Marat
Posted
on 2014/10/17
LA BARRICADA CIERRA LA CALLE PERO
ABRE EL CAMINO
Autor: Marat
Posted on 2014/10/17
A lo largo de mi vida he visto desfilar
ante mis ojos a vendedores de burras viejas con albardas de segunda mano pero
que parecen nuevas, a ilusionistas y trileros, a practicantes del timo del
toco-mocho, a tahúres con las cartas marcadas, a renovadores de la nada, a
pirómanos que acaban en bomberos toreros, a comerciantes de botes de aire del
Himalaya, a funambulistas con red, a cocineros del gato por liebre a las finas
hierbas, a telepredicadores del marketing político, a utileros del sistema que
juegan a parecer chicos malos para el mismo, a Césares que pretenden ser dioses
sin un siervo que vaya detrás recordándoles que son hombres y mortales y a
tenores que cantan operas con nuevos títulos pero letras demasiado ya viejas. Al
primero lo vi y y escuché en la noche del 28 de Octubre de 1982. Al segundo le
vi venir de lejos. Marx dijo aquello de la historia se repite dos veces, la
primera como tragedia y la segunda como farsa. Se le olvidó decir que, en
ocasiones, las dos veces es farsa. Pero vayamos al asunto que da título a este
texto.
Desde que detonó aquello del “no somos de
izquierdas ni de derechas” hace tres años, se ha repetido hasta la saciedad eso
de que “somos pueblo”- lo que no equivale en absoluto a clase porque pueblo es
lo mismo que nación y que ciudadanos, un término global que esconde el hecho de
que unos y otros están atravesados por las clases sociales y sus
contradicciones- y que como pueblo, “las ideologías nos dividen, por lo que
debemos unirnos todo el pueblo superando esas diferencias”, palabras más,
palabras menos. Este tipo de afirmaciones las he escuchado y leído desde la
extrema derecha hasta otros supuestamente de “izquierdas” pero que llamaban a
superar el eje izquierda-derecha y sustituirlo por el de “los de abajo contra
los de arriba”. Tomen nota de esta última expresión porque volveré sobre ella
más tarde. Antes de continuar el desarrollo del presente texto, creo
necesario hacer un esquema mínimo de lo que representan las ideologías
izquierda-derecha, aceptando que posiblemente sea tildado de simplificador,
algo inevitable si lo que se pretende es resumir una idea focalizando de ella
sus aspectos más relevantes.
Soy consciente de que dejo fuera del eje aspectos como la relación del individuo y las clases sociales
con el Estado, el concepto de libertades, los valores morales que
fundamentan los criterios de ser de izquierdas o de derechas, el concepto de
justicia y otros pero, con ser estos importantes, creo que el eje económico y,
dentro de él, la visión sobre la propiedad marcan las diferencias clave
izquierda-derecha, no digamos ya en el marco de las crisis capitalistas y sus
consecuencias sociales.
No, no he caído en ningún reduccionismo
economicista. Simplemente, cuando se niega la importancia de lo económico y de
lo que sucede en su marco (explotación, lucha de clases,…), me veo como Bill
Clinton en la necesidad de gritar: “Es la economía, estúpidos”
El eje presentado es de carácter histórico
y atiende a los orígenes de ambos conceptos. Si se fijan, se darán cuenta de que la derecha no ha cambiado demasiado desde
su nacimiento. Especialmente en el contexto de esta crisis del capitalismo.
Ahora bien, ¿qué pasa con lo que habitualmente entendemos
por la izquierda? ¿Creen ustedes que los partidos que se definen como pertenecientes a ésta,
especialmente los que tienen algún peso político, se sitúa dentro los atributos
que definen la identidad de lo que ese esquema plantea que es la izquierda?
Si ustedes tuvieran tiempo y ganas y
recurrieran a varios ejes de coordenadas cartesianas dónde las abscisas
estuvieran en un extremo en la derecha y en el otro en la izquierda y las
ordenadas representaran, atributo a atributo, la oposición derecha-izquierda,
¿dónde creen ustedes que se situarían los principales partidos de izquierdas en
cuanto a cuestiones como lucha de clases, defensa (en la práctica) de lo
público y de la propiedad social de los medios de producción o clases sociales
a las que apelan? Sería un ejercicio entretenido y curioso, si nos atenemos a
algo más que los programas electorales y vamos a cuestiones como el discurso
expreso (la ideología que se defiende) o la práctica.
Quienes nos definimos de izquierda y
queremos que ésta lo sea, no en base a ninguna pretendida pureza sino en
consonancia con la claridad de la derecha, vemos que, cuando se llama a superar
la dualidad izquierda- derecha en base a que exigir que la gente sea de
izquierda para admitirla en los frentes de lucha es dividir y excluir o a que
es una palabra gastada por las prácticas incoherentes de la izquierda, y se
propone sustituirla por el archirrepetido arriba y abajo, se está falseando el
debate. Y con ello se pretende borrar los últimos vestigios de lo que es el hilo rojo de las tradiciones históricas de la izquierda, al negar hasta el nombre que permite saber que hubo un día un pensamiento y una orientación de lucha que se reclamaron de izquierda.
Se falsea el debate porque se pretende
confundir lo que son los frentes de lucha con lo que son las organizaciones
políticas. ¡Pues claro que no hay porqué pedir filiación ideológica a la gente
que participa en las luchas sociales con los partidos de izquierda y el
movimiento sindical entre otros! Faltaría más. Lo que no quiere decir
que, cuando en determinados movimientos se detecten posiciones reaccionarias,
antipartidos y antipolíticos en general, no haya que denunciarlo y
desenmascarar lo que hay detrás de esas posiciones. Pero los partidos y las
organizaciones políticas son otra cosa. Necesitan proyectos de sociedad
compartidos, valores e ideologías que los aglutinen y les doten de un mínimo de
sentido, lo que no es ni monolitismo ni sectarismo, porque de lo contrario o
bien se convierten en partidos todoterreno o bien en populismos que dicen a
cada sector social lo que éste quiere escuchar.
