Factores de resistencia de las microempresas cooperativas frente a la crisis
y recomendaciones para un fortalecimiento cooperativo del sector de lo social
Artículos de
Opinión | Sabín Galán, F.; Fernández Casadevante, J.L.; Bandrés de Lucas, I. |
27-12-2012 |
Resumen
El artículo
pretende analizar cuál es el comportamiento que están teniendo las
microempresas cooperativas, y de forma especial las del sector de la
intervención social, desde el comienzo de la crisis económica en el año 2008,
así como proporcionar una serie de recomendaciones que se consideran claves
para afrontar la crisis en el futuro próximo.
Las
principales conclusiones del estudio son que las empresas cooperativas están
resistiendo mejor la crisis que el resto del tejido empresarial y que los
factores fundamentales que lo explican se derivan de su estructura de
propiedad, la cual les permite tener mejores mecanismos de adecuación ante las
condiciones del mercado. Además el artículo proporciona algunas claves que las
cooperativas deben de tener en cuenta para favorecer su viabilidad ante una
crisis económica sostenida en el tiempo.
Introducción
El presente
artículo pretende analizar cuál es el comportamiento que están teniendo las
microempresas cooperativas, y de forma especial las del sector de la
intervención social, desde el comienzo de la crisis económica en el año 2008,
así como proporcionar una serie de recomendaciones que consideramos claves para
afrontar la crisis en el futuro próximo. Está estructurado en tres partes: una
primera en la que hacemos un análisis del comportamiento de las cooperativas ante
la crisis; una segunda donde analizamos cuáles son las estrategias que han
empleado para afrontar los problemas de viabilidad derivados de la misma, y la
última parteen la que se proponen una serie de claves sobre cuáles son las
estrategias que consideramos que deben de implementar este tipo de empresas
para hacer frente a la agudización de la crisis económica actual.
Las
conclusiones que plasmamos en el artículo están basadas en una investigación
realizada a lo largo del año 2011. El abordaje metodológico de este estudio se
ha realizado combinando un exhaustivo análisis bibliográfico con la producción
de datos primarios a través de entrevistas a expertos, focus groups y
cuestionarios. En primer lugar, hemos realizado una revisión documental de
fuentes primarias y secundarias, analizando las principales publicaciones e
informes publicados sobre el sector, y hemos realizado una revisión y
sistematización de los datos existentes sobre la evolución del número de
cooperativas y de los puestos de trabajo durante el periodo 2008-2011. Los
datos que hemos utilizado para elaborar el análisis corresponden al conjunto de
empresas cooperativas tanto a nivel estatal como de la Comunidad de Madrid, ya
que no existen datos desglosados que nos permitan observar la evolución de las
microcooperativas del sector de la intervención social; sin embargo, dadas las
características del sector y los datos obtenidos de los cuestionarios y
entrevistas realizadas, consideramos que los resultados obtenidos podrían ser
extrapolables de forma genérica para todo el sector. En segundo lugar, hemos
analizado los resultados de un cuestionario al que respondieron 35 cooperativas
madrileñas, que tenía una media de 8,5 trabajadores. Por último, hemos hecho
cuatro entrevistas con personas expertas e investigadores del sector y tres
focus groups con miembros de cooperativas, en los cuales que se contrastaron
las principales conclusiones extraídas del resto de técnicas aplicadas.
Las
principales conclusiones que hemos obtenido fruto de la investigación son que,
tal y como se refleja en el imaginario cooperativista, las empresas
cooperativas están resistiendo la crisis mejor que el resto del tejido
empresarial, lo cual se manifiesta en una menor tasa de cierre de empresas y en
una menor destrucción de puestos de trabajo. Los factores fundamentales en los
que se apoya este mejor comportamiento son lo que hemos denominado factor C,
que tienen que ver con sus principios y valores, su mayor capacidad para
adaptarse a las condiciones del mercado y para ajustar los salarios y las
condiciones laborales a la reducción de los ingresos de la empresa. Por último,
exponemos la necesidad de estas microempresas de fortalecer la innovación,
reforzar los mecanismos de intercooperación, limitar su dependencia de los presupuestos
de la administración pública y fortalecer instrumentos que les proporcionen
autonomía productiva y financiera.
Cooperativismo
y contexto de crisis en el sector social madrileño
El
cooperativismo es una fórmula empresarial que si bien tiene más de 150 años de
antigüedad, ha sabido reinventarse sucesivamente a lo largo del tiempo,
convirtiéndose en la principal referencia de estructuras participativas y
democráticas en el mundo del trabajo. Los valores que han impulsado la puesta
en marcha de experiencias cooperativas (Ayuda Mutua, Responsabilidad,
Democracia, Igualdad, Equidad y Solidaridad) han ido asociados históricamente a
una forma especial de entender el mundo del trabajo y la economía. Una visión
que ponía el acento en la persona y su comunidad de referencia.
Uno de los
rasgos singulares del cooperativismo es que históricamente ha mantenido una
relación anómala con los ciclos económicos, si lo comparamos con otras formas
empresariales, ya que éste gana visibilidad, protagonismo y se desarrolla con
mayor facilidad comparativa en contextos de crisis. Una situación que se
ilustra en el informe La resiliencia del modelo cooperativo en tiempos de
crisis2, realizado en 2009 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
organismo especializado de las Naciones Unidas que se ocupa de los asuntos
relativos al trabajo y las relaciones laborales. Este Informe dirigido por
Johnston Birchall y Lou Hammond Ketilson repasa históricamente el papel jugado
por las innovaciones socioeconómicas del cooperativismo en tiempos de crisis y
hambrunas, que van desde Alemania en 1860, donde se inventan las cooperativas
de crédito rurales, a las bancas cooperativas apoyadas por el New Deal durante
la Gran Depresión de 1929 en EE.UU, pasando por iniciativas cooperativas en
países del Este durante el colapso de la URSS o algunos de los mecanismos
generados en los proyectos de cooperación al desarrollo.
El informe
reivindica una atención más constante por parte de las políticas públicas, ya
que los mecanismos económicos que genera el cooperativismo resultan relevantes
en tiempo de crisis, para posteriormente en ciclos de bonanza económica volver
a ser relegados a un segundo plano. En este trabajo se destacan como ventajas
comparativas de las cooperativas sus principios libremente asumidos, la
autonomía en la decisión de las personas implicadas, el hecho de ser dueñas de
su propia empresa, la promoción de empleo con mejores condiciones comparativas
y los vínculos con la comunidad. Unos principios que si no se pueden cumplir siempre
de forma integral por las presiones del mercado y de la competencia, sí que
resultan una marcada tendencia dentro del movimiento cooperativo.
Salvando las
particularidades de cada realidad territorial, la evolución de las dinámicas
cooperativas ante la crisis tiene rasgos similares en el conjunto de Europa y
del Estado español. El cooperativismo se revela como la fórmula empresarial que
comparativamente menor empleo destruye y que se comporta de forma más sólida en
periodos de inestabilidad económica, como avalan los datos de evolución del
sector.
