sábado, 18 de octubre de 2014

“NI DE DERECHAS, NI DE IZQUIERDAS”, OSEA, DE DERECHAS

Marat
Posted on 2014/10/17



LA BARRICADA CIERRA LA CALLE PERO ABRE EL CAMINO
Autor: Marat
Posted on 2014/10/17

A lo largo de mi vida he visto desfilar ante mis ojos a vendedores de burras viejas con albardas de segunda mano pero que parecen nuevas, a ilusionistas y trileros, a practicantes del timo del toco-mocho, a tahúres con las cartas marcadas, a renovadores de la nada, a pirómanos que acaban en bomberos toreros, a comerciantes de botes de aire del Himalaya, a funambulistas con red, a cocineros del gato por liebre a las finas hierbas, a telepredicadores del marketing político, a utileros del sistema que juegan a parecer chicos malos para el mismo, a Césares que pretenden ser dioses sin un siervo que vaya detrás recordándoles que son hombres y mortales y a tenores que cantan operas con nuevos títulos pero letras demasiado ya viejas. Al primero lo vi y y escuché en la noche del 28 de Octubre de 1982. Al segundo le vi venir de lejos. Marx dijo aquello de la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Se le olvidó decir que, en ocasiones, las dos veces es farsa. Pero vayamos al asunto que da título a este texto.
Desde que detonó aquello del “no somos de izquierdas ni de derechas” hace tres años, se ha repetido hasta la saciedad eso de que “somos pueblo”- lo que no equivale en absoluto a clase porque pueblo es lo mismo que nación y que ciudadanos, un término global que esconde el hecho de que unos y otros están atravesados por las clases sociales y sus contradicciones- y que como pueblo, “las ideologías nos dividen, por lo que debemos unirnos todo el pueblo superando esas diferencias”, palabras más, palabras menos. Este tipo de afirmaciones las he escuchado y leído desde la extrema derecha hasta otros supuestamente de “izquierdas” pero que llamaban a superar el eje izquierda-derecha y sustituirlo por el de “los de abajo contra los de arriba”. Tomen nota de esta última expresión porque volveré sobre ella más tarde. Antes de continuar el desarrollo del presente texto, creo necesario hacer un esquema mínimo de lo que representan las ideologías izquierda-derecha, aceptando que posiblemente sea tildado de simplificador, algo inevitable si lo que se pretende es resumir una idea focalizando de ella sus aspectos más relevantes.

Soy consciente de que dejo fuera del eje aspectos como la relación del individuo y las clases sociales con el Estado, el concepto de libertades, los valores morales que fundamentan los criterios de ser de izquierdas o de derechas, el concepto de justicia y otros pero, con ser estos importantes, creo que el eje económico y, dentro de él, la visión sobre la propiedad marcan las diferencias clave izquierda-derecha, no digamos ya en el marco de las crisis capitalistas y sus consecuencias sociales.
No, no he caído en ningún reduccionismo economicista. Simplemente, cuando se niega la importancia de lo económico y de lo que sucede en su marco (explotación, lucha de clases,…), me veo como Bill Clinton en la necesidad de gritar: “Es la economía, estúpidos”
El eje presentado es de carácter histórico y atiende a los orígenes de ambos conceptos. Si se fijan, se darán cuenta de que la derecha no ha cambiado demasiado desde su nacimiento. Especialmente en el contexto de esta crisis del capitalismo.
Ahora bien, ¿qué pasa con lo que habitualmente entendemos por la izquierda? ¿Creen ustedes que los partidos que se definen como pertenecientes a ésta, especialmente los que tienen algún peso político, se sitúa dentro los atributos que definen la identidad de lo que ese esquema plantea que es la izquierda?