Sostengo que la pretendida superación de
la dualidad izquierda-derecha y las propuestas de que la primera abandone su
ámbito terminológico no es un mero asunto de nominalismo en el que poco importe
cómo se llame “la cosa”, sino “la cosa” en sí, como afirmó en su día el último
secretario general del PCI, Aquille Ochetto, porque con su nombre se fueron los
últimos vestigios del “reformismo fuerte” que había significado el PCI desde
los años 60 para acabar convertido hoy en un engendro que dirige el gobierno
italiano a manos del aventurero democristiano Matteo Renzzi
Sostengo también que este intento, no ya
de involución, sino de liquidar a la izquierda, ya sea a través de plataformas
o nuevos partidos “ni-nis” (ni de izquierdas ni de derechas sino
claramente de derechas) llega en el momento apropiado para asestar o, cuando
menos, intentar asestar el golpe de gracia a lo que queda de las izquierdas,
reales, supuestas o mediopensionistas.
Aún recuerdo cuando un tipo que al que
también votaron con “ilusión” dijo aquello de “gato negro o gato blanco, ¿qué
importa? Lo importante es que cace ratones”. El héroe del momento se llamaba
Felipe González y se hacía eco de la frase del conversor de China al
capitalismo, Deng Xiao Ping. Hoy el gato gordo cerdea en los consejos de administración, se ha convertido en especulador multimillonario y es
asesor de alguno de los hombres más ricos del mundo. Eran tiempos precursores y
hasta premonitorios de lo que algunos intentan vendernos ahora.
Sostengo, en consecuencia, que esto de
superar el eje izquierda-derecha llega en el momento más propicio: cuando el
capitalismo da su batalla ideológica en todos los frentes, penetra con sus
postulados y “teorías líquidas” en las izquierdas reformistas y éstas, algunas
de las cuáles fueron tigres un día, se han convertido en mansos corderos,
mientras sus aborregados hooligans venden la moto que antes compraron sus
organizaciones políticas y después ellos, en un alarde de mansa ignorancia
política de lo que se les viene encima frente a un fascismo de ideas fuertes y
banderas al viento que conquistan las cabezas y los corazones de unas clases a
los que esos partidos abandonaron hace tiempo.
No es sólo el nombre de la izquierda lo que se pretende que se
abandone sino las categorías de pensamiento y de acción que conforman lo que es
“ser de izquierdas”
Una vez que la izquierda se acopló al capitalismo como mejillón a la roca y que la crisis sistémica de éste le cogió con el pie cambiado, la panza prominente y la falta de resuello y coraje para combatirlo con una idea fuerte y revolucionaria, vino el proceso de intoxicación de la misma desde ideas ajenas y, en general, opuestas al mismo. Objetivo: el derribo de un edificio aquejado de aluminosis.
Una vez que la izquierda se acopló al capitalismo como mejillón a la roca y que la crisis sistémica de éste le cogió con el pie cambiado, la panza prominente y la falta de resuello y coraje para combatirlo con una idea fuerte y revolucionaria, vino el proceso de intoxicación de la misma desde ideas ajenas y, en general, opuestas al mismo. Objetivo: el derribo de un edificio aquejado de aluminosis.
Me propongo en esta segunda parte hacer un
listado de conceptos -no meros términos- que a lo largo del tiempo fueron
tradiciones de la izquierda, antes de que ésta se acomodase en el sofá-cama del
capitalismo del Estado del Bienestar, el crecimiento y el
desarrollo y el aplazamiento “sine die” de la “emancipación de la explotación
del hombre por el hombre” (entendido en su expresión histórica y anticipándome
a que alguien me quiera crucificar por machista).
A continuación iré exponiendo y analizando los principales de
esos conceptos inoculados a la izquierda desde la derecha, si bien con
frecuencia esos virus son transmitidos por agentes patógenos que suelen
camuflarse como populares, democráticos e incluso de izquierda.
a) Arriba y abajo: Sustituir las dualidades oposicionales
empresario/capitalista vs. Trabajador, o explotador vs. Explotado, es un modo
fullero de borrar las huellas de la opresión de clase, precisamente cuando la
crisis económica y sus efectos sobre el mundo del trabajo desvelan, cada vez a
más personas, una realidad que antes no les resultaba tan evidente de las
relaciones entre las clases sociales. ¿Cuántos/as trabajadores/as no se han
sentido en algún momento explotados en este tiempo de la crisis capitalista?
¿Cuántos/as de quienes han perdido su puesto de trabajo no se habrán dado
cuenta de que no siempre es que la empresa no pueda mantenerles en nómina sino
que les sustituyen porque ahorran costes sociales mientras la empresa sigue
ganando dinero con menos empleados/as?
Arriba y abajo tan sólo expresan un hecho:
que hay quienes se encuentran en la parte superior de la pirámide social y
quienes están en la base de la misma pero ocultan el porqué. No sólo no
muestran la relación que existe entre las dos clases sociales principales,
porque supongo que es a las clases sociales a lo que se alude con eso de arriba
y abajo, sino que la esconde. Y lo que es peor, enmascara la injusticia misma
de esa dualidad/relación entre unos y otros. Porque la explicación de la
diferencia entre ese arriba y abajo y de la injusticia del “statu quo” social
está en la explotación de unos seres humanos por otros a través de unas
relaciones sociales de producción en las que unos imponen las condiciones laborales, de trabajo y contractuales y otros no
tienen otro remedio que aceptarlas o pasar a engrosar las listas del paro. He
ahí la razón de que unos sean poseedores y otros desposeídos.
Esta dualidad no se da sólo entre grandes
empresarios/magnates y trabajadores. Por muchos pequeños y medianos empresarios
que haya la relación laboral siempre es explotadores y explotados puesto que la
relación contractual, sin hablar incluso del concepto plusvalía [concepto de
plusvalía para no iniciados], no es entre dos agentes en igualdad de condiciones
¿ Por qué emplear otras que ocultan la naturaleza de las relaciones entre los
seres humanos en el mundo productivo capitalista en base a que puedan echar
para atrás a quienes las escuchan por parecer anticuadas o demasiado
ideológicas y radicales? ¿Acaso radical no viene de raíz? ¿Acaso las que se
proponen como alternativas tienen más valor explicativo sobre la realidad? Se
empieza siendo un “moderno” y se acaba siendo un cómplice de los capitalistas
al desdibujar cómo son las cosas en realidad.