En España la
llegada de la crisis socioeconómica en 2008 provoca un leve descenso del número
de sociedades y del empleo, que continúa hasta 2009. Resulta relevante destacar
como ya en pleno contexto de recesión económica, durante 2010, el
cooperativismo ha mantenido el empleo a pesar de reducirse sensiblemente el
número de sociedades, amortiguando los impactos de la crisis mediante reajustes
internos. Una dinámica que es invertida nuevamente en 2011, con la profundización
de la crisis ante la cual se vuelve a resentir levemente tanto el número de
cooperativas como de sociedades, previsiblemente por los límites de la propia
flexibilidad interna a la que se someten muchas de estas empresas.
El caso del
cooperativismo madrileño, partiendo de unas cifras bastante modestas en
comparación con la media nacional3, ha evolucionado muy positivamente durante
los cerca de cuatro años de crisis que llevamos. A rasgos generales ha
compartido la dinámica del resto de regiones, aunque muestra un comportamiento
mejor que la media. Ya que el porcentaje de sociedades que mantienen actividad
después de la crisis es del 98,03%, cerca de doce puntos por encima de la
media, también resulta interesante ver como el porcentaje de empleo que
mantienen ronda el 94,67%, más de tres puntos superiores a la media. Unas
cifras que muestran como, a pesar de ser cuantitativamente menos
representativo, el movimiento cooperativo madrileño se encuentra consolidado de
forma notable en el tejido productivo de la región.
El
cooperativismo en el mundo laboral se ha vinculado a una retórica que afirmaba
que esta fórmula empresarial priorizaba una construcción sólida de empleo,
debido a la propiedad y responsabilidad de los trabajadores en el devenir de
sus propias empresas y por extensión de sus propios puestos de trabajo. El
cooperativismo priorizaría, por tanto, la consolidación del empleo y la mejora
de las condiciones laborales por encima de otros criterios de rentabilidad
económica. Los principios y valores que orientan a las empresas cooperativas se
convierten en elementos clave que provocan un factor diferencial de estas
entidades respecto a las empresas convencionales. Elementos como la
flexibilidad, el dinamismo, la capacidad de innovación y su mayor protección
del empleo, se pueden explicar desde su relación con los principios y valores
del cooperativismo. En un contexto regional en el que el sector cooperativo es
más reducido y no existe una apuesta institucional por difundir este modelo
empresarial, uno de los rasgos que pueden identificar y explicar parte de la
fortaleza del cooperativismo madrileño sería la dimensión ideológica, la
identificación profunda con los valores cooperativos:
En Madrid el
componente ideológico es muy fuerte, no hay políticas de promoción del
cooperativismo, que permita valorar elementos económicos, fiscales o de
oportunidad4.
En este
texto centramos nuestra atención en el sector de la intervención social y
especialmente de las microcooperativas madrileñas que prestan este tipo de
servicios. Estas iniciativas empresariales, que se caracterizan por la
inversión de prioridades que realizan respecto a la economía convencional
—fuerte territorialización de las iniciativas y vinculación con el entorno,
promoción de la cooperación frente a competencia, prioridad de la rentabilidad
social sobre la económica, apuesta intensiva por el empleo y por los grupos
sociales más vulnerables— maduraron en un sector que durante el ciclo de
crecimiento económico conoció una expansión relevante, en un contexto económico
favorable con un importante incremento del gasto social. Sin embargo, estas
particularidades hacen que este tipo sociedades y sus ámbitos de actividad sean
más sensibles al actual contexto derivado de la crisis.
Una
investigación a nivel estatal de COCETA, del año 2010, titulada Cuando se
trata de personas, las cooperativas llevan la iniciativa. Cooperativas de
trabajo de iniciativa social, radiografía de un sector en evolución,
alertaba sobre algunas de los principales obstáculos que están encontrando las
cooperativas que trabajan en el sector de lo social. Un descenso de la
actividad asociada a los recortes de los presupuestos públicos, de forma
notable en las partidas sociales (no desarrollo de la Ley de Dependencia,
educación, servicios sociales…), como consecuencia de que estas cooperativas
mantienen una elevada dependencia de las administraciones públicas como
empleadoras. Los datos evidencian que cerca del 68% de las entidades son
proveedoras de servicios para las administraciones públicas, de forma destacada
para los ayuntamientos, por lo que variaciones en el comportamiento de las
mismas resulta determinante dada la elevada vulnerabilidad del sector5.
La crisis
fiscal de los ayuntamientos y comunidades autónomas, encargadas de casi todas
las competencias sociales, proviene de un régimen de financiación donde los
servicios públicos eran altamente dependientes del modelo de crecimiento
durante el ciclo inmobiliario. Tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria los
reajustes presupuestarios han implicado la reducción de muchos servicios que
prestaban o eran susceptibles de ser prestados por cooperativas. El caso del
consistorio madrileño sería paradigmático, al ser el municipio más endeudado de
todo el país: ya sea en términos absolutos, con 6.091 millones de euros de
deuda viva a 31 de diciembre de 20116—más del 25% de la deuda total de los
municipios españoles—, como relativos, con más de 2.000 euros por habitante.
Tendencia que presumiblemente se va a agudizar en el futuro próximo y que estas
empresas tendrán que afrontar.
Otro
problema derivado de los impactos de la crisis, para las empresas de lo social
y especialmente para las microempresas, ha sido los impagos de las
administraciones. La demora de meses en el pago por la provisión de servicios,
ha supuesto en muchos casos una presión inversamente proporcional al tamaño de
las empresas, es decir, cuanto más pequeñas mayor vulnerabilidad ante los
impagos, ya que en muchos casos éstas se ven obligadas a seguir prestando los
servicios, adelantar pagos e incluso endeudarse, en lo que supone una suerte de
financiación indirecta de las administraciones por parte de las empresas que en
muchas ocasiones tienen problemas para acceder a la financiación bancaria. En
el caso del ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, no se tiene previsto
normalizar el pago a proveedores hasta 2015, si todo se desarrolla según lo
previsto en el Plan de Saneamiento7. Una presión que ha provocado el cierre de
empresas y cooperativas, asfixiadas económicamente por la falta de liquidez.
Recientemente se presentaba el Tercer Informe Anual Sobre la Crisis 2011
de la Organización Internacional de las Cooperativas de Producción Industrial,
Artesanal y de Servicios CICOPA, una organización sectorial de la Alianza
Cooperativa Internacional. En este trabajo se confirmaban nuevamente las
afirmaciones sobre la robustez ante la crisis del sector cooperativo a nivel
internacional y entre las dificultades en nuestro páis se hacía referencia a
este fenómeno:
[…] una gran
parte de los servicios sociales prestados por las cooperativas son contratados
por las autoridades públicas y la tendencia general europea de recortes de
presupuesto público está dificultando su desarrollo. Los retrasos de las
autoridades públicas en los pagos también impiden su desarrollo y, en algunos
casos (Italia, España), incluso representan un peligro para su supervivencia8.
