nuevatribuna.es |Antonio Antón | Profesor Honorario de
Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid | 01
Octubre 2014 - 11:28 h.
Existe un fuerte debate sobre las
características y la vigencia de la polarización entre izquierda y derecha, o
bien su sustitución por otras dicotomías como la que enfrenta la democracia a
la oligarquía o la ciudadanía frente a la casta. Se trata de analizar algunos
discursos utilizados, su significado simbólico y su contenido real, así como el
alcance y las características de la pugna social y política, para ayudar a clarificar
la actividad transformadora resultante. Aportamos varias reflexiones sobre el
eje izquierda/derecha, diferenciando el contenido sustantivo de esas
expresiones y su valor simbólico o metafórico. Partimos de la vigencia, incluso
la mayor relevancia, de la acción por la igualdad y la democracia, valores
asociados a las mejores tradiciones de las izquierdas. Pero reconocemos la
confusión social, política y mediática sobre quién pertenece a esa izquierda y,
por tanto, qué significa esa palabra y cómo configurar una alternativa real a
la derecha, al bloque de poder liberal-conservador. En particular, la
socialdemocracia, en España y en Europa, aún se define de izquierdas (mirando
al centro según sus nuevos dirigentes), a pesar del giro al centro de su discurso
y su última gestión gubernamental, fundamentalmente, de derechas.
Dos aspectos vamos a tratar para
acercarnos a la valoración del eje izquierda/derecha para definir la pugna
sociopolítica actual y la posición de dirigentes de Podemos de sustituirlo por
otros ejes (democracia/oligarquía o ciudadanía/casta) que expliquen
mejor el conflicto social: las características ideológicas del electorado,
particularmente el autodefinido como de izquierdas, y el significado real y
simbólico del eje izquierda/derecha.
Auto-ubicación ideológica del electorado
de PSOE, Podemos e Izquierda Plural
El Centro de Investigaciones Sociológicas
–CIS- viene estudiando desde hace tiempo la auto-ubicación ideológica de la
población sobre el eje izquierda-derecha. Utiliza una escala de 1 –extrema
izquierda- a 10 –extrema derecha-. Los segmentos 1 a 4 se consideran
auto-identificados como de izquierda, el 5 y el 6 de centro, y del 7 al 10 de
derecha.
Según su Barómetro de julio de 2014
(publicado en agosto), la auto-ubicación ideológica del conjunto de la
población es la siguiente (en paréntesis los porcentajes de mayo de 2010,
cuando cobran fuerza las políticas de austeridad): segmentos 1-2: 9,9% (7,4);
3-4: 31,2% (24,7); 5-6: 28,4% (28,9); 7-8: 10,1% (9,5); 9-10: 2,8% (2,2); No sabe
y no contesta: 17,8% (27,3) –lo cual es un porcentaje relevante-. El total de
la izquierda suma 41,1% (32,1), el centro 28,4% (28,9) y la derecha 12,9%
(11,7). O sea, teniendo en cuenta la existencia de un porcentaje significativo
que no se posiciona, la gente auto-ubicada en la izquierda es similar a la suma
de la situada en el centro y la derecha. En estos cuatro años la que se sitúa
en la izquierda ha crecido nueve puntos, provenientes, sobre todo, del grupo no
sabe-no contesta ya que la suma del centro –baja medio punto- y la derecha
–sube algo más de un punto- prácticamente no varía. La media está en el punto
4,57. Pero considerando que una parte de las personas de centro se consideran
progresistas y más cercanas a la izquierda que a ‘esta’ derecha, el conjunto de
izquierda y centro progresista tendría una ventaja sustancial frente al
centro-derecha (pendiente, claro, de la definición del 17,8% restante que no se
pronuncia).
Respecto del PSOE sumados sus votantes
autodefinidos de centro (31,9%) y de derecha (9,6%) son algo superiores a los
de izquierda (39,7%) y la mayoría de estos son moderados (21,9% del segmento
4). En las elecciones europeas la media de su base electoral se autodefine de
centro (cerca del punto 5) y también es visto de forma similar por el conjunto
de la sociedad (4,68).