Ese “raca-raca” con el que nos machaca a
todas horas el partido-secta lanzado por la corporación Atresmedia, propiedad
del empresario del PP, señor Lara, y en la que su socio Roures tiene participación a través La Sexta, de que hablar
de capitalismo genera rechazo, de que hablar de explotación suena demasiado
duro a la gente y de que hablar de izquierda echa para atrás a mucha gente es
el discurso de la quinta columna del capital, de quienes buscan no ya desarmar
ideológicamente a la izquierda política y sociológica española sino vaciarla de
contenido, derechizarla aún más y destruirla.
Si los conceptos resultan duros en una
sociedad que se ha derechizado, entre otras cosas por la propia derechización
de la izquierda y su renuncia a la didáctica política y la lucha ideológica, la
solución no es vaciar de contenido a lo que es la izquierda, para que ésta
corra detrás de la involución social hasta alcanzarla para ver si la acepta, sino recuperar la propia identidad
de la izquierda y politizar las luchas sociales y económicas también desde la recuperación de esa lucha ideológica que fue
abandonada. Mucho tergiversar a Gramsci con la simplificación penosa de su
concepto de hegemonía para luego practicar un entreguismo ideológico
repugnante.
Es cierto que las expresiones “los de
arriba” y “los de abajo” se emplean mucho en América Latina, precisamente donde la estructura de clases,
en la mayoría de los países que la componen, es muy distinta que en España, ya
que en ellos el papel del campesinado, y en concreto
del campesinado pobre, propietario en unos casos de sus tierras y en otros no,
es muy determinante. Pues bien, en esa estructura de clases y de propiedad de
la tierra no siempre se da un tipo de relación dominador-dominado del tipo de
la que se da entre empresario y trabajador. De ahí que en latitudes en las que
esa relación no es tan evidente, salvo en los casos de los campesinos
contratados en las plantaciones, la expresión arriba y abajo funcione de un
modo distinto al que lo hace en nuestro contexto y exprese más bien la idea de
ser poseedor o desposeído.
En cualquier caso, es significativo que un
personaje como Ollanta Humala, de quien las izquierdas
latinoamericanas del socialismo del siglo XXI esperaban un hermano del
movimiento bolivariano, el imperialismo USA temía tal cosa y al que pronto unos
y otros hubieron de descartar como tal, declarase en 2011 (año 15M): “No soy ni
de izquierda ni de derecha, soy de abajo y mi tarea es unir el país”. No debe
sorprendernos que un personaje derechista como Vargas Llosa declarase en ese
mismo año “Sin alegría y con muchos temores yo voy a votar por Humala”. Hoy la
política de Humala podría calificarse de neoconservadurismo fujimorista y de
mafia matonesca, aunque sin las salvajadas en derechos humanos de Fujimori.
A la innovación del “no somos de derechas
ni de izquierdas” del 15M, Democracia Real Ya, los Monedero y los Iglesias
-este último afirmó, apoyándose en un politólogo (no, no es Monedero) como el
desaparecido Norberto Bobbio, que tuvo una juventud fascista y posteriormente
un pensamiento político social-liberal y anticomunista de pro, que “tras la
caída del muro de Berlín ya no existe la lógica de la derecha y de la
izquierda” -le salió pronto el añadido del “somos los de abajo y vamos a por
los de arriba”. Cualquier gran empresario o el propio Jiménez Losantos le
aplaudirían hasta desollarse las manos.
Pero si ya José Antonio Primo de
Rivera, fundador de la Falange, fue un antecedente del “no somos de derechas ni
de izquierdas” -“el movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un
movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas”-, la proposición
final -“somos los de abajo y vamos a por los de arriba”- Tiene su antecedente en Ernesto Milà, teórico actual
del fascismo español. Su aserto es también del primer año triunfal del 15M, el
2011. ¿Volvemos al famoso gato negro o grato blanco…para justificar el uso de
tales consignas y lo que hay debajo de ellas, que no es lo que algunos
pretenden hacernos creer?
La tentación de ciertas izquierdas claudicantes de sus
propias ideas de convertir en sinónimos de izquierda y derecha al “abajo y
arriba” es una falacia que muestra ignorancia y oportunismo a dosis iguales.
Esa equivalencia no existe porque arriba y abajo serían, en el mejor de los
casos, categorías sociales, mientras que izquierda y derecha lo son políticas y
los conceptos no son trasladables ya que no se da una correspondencia directa
entre un tipo y otro de instancias.
b) “Pobres y ricos”: Cabe decir sobre esta segunda dualidad algo muy
parecido a buena parte de lo ya expresado para arriba y abajo. Enmascara, de
nuevo, los motivos de esa pobreza y riqueza: la propiedad privada de los medios
de producción y la relación desigual que se produce entre empresario y trabajador bajo el capitalismo porque enfatiza un hecho, el
ser pobre y el ser rico, como realidades sin causa.
Al no aludir de modo directo al origen de
la pobreza o de la riqueza cabe preguntarse si la riqueza es igualmente injusta
en todas las circunstancias. ¿Es lo mismo la riqueza que nace de unas
relaciones de producción que, bajo el capitalismo, siempre entrañan la
explotación, que la proveniente de la herencia o de los caprichos de la fortuna
(juegos de azar)? Parece que la herencia, incluso en los casos en los que el origen
de la riqueza sea la propia explotación, no cabe calificarla de igualmente
inmoral por parte de quien la recibe que por parte de quien la acumuló, a menos
de que el heredero continúe ejerciéndola. Es obvio que el heredero
contrae con la herencia una responsabilidad moral -acepte esa responsabilidad o
no- cuál es el origen de su nueva riqueza (la explotación citada, el crimen, el
tráfico de armas, personas, drogas,…) pero no entraña el proceso de acumulación
de la fortuna sino su recepción. No son exactamente lo mismo una u otra. Cierto
es, y éste es un asunto muy notable desde una perspectiva de emancipación e
igualdad entre los seres humanos, que la herencia es esencialmente injusta por
cuanto que perpetúa la propia desigualdad. El acaudalado siempre donará una
herencia muy superior a la persona de renta baja. En cualquier caso, el rico
heredero no se convierte en explotador en sí mismo si él a su vez no dedica esa
herencia a perpetuar el mecanismo de producción empresarial de la misma.