Otro
problema agravado por la crisis es el impacto del intrusismo de las grandes
empresas y corporaciones, que han constituido empresas o fundaciones para
insertarse en el mercado en unas condiciones más favorables, con las que tienen
que competir estas microempresas. La posición estratégica de estas empresas y
su capacidad financiera les permite acceder de forma privilegiada a los pliegos
de condiciones de las administraciones públicas, rebajando los precios en una
suerte de dumping (capacidad de reducir costes, peores condiciones
laborales, subcontratación, capacidad de sostener demoras largas en los pagos,
etc.). La crisis ha acentuado esta dinámica en la que prima la reducción de
costes por encima de los criterios de calidad en actividades económicas que
están estrechamente relacionadas con las condiciones de vida de las personas y,
especialmente, de los grupos sociales más vulnerables.
La creciente
competencia en la Comunidad de Madrid en el sector de lo social se ve
incrementada por la ausencia de un convenio colectivo o marco regulador de
referencia, lo que implica dinámicas de deterioro de las condiciones laborales.
Una merma que es más fácilmente asumida por las grandes empresas al trasladarla
directamente a sus personas contratadas o empresas subcontratadas, obligando a
las microempresas a reducir los precios de sus servicios para poder competir.
Ante este
panorama nada optimista puede resultar relevante interrogarnos sobre: ¿qué
motivaciones y expectativas tienen las personas que ponen en marcha
emprendimientos cooperativos?; ¿cuáles son los factores que han posibilitado la
supervivencia de dichos emprendimientos por encima de otros modelos
empresariales en el periodo actual de crisis?; ¿qué papel juegan los valores y
principios del cooperativismo a la hora de facilitar la supervivencia y el
éxito?
Una de
nuestras hipótesis de partida es que consideramos que las motivaciones que
empujan a las personas a embarcarse en un proyecto cooperativo son distintas de
las que llevan a conformar otros tipos de fórmulas empresariales. Por esta
razón, valoramos la importancia de conocer e identificar de forma detallada
estas motivaciones.
Además, este
distintivo punto de partida es una variable explicativa que mostraría como,
desde el origen, los principales motivos que explican el éxito del modelo
cooperativo en la resistencia frente a las consecuencias de la crisis, se
asocian a factores internos —gestión democrática, propiedad de las personas que
trabajan, flexibilidad, etc.— más que a factores externos -estructura
socioeconómica, políticas públicas,…-. El trabajo de Moyano Fuentes, J. Puig
Blanco, F. Bruque Cámara, S. Los determinantes de la competitividad en las
cooperativas9 sostiene que estos factores internos son los que en gran
medida determinan la competitividad de estas empresas. En concreto, la
participación de los socios en los resultados junto a la flexibilidad para
atender los requerimientos de los clientes es el determinante principal de
competitividad de las cooperativas.
“Porque la
participación en las decisiones económicas, laborales, estratégicas, etc. hace
que los miembros de una cooperativa sean flexibles a un ajuste salarial de forma
colectiva y acordada en aras de reducir gastos. Además sigue prevaleciendo la
persona sobre el capital, al contar con otros medios de financiación (en
nuestro caso los bonos) no caemos por endeudamiento con bancos. Pertenecemos a
una red y tejido social fuerte que nos hace menos vulnerables por participar en
la cooperación y no en la competitividad.”10
Asumiendo
que las conclusiones de Moyano y Puig son en buena medida coincidentes con
nuestras hipótesis, hemos tratado de profundizar en la descripción de los
factores internos, dándoles un orden de importancia en función de su relevancia
para explicar las especificidades del modelo empresarial microcooperativo del
sector de lo social en Madrid. Estos factores son los que hemos definido como
Factor C.
Consideramos
que un análisis de los factores diferenciales que explican la mayor capacidad
de supervivencia del cooperativismo en ciclos económicos adversos nos puede dar
claves sobre las estrategias que abordan o pueden abordar las microcooperativas
para hacer frente al empeoramiento de las condiciones de mercado, teniendo en
cuenta que esta capacidad para resistir y mantener los puestos de trabajo ante
el deterioro de la actividad productiva puede convertirse en ocasiones en un
proceso de deterioro basado en la autoexplotación y precariedad, innecesario si
se analiza que la empresa no tiene garantías de viabilidad o de recuperar a
corto plazo las condiciones de trabajo dignas y estables que habían dado
sentido a su constitución.
Factor C:
Los factores cooperativos de resistencia
1. La
estructura de propiedad de la empresa
La
característica, legal e histórica, de que las sociedades cooperativas deben
estar compuestas mayoritariamente por socios copropietarios de la misma, que se
benefician directamente de la actividad productiva de la empresa —además de
condicionar de forma fundamental las dimensiones de la empresa como son el
modelo de negocio, el modelo organizativo, las condiciones laborales o la toma
de decisiones— es un factor determinante para comprender las fuertes
implicaciones personales que habitualmente ponen los cooperativistas en el
desarrollo y viabilidad de sus empresas. Esta estructura de propiedad
característica de las cooperativas hace que los socios tengan un especial
interés en el éxito de su organización (Simons e Ingram, 2000). Este factor es
si cabe más importante en las microcooperativas, donde la vinculación con la
empresa y con las personas socias es mucho más cercana que en cooperativas de
mayores dimensiones. Así, en uno de los cuestionarios respondidos una, de las
personas lo explicaba de la siguiente manera:
“Trabajamos
por algo que es nuestro así que tenemos una motivación más alta por salir
adelante.”
Ser socio en
una cooperativa de trabajo asociado suele llevar implícito que la obtención de
recursos materiales o económicos se produce a partir del trabajo y no de las
rentas de capital. La doble condición simultánea de empresario y trabajador —si
cae una cae la otra— tiene implicaciones muy importantes a la hora de tomar
decisiones en cualquier contexto económico, pero especialmente en un momento de
crisis económica. En un periodo de ausencia de oportunidades laborales y de
elevadísimos índices de deuda familiar, la pérdida de las rentas salariales
supone una quiebra fundamental en la estabilidad de los hogares, tal y como
estamos viendo a medida que la crisis va acentuando la fractura social. Por lo
tanto, el factor ―propiedad colectiva‖ asociado al tándem trabajo-renta va a
determinar que las empresas cooperativas tomen todas las medidas ―de ajuste‖
que consideren necesarias para mantener la actividad de la empresa y los
puestos de trabajo de sus propietarios. En palabras de otra de las personas que
respondía a los cuestionarios:
"El ser
propietarios de la misma (empresa) permite a las personas socias una mayor
flexibilidad en la forma organizativa y las condiciones laborales. Aunque ésta
puede contemplar el asumir determinados sacrificios (salarios, condiciones
laborales,...) que permitan la continuidad de la cooperativa”.