Así mismo, el electorado en las europeas
de IU-ICV se sitúa en el punto 3,4 de la escala y el de Podemos en el 3,7,
aunque la sociedad los ve más a la izquierda (2,67 y 2,46, respectivamente).
Aunque hay que resaltar que es el electorado autoubicado de derechas quien más
a la izquierda ve a esas formaciones, desequilibrando las medias. Es decir, la
mayoría de los votantes de Izquierda Plural (para Podemos no hay datos
desagregados, aunque la apreciación podría ser similar) no la ven mucho más a
la izquierda que como se autodefinen a sí mismos. O, dicho de otro modo, sus
votantes tienen una posición ideológica cercana a la que perciben que ocupa esa
formación.
Los datos de ese Barómetro de julio
también expresan la suma del voto y la simpatía, para el caso en que se
convocasen ahora elecciones generales y según la auto-ubicación ideológica. En
la siguiente tabla se han entresacado los porcentajes de cada segmento
ideológico con la distribución para cada uno de los tres agrupamientos. Como se
ve la media de voto + simpatía a Podemos (13,1%) es superior a la de
IU/ICV (7,1%). El PSOE tiene el 14,6% y el PP el 16,1%. Estamos hablando del
conjunto de la población y sólo expresa su opinión un 65,9%. El resto del 34,1%
se pronuncia por Ninguno (25,4%) o por voto en blanco, nulo o no sabe y no
contesta. Por tanto, si consideramos probables abstencionistas la suma de
estos votos y los votos válidos en esos casi dos tercios que se han definido
por un partido, tenemos los datos siguientes de tendencia de voto en esas
supuesta elecciones generales: Podemos, 19,9%, casi el doble que IU/ICV, 10,8%;
es decir, en total reciben el apoyo de más del 30% de la población; mientras,
el PSOE, recibiría algo más del 22%, y el PP, el 24,4%. En la distribución por
cada segmento (son datos sobre el total) existen algunas diferencias
significativas. Podemos recibe un porcentaje mayor de las personas que se
auto-ubican en los segmentos 1 y 2, más a la izquierda, y en los segmentos 5 y
6, de centro, así como de los que no saben o no contestan sobre su
identificación ideológica; al mismo tiempo, en los segmentos 3 y 4 o izquierda
moderada, IU/ICV recorta alguna distancia respecto de la media. Y muy pocos de
los que se definen de derechas simpatiza con ninguno de los dos.
En este plano ideológico, ambos tienen,
sobre todo, simpatías ideológicas y electorados de izquierda, y suman en torno
a la mitad de los segmentos 1 y 2 y en torno al 40% de los segmentos 3 y 4.
Supone que entre la ‘izquierda social’ son mayoritarios respecto del PSOE. La
‘transversalidad’, recepción de voto y simpatía de los auto-ubicados
ideológicamente en el centro (o derecha) es muy limitada y estaría compuesta,
como máximo y entre los dos, por el 11,3% del segmento 5 y el 5,3% del segmento
6, aunque con una diferencia por debajo de la media en perjuicio de IU/ICV,
particularmente en el segmento 5 (centro-progresista).
Porcentaje de voto + simpatía según la auto-ubicación ideológica [1]
Fuente: CIS–Barómetro de julio de 2014. 1: izquierda a 10: derecha
El PSOE, alcanza el 14,6% de media, menos
que el 20,2% correspondiente a la suma de Podemos e IU/ICV (y descontando el
porcentaje de los que no se han pronunciado, el PSOE tendría el 22,2%, es
decir, menos que el 30,7% de la suma de los otros dos grupos a su izquierda).
Estos tienen más peso que el PSOE en los segmentos 1, 2 y 3 y menor en los 4 y
5. Y todos ellos, especialmente IU/ICV, tienen escaso apoyo en los segmentos de
centro-derecha.