En el caso de quien se ha convertido en
rico, pongamos por caso, a través de alguna forma de lotería, es obvio que aquí no hay explotación
y que, en consecuencia, en términos morales no es lo mismo que un empresario
rico.
Por este lado, parece que tampoco los
conceptos pobre y rico ayudan en absoluto ni en términos explicativos sobre el
origen de la riqueza/pobreza ni en términos morales acerca de la misma.
Desde esa condición de foto fija que da la dualidad pobres-ricos hay
algo reaccionario en la cultura que se mueve alrededor de ambos conceptos. En
el campo connotativo de la pobreza entran otros términos como caridad, humildad
y viejos refranes conservadores del tipo “siempre ha habido pobres y ricos y
siempre los habrá” o del “arrímate al que tiene que por lo menos no te pedirá”
Pero es que además la dicotomía pobres y
ricos plantea un manejo desventajoso desde una perspectiva de izquierdas
porque activa el mecanismo defensivo del discurso de la derecha
sobre “la envidia igualitaria” hacia la riqueza y la responsabilidad (culpa)
personal del “pobre” respecto a su condición, a su éxito o a su fracaso. De ahí
que, en realidad, hablar de pobres y ricos, en lugar de resultar explicativo es
una idea que opera en connivencia con el estatu quo capitalista.
c) “Casta política”: Ya he aludido en otros artículos a cómo la
expresión tiene su precedente en la de “clase política” elaborada por los
teóricos prefascistas italianos Gaetano Mosca y Vilfredo Paretto, a quienes
Mussolini nombró senadores vitalicios.
Uno de los primeros voceros del concepto de casta
política fue el periodista Enric González, que el 25
de Mayo de 2007, pocos meses antes de que detonara la crisis capitalista
mundial, escribe en El País -un periódico poco sospechoso de izquierdismo- un
artículo titulado “La República italiana, en caída libre”. Llamativamente el
neopoplismo de tendencias reaccionarios de Beppe Grillo y el M5E fueron
notablemente influidos desde sus orígenes por el libro al que alude el citado
artículo: “La casta”. El señor Enric González parece haberse resituado aún en
una mejor plataforma periodística para defender sus ideas políticas ya
que ahora escribe desde “El Mundo”. En uno de sus últimos
artículos expresa desde este medio su simpatía por Podemos, gran difusor actual
de la teoría de la “casta política”, que este partido recoge, a su vez, del
15M.
Es indudable que en la política
institucional existen enormes y numerosos casos de corrupción, abuso de poder,
eternización en cargos políticos, y otros síntomas de esclerotización de la
vida política y la representación institucional. ¿Quién duda de que la puerta
giratoria de la política a los consejos de administración de las grandes compañías con grandes sueldos es
una cuestión que irrita sobremanera a quienes están padeciendo las
consecuencias de la crisis económica?
Pero ¿tiene sentido que el tema de la
“casta política” sea el asunto central de un partido que dice que hay que
superar la dicotomía terminológica izquierda-derecha y que, cuando le zurran la
badana en las redes sociales y en un sector de la opinión pública más formada e
informada y de izquierdas, se reivindica de ésta? Sí, si lo que le importa, en
realidad, es limitar su acción política a la reforma de lo institucional ¿Debe
serlo en un contexto social de 6 millones de parados, más de la mitad de ellos
menores de 30 años, gran parte de ellos de larga duración y que han agotado sus
prestaciones de desempleo?. ¿Debe serlo en el marco de un proceso de regresión
de los Derechos Laborales, de los salarios, de las conquistas de la clase
trabajadora sin precedentes?
Sin duda debe serlo,…siempre que lo que se
busque no sea tanto la “regeneración” -concepto con algunas connotaciones
ultraderechistas en la historia de España de principios del siglo XX- Como la voladura del actual sistema de partidos, si
lo que se busca es un quítate tú para ponerme yo.
Podemos entró con el tema de la casta
política en la carrera electoral generalizándolo desde sus redes sociales al
conjunto de la representación institucional, sin matizar. Sus fervorosos y
agresivos fieles en las redes sociales incluían en ella a partidos con los que
a partir del día siguiente de los resultados electorales empezaron sus
dirigentes a decir que sería bueno converger (IU). A los pocos días tanto
Monedero como Iglesias como el eurodiputado liebre, Jiménez Villarejo, puesto
en las listas para darles lustre y tirón entre el votante de mediana edad y que
acaba de anunciar que cede su puesto al siguiente de la lista -viva la ética
política- ya incluían al PSOE, siempre que “haga cambios profundos” -¿cuáles?-,
pero a la vez matizaban y circunscribían luego la casta política al PP y al
PSOE. Hasta que el señor Monedero, hombre del aparato de Podemos, jalea a las
bases para que sigan hostigando a la organización a su izquierda -no por
demasiado, todo hay que decirlo-, IU (a la que Podemos copió su programa de las
elecciones europeas), diciendo aquello de “un sector de Izquierda Unida se ha
hecho régimen”. Si lo sabrá él que, cuando ejercía de asesor áulico de
Llamazares, entonces coordinador general de IU, ayudó a casi hundirlo,
poniéndolo a las órdenes del zapaterismo.
Estos vaivenes respecto a los límites de
las organizaciones que conforman la casta política son una mezcla de
improvisación, aventurerismo, falta de planteamiento estratégico y de cohesión
en el discurso, parcheo sobre la marcha y oportunismo por parte de un grupo de
jóvenes profesores universitarios, y de un partido que no se comía ni una rosca antes del invento de “la cosa”
-Izquierda (Anti) Capitalista- con una desmedida ambición de pasar a ser parte
de ella.
Ya se comporta como tal.