Estas
circunstancias son muy parecidas a las que identifican a las empresas de
autónomos o pequeñas empresas familiares, pero las diferencia claramente de las
sociedades limitadas y anónimas, donde existe una clara separación entre
trabajo y capital. En estas últimas es el margen de rentabilidad empresarial y
la obtención de beneficios empresariales, los que determinan la viabilidad o no
de la empresa y las medidas que deben abordar. Esto se traduce en la aplicación
de medidas de reducción de gastos, que en un gran número de casos pasan por la
reducción del número de empleados de forma temporal o definitiva —como
demuestra el aumento exponencial de expedientes de regulación de empleo en los
últimos tres años— y/o con la reestructuración de los activos de la empresa. En
el modelo cooperativo la reducción de costes también es una medida transversal
al ajuste, pero sólo en caso de cierre se producirá la pérdida no voluntaria de
puestos de trabajo, al menos, entre las personas socias. En palabras extraídas
de uno de los cuestionarios:
“No es
casualidad que haya muy pocas cooperativas que despidan a socias/os”.
La
estructura de propiedad de las cooperativas permite a éstas aislarse de las
amenazas ambientales (factores externos procedentes del sector o de otros
elementos socio-económicos) y de los períodos de crisis económica al haber
interiorizado los vínculos con sus proveedores y/o clientes (Núñez y Moyano,
2004).
2.
Adaptabilidad de las condiciones laborales
El segundo
factor por importancia, directamente relacionado con el anterior, es la
capacidad que tienen las cooperativas de decidir colectivamente adaptar las
condiciones laborales en función de las circunstancias del mercado. Un
argumento tan repetido por cooperativistas y estudiosos como significativo en
el análisis de la capacidad de resistencia de las empresas cooperativas en este
periodo de grave crisis económica.
Cuando el
mercado se contrae y una empresa entra en una situación económica que pone en
riesgo su viabilidad, se produce un empeoramiento generalizado y progresivo de
las condiciones, tanto en la empresa convencional como en la cooperativa. Sin
embargo, la adaptabilidad en el caso cooperativo es diferencialmente importante
respecto de otros modelos de empresa porque se sostiene sobre la propiedad
colectiva de la misma, y sobre el principio de participación democrática. Ambas
dimensiones posibilitan , como señalábamos, una fuerte implicación colectiva en
la empresa, pero también un análisis más amplio y a más largo plazo de las
diferentes posibilidades para recuperar la productividad y hacer viable la
empresa, así como menores niveles de conflicto o desafección entre los
trabajadores con respecto a las decisiones tomadas. Algunos extractos de los
cuestionarios y de los focus groups realizados, expresaban este factor de la
siguiente manera:
“Tenemos más
capacidad para flexibilizar nuestras condiciones laborales y económicas”.
“Flexibilidad
en horarios y sueldos, se mira más el lado humano que las ganancias”.
“Capacidad
de resistencia dada la posibilidad de modificar o adaptar las condiciones de
trabajo en atención al acuerdo de todos/as los/as socios/as”.
La adopción
o empeoramiento, en este caso, de las condiciones laborales tiene niveles muy
diversos de progresividad en función de las decisiones de ajuste que van tomando
cada una de las empresas. Los principales aspectos sobre los que han
intervenido en este periodo de crisis las cooperativas consultadas en este
estudio han sido: salario, jornada laboral, condiciones de cobro, condiciones
materiales de trabajo, niveles de responsabilidad y funciones dentro de la
empresa. Su traducción práctica ha supuesto una reducción progresiva de los
salarios, la eliminación o reducción de complementos salariales, desinversión
en mejoras de las condiciones materiales de trabajo, retrasos en los cobros,
aumento y flexibilidad de las horas de trabajo, aumento de los niveles de
responsabilidad y, en menor nivel, cambios en las funciones que se desarrollan
dentro de la empresa.
Uno de los
grandes problemas a los que se enfrentan las cooperativas de pequeño tamaño del
sector servicios, es que cada vez resulta más costoso alcanzar niveles estables
de calidad en el empleo. La crisis está aumentando en algunos casos los niveles
de precarización o auto-explotación más o menos satisfactorios que ya existían
con anterioridad. Ésta puede ser una de las grandes paradojas asociadas al
modelo cooperativo: se crean colectivamente con el objetivo, entre otros, de
generar empleos de calidad para sus socios (Díaz Bretones, F (2000)); sin
embargo, la búsqueda de la calidad ―objetiva‖ en las condiciones de trabajo
pasa a un plano secundario cuando existe un objetivo más importante, como es
salvar los puestos de trabajo y la empresa.
La gestión
relacional del equipo y la capacidad de activar mecanismos proactivos de
innovación, intercooperación, diversificación productiva y evaluación de la
viabilidad de la empresa, van a ser elementos fundamentales para poder
equilibrar las necesarias medidas de ajuste con la realista posibilidad de que
se pueden recuperar o mejorar las condiciones de partida.
3.
Flexibilidad frente a las condiciones de mercado
Tanto los
expertos como las cooperativas consultadas en este estudio coinciden en asignar
al modelo cooperativo determinadas cualidades genéricas que representan un factor
diferencial relevante para comprender su mayor competitividad: a) La forma de
trabajar con los clientes (más personalizada, comprensiva y cercana); b) el
conocimiento del sector en el que se ubican; c) la dimensión comunitaria de los
proyectos productivos; d) el mantenimiento de relaciones de intercooperación
productiva con otras empresas, e) la adaptabilidad de las condiciones de
trabajo. Estas fortalezas conjugadas de forma inteligente son herramientas
proactivas y reactivas válidas para ir ajustando el modelo de negocio a las
variaciones que se dan en el mercado, que han empleado las cooperativas
consultadas, ya sea ante cambios más globales, como los derivados de la crisis
actual, o más específicos, como los que se pueden dar en el sector productivo
en el que se ubica la empresa.
En la
primera parte de este artículo hemos señalado los cambios más importantes que
se han dado en las condiciones del mercado desde el inicio de la crisis
económica. Probablemente el más relevante ha sido la fuerte contracción del
consumo público y privado, con la consiguiente reducción del volumen de
ingresos de las empresas. Esta situación les ha obligado a tomar decisiones
dirigidas a la reducción de los gastos corrientes −salarios, alquileres,
comunicación, marketing, materiales, formación,…− como condición para
equilibrar la cuenta de resultados. De forma simultánea, las entidades
financieras han dejado de prestar dinero a las empresas, que a su vez también
sufren la falta de liquidez por el retraso en los cobros de sus clientes. Esta
espiral, ampliamente explicada en todos los análisis de la crisis financiera
actual, se ha convertido en un grave problema de viabilidad para las empresas y
de forma concreta, para las microcooperativas del sector social estudiadas.