Si ustedes tuvieran tiempo y ganas y recurrieran a varios ejes de coordenadas cartesianas dónde las abscisas estuvieran en un extremo en la derecha y en el otro en la izquierda y las ordenadas representaran, atributo a atributo, la oposición derecha-izquierda, ¿dónde creen ustedes que se situarían los principales partidos de izquierdas en cuanto a cuestiones como lucha de clases, defensa (en la práctica) de lo público y de la propiedad social de los medios de producción o clases sociales a las que apelan? Sería un ejercicio entretenido y curioso, si nos atenemos a algo más que los programas electorales y vamos a cuestiones como el discurso expreso (la ideología que se defiende) o la práctica.
Quienes nos definimos de izquierda y queremos que ésta lo sea, no en base a ninguna pretendida pureza sino en consonancia con la claridad de la derecha, vemos que, cuando se llama a superar la dualidad izquierda- derecha en base a que exigir que la gente sea de izquierda para admitirla en los frentes de lucha es dividir y excluir o a que es una palabra gastada por las prácticas incoherentes de la izquierda, y se propone sustituirla por el archirrepetido arriba y abajo, se está falseando el debate. Y con ello se pretende borrar los últimos vestigios de lo que es el hilo rojo de las tradiciones históricas de la izquierda, al negar hasta el nombre que permite saber que hubo un día un pensamiento y una orientación de lucha que se reclamaron de izquierda.
Se falsea el debate porque se pretende confundir lo que son los frentes de lucha con lo que son las organizaciones políticas. ¡Pues claro que no hay porqué pedir filiación ideológica a la gente que participa en las luchas sociales con los partidos de izquierda y el movimiento sindical entre otros! Faltaría más. Lo que no quiere decir que, cuando en determinados movimientos se detecten posiciones reaccionarias, antipartidos y antipolíticos en general, no haya que denunciarlo y desenmascarar lo que hay detrás de esas posiciones. Pero los partidos y las organizaciones políticas son otra cosa. Necesitan proyectos de sociedad compartidos, valores e ideologías que los aglutinen y les doten de un mínimo de sentido, lo que no es ni monolitismo ni sectarismo, porque de lo contrario o bien se convierten en partidos todoterreno o bien en populismos que dicen a cada sector social lo que éste quiere escuchar.
Sostengo que la pretendida superación de la dualidad izquierda-derecha y las propuestas de que la primera abandone su ámbito terminológico no es un mero asunto de nominalismo en el que poco importe cómo se llame “la cosa”, sino “la cosa” en sí, como afirmó en su día el último secretario general del PCI, Aquille Ochetto, porque con su nombre se fueron los últimos vestigios del “reformismo fuerte” que había significado el PCI desde los años 60 para acabar convertido hoy en un engendro que dirige el gobierno italiano a manos del aventurero democristiano Matteo Renzzi
Sostengo también que este intento, no ya de involución, sino de liquidar a la izquierda, ya sea a través de plataformas o nuevos partidos “ni-nis” (ni de izquierdas ni de derechas sino claramente de derechas) llega en el momento apropiado para asestar o, cuando menos, intentar asestar el golpe de gracia a lo que queda de las izquierdas, reales, supuestas o mediopensionistas.
Aún recuerdo cuando un tipo que al que también votaron con “ilusión” dijo aquello de “gato negro o gato blanco, ¿qué importa? Lo importante es que cace ratones”. El héroe del momento se llamaba Felipe González y se hacía eco de la frase del conversor de China al capitalismo, Deng Xiao Ping. Hoy el gato gordo cerdea en los consejos de administración, se ha convertido en especulador multimillonario y es asesor de alguno de los hombres más ricos del mundo. Eran tiempos precursores y hasta premonitorios de lo que algunos intentan vendernos ahora.
Sostengo, en consecuencia, que esto de superar el eje izquierda-derecha llega en el momento más propicio: cuando el capitalismo da su batalla ideológica en todos los frentes, penetra con sus postulados y “teorías líquidas” en las izquierdas reformistas y éstas, algunas de las cuáles fueron tigres un día, se han convertido en mansos corderos, mientras sus aborregados hooligans venden la moto que antes compraron sus organizaciones políticas y después ellos, en un alarde de mansa ignorancia política de lo que se les viene encima frente a un fascismo de ideas fuertes y banderas al viento que conquistan las cabezas y los corazones de unas clases a los que esos partidos abandonaron hace tiempo.