Según otros datos complementarios del CIS,
la auto-ubicación global del electorado de IU/ICV es la siguiente: izquierda
(1-4): 70,6%; centro (5-6): 7,1%; derecha (7-10): 0,8%. En todo caso, es
significativa la diferencia de la base ideológica de los electorados de ambos,
Izquierda Plural y Podemos, con la del PSOE, partido cuyos votantes que se
sitúan en la izquierda no llegan al 40% del total.
En conclusión, las referencias ideológicas
de la población en torno al eje izquierda y derecha sí tienen relevancia para
la orientación del voto electoral. No son el factor exclusivo. En particular,
el PSOE, a pesar de la amplia desafección electoral, conserva una parte
significativa de electorado autoubicado en la izquierda, especialmente el
moderado, y en el centro progresista. Aunque ese sector mantenga cierto
descontento hacia su gestión gubernamental todavía le sigue votando, ya sea
porque considera que es menos malo que el PP y constituye un freno, ya sea
porque su actuación regresiva está compensada por otros componentes
progresistas. La cuestión es que sigue existiendo una ciudadanía descontenta e
indignada contra la involución social y democrática, que constituye una mayoría
de la sociedad y demanda otra orientación socioeconómica y más democracia. Sus
referencias ideológicas la sitúan, fundamentalmente, en la izquierda y el
centro progresista, y en sus referencias electorales, aparte de la
configuración del llamado electorado indignado (Podemos, Izquierda Plural,
Primavera Verde…), otra parte –similar- sigue votando al PSOE y otra -menos
relevante- a varias formaciones de ‘centro’ o centro-derecha (a quienes vota,
sobre todo, el sector conformista o conservador).
Para el convencimiento de ese electorado
decisivo y la consecución de mayorías sociales se establecen las distintas
estrategias políticas y comunicativas: el PSOE, intentando que se olvide la
gestión de su cúpula gubernamental y con una retórica ‘centrada’ y ambigua;
Izquierda Plural, de acuerdo con su posición en el eje, intentando hacer ver
que el PSOE es de ‘derechas’ y que la alternativa es la auténtica izquierda, y
Podemos que la cúpula socialista es de la casta y la alternativa es la
ciudadanía y la democracia. La incógnita es la eficacia de cada discurso para
conectar con la realidad de la estrategia de cada agrupamiento político,
explicar la justeza o no de su discurso, enlazar con la mayoritaria cultura
cívica, social y democrática, así como la credibilidad de cada formación y su
liderazgo para representarla.
Significado real y simbólico del eje
izquierda/derecha
Frente al eje izquierda/derecha la opción
de Podemos es crear otro eje real y simbólico para expresar otra dicotomía:
frente a oligarquía y casta propone democracia y ciudadanía. Veamos, primero,
los efectos confusos derivados de la inclusión de la socialdemocracia en la
izquierda política, ya que se generan dificultades para definir un proyecto
político transformador y coherente y se diluyen sus mejores tradiciones y
símbolos.
La representación política y cultural
mayoritaria de la izquierda (o mejor, izquierdas, en plural), en las últimas
décadas, ha sido hegemonizada por la socialdemocracia que, precisamente con su
giro al Nuevo centro o Tercera vía, ha abandonado sus prioridades
fundamentales de profundizar realmente en la igualdad y la democracia,
particularmente en los derechos sociales, económicos y laborales. Además, con
la crisis sistémica, económica, político-institucional y europea, sus aparatos
gobernantes han consolidado una estrategia en dirección contraria a la justicia
social y el respeto a los derechos sociolaborales, aplicando unas políticas
regresivas y antisociales e incumpliendo sus contratos con la ciudadanía.
Por otra parte, históricamente se han
realizado diversos intentos de conformar una izquierda nueva o auténtica,
diferenciada del giro centrista de la socialdemocracia o de sus corrientes más
economicistas o rígidas. En el terreno social han sido, desde los años setenta,
los nuevos movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo…) quienes han
modificado, renovado y ampliado las tradiciones de la problemática social y los
discursos, reivindicaciones, sistemas organizativos y reconocimientos sociales
y políticos de las izquierdas (incluido los partidos verdes). En el ámbito
político-electoral la propuesta de Izquierda Unida es la reafirmación en las
referencias de la izquierda democrática europea, junto con distintas inercias
organizativas y discursivas.