La propiedad
colectiva de la empresa y su vocación social vuelven a ser determinantes en
este caso para dar ventajas comparativas a las cooperativas para resistir esta
situación.
“Al
desplazar la centralidad del ánimo de lucro de la empresa a los márgenes y
poner el acento en las personas y sus necesidades, las cooperativas se
convierten en entidades más adaptables a las situaciones fluctuantes del
mercado”.
Las
cooperativas tienen mayor facilidad para decidir retrasar los pagos a los
socios-trabajadores, o adaptarlos mejor a las necesidades de éstos. Estas
medidas hacen aumentar la deuda interna (la que tiene la cooperativa con sus
socios-trabajadores), pero se logra una menor dependencia de obtener dinero de
los bancos. Además, el sector cooperativo ha fortalecido en los últimos años
diferentes entidades de ahorros especialmente pensadas para ayudar a las
cooperativas en estas situaciones. En un momento en el que la banca
convencional tiene exigencias que difícilmente pueden satisfacer las
microempresas cooperativas, entidades financieras de carácter ético como
Fiare11 o Coop57 cumplen un papel fundamental para salvar la actividad de un
buen número de entidades con graves problemas de tesorería.
4. La
gestión democrática
La
democracia al interno de las empresas es una de las asignaturas pendientes y
olvidadas de las empresas tal y como asevera Robert Dahl en su libro Democracia
Económica: ―El gobierno interno de las empresas económicas, con muy pocas
excepciones, es claramente antidemocrático de jure y de facto”, Dahl (1985;
51). Sin embargo, en las cooperativas, la capacidad de participar en la toma de
decisiones a diferentes niveles bajo la premisa legal ―un socio, un voto‖,
vinculada a la estructura de propiedad de la empresa, tiene una importancia muy
relevante a la hora de determinar el futuro de la empresa y su capacidad de
adaptación o resistencia. Así lo manifiestan los y las cooperativistas
consultadas y los expertos:
“Existe una
mayor implicación de las personas y profesionales en todos los niveles de la
acción”.
“Una mayor
responsabilidad de un mayor número de personas sobre temas globales
relacionados con la dirección y los fines de la entidad (tanto laborales
−empleo− como sociales −fines que persigue la entidad−)”.
Puede
decirse que la empresa cooperativa es y supone una estructura de autogobierno
en el plano de la metapolítica, rompiendo con las actitudes y comportamientos
de dependencia respecto de terceros (Vicente Pérez).
Las
decisiones que se tienen que tomar en la empresa para garantizar su
supervivencia requieren esfuerzos importantes. Cuando en las empresas
cooperativas, en las que los socios son, se sienten y actúan como propietarios
de las mismas en situación igualdad, las decisiones de gran calado que tienen
que ver con la reducción de salario, los aumentos en la jornada,… son
generalmente tomadas y asumidas colectivamente.
Este hecho
es significativamente importante a la hora de comprender las razones de esto
que hemos llamado Factor C. Una cooperativa que ha aprendido a tomar decisiones
dialogadas importantes ya sean éstas positivas, negativas o estratégicas a lo
largo de su historia es mucho más consciente de sus capacidades. Aspectos tan
importantes para la calidad democrática como es contar con la información y
formación suficiente para tomar decisiones, la transparencia respecto a las
cuentas o la autonomía personal y grupal para decidir son dimensiones
intrínsecas a los principios cooperativos.
En los
cuestionarios respondidos nos encontramos con que la legitimación de la toma de
decisiones, cuando es colectiva, supone un refuerzo muy importante y son
asumidas con un grado de corresponsabilidad mucho mayor.
“La manera
de tratar todo en colectivo. El hecho de ser colectivo y de afrontar
conjuntamente neutraliza el shock”.
“Al ser
equipos que se van construyendo mediante el diálogo, es posible que haya una
mayor flexibilidad e imaginación para adoptar medidas para paliar los efectos
de la crisis. Siempre desde el punto de vista de que todos/as estamos en el
mismo carro y luchamos por lo mismo”.
Mientras que
en una empresa convencional las medidas de ajuste tienden a provocar conflictos
laborales, desmotivación de la plantilla, efecto salida de las personas más
valiosas,… en las cooperativas, al menos en las primeras fases del proceso de
ajuste y precarización, aumentan los niveles de compromiso y responsabilidad.
Una buena gestión de la dimensión grupal de los equipos, asociada a la toma de
decisiones, es uno de los elementos de éxito, clave en el mantenimiento de los
proyectos.
Así, en el
sistema accionarial, los administradores están obligados por ley a actuar
partiendo de la base de que los intereses de los asalariados son secundarios
frente a los de los propietarios, y habitualmente así lo hacen. En cambio, en
un sistema de autogestión, los administradores elegidos directa o
indirectamente por los trabajadores darían prioridad a los ciudadanos-miembros
de la empresa. En el primer modelo teórico los administradores actúan con el
fin de maximizar los réditos netos para los accionistas; en el otro, actúan con
el fin de maximizar los rendimientos netos per cápita para los ciudadanos
miembro‖. Dahl, Robert A. (1985).
5. La
intercooperación o el trabajo en red y la búsqueda activa de soluciones de
todas las personas implicadas
La
intercooperación o el trabajo en red es otro de los principios operativos clave
que aplican un número significativo de cooperativas como medio para prosperar o
resistir los embates de la crisis. La participación en redes, coordinadoras u
organizaciones más o menos difusas, nos dibuja un tipo de empresa que adquiere
diferentes pertenencias y que entiende que las relaciones de colaboración son
complementarias, y, en muchos sectores, más eficiente a las relaciones de
competencia.
Es un factor
asociado más directamente a las microempresas de los nuevos sectores
productivos vinculados a los servicios, las nuevas tecnologías, la producción
cultural,... (Rowan, J. (2010)), pero podríamos aventurarnos a decir que de una
forma u otra se da en la práctica totalidad de las cooperativas y de forma destacada
en las microcooperativas del sector social.
La
intercooperación se produce a diferentes niveles y con múltiples objetivos,
desde reducir gastos hasta compartir proyectos, inversiones, clientes,
estrategias,… Como ya han analizado diferentes estudios, las microempresas, y,
en este caso, las microcooperativas aumentan las posibilidades de viabilidad y
crecimiento en la medida en que estén insertas en redes productivas dentro de
su sector que les permiten acceder a proyectos a los que no podría por sí
solas.
Uno de los
aspectos más relevantes que hemos constatado con la investigación es que las
relaciones de intercooperación productivas son más abundantes y tenidas en
cuenta en tiempos de bonanza. La crisis, al menos en una primera fase, produce
en los equipos productivos una mirada más dirigida hacia lo interno como medio
de supervivencia. La intercooperación productiva requiere invertir tiempo y
esfuerzos, así como establecer criterios y mecanismos que la permitan. La
priorización de este tipo de inversiones se resiente con la crisis y, lo que
entendemos que podría ser un facilitador de superación de dificultades, pasa a
un segundo plano dentro de la estrategia que establecen las empresas para
enfrentarse al escenario crisis.