No es sólo el nombre de la izquierda lo que se pretende que se abandone sino las categorías de pensamiento y de acción que conforman lo que es “ser de izquierdas”
Una vez que la izquierda se acopló al capitalismo como mejillón a la roca y que la crisis sistémica de éste le cogió con el pie cambiado, la panza prominente y la falta de resuello y coraje para combatirlo con una idea fuerte y revolucionaria, vino el proceso de intoxicación de la misma 
desde ideas ajenas y, en general, opuestas al mismo. Objetivo: el derribo de un edificio aquejado de aluminosis.
Me propongo en esta segunda parte hacer un listado de conceptos -no meros términos- que a lo largo del tiempo fueron tradiciones de la izquierda, antes de que ésta se acomodase en el sofá-cama del capitalismo del Estado del Bienestar, el crecimiento y el desarrollo y el aplazamiento “sine die” de la “emancipación de la explotación del hombre por el hombre” (entendido en su expresión histórica y anticipándome a que alguien me quiera crucificar por machista).
continuación iré exponiendo y analizando los principales de esos conceptos inoculados a la izquierda desde la derecha, si bien con frecuencia esos virus son transmitidos por agentes patógenos que suelen camuflarse como populares, democráticos e incluso de izquierda.
a) Arriba y abajo: Sustituir las dualidades oposicionales empresario/capitalista vs. Trabajador, o explotador vs. Explotado, es un modo fullero de borrar las huellas de la opresión de clase, precisamente cuando la crisis económica y sus efectos sobre el mundo del trabajo desvelan, cada vez a más personas, una realidad que antes no les resultaba tan evidente de las relaciones entre las clases sociales. ¿Cuántos/as trabajadores/as no se han sentido en algún momento explotados en este tiempo de la crisis capitalista? ¿Cuántos/as de quienes han perdido su puesto de trabajo no se habrán dado cuenta de que no siempre es que la empresa no pueda mantenerles en nómina sino que les sustituyen porque ahorran costes sociales mientras la empresa sigue ganando dinero con menos empleados/as?
Arriba y abajo tan sólo expresan un hecho: que hay quienes se encuentran en la parte superior de la pirámide social y quienes están en la base de la misma pero ocultan el porqué. No sólo no muestran la relación que existe entre las dos clases sociales principales, porque supongo que es a las clases sociales a lo que se alude con eso de arriba y abajo, sino que la esconde. Y lo que es peor, enmascara la injusticia misma de esa dualidad/relación entre unos y otros. Porque la explicación de la diferencia entre ese arriba y abajo y de la injusticia del “statu quo” social está en la explotación de unos seres humanos por otros a través de unas relaciones sociales de producción en las que unos imponen las condiciones laborales, de trabajo y contractuales y otros no tienen otro remedio que aceptarlas o pasar a engrosar las listas del paro. He ahí la razón de que unos sean poseedores y otros desposeídos.
Esta dualidad no se da sólo entre grandes empresarios/magnates y trabajadores. Por muchos pequeños y medianos empresarios que haya la relación laboral siempre es explotadores y explotados puesto que la relación contractual, sin hablar incluso del concepto plusvalía [concepto de plusvalía para no iniciados], no es entre dos agentes en igualdad de condiciones ¿ Por qué emplear otras que ocultan la naturaleza de las relaciones entre los seres humanos en el mundo productivo capitalista en base a que puedan echar para atrás a quienes las escuchan por parecer anticuadas o demasiado ideológicas y radicales? ¿Acaso radical no viene de raíz? ¿Acaso las que se proponen como alternativas tienen más valor explicativo sobre la realidad? Se empieza siendo un “moderno” y se acaba siendo un cómplice de los capitalistas al desdibujar cómo son las cosas en realidad.