El contenido sustantivo de forjar una
mayoría social frente al poder oligárquico, basado en la participación popular
contra la desigualdad y por la democracia podría ser común entre Podemos e
Izquierda Plural. La diferencia sería, sobre todo, de carácter simbólico y de
formas discursivas. Sin embargo, tiene implicaciones por su impacto en la
valoración de las tradiciones, la adecuación de los discursos a las nuevas
realidades y la legitimación de los distintos actores.
El PSOE vuelve a utilizar el rótulo de
izquierda, aunque es una retórica instrumental y no supone un giro a una
política diferente a la del periodo anterior. Pero en esta fase y con la cúpula
y la orientación actual del PSOE, utilizar un simbolismo compartido (izquierda)
no clarifica esa diferenciación. A no ser que el conjunto del PSOE y, en
particular su aparato, se reconvirtiera hacia una auténtica izquierda, cosa
improbable, o claramente dejara de declararse de izquierda, dejando el símbolo
en manos solo de IU. Ello no impide valorar elementos comunes y llegar a
acuerdos concretos o a la convergencia de posiciones parciales, como a veces
ocurre entre distintas formaciones políticas en foros parlamentarios, entre los
sindicatos y las organizaciones empresariales o entre otros movimientos y
grupos sociales con instituciones diversas, respecto de tal o cual
reivindicación o actividad. Pero el hilo conductor ahora es cómo hacer frente
al cambio gubernamental, precisar los acuerdos necesarios y clarificar las
posibilidades para ello, y situar el papel de esos símbolos y su contenido
sustantivo.
Han adquirido mayor relevancia graves
problemas sociales para la población: la cuestión social, la desigualdad
socioeconómica y la involución democrática y de derechos. Y, paralelamente, la
necesidad de la reafirmación ciudadana en los mejores fundamentos de la
izquierda: igualdad y democracia (o libertades y no dominación), además de
otros como la solidaridad y la laicidad. Se produce una paradoja. Por un lado,
los valores clásicos de la izquierda democrática europea de estos dos siglos
tienen más importancia y vigencia para transformar la realidad de desigualdad,
empobrecimiento y subordinación, mediante la participación popular frente al
establishment. Por otro lado, la marca izquierda no es clara para
representarlos y fortalecerlos y ha sido instrumentalizada y anulada en el
ámbito institucional por la tercera vía (o nuevo centro) socialdemócrata; o
bien, ha sido asociada a otras realidades históricas del llamado socialismo
real, con regímenes autoritarios con su nueva nomenclatura dominadora y sin
libertades democráticas, o se vincula con discursos anquilosados y prácticas
burocratizadas.
Por tanto, la contraposición ‘simbólica’
izquierda / derecha es confusa, ya que en la ‘marca’ izquierda coexisten
diversas tradiciones, unas buenas y otras menos buenas. Pero lo significativo
para la percepción global de la población es que últimamente la ha gestionado,
sobre todo, la socialdemocracia con un discurso y una estrategia, según ellos
mismos, de ‘nueva vía’ o ‘centro’. Gran parte de la población ve esa
contraposición como la simple alternancia de cúpulas gobernantes, hoy con
similares proyectos en las cuestiones socioeconómicas y políticas
fundamentales. Ese eje no reflejaría una oposición sino una línea de consenso,
sin alternativa. Se trata de ‘superar’ ese esquema que genera confusión, ya que
la ‘dirección’ de la izquierda mayoritaria (socialdemocracia española y
europea) ha hecho una reconversión ideológica hacia el centro social-liberal y
una última gestión gubernamental e institucional, fundamentalmente, de
derechas, no igualitaria y con déficit democrático. En este periodo de crisis
económica y política y de consenso básico entre conservadores y
socialdemócratas sobre la austeridad (flexible) y los temas de Estado, a veces
puede haber mucha ‘confrontación’ mediática, incluso fuerte crispación, entre
el PP y el PSOE, pero no suele obedecer a profundas diferencias estratégicas o
de opciones fundamentales, hoy bastante coincidentes, sino a temas menos
relevantes. Pongamos que la diferenciación pública, cuando no hay consenso de
fondo, la establecen entre una élite de derechas consecuente con las políticas
regresivas en todos los aspectos (que quiere aparecer de centro-derecha, como
la mayoría de sus votantes) y otra cúpula de derechas (que quiere que le
consideren de centro-izquierda, como se identifica su base social), consecuente
también con la estrategia liberal-conservadora, cuya retórica de centro no ha
tenido credibilidad, aunque la complemente con algunos aspectos de izquierda,
algunos significativos, por ejemplo en el tema del aborto. Normalmente el
conflicto entre ellos no se produce en ‘temas de Estado’, ni en las grandes
líneas socioeconómicas o europeas. La polarización parcial, a veces, es tensa,
y se instrumentaliza según las conveniencias del marketing por el aseguramiento
de la legitimidad de sus aparatos respecto de sus respectivos campos electorales.