Por el
contrario, en esta primera fase, sí que aumentan las relaciones de
intercooperación dirigidas al ahorro de gastos compartiendo recursos. Esta
rápida capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias las facilita mucho
el estar insertas en redes y, por lo tanto, es un factor que ayuda a explicar
la capacidad de resistencia del modelo cooperativo. La intercooperación
relacionada con la dimensión territorial, sectorial o comunitaria de los
proyectos productivos cooperativos es, desde el origen de esta fórmula de
autoempleo colectivo, una de sus mejores virtudes para la creación, crecimiento
y sostenibilidad de los proyectos. Así lo manifiestan algunos de los
cuestionarios realizados:
"Pertenecer
a una red de cooperativas; Sientes que la fuerza del equipo encontrará una
solución, no sientes el miedo como en otras empresas”.
“Tenemos
redes de apoyo más desarrolladas que la empresa convencional”
6. Entidades
cualificantes y motivación
Las
cooperativas frente a otros modelos de empresa convencionales son generalmente entidades
cualificantes, lo que significa que las personas que las componen no son
única ni principalmente recursos o elementos del capital humano, sino que son
justamente eso, personas que encierran enormes potencialidades, cuya expresión
se desarrolla a condición de que vivan una vida rica en experiencias y
posibilidades. La organización cualificante es la ocasión para materializar
un derecho fundamental de los trabajadores y trabajadoras, el derecho a la
empleabilidad, que es el triple derecho a acceder al empleo, a mantenerse en él
(aunque no necesariamente en la misma ocupación y/o en la misma empresa) y a
progresar de los empleos menos cualificados a los más cualificados (Díaz
Bretones, F (2000)).
Algunos
datos que extraía de su trabajo de investigación Díaz Bretones, confirmaban que
existía un fuerte contraste entre las motivaciones subjetivas que habían
llevado a la gente a constituir una cooperativa y los datos objetivos. Las
principales motivaciones que la gente expresaba para conformar la cooperativa
fueron:
. Tener un puesto de trabajo (45,9%).
. Disponer de independencia económica y personal (16,2%). . Ganar
dinero fue valorada como la menos relevante por el 81,8%.
Sin embargo,
los datos objetivos mostraban que la mayor parte de las personas que formaban
una cooperativa no provenían de una situación de desempleo. La explicación que
se ofrecía es que el puesto de trabajo en una cooperativa va asociado a un
desarrollo profesional que los empleos anteriores no permitían. Llegando a la
conclusión de que son más relevantes las características psicosociales a la
hora del desarrollo del emprendimiento cooperativo −espíritu emprendedor,
estructura social, motivaciones ideológicas y organizativas, etc.− que los
factores estructurales −mercado de trabajo, desempleo,…−. Esta dimensión
subjetiva o motivacional se convierte de manera determinante en un factor de
resistencia o innovación en periodos de crisis como el que vivimos. El
cooperativismo aparece, pues, como una herramienta para desarrollarse
profesionalmente, para generar otro tipo de empleo, para promover cambios
sociales más que como fórmula de huir del paro.
La
comprensión de la dimensión cualificante de las cooperativas, una dimensión
apenas estudiada, nos permite entender el grado de motivación que incorpora en
el emprendimiento y posterior desarrollo del proyecto empresarial. Va a ser la
motivación, asociada igualmente a otros factores ya descritos como la propiedad
o la participación en la toma de decisiones, lo que incorpora al cooperativismo
un plus de resistencia ante las medidas de precarización o adaptación
productiva que acompañan a todo proceso de ajuste provocado por una situación
de crisis. La cooperativa se constituye como un espacio colectivo, una
herramienta en la que sus miembros participan en la medida en que pueden
desarrollarse individual, ecológica, económica y socialmente, las tres
dimensiones que según Subirana deben integrarse de forma equilibrada para
garantizar un equilibrio vital sostenible. En el caso de que estas tres
dimensiones vitales del ser humano hayan sido facilitadas por las cooperativas
a sus miembros (no siempre se consigue), éstos mantendrán la motivación y el
compromiso necesario para hacer frente con mayores garantías a los periodos
difíciles ya que las aspiraciones o motivaciones que dieron origen al proyecto
se vieron satisfechas anteriormente.
Hoy es el
futuro: apuntes para un fortalecimiento cooperativo del sector de lo social
Una vez
mostradas las singularidades de las microempresas cooperativas y el contexto de
crisis socioeconómica, que se traduce en unas dificultades y obstáculos
particulares, es el momento de valorar su proyección de futuro. La idea es
recoger un conjunto de variables sobre las que van a tener que operar estas
microempresas para tratar de generar un ecosistema empresarial más óptimo y que
facilite la viabilidad futura de dichas cooperativas.
Esta serie
de claves, que facilitaría la continuidad del cooperativismo madrileño de lo
social, supone una suerte de superposición de variables en la que los avances y
mejoras, bloqueos o dificultades de unas, condicionan, acentúan o refuerzan a
otras. Lo que nos lleva a valorar la necesidad de que se desarrolle, de manera
más o menos simultánea, la mayoría de ellas para que los cambios puedan ser
significativos para las cooperativas del sector.
1.
Innovación productiva y social
La crisis
financiera de las administraciones públicas y, especialmente, de los
ayuntamientos está sirviendo como excusa para desmontar el sistema de
protección social tal y como lo conocíamos. Este proceso implica la quiebra del
monoclientelismo en el que muchas entidades sociales, también las cooperativas,
se habían acomodado. La alta tasa de dependencia de un sector público con
presupuestos reducidos para lo social, emplaza a las cooperativas a un proceso
reflexivo que les posibilite diversificar sus actividades y clientes
potenciales.
Esta nueva
coyuntura replantea el papel de las cooperativas de lo social, cuya salida más
lógica y a la vez exigente, es apuntar hacia la provisión de servicios para la
comunidad. Por lo tanto, se han de reactualizar los debates que se sucedieron a
mediados de los años noventa en torno al papel del tercer sector como encargado
de cubrir el espacio social de aquello que no es propiamente ni el mercado, ni
el estado. Un espacio de autodefensa social que surgió para hacer frente a las
necesidades y demandas que no satisfacía un estado de bienestar en retirada
(reinserción de trabajadores, animación sociocultural, trabajo con jóvenes y
menores, prevención del fracaso escolar, prevención de adicciones…).