¿O es que no son tretas de casta, siempre
según las categorizaciones de la misma que hacen estos “indignados” del partido
que ya les representa, el presentar a un anciano a unas elecciones a sabiendas
de que, una vez logrado el tirón electoral que su adorno en la lista de las
europeas pudiera depararles, permitir que se retire, para dar paso al
siguiente? ¿Eso no es engañar a los electores?
¿O es que no es un comportamiento propio
de esa casta de la que tanto hablan que el cabeza de lista de Podemos, una vez
elegido europarlamentario, diga que no descarta presentarse a las generales en
2016, cuando todavía le quedarán 3 años como
europarlamentario? ¿Eso tampoco es engañar a los electores?
¿O es que pretende que creamos que no
serán parte de lo que este partido llama “casta” sus europarlamentarios en una
sociedad en la que no todo el mundo puede ser, en realidad, elegido, que no compartirá
parte de la información parlamentaria que no nos llegará, que el trato dado a
sus miembros electos será el mismo que el dispensado a cualquier persona común?
¿O es que no es coquetear con la casta
decir, como hizo el amigo Jiménez Villarejo recientemente, que contemplan sumar
al PSOE a su frente amplio de izquierdas si hace “cambios profundos” que no especificó?
¿Y díganme si no es una actitud de casta,
pero de las de verdad, no simplemente política, sino de las que nos llama
gilipollas al resto de los mortales que-no-somos-científicos-del CSIC-como-él, la prepotencia de jovencito soberbio de Pablo
Echenique, eurodiputado de Podemos, de decir no sólo que es partidario de la
experimentación con animales y llamarnos anticientíficos por este motivo a los
que desde la izquierda lo rechazamos? Estos jovencitos
universitarios de Podemos, sobradamente preparados porque son la generación más
preparada de la historia, son tan impertinentemente fatuos que a uno le hacen
pensar que en algo hemos fallado sus mayores a la hora de transmitirles no ya
el hilo rojo del pensamiento de la izquierda sino la modestia necesaria que
ayuda a no comportarse como botarates. Esa arrogancia la pagarán muy pronto, mucho antes que el clan de la
tortilla del amigo Isodoro, de cuyo partido juegan a ser recambio.
Por otro lado, estos politólogos -¡cómo
les gusta pavonearse de serlo!- debieran plantearse si el concepto “casta
política” es muy científico porque las castas, para serlo, son hereditarias. Se pertenece a ellas
por nacimiento y son inmóviles y rígidas. A lo que ustedes llaman casta
política se entra -es cierto que no se suele salir-, no se nace en ella, no es
hereditaria más que en parte -como ascenso social derivado de las facilidades
de acceso que da ser hijo de don fulano o de doña zutana- y no es una como
estructura estamental rígida y cerrada porque fluctúan sus componentes y la
proveniencia de los mismos.
d) El 99% contra el 1%: Alguien que afirmaba tener 28 años, ser
universitario, vivir en Nueva York y llamarse Chris, sin apellido que lo
identificase porque, según él, trabajaba en una empresa de comunicación y no deseaba
sufrir represalias, hizo la propuesta al movimiento Occupy Wall Street, desde
su blog en Tumblr, de que se lanzase la consigna de “somos el 99%”. La idea es
que el lema fuese acompañado de carteles con fotografías personales a las que se añadiese, además, un pequeño texto
escrito a mano. Finalmente se acompañaría de la dirección occupywallst.org.
La cuestión fue planteada por Internet el
23 de Agosto del 2011 y el 8 de Septiembre fue lanzado públicamente. Un mes
después el movimiento Occupy Wall Street, con toda su maquinaria
ciberactivista, lo había convertido en un lema de impacto viral y desde ahí se
extendió, a través de todas las franquicias indignadas del mundo como idea
fuerza que unificaba al movimiento a nivel global.
Lo de menos era que el lema del supuesto
99% de oprimidos frente al que se
encontraría el 1% de opresores, o más ricos del mundo, que le gusta decir a los
indignados, fuese cierto. Lo importante era la contundencia y casi unanimidad
de la cifra así como su capacidad de impacto, al referirse casi al 100% de la
población. Nadie iba a cuestionar una cifra u otra y menos cuando su éxito se iba
a ver ayudado por el impulso casi instantáneo que produce compartir y difundir
lemas sencillos que apelen a las emociones y no al cerebro. ¿Acaso ha visto
usted a algún ciberactivista de los que se limitan al copia y pega y al
compartir de las redes sociales que se cuestione lo que está difundiendo? No
les da el cerebro para hacer las dos cosas a la vez.
Como en tantas cosas en las que el movimiento de los
indignados creyó haber inventado la pólvora, en un lema como éste tampoco fue
original sino simplemente ligeramente más exagerado.
Liev Trotsky ya hace referencia a la
cuestión de los 90 y tantos por ciento en un texto que no es precisamente de
2011 sino de mediados de abril de 1931:
“El fascista Strasser dice que el 95 por
ciento del pueblo está interesado en la revolución, que por lo tanto no es una
revolución de clase sino una revolución popular. Thaelmann repite a coro. En
realidad, el obrero comunista debería decirle al obrero fascista: por supuesto,
el 95 por ciento de la población, si es que no es el 98 por ciento, está
explotada por el capital financiero. Pero esta explotación está organizada de
modo jerárquico: hay explotadores, subexplotadores, subsubexplotadores, etc.
Sólo gracias a esta jerarquía pueden los superexplotadores mantener sujeta a la
mayoría de la nación. Para que la nación sea efectivamente capaz de
reconstruirse a sí misma alrededor de un nuevo núcleo de clase, deberá ser reconstruida
ideológicamente, y esto sólo podrá conseguirse si el proletariado no se
disuelve a sí mismo en el “pueblo”, en la “nación”, sino que, por el contrario,
desarrolla un programa de su revolución proletaria y fuerza a la pequeña
burguesía a elegir entre dos regímenes” (León Trotsky.“La lucha contra el
fascismo en Alemania”)
Aclaro que “la lucha contra el fascismo en
Alemania” es una compilación de textos de Trotsky escritos entre 1930 y 1933,
Creo que lo que está diciendo Trotsky
acerca de esas configuraciones internas de los 90 y tantos por ciento es diáfano, algo que
muchos trotskistas, tan leídos ellos, que se hacían eco del lema de Occupy Wall
Street a nivel mundial, parecen haber olvidado o, simplemente, en una muestra
de oportunismo ramplón prefieren hacer como que no conocen su significado.