Esos giros –discursivo, al centro y
ejecutivo, a la derecha- de los aparatos socialdemócratas no determina que haya
que dejar de utilizarse esa expresión izquierda o que, bien acotada, sea un
elemento significativo de la identificación popular. Existen amplios sectores
sociales que se autodefinen de izquierdas, incluida cerca de la mitad de la
base socialista y la gran mayoría de los votantes y simpatizantes de Podemos e
IU/ICV. Mantienen vigentes los valores de justicia social, los derechos
socio-laborales, la redistribución y la democracia. Son actitudes progresistas
y de izquierda que les han llevado a la crítica a los poderosos y al apoyo a la
protesta social frente a la política autoritaria de austeridad. En la sociedad
todavía existen esa cultura positiva de izquierdas y suficientes energías
sociales para defender la igualdad y profundizar la democracia. Ahora bien,
aparte de qué política de fondo hay que desarrollar, el interrogante es qué
símbolo es más útil para que se identifique la ciudadanía en su pugna
político-electoral con el establishment: ¿Disputar la marca que se ha vuelto a
apropiar la dirección del PSOE para camuflar su giro al centro, ahora que su
marca centrista con gestión de derechas no ha dado resultados y está asociada a
políticas socioeconómicas liberales sin respeto por la opinión ciudadana? ¿A
quién considera la gente cuando se habla de izquierda política?
El PSOE y sus bases sociales tienen un
carácter ambivalente. Tienen componentes de izquierdas, pero lo sustantivo de
su aparato, su gestión y su proyecto, político y socioeconómico, no son de
izquierdas. La vocación de la nueva dirección de volver a gobernar con
similares estrategias y las mismas dependencias con el establishment no augura
un giro a la izquierda. Su estrategia comunicativa consiste, sobre todo, en
hacer olvidar su última gestión de derechas y mantener la ambigüedad sobre una
política centrada, sin diferencias sustanciales con la dominante en la Unión
Europea y el consenso de la socialdemocracia con el bloque de poder encabezado
por Merkel. La respuesta de la gente sobre quién o qué es izquierda, cuando
menos, no es sencilla y está presa de esa ambivalencia. Se puede resolver
parcialmente haciendo valer los valores en que se asienta la izquierda social y
reafirmando el papel de una izquierda política consecuente y renovada.
Refuerzo, renovación y superación de la
izquierda
En relación con la izquierda se deben
desarrollar tres tareas complementarias y con una relación compleja entre sí:
existen componentes a reforzar, otros a renovar y algunos directamente a
abandonar y superar. Hay que apoyarse en los valores democráticos e
igualitarios de la izquierda social, reforzarlos y representarlos, evitando
diferenciaciones artificiales o a efectos de legitimación particular. Definir
los adversarios reales, el campo de los aliados y el proyecto de cambio es la
tarea común de un polo alternativo a la socialdemocracia. Igualmente, hay
que renovar y reelaborar el análisis, los proyectos y las ideas fuerza, junto
con nuevos esquemas analíticos y discursivos que simbolicen e interpreten el
contenido fundamental de los nuevos conflictos sociopolíticos y culturales.
Debemos seleccionar lo adecuado del pensamiento, la acción y los valores de las
izquierdas (y otras corrientes progresistas) y rechazar lo inadecuado. Realizar
la correspondiente valoración crítica de sus tradiciones más negativas, en
particular y a veces, su falta de sensibilidad democrática y de respeto al
pluralismo y la existencia de ciertos dogmatismos.
Por tanto, se trata de cambiar discursos,
renovar representaciones y liderazgos y elaborar nuevos símbolos que expresen
mejor las identidades colectivas transformadoras en un sentido igualitario y
democrático. Y para ello es necesario contar con la experiencia en la lucha
democrática y social, la representatividad y las mejores tradiciones culturales
de las izquierdas transformadoras. Lo nuevo no puede prescindir de las mejores
características de lo viejo. Elementos tradicionales en la acción democrática y
de izquierdas, convenientemente renovados, son fundamentales en la nueva época.
Pero habrá que superar la debilidad en el campo simbólico y discursivo para
expresar claramente un proyecto político transformador y democrático, así como
sus bases sociales y las alianzas, abordando el hecho de que una parte de ese
sector de centro-izquierda todavía considera que la dirección socialista les
representa políticamente. No obstante, la consolidación y ampliación del
proyecto de cambio, se apoya, sobre todo, en esa gente de izquierda pero
desborda la auto-identificación con la izquierda, su base se asienta entre la
ciudadanía descontenta con el poder establecido por su estrategia regresiva y
su cultura es progresista en lo social y democrática en lo político.
Hemos expuesto la polarización o dicotomía
entre izquierda y derecha. Por un lado, con la crisis sistémica y la gestión
autoritaria y antisocial de las élites gobernantes, incluida la
socialdemocracia, se han revalorizado los temas y valores clásicos de la
izquierda democrática europea: justicia social (igualdad socioeconómica y
derechos sociolaborales) y democracia (libertades, participación,
no-dominación). Igualmente, en el plano relacional e histórico, se ha
configurado una ciudadanía indignada, de carácter popular, progresista y
democrático, y junto con la movilización social de una ciudadanía activa, se ha
abierto una pugna de fondo frente a la gestión regresiva de los poderosos,
cuestionando su legitimidad. Por otro lado, la gran mayoría de votantes de
Izquierda Plural y Podemos, así como la mitad de los del PSOE, se sitúan
ideológicamente en la izquierda, es decir, comparten esos valores básicos.
Finalmente, hemos señalado los problemas para la identificación de la
ciudadanía con la izquierda política dada, cuando menos, la ambivalencia de la
pertenencia de la socialdemocracia a ese bloque –diferenciando cúpulas de su
base militante y votante-. El vocablo izquierda no es unívoco y se presta a
confusión, pero dentro de las izquierdas hay experiencias, tradiciones y
valores fundamentales para aportar en la nueva época. Está vigente el conflicto
de gran parte de la misma con la derecha y la involución social y democrática y
hay un sentido de pertenencia entre amplios sectores de la sociedad, basado en
esos valores de la igualdad asociados a la izquierda. Todo ello sigue vigente,
no está superado, se debe realzar y formar parte de la identificación popular.
En resumen, falta por profundizar su
contenido, renovar su pensamiento, sus discursos y sus estructuras
organizativas y, específicamente, reelaborar y resignificar sus signos y sus
símbolos. Pero hay que definir de otra forma los polos del conflicto
social, por una parte, las capas dominantes y, por otra parte, el sujeto
progresista, la ciudadanía crítica y sus principales actores, con un proyecto
transformador por la igualdad y la democracia.
[1] Hay que advertir que la comparación de
los porcentajes hay que hacerla verticalmente entre los tres partidos; sumadas
todas las opciones serían el 100%. Pero no se pueden sumar horizontalmente,
porque cada segmento tiene una dimensión distinta: los centrales y, por tanto,
sus porcentajes contienen mayor población que los extremos.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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