Estos
debates valoraban la emergencia de un espacio dinamizado por asociaciones y
entidades de la ―economía social‖ y movimientos sociales que defendían su
autonomía a la par que se reivindicaba un reconocimiento institucional de su
trabajo para acceder a fondos públicos. Iniciativas en las que convivían la
crítica y la gestión efectiva de proyectos, el trabajo asalariado profesional
con las estrategias de apoyo mutuo y solidaridad. Aunque apuntaban los riesgos
de que estos actores pudieran devenir funcionales en la transición de una
sociedad legal y moralmente organizada en relación con los derechos, hacia una
sociedad organizada por la acción solidaria privada12.
Actualmente,
con la profundización de la crisis, estas cuestiones vuelven a la esfera
pública y a la agenda política ya que, ante la progresiva mercantilización de
lo social, la apuesta es tratar de experimentar el ir cooperativizando aspectos
que hacen posible la reproducción social y las tareas de cuidados (Carrasco, C.
Borderias, C. y Thorns, T. (Coord) (2011)). Una comunidad crecientemente
precarizada y con cada vez menores protecciones sociales es el ecosistema en el
que estas cooperativas tienen que encontrar parte de sus nuevos nichos de
empleo en lo que deben ser procesos de innovación empresarial y productiva.
Se trata de
reinventar contratos sociales a pequeña escala en los que las comunidades
locales autofinancien algunos proyectos que sean impulsados desde cooperativas
de lo social, de forma que se satisfagan necesidades no cubiertas o cubiertas
de forma insatisfactoria por el mercado y el estado (criterios sociales y
ambientales).
Algunos
proyectos como los grupos y las cooperativas de consumo, proyectos
socioculturales, terapias psicosociales, proyectos de ocio alternativo,
servicios de educación infantil… apuntan hacia en esa línea que debería de
desarrollarse con horizontes más ambiciosos.
2.
Intercooperación
La
intercooperación puede suponer una innovación o una profundización de dinámicas
que ya se encontraban en marcha y que son constitutivas del movimiento
cooperativo desde sus orígenes. La cooperación entre cooperativas viene a
plantear que estas empresas sirven a sus socios más eficazmente y fortalecen el
movimiento cooperativo, trabajando de manera conjunta por medio de estructuras
locales, regionales, nacionales e internacionales. La novedad que incluye
este planteamiento es vincular la intercooperación también al fortalecimiento
del movimiento cooperativo y no sólo al beneficio del tipo que sea para cada
cooperativa en concreto.
En un
sentido amplio, se podrá definir la intercooperación como una forma de relación
entre dos o más entidades (empresas, cooperativas, personas jurídicas, o
clientes) para colaborar entre ellas. Esta colaboración puede ser informal
(aquella que no se encuentra sometida a un contrato jurídicamente reconocido) o
formalizada. Además, si profundizamos en las motivaciones para intercooperar,
encontramos que éstas pueden ser de distinta índole, siendo fundamentalmente
socio-políticas o económico-empresariales, aunque habitualmente se dan las dos
de una manera conjunta, poniéndose más el acento en un aspecto o en otro.
En el plano
de la intercooperación socio-política la realidad madrileña se encuentra en un
proceso de recomposición al desaparecer la UMCTA (Unión Madrileña de
Cooperativas de Trabajo Asociado) y encontrarse ahora mismo en pleno proceso de
constitución una nueva unión de cooperativas, llamada COOPERAMA.
La
intercooperación económica propone un imaginario social diferenciado al que
defiende la competencia como única variable que permite el dinamismo de los
mercados, ya que postula que la mejora del posicionamiento empresarial en
términos económicos (calidad, costes, solución de crecimiento, inserción en el
mercado,…) puede darse mediante estrategias de colaboración y apoyo mutuo.
En una
investigación reciente a nivel estatal, se mostraba cómo las Cooperativas de
Trabajo de Iniciativa Social se han involucrado en proyectos de cooperación
empresarial hasta en un 47,3% de los casos. Esta cooperación ha consistido en
el establecimiento de servicios compartidos, uniones temporales de empresas,
redes comerciales, tecnología e investigación, diseño, compras u otras
colaboraciones que se concretan, sobre todo, en formación, externalización de
servicios y alianzas estratégicas. Una dinámica acentuada en el caso de las
microempresas, debido su propia fragilidad estructural y a que no operan
únicamente bajo la lógica del mercado. Jaron Rowan ha estudiado el sector de la
producción cultural y la dificultad de que las microempresas maximicen
beneficios de forma aislada y en competencia exacerbada con los tejidos
productivos del sector (Rowan, J. (2010)).
Una realidad
que en el caso de las microempresas cooperativas madrileñas se ha articulado
desde hace ocho años en torno a La Madeja. Un espacio de relación donde
confluyen algunas dinámicas socio-políticas (coordinación en la intervención en
favor del convenio colectivo del sector o en la antigua UMCTA) con otras
empresariales. Generalmente se comparten proyectos (UTE, proyectos concretos,
alianzas estratégicas, fusiones,…), recursos materiales (locales, servidores de
internet…) e inmateriales (experiencia, procesos de autoformación,
contactos,…). Se trata de una red planteada sin ninguna estructura jurídica más
allá de las interacciones entre las propias cooperativas que forman parte de la
misma. Tiene una estructura muy flexible basada en la vinculación a los valores
y a los principios cooperativos, que se articula en torno a unos encuentros
anuales, una página web compartida y las relaciones laborales y afectivas que
se van dando entre unos nodos y otros de la red.
La llegada
de la crisis impactó fuertemente en la red, provocando la disolución de algunos
de los equipos que la conformaban, generando dinámicas de priorización de la
cooperación por grupos de afinidad y evidenciando dificultades para crear
respuestas colectivas.
3. Mejorar
gestión
La vocación,
el compromiso y la fuerte dimensión social de las actividades de estas
microempresas cooperativas hacen que se enfatice generalmente esta dimensión
social. Lo que ligado a su pequeño tamaño conlleva en muchas ocasiones una
devaluación de la gestión económica, que no suele llevar asociada una
profesionalización similar a las actividades económicas de la empresa.
Las
microempresas deben desarrollar su actividad económica, además de afrontar el
riesgo, los periodos de discontinuidad, de búsqueda de nuevos proyectos y las
inseguridades que van asociadas. Deben llevar la gestión económica, tributar y
realizar todos los trámites burocráticos de las empresas convencionales. Las
limitaciones del tamaño y la sobrecarga de actividad obligan a mejorar la
eficiencia en la gestión y en la planificación, a través de la mejora de sus
conocimientos de gestión y de estrategia empresarial, así como de la
incorporación de herramientas más eficientes, sin perder las singularidades que
le dan fuerza al modelo cooperativo (gestión democrática de las decisiones
clave, propiedad compartida, dimensión social de la actividad,…).
4. Regular
el sector y presionar a la administración pública
El sector de
la intervención social en Madrid lleva una década movilizándose para conseguir
un convenio colectivo que regule la actividad del sector. Las cooperativas y
otras entidades sociales organizaron una patronal afín al desarrollo del mismo,
en consonancia con las plataformas de trabajadores que lo han impulsado y en
oposición a las patronales de las grandes entidades.