Ese “raca-raca” con el que nos machaca a todas horas el partido-secta lanzado por la corporación Atresmedia, propiedad del empresario del PP, señor Lara, y en la que su socio Roures tiene participación a través La Sexta, de que hablar de capitalismo genera rechazo, de que hablar de explotación suena demasiado duro a la gente y de que hablar de izquierda echa para atrás a mucha gente es el discurso de la quinta columna del capital, de quienes buscan no ya desarmar ideológicamente a la izquierda política y sociológica española sino vaciarla de contenido, derechizarla aún más y destruirla.
Si los conceptos resultan duros en una sociedad que se ha derechizado, entre otras cosas por la propia derechización de la izquierda y su renuncia a la didáctica política y la lucha ideológica, la solución no es vaciar de contenido a lo que es la izquierda, para que ésta corra detrás de la involución social hasta alcanzarla para ver si la acepta, sino recuperar la propia identidad de la izquierda y politizar las luchas sociales y económicas también desde la recuperación de esa lucha ideológica que fue abandonada. Mucho tergiversar a Gramsci con la simplificación penosa de su concepto de hegemonía para luego practicar un entreguismo ideológico repugnante.
Es cierto que las expresiones “los de arriba” y “los de abajo” se emplean mucho en América Latina, precisamente donde la estructura de clases, en la mayoría de los países que la componen, es muy distinta que en España, ya que en ellos el papel del campesinado, y en concreto del campesinado pobre, propietario en unos casos de sus tierras y en otros no, es muy determinante. Pues bien, en esa estructura de clases y de propiedad de la tierra no siempre se da un tipo de relación dominador-dominado del tipo de la que se da entre empresario y trabajador. De ahí que en latitudes en las que esa relación no es tan evidente, salvo en los casos de los campesinos contratados en las plantaciones, la expresión arriba y abajo funcione de un modo distinto al que lo hace en nuestro contexto y exprese más bien la idea de ser poseedor o desposeído.
En cualquier caso, es significativo que un personaje como Ollanta Humala, de quien las izquierdas latinoamericanas del socialismo del siglo XXI esperaban un hermano del movimiento bolivariano, el imperialismo USA temía tal cosa y al que pronto unos y otros hubieron de descartar como tal, declarase en 2011 (año 15M): “No soy ni de izquierda ni de derecha, soy de abajo y mi tarea es unir el país”. No debe sorprendernos que un personaje derechista como Vargas Llosa declarase en ese mismo año “Sin alegría y con muchos temores yo voy a votar por Humala”. Hoy la política de Humala podría calificarse de neoconservadurismo fujimorista y de mafia matonesca, aunque sin las salvajadas en derechos humanos de Fujimori.
A la innovación del “no somos de derechas ni de izquierdas” del 15M, Democracia Real Ya, los Monedero y los Iglesias -este último afirmó, apoyándose en un politólogo (no, no es Monedero) como el desaparecido Norberto Bobbio, que tuvo una juventud fascista y posteriormente un pensamiento político social-liberal y anticomunista de pro, que “tras la caída del muro de Berlín ya no existe la lógica de la derecha y de la izquierda” -le salió pronto el añadido del “somos los de abajo y vamos a por los de arriba”. Cualquier gran empresario o el propio Jiménez Losantos le aplaudirían hasta desollarse las manos.
Pero si ya José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, fue un antecedente del “no somos de derechas ni de izquierdas” -“el movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas”-, la proposición final -“somos los de abajo y vamos a por los de arriba”- Tiene su antecedente en Ernesto Milà, teórico actual del fascismo español. Su aserto es también del primer año triunfal del 15M, el 2011. ¿Volvemos al famoso gato negro o grato blanco…para justificar el uso de tales consignas y lo que hay debajo de ellas, que no es lo que algunos pretenden hacernos creer?
La tentación de ciertas izquierdas claudicantes de sus propias ideas de convertir en sinónimos de izquierda y derecha al “abajo y arriba” es una falacia que muestra ignorancia y oportunismo a dosis iguales. Esa equivalencia no existe porque arriba y abajo serían, en el mejor de los casos, categorías sociales, mientras que izquierda y derecha lo son políticas y los conceptos no son trasladables ya que no se da una correspondencia directa entre un tipo y otro de instancias.
b) “Pobres y ricos”: Cabe decir sobre esta segunda dualidad algo muy parecido a buena parte de lo ya expresado para arriba y abajo. Enmascara, de nuevo, los motivos de esa pobreza y riqueza: la propiedad privada de los medios de producción y la relación desigual que se produce entre empresario y trabajador bajo el capitalismo porque enfatiza un hecho, el ser pobre y el ser rico, como realidades sin causa.
Al no aludir de modo directo al origen de la pobreza o de la riqueza cabe preguntarse si la riqueza es igualmente injusta en todas las circunstancias. ¿Es lo mismo la riqueza que nace de unas relaciones de producción que, bajo el capitalismo, siempre entrañan la explotación, que la proveniente de la herencia o de los caprichos de la fortuna (juegos de azar)? Parece que la herencia, incluso en los casos en los que el origen de la riqueza sea la propia explotación, no cabe calificarla de igualmente inmoral por parte de quien la recibe que por parte de quien la acumuló, a menos de que el heredero continúe ejerciéndola. Es obvio que el heredero contrae con la herencia una responsabilidad moral -acepte esa responsabilidad o no- cuál es el origen de su nueva riqueza (la explotación citada, el crimen, el tráfico de armas, personas, drogas,…) pero no entraña el proceso de acumulación de la fortuna sino su recepción. No son exactamente lo mismo una u otra. Cierto es, y éste es un asunto muy notable desde una perspectiva de emancipación e igualdad entre los seres humanos, que la herencia es esencialmente injusta por cuanto que perpetúa la propia desigualdad. El acaudalado siempre donará una herencia muy superior a la persona de renta baja. En cualquier caso, el rico heredero no se convierte en explotador en sí mismo si él a su vez no dedica esa herencia a perpetuar el mecanismo de producción empresarial de la misma.
En el caso de quien se ha convertido en rico, pongamos por caso, a través de alguna forma de lotería, es obvio que aquí no hay explotación y que, en consecuencia, en términos morales no es lo mismo que un empresario rico.
Por este lado, parece que tampoco los conceptos pobre y rico ayudan en absoluto ni en términos explicativos sobre el origen de la riqueza/pobreza ni en términos morales acerca de la misma.
Desde esa condición de foto fija que da la dualidad pobres-ricos hay algo reaccionario en la cultura que se mueve alrededor de ambos conceptos. En el campo connotativo de la pobreza entran otros términos como caridad, humildad y viejos refranes conservadores del tipo “siempre ha habido pobres y ricos y siempre los habrá” o del “arrímate al que tiene que por lo menos no te pedirá”
Pero es que además la dicotomía pobres y ricos plantea un manejo desventajoso desde una perspectiva de izquierdas porque activa el mecanismo defensivo del discurso de la derecha sobre “la envidia igualitaria” hacia la riqueza y la responsabilidad (culpa) personal del “pobre” respecto a su condición, a su éxito o a su fracaso. De ahí que, en realidad, hablar de pobres y ricos, en lugar de resultar explicativo es una idea que opera en connivencia con el estatu quo capitalista.
c) “Casta política”: Ya he aludido en otros artículos a cómo la expresión tiene su precedente en la de “clase política” elaborada por los teóricos prefascistas italianos Gaetano Mosca y Vilfredo Paretto, a quienes Mussolini nombró senadores vitalicios.
Uno de los primeros voceros del concepto de casta política fue el periodista Enric González, que el 25 de Mayo de 2007, pocos meses antes de que detonara la crisis capitalista mundial, escribe en El País -un periódico poco sospechoso de izquierdismo- un artículo titulado “La República italiana, en caída libre”. Llamativamente el neopoplismo de tendencias reaccionarios de Beppe Grillo y el M5E fueron notablemente influidos desde sus orígenes por el libro al que alude el citado artículo: “La casta”. El señor Enric González parece haberse resituado aún en una mejor plataforma periodística para defender sus ideas políticas ya que ahora escribe desde “El Mundo”. En uno de sus últimos artículos expresa desde este medio su simpatía por Podemos, gran difusor actual de la teoría de la “casta política”, que este partido recoge, a su vez, del 15M.
Es indudable que en la política institucional existen enormes y numerosos casos de corrupción, abuso de poder, eternización en cargos políticos, y otros síntomas de esclerotización de la vida política y la representación institucional. ¿Quién duda de que la puerta giratoria de la política a los consejos de administración de las grandes compañías con grandes sueldos es una cuestión que irrita sobremanera a quienes están padeciendo las consecuencias de la crisis económica?
Pero ¿tiene sentido que el tema de la “casta política” sea el asunto central de un partido que dice que hay que superar la dicotomía terminológica izquierda-derecha y que, cuando le zurran la badana en las redes sociales y en un sector de la opinión pública más formada e informada y de izquierdas, se reivindica de ésta? Sí, si lo que le importa, en realidad, es limitar su acción política a la reforma de lo institucional ¿Debe serlo en un contexto social de 6 millones de parados, más de la mitad de ellos menores de 30 años, gran parte de ellos de larga duración y que han agotado sus prestaciones de desempleo?. ¿Debe serlo en el marco de un proceso de regresión de los Derechos Laborales, de los salarios, de las conquistas de la clase trabajadora sin precedentes?
Sin duda debe serlo,…siempre que lo que se busque no sea tanto la “regeneración” -concepto con algunas connotaciones ultraderechistas en la historia de España de principios del siglo XX- Como la voladura del actual sistema de partidos, si lo que se busca es un quítate tú para ponerme yo.
Podemos entró con el tema de la casta política en la carrera electoral generalizándolo desde sus redes sociales al conjunto de la representación institucional, sin matizar. Sus fervorosos y agresivos fieles en las redes sociales incluían en ella a partidos con los que a partir del día siguiente de los resultados electorales empezaron sus dirigentes a decir que sería bueno converger (IU). A los pocos días tanto Monedero como Iglesias como el eurodiputado liebre, Jiménez Villarejo, puesto en las listas para darles lustre y tirón entre el votante de mediana edad y que acaba de anunciar que cede su puesto al siguiente de la lista -viva la ética política- ya incluían al PSOE, siempre que “haga cambios profundos” -¿cuáles?-, pero a la vez matizaban y circunscribían luego la casta política al PP y al PSOE. Hasta que el señor Monedero, hombre del aparato de Podemos, jalea a las bases para que sigan hostigando a la organización a su izquierda -no por demasiado, todo hay que decirlo-, IU (a la que Podemos copió su programa de las elecciones europeas), diciendo aquello de “un sector de Izquierda Unida se ha hecho régimen”. Si lo sabrá él que, cuando ejercía de asesor áulico de Llamazares, entonces coordinador general de IU, ayudó a casi hundirlo, poniéndolo a las órdenes del zapaterismo.
Estos vaivenes respecto a los límites de las organizaciones que conforman la casta política son una mezcla de improvisación, aventurerismo, falta de planteamiento estratégico y de cohesión en el discurso, parcheo sobre la marcha y oportunismo por parte de un grupo de jóvenes profesores universitarios, y de un partido que no se comía ni una rosca antes del invento de “la cosa” -Izquierda (Anti) Capitalista- con una desmedida ambición de pasar a ser parte de ella.
Ya se comporta como tal.
¿O es que no son tretas de casta, siempre según las categorizaciones de la misma que hacen estos “indignados” del partido que ya les representa, el presentar a un anciano a unas elecciones a sabiendas de que, una vez logrado el tirón electoral que su adorno en la lista de las europeas pudiera depararles, permitir que se retire, para dar paso al siguiente? ¿Eso no es engañar a los electores?
¿O es que no es un comportamiento propio de esa casta de la que tanto hablan que el cabeza de lista de Podemos, una vez elegido europarlamentario, diga que no descarta presentarse a las generales en 2016, cuando todavía le quedarán 3 años como europarlamentario? ¿Eso tampoco es engañar a los electores?
¿O es que pretende que creamos que no serán parte de lo que este partido llama “casta” sus europarlamentarios en una sociedad en la que no todo el mundo puede ser, en realidad, elegido, que no compartirá parte de la información parlamentaria que no nos llegará, que el trato dado a sus miembros electos será el mismo que el dispensado a cualquier persona común?
¿O es que no es coquetear con la casta decir, como hizo el amigo Jiménez Villarejo recientemente, que contemplan sumar al PSOE a su frente amplio de izquierdas si hace “cambios profundos” que no especificó?
¿Y díganme si no es una actitud de casta, pero de las de verdad, no simplemente política, sino de las que nos llama gilipollas al resto de los mortales que-no-somos-científicos-del CSIC-como-él, la prepotencia de jovencito soberbio de Pablo Echenique, eurodiputado de Podemos, de decir no sólo que es partidario de la experimentación con animales y llamarnos anticientíficos por este motivo a los que desde la izquierda lo rechazamos? Estos jovencitos universitarios de Podemos, sobradamente preparados porque son la generación más preparada de la historia, son tan impertinentemente fatuos que a uno le hacen pensar que en algo hemos fallado sus mayores a la hora de transmitirles no ya el hilo rojo del pensamiento de la izquierda sino la modestia necesaria que ayuda a no comportarse como botarates. Esa arrogancia la pagarán muy pronto, mucho antes que el clan de la tortilla del amigo Isodoro, de cuyo partido juegan a ser recambio.
Por otro lado, estos politólogos -¡cómo les gusta pavonearse de serlo!- debieran plantearse si el concepto “casta política” es muy científico porque las castas, para serlo, son hereditarias. Se pertenece a ellas por nacimiento y son inmóviles y rígidas. A lo que ustedes llaman casta política se entra -es cierto que no se suele salir-, no se nace en ella, no es hereditaria más que en parte -como ascenso social derivado de las facilidades de acceso que da ser hijo de don fulano o de doña zutana- y no es una como estructura estamental rígida y cerrada porque fluctúan sus componentes y la proveniencia de los mismos.
d) El 99% contra el 1%: Alguien que afirmaba tener 28 años, ser universitario, vivir en Nueva York y llamarse Chris, sin apellido que lo identificase porque, según él, trabajaba en una empresa de comunicación y no deseaba sufrir represalias, hizo la propuesta al movimiento Occupy Wall Street, desde su blog en Tumblr, de que se lanzase la consigna de “somos el 99%”. La idea es que el lema fuese acompañado de carteles con fotografías personales a las que se añadiese, además, un pequeño texto escrito a mano. Finalmente se acompañaría de la dirección occupywallst.org.
La cuestión fue planteada por Internet el 23 de Agosto del 2011 y el 8 de Septiembre fue lanzado públicamente. Un mes después el movimiento Occupy Wall Street, con toda su maquinaria ciberactivista, lo había convertido en un lema de impacto viral y desde ahí se extendió, a través de todas las franquicias indignadas del mundo como idea fuerza que unificaba al movimiento a nivel global.
Lo de menos era que el lema del supuesto 99% de oprimidos  frente al que se encontraría el 1% de opresores, o más ricos del mundo, que le gusta decir a los indignados, fuese cierto. Lo importante era la contundencia y casi unanimidad de la cifra así como su capacidad de impacto, al referirse casi al 100% de la población. Nadie iba a cuestionar una cifra u otra y menos cuando su éxito se iba a ver ayudado por el impulso casi instantáneo que produce compartir y difundir lemas sencillos que apelen a las emociones y no al cerebro. ¿Acaso ha visto usted a algún ciberactivista de los que se limitan al copia y pega y al compartir de las redes sociales que se cuestione lo que está difundiendo? No les da el cerebro para hacer las dos cosas a la vez.
Como en tantas cosas en las que el movimiento de los indignados creyó haber inventado la pólvora, en un lema como éste tampoco fue original sino simplemente ligeramente más exagerado.
Liev Trotsky ya hace referencia a la cuestión de los 90 y tantos por ciento en un texto que no es precisamente de 2011 sino de mediados de abril de 1931:
“El fascista Strasser dice que el 95 por ciento del pueblo está interesado en la revolución, que por lo tanto no es una revolución de clase sino una revolución popular. Thaelmann repite a coro. En realidad, el obrero comunista debería decirle al obrero fascista: por supuesto, el 95 por ciento de la población, si es que no es el 98 por ciento, está explotada por el capital financiero. Pero esta explotación está organizada de modo jerárquico: hay explotadores, subexplotadores, subsubexplotadores, etc. Sólo gracias a esta jerarquía pueden los superexplotadores mantener sujeta a la mayoría de la nación. Para que la nación sea efectivamente capaz de reconstruirse a sí misma alrededor de un nuevo núcleo de clase, deberá ser reconstruida ideológicamente, y esto sólo podrá conseguirse si el proletariado no se disuelve a sí mismo en el “pueblo”, en la “nación”, sino que, por el contrario, desarrolla un programa de su revolución proletaria y fuerza a la pequeña burguesía a elegir entre dos regímenes” (León Trotsky.“La lucha contra el fascismo en Alemania”)
Aclaro que “la lucha contra el fascismo en Alemania” es una compilación de textos de Trotsky escritos entre 1930 y 1933,
Creo que lo que está diciendo Trotsky acerca de esas configuraciones internas de los 90 y tantos por ciento es diáfano, algo que muchos trotskistas, tan leídos ellos, que se hacían eco del lema de Occupy Wall Street a nivel mundial, parecen haber olvidado o, simplemente, en una muestra de oportunismo ramplón prefieren hacer como que no conocen su significado.
Es obvio que lo de menos es que haya un 1, un 0,5 o un 3% de magnates que concentren en sus manos una elevada proporción de las riquezas nacionales o mundiales porque el problema no es ese sino el origen de esa riqueza privada y en ese caso, la proporción de explotadores es mucho mayor que el cacareado 1%.
Una de las contradicciones fundamentales del capitalismo es que mientras la producción de bienes y riqueza es un acto colectivo (social) la apropiación del producto del trabajo (el beneficio) es un acto privado. Sean mega-ricos, sólo muy ricos, ricos sin más o muy acomodados, los empresarios extraen el beneficio de la actividad  de sus trabajadores del mismo modo. La pequeña y mediana burguesías no están con una mano delante y otra detrás. Forman parte del mismo engranaje capitalista y, si bien, la tendencia a la concentración del capital tanto a niveles nacionales como mundiales tiende a laminarlas, ello no supone ni que estén en el mismo campo de la clase trabajadora ni que ésta deba considerarlas oprimidas ya que, en sus relaciones de producción con el trabajador, son opresores, pues no de otra forma obtienen el beneficio.
Sólo en una situación revolucionaria en la que la clase trabajadora tuviera la iniciativa y un programa socialista, cabría situar a esas burguesías subordinadas al gran capital, ante la disyuntiva de elegir campo: el de los trabajadores o el de los capitalistas.
Hacerlo en una situación en la que la iniciativa la lleva el capital equivale a sacar las castañas del fuego a la pequeña y mediana burguesías mediante un programa y un conjunto de demandