por lo tanto, se necesita apartar, someter, todo lo que
interfiera en esa búsqueda de supuesta igualdad cortada por un patrón
determinado.
Su apuesta
de modelo territorial funciona de forma parecida a como lo hacían las fábricas
bajo el sindicato único y vertical. Como no existe la lucha de clases, el
sindicato único se encarga de establecer incluir tanto a trabajadores como
empresarios en una única organización que no tiene intereses distintos y son
tutelados por un Estado corporativo. Todos amigos. Cierto es, que esta
parábola no implica que las CCAA se diferencien entre sí como los empresarios y
trabajadores, al contrario, la comparación radica en el hecho de la obligación
a cooperar entre ellas y con el Estado central, desde la óptica de una igualdad
reducida a una universalidad pensada desde un interés particular. El DNI es lo
que nos une, las particularidades de cada uno es totalmente superfluo e incluso
atenta contra la elevada igualdad.
Ni de
izquierdas ni de derechas
Mucho se ha
criticado el conocido lema de UPyD que buscando distanciarse de las
“ideologías”, construyen otra sobre la base de venderse como si no lo fuera.
Pero claro, vender humo tiene un recorrido corto; hace unos días pudimos
observar como se abstenían en la votación sobre la sanidad pública madrileña y
hoy mismo, Rosa Díez sale apoyando al Presidente de la Comunidad de Madrid,
Ignacio González, en su intención de revisar el derecho a huelga. Afirma Rosa
Díez que no hablan de limitar o prohibir, sino de “regular” un derecho que la
transición no ha resuelto. Regular comparte la misma partitura que modular, ¿Os
acordáis de las palabras de Cristina Cifuentes? La neolengua busca que nunca se
defina nada y pretende que así sea, hasta que finalmente lo consiguen y
entonces, lo exponen como un avance, un cambio positivo. Las palabras nunca
están vacías de significado, máxime, cuando se pronuncian en contextos y
coyunturas particulares. ¿Cómo se puede interpretar ese “regular” cuando el
debate se abre precisamente a raíz de la vorágine de críticas a las huelgas y
no a quien provoca que se sucedan esas huelgas? Dudo mucho que la intención sea
la de maximizar libertades de expresión ciudadana frente a la imposición
política del régimen financiero, por lo tanto la ambigüedad está fuera de
lugar.
¿Qué decir
ante esto?
Frenta al
“ni izquierdas ni derechas” de Rosa Díez, no podemos caer en la propuesta fácil
de “¿Ves como en realidad son de derechas? ahora lo que toca es insistir en que
ellos son de derechas y “nosotros” de izquierda”. Claro que ellos son
nítidamente reaccionarios, pero no se trata de encajar con calzador una serie
de aspiraciones, tipo emancipación, lucha contra la explotación, democracia
etc.. dentro de un marco predefinido de “izquierdas”, sino al contrario,
debemos fijarnos como el desarrollo históricos de las luchas dan lugar a nuevos
conceptos y nuevas maneras de afrontar el discurso. La palabra izquierda no es
algo sagrado, es una expresión histórica que definía una línea de
enfrentamiento entre la construcción de unos intereses frente a otros
representados como derecha.
¿A día de
hoy se intepreta igual esta aspiración? en gran parte no, puesto que el
concepto izquierda está muy “pervertido” y entraríamos en una espiral por
definir que es realmente de izquierdas y quién puede tener el título para
llamarse así. Lo importante no es como se nombra, lo óntico -a nivel de comunicación política si es
crucial, las palabras construyen y nombran realidad-, sino lo que se quiere
nombrar- lo ontológico- y a día de hoy el eje “arriba y
abajo”, implica en sí mismo una radicalidad mucho mayor, difícil de asumir por
sectores que han hecho de la palabra izquierda un concepto muy suave. Recuperar
la radicalidad significa alejarse de una discusión decimonónica y vacía,
alejarse de la preocupación identitaria que afecta a una ínfima parte de la
población e intentar enmarcar la radicalidad desde postulados frescos, que no
arrastran suspicacias que muchos, pensando lo mismo, se echan para atrás. Somos
los de abajo que vamos a por los de arriba deja poco margen para los matices
baratos en la batalla por identificar quien es de la izquierda “verdadera”. No
miremos el dedo sino la luna. Lo que queremos es ganar e imponer a quien
arruina la vida, no ganar un concurso de prosa. No hay cabida para ser
conservador.
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