Las
microempresas deben de ser capaces de tejer alianzas que les permitan presionar
a la administración para que se regule el sector, de forma que se dignifique la
actividad profesional, se mejoren las condiciones laborales y se prevengan los
riesgos de mermar la calidad de los servicios prestados, debido a presión a la
baja sobre los contratos que prioriza el abaratamiento de costes.
En el marco
de estas dinámicas de presión a la Administración, resulta relevante la puesta
en práctica de la aplicación, desde un principio amplio de igualdad en la
concurrencia, de las denominadas cláusulas sociales en la contratación
pública. Estas dan preferencia a empresas que tienen en cuenta el carácter
social de la entidad y no meramente aspectos económicos de la oferta: inserción
social, iniciativas contra la exclusión social, de promoción de la igualdad de
género, entidades sin ánimo de lucro, de comercio justo o ecológico.
5.
Fortalecer la banca ética y las finanzas solidarias
La crisis
socioeconómica ha supuesto, entre otras muchas cosas, tremendas dificultades de
acceso al crédito para las pequeñas empresas. Un problema que agudiza las
dificultades para disponer de financiación para realizar las inversiones
necesarias que permitan poner en marcha procesos de innovación y
diversificación. Este problema añadido a la demora en los pagos de muchos
proveedores, especialmente ayuntamientos, ha incrementado la vulnerabilidad de
las microempresas cooperativas durante todos los años que llevamos de crisis.
En este
contexto la existencia de proyectos de banca ética como la cooperativa de
servicios financieros Coop57 o Fiare han posibilitado el acceso a la liquidez
necesaria para el mantenimiento de muchas microempresas. Esta sensibilidad y
flexibilidad a la hora de operar resulta inexistente en el sistema financiero
convencional que busca la máxima rentabilidad con el menor riesgo. El
fortalecimiento y extensión de las experiencias de cooperativas de crédito y de
la banca ética, suponen un requisito fundamental, una apuesta estratégica para
la continuidad y reformulación del sector de las microempresas cooperativas de
lo social en Madrid.
Desarrollar
mercados sociales: intercooperación integral
Aumentar la
capacidad y voluntad de innovación e intercooperación así como fortalecer las
herramientas financieras éticas son todas ellas medidas fundamentales, pero no
suficientes para posibilitar la supervivencia, primero, y el fortalecimiento,
después, de la economía social y sus proyectos productivos. Lo cierto es que en
todas las fases del ciclo económico existen iniciativas económicas regidas por
valores distintos de los capitalistas: propiedad común, cooperación,
democracia, equidad, compromiso social, sostenibilidad,… Todas estas
iniciativas –la producción cooperativa, la comercialización solidaria, la
distribución participativa, el consumo responsable, las finanzas éticas y las
monedas sociales– así como otro sin fin de actividades de economía informal,
conforman lo que denominamos economía social y solidaria.
Pese a su
arraigo territorial estas iniciativas se enfrentan de forma demasiado aislada a
un entorno económico claramente agresivo y competitivo que sigue empeorando con
la profundización de la crisis. En este contexto, las experiencias de economía
social y solidaria, entre las que se encuentran las microcooperativas, tienen
muy pocas posibilidades de sobrevivir o consolidarse sino desarrollan
mecanismos estables de intercooperación, intercambio, solidaridad y
corresponsabilidad junto con el resto agentes del circuito económico. Para dar
respuesta a esta necesidad varios pensadores catalanes, entre los que desataca
Jordi García Jané, aportan la reflexión teórica necesaria para que se ponga en
marcha de forma práctica bajo el impulso de REAS red de redes lo que se conoce
como mercado social.
El Mercado
Social 13es por tanto "Una red de producción, distribución y consumo de
bienes y servicios que funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos
y solidarios, constituida por empresas y entidades de la economía social y
solidaria junto con consumidores y consumidoras individuales y colectivos. Cuyo
objetivo es que esta red permita cubrir una parte significativa de las
necesidades de sus participantes y desconectar la economía solidaria de la
economía capitalista, tanto como sea posible14”.
Los primeros
pasos de esta experiencia en Madrid están contando con una fuerte implicación
de cooperativas de lo social. Estas entidades pueden ver en el Mercado Social
una oportunidad para establecer relaciones mucho más integrales e
interdependientes con las personas o colectivos destinatarios de sus acciones.
1 Iñigo Bandrés de Lucas es
economista y socio de la cooperativa Altekio, José Luis Fernández Casadevante
es sociólogo y socio de la cooperativa Garúa y Fernando Sabín Galán es
sociólogo y socio de la cooperativa Andaira. Este artículo no habría sido
posible sin la colaboración de Laura Sánchez García y Daniel Fábregas Galán.
Para contactar con los autores se puede escribir al correo fsabin@andaira.net.
2 Disponible en: http://www.copacgva.org/publication...
3 Aunque conviene destacar que por la
estructura del tejido productivo de la Comunidad de Madrid la escasez de
actividad agraria y la progresiva terciarización dificultan mucho la existencia
de cooperativas agrarias e industriales, ámbitos predominantes en otras
regiones, mientras que las cooperativas de vivienda tienen un peso relativo
superior.
4 Extracto de la entrevista a Gabriel
Lozano. Expresidente de la Unión de Cooperativas Madrileñas de Trabajo Asociado
(Ucmta).
5 VV.AA. (2010): Cuando se trata de
personas, las cooperativas llevan la iniciativa. Cooperativas de trabajo de
iniciativa social, radiografía de un sector en evolución. Ed. COCETA.
Disponible en: http://www.coceta.coop/publicacione...
6 Plan de Saneamiento 2012-2015 del
Ayuntamiento de Madrid. Disponible en: http://www.madrid.mobi/UnidadesDesc...
7 Ibíd.
8 CICOPA (2011): Tercer Informe Anual
Sobre la Crisis 2011. Disponible en: http://www.cicopa.coop/IMG/pdf/REPO...
9 CIRIEC-España, revista de economía
pública, social y cooperativa, 2008, número 61, páginas 233-249
10 Cita extraída de los cuestionarios
aplicados en el estudio.
11 Fiare otorgó en 2011 créditos por
valor de 24 millones de € en 2011 a entidades de carácter social. (Fuente:
Memoria Fiare 2011)
12 Resultan muy recomendables los
análisis de Alonso, L. E. (1999): Crisis de la sociedad del trabajo y
ciudadanía: una reflexión entre lo local y lo global, en Revista Política y
sociedad, Nº 31. y Alguacil, J. (2000): Calidad de vida y praxis urbana. Nuevas
iniciativas de gestión ciudadana en la periferia Sur de Madrid. Ed. Siglo XXI.
13 Toda la información sobre este tema
se puede encontrar en www.konsumoresponsable.coop.
14 Definición realizada por Jordi
García Jané.
Fuente: http://tercerainformacion.es/
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