Es obvio que lo de menos es que haya un 1, un 0,5 o un 3% de magnates que
concentren en sus manos una elevada proporción de las riquezas nacionales o
mundiales porque el problema no es ese sino el origen de esa riqueza privada y
en ese caso, la proporción de explotadores es mucho mayor que el cacareado 1%.
Una de las contradicciones fundamentales
del capitalismo es que mientras la producción de bienes y riqueza es un acto
colectivo (social) la apropiación del producto del trabajo (el beneficio) es un
acto privado. Sean mega-ricos, sólo muy ricos, ricos sin más o muy acomodados,
los empresarios extraen el beneficio de la actividad de sus trabajadores del mismo modo.
La pequeña y mediana burguesías no están con una mano delante y otra detrás.
Forman parte del mismo engranaje capitalista y, si bien, la tendencia a la concentración del capital tanto a
niveles nacionales como mundiales tiende a laminarlas, ello no supone ni que
estén en el mismo campo de la clase trabajadora ni que ésta deba considerarlas oprimidas ya que,
en sus relaciones de producción con el trabajador, son opresores, pues no de
otra forma obtienen el beneficio.
Sólo en una situación revolucionaria en la
que la clase trabajadora tuviera la iniciativa y un programa socialista, cabría situar a esas
burguesías subordinadas al gran capital, ante la disyuntiva de elegir campo: el
de los trabajadores o el de los capitalistas.
Hacerlo en una situación en la que la
iniciativa la lleva el capital equivale a sacar las castañas del fuego a la
pequeña y mediana burguesías mediante un programa y un conjunto de demandas
interclasistas que pone los intereses de la clase trabajadora a la cola de los
de las clases medias. No otra cosa ha sido el movimiento indignado en USA o en
España, así como el resto de sus franquicias.
e) Filosofía y economía del Bien Común: Es una variante del tipo de bazofia ideológica anteriormente
mencionada.
Pero ello no es un problema para el
pseudoizquierdista medio que cree se adhiere al “bien común” porque la carga
simbólica y hasta emocional que arrastra el nombre le nubla el interés por saber más sobre este
concepto y cuando muestra algún interés no se preocupa en preguntarse porqué
precisamente ahora, en medio de una crisis estructural del capitalismo como
quizá no haya este sufrido con anterioridad, el señor Christian Felber y
compañía se sacan de la mano una teoría del capitalismo ético, comprometido con
la justicia social y la solidaridad, transparente y responsable,
medioambientalmente sostenible y potenciador de la cooperación. Que el gran
especulador mundial y agitador de decenas de fundaciones para la organización
de la disidencia controlada, George Soros, sea partidario del mismo debiera
decirles algo. Pero ¡qué va! Ni les preocupa. Suena bien. Es un nombre con
fuerza, el gobierno de Rafael Correa parece partidario de promoverlo y tira “palante”.
La Economía del Bien Común se
presenta como un proyecto abierto a las empresas y
surgido desde fuera de ellas, planteado como un sistema
cooperativo que funciona con un modelo abierto. La realidad es que son las
empresas las primeras interesadas en crear complicidades con su “capitalismo
humano” en lo que representa una pretendida transposición del modelo de Estado del Bienestar, en proceso de muerte, a una
especie de Corporaciones Privadas de Bienestar. Despierten. Los reyes son los padres
y el capitalismo no funciona filantrópicamente sino mediante la explotación. Lo
único que buscan con esta filosofía que tan bien da de comer al señor Felber es
blindar una posible extensión de la crítica al marco político al empresarial.
El primer intento del capitalismo de
vendernos esa moto se inició con la RSC (Responsabilidad social Corporativa) o
RSE (Responsabilidad Social Empresarial). Luego han venido variantes
desarrolladas del mismo engendro tales como el sistema B, que es el modo
ligeramente más conservador de vender el mismo producto en algunos países de
América Latina como Colombia, o la Economía/Filosofía del Bien Común, la
versión para “progres” cándidos y descafeinados. En esencia, de lo que estamos
hablando es de una evolución de la filantropía del empresario benevolente y
caritativo de perfil dickensiano, que en la Inglaterra del siglo XIX tuvo uno
de sus más notables representantes en John Stuart Mill y otros notables
pensadores del social-liberalismo o del capitalismo compasivo. Los señores de
la Economía del Bien Común les dirán que, aunque tiene que ver con la RSC, la
primera es mucho más que eso. En efecto, es palabrería más evolucionada del
mismo cuento.
Voy a referirme brevemente a los
antecedentes de la Economía o Filosofía del Bien Común en la
RSC o RSE porque es algo que conozco directamente ya que tuve un acercamiento
profesional a la cuestión durante algún tiempo.
La RSC o RSE es una práctica,
especialmente de las grandes corporaciones, destinada a mejorar la valoración
de las mismas, no ya desde la publicidad sino desde una estrategia que
podríamos definir como de Relaciones Públicas.
El punto de arranque es que la empresa
tiene un impacto en el entorno en el que se inserta, ya sea social o ambiental,
y que ese impacto puede ser positivo o negativo.
El planteamiento teórico de la RSC implica
una contribución de la empresa a la mejora social, económica y ambiental de
tanto de su entorno (exterior) como de la comunidad que la conforma (interior).
Así las empresas se implicarían en mejorar
las condiciones laborales de sus trabajadores, un uso energético
eficiente de la energía, gestión de recursos y residuos, implicación de la
empresa en la vida de la comunidad en la que se inserta, la mejora de las
oportunidades de dicha comunidad y un largo bla, bla, bla de buenos deseos.
En la práctica, la aplicación de la RSC en
el interior de la empresa se aplica a reducir el potencial de conflicto laboral
mientras en el exterior realiza alguna inversión puntual en infraestructuras del entorno, algún
proyecto social no muy costoso o la rehabilitación de una zona contaminada, a
menudo por la misma empresa que ahora trata de lavar su imagen.
Ello a cambio de comprar -literalmente-
las voluntades de líderes políticos y sindicales, ecológicos o vecinales, ONGs
y a la prensa del entorno.
Un ejemplo de este modo de proceder es el realizado por el la
petrolera Repsol en las ciudades en las que ubica sus refinerías.
Repsol ha acometido importantes esfuerzos de seguridad
en el software informático de sus refinerías pero sus infraestructuras son viejas y manifiestamente mejorables hasta el
punto de que en todas ellas se han producido graves riesgos para la seguridad
de las mismas y del entorno, habiéndose dado casos de heridos entre su personal. Pues bien, una de las partidas de RSC más importantes en los entornos de
las refinerías de este operador energético es el acallamiento de las
potenciales críticas mediante las subvenciones, dádivas, invitaciones a
eventos, privilegios, etc. a los grupos de interés locales.
Podría ponerles ejemplos de otras corporaciones pero
creo que el botón expuesto es buen paradigma de cualquier otra gran corporación
que aplique la RSC, el Bien Común o cualquier otro embuste de capitalismo
ético.
Este TIPO de teorías funcionan muy bien cuando previamente se ha sometido al
prisionero -la clase trabajadora- a una presión y un castigo tan brutales que
cualquier cosa que signifique aligerar mínimamente el
nudo que le ahoga, lo agradecerá de forma infinita. Es una suerte de ducha
escocesa: neoliberalismo salvaje primero y capitalismo compasivo después. En
mis tiempos lo llamábamos el reparto de papeles entre el poli malo y el poli
bueno. Pero polis o capitalistas al fin y a la postre. Porque aunque pretende
pasar por un planteamiento alternativo al capitalismo de mercado y al
socialismo -ahí está la clave de la cuestión- lo cierto es que, a la corta y a
la larga, es capitalismo sin más, de mismo modo en que no se puede estar un
poco muerto o medio embarazada. Es el ideal del depredador -pero socialmente
responsable y ambientalmente sostenible, of course- por la mañana y benefactor
dialogante por la noche.
El objetivo, obviamente, de la Economía
del Bien Común no es el fin del sistema capitalista sino un remozamiento del
mismo que le haga más aceptable por sus víctimas. A cambio, las migajas a
repartir entre los pobretes serán un poquito más grandes y equitativas, siempre
que ello suponga conciliación y paz sociales y renuncia a la lucha de clases.
Para quien no crea en una sociedad
socialista la Economía del Bien Común estará muy bien porque es un bonito sueño
de una cálida noche de verano pero entonces no digan ustedes que son de
izquierdas porque ¿cuándo el capitalismo ha sido así fuera de los países
nórdicos por un breve período de tiempo en 400 años de existencia? Si ustedes
están dispuestos a creer que es posible un capitalismo que no se mueva por un
interés de lucro es que desconocen la historia del mismo de cabo a rabo. Las
1000 y pico empresas que ya se han adscrito a la economía del Bien Común del
señor Felber firmarán lo que sea con tal de mejorar su valoración en un tiempo
en el que el capitalismo tiene mala prensa.
Para quienes digan que esto es mejor que
nada, sinceramente sólo cabe decirles que el autoengaño es la forma más eficaz
de mentirse a uno mismo.
Pues bien, el partido de profesores
universitarios impulsado por los medios de comunicación del capital a un
estrellato rápido -me refiero a Podemos, por si no he sido claro- es partidario
de la Economía del Bien Común. IU tampoco está precisamente lejos del concepto,
lo mismo que el grupo ATTAC.
f) Ciudadanos: Es otro concepto que actúa
como disolvente del antagonismo de clase entre trabajadores y burguesía-
Pero es que además, por tratarse de un
concepto universal -ciudadanos son todos y cada uno de los miembros de una
comunidad poseedores de derechos y deberes. Desde usted, que está leyendo este
texto, hasta los ciudadanos/as Emilio Botín, Esther y Alicia Koplowitz, Amancio
Ortega, Florentino Pérez, la familia Entrecanales, José Manuel Lara
(Corporación Atresmedia) y tantos otros- hace tabla rasa de la existencia de
clases sociales en su interior.
El concepto ciudadanos es muy pertinente
cuando se refiere a las relaciones de la persona con el Estado, sus
instituciones.
Pero carece de sentido cuando alude a las
relaciones sociales de producción entre esos ciudadanos. ¿Son acaso los
ciudadanos los que hacen huelgas generales? ¿Los empresarios contratan a
ciudadanos? ¿Los despedidos de una empresa son ciudadanos? ¿El antónimo de
empresario/capitalista es ciudadano? No. La característica principal que define
a todos ellos es ser trabajadores. Incluso la persona que busca su primer
empleo lo hace en tanto que futura trabajadora, siempre que no lo haga como
empresaria.
Cuando dos personas mantienen entre sí
relaciones salariales, una de ellas como realizadora de un trabajo y otra como
empleadora, la primera es trabajadora y la segunda empleadora.
Carece de sentido, por tanto, hablar de
ciudadanos cuando, en lo que los pensadores liberales llaman “sociedad civil”,
existen relaciones sociales de producción entre empleados y empleadores, entre
trabajadores y empresarios. Y éstas son claramente desiguales.
¿Por qué, entonces se habla tanto de ciudadanos/as
y apenas de trabajadores/as? Sencillamente porque se intenta ocultar que las
sociedades están divididas en clases sociales, que esas divisiones son, en
esencia, irreconciliables en intereses y hay un interés no explícito de dirigir
las demandas sólo hacia la esfera de lo político y no de lo socioeconómico. O
dicho de otro modo porque, en el actual contexto de la crisis capitalista, lo
que se intenta es ocultar la auténtica fuente de la desigualdad, la explotación
de unos seres humanos por otros y quiénes son los auténticos responsables del
paro y la brutal transferencia de las rentas del trabajo hacia las del capital.
El plano de lo político acaba por convertirse en el señuelo para evitar que se
cuestione el de lo económico.
Todo partido, organización o movimiento
que aluda al término de ciudadanos como el colectivo al que apela actúa desde
un discurso de derechas, se autocalifique a sí mismo como quiera, porque
ocultar la existencia de clases sociales y de la lucha de clases y tratar de
que nos olvidemos de lo que sucede en el marco de la actividad económica es, de
facto, justificar la opresión de clase.
Cuestiones finales:
Después de todo este paquete
infumablemente largo -no sé escribir más corto si tengo mucho que decir- quizá
diga usted, con razón: ¡colega, para hablar de la lucha de clases y de que en
la economía se libra la batalla contra el capitalismo, podrías haberlo hecho
más corto!
Muy cierto. Pero si uno pretende
desmontar todo el conjunto de heces que buscan legitimar a través de su palabrería
hueca el capitalismo, hay que decir algo de cada una más allá del consabido y
conciso “no soy partidario” que solemos decir por el norte.
La ofensiva sin precedentes por acabar
con la dualidad política izquierda-derecha tiene en la involución ideológica su
más decisiva arma de destrucción masiva.
Los motivos fundamentales de que ello
esté sucediendo, por encima de la ofensiva de la derecha en el pensamiento
político, se encuentran principalmente en la izquierda.
La crisis de marxismo de la que éste aún
no se ha recuperado, por mucho que Marx y otros pensadores marxistas hayan
regresado con gran fuerza editorial, explica mucho del brío con el que los
fundamentos del pensamiento de la izquierda están siendo atacados y del modo
con el que se intenta negar la dualidad, primero de la terminología
izquierda-derecha, después de su oposición histórica fundamental.
Hoy muy pocos teóricos políticos
relevantes se consideran marxistas, en el mundo universitario esta corriente se
encuentra en franca retirada y los pensadores marxistas actuales tienen un
escaso nivel frente al de sus predecesores de hace tan sólo tres o cuatro
décadas.
Aquellos supuestos marxistas que han
sido puestos de moda por medio de editoriales, conferencias y aparatos
ideológicos del capital lo son más bien de un marxismo esotérico (Žižek ,
Holloway,…), por no decir otra cosa, o bien están ya dentro de corrientes
postmarxistas, lo admitan o no (Negri).
No hablemos ya del pedorreo que algunas
corrientes políticas se traen con “pensadores” del tipo de Derrida, Foucault,
Deleuze o Guattari, entre otros. La búsqueda de lo raro, lo incomprensible
(apuesto a que la gran mayoría de sus fans no los entienden), “pour épater la
bourgeoisie”, no es más que la pataleta inocua del pensamiento middle class que
se degrada cuanto más se aleja del “análisis concreto de la situación [y de la
realidad] concreta”.
El caso contrario, el dogmatismo en el
pensamiento que trata de encarcelar al marxismo en una colección de citas de
autoafirmación para revolucionarios en horas bajas, lo ha esclerotizado,
destruyendo su potencial transformador.
Por en medio, el gran grueso, del
posibilismo, del oportunismo, del-llamémoslo-de
otro-modo-para-que-no-asuste-la-gente-porque-al-fin-y-al-cabo-hablamos-de-lo-mismo,
no es otra cosa que la forma vergonzante y ultra reformista de negar los
atributos configuradores de lo que es la identidad de la izquierda porque no se
trata de una mera permutación de palabras sino de categorías del análisis de la
realidad y un modo de ir borrando las huellas de lo que se fue en el pasado
tras los pasos de a dónde se va.
En este cambio de escenario hacía,
primero el populismo transversal, luego hacia la derecha porque es ésta la que
niega que el motor de la historia es la lucha de clases, y luego, luego…hasta
el infinito y más allá, que diría Buzz Light Year, el factor generacional ha
hecho estragos.
Mi generación, la que se encuentra
alrededor de la cincuentena es la primera generación perdida para la izquierda.
Vivió la transición y acabó transitando hacia el desclasamiento, la modorra, el
desinterés por lo que no fuera vacuo, individual y socialmente aspiracional.
Acabó creyéndose clase media porque vivía a crédito y trabajaba la pareja y ha
despertado mal, el que lo ha hecho, en esta crisis del capitalismo. Su cabreo
se amansaría cortándole los huevos a un político, no encarándose con su
empresario que, al fin y al cabo, es el que le paga o espera que vuelva a
contratarle, si salimos de esta crisis.
El mundo simbólico de la política que ha
transmitido a sus hijos es un erial para el pensamiento y la voluntad de
rebelión que necesita la izquierda para ser.
La generación más joven, sin futuro de
reintegración al sistema, vive la contradicción de creerse, ensoberbecida, lo
que le han contado sus aduladores de que es la generación más preparada de la
historia -como si el fracaso escolar o la inadaptación de los contenidos
formativos a los requerimientos del capital no existiesen y la mayoría de los
jóvenes tuviera educación superior-, que va a cambiar su mundo, pero la más
desreferenciada políticamente porque si algo le ha transmitido mayoritariamente
mi generación es el vacío y el mito de la caverna como metáfora.
Soy pesimista sobre lo que le espera a
la izquierda como corriente, dividida en mil riachuelos, confusa y atolondrada
ante el cambio de la película que le están sirviendo en plato de “nouvelle
cuisine” y que ni acierta, ni tiene demasiado ánimo de combatir para no ser
enviada a la papelera de reciclaje la historia.
Si una batalla decisiva debiera librar, para no ser
arrollada por esta nueva derecha disfrazada de renovadora de la izquierda, es
la de las ideas, la de denuncia del veneno que le están inoculando, la de la
reconstrucción de un pensamiento para la praxis que debe pasar por la
afirmación de la lucha de clases, de la igualdad de base económica (junto a
otras igualdades, por supuesto), de la propiedad social de los medios de
producción (y de distribución), de saberse conformada por trabajadores/as que
saben lo que son y a quienes tienen enfrente y de búsqueda de una sociedad más
justa, que no puede ser la capitalista en ninguna de sus variantes, sino
aquella de la que se avergüenza de ponerle el nombre que tiene porque le han
dicho que fracasó y que no es moderna: socialismo. Como si el capitalismo no lo
hubiera hecho desde el primer día en las dos terceras partes del mundo.
Fuente: http://dedona.wordpress.com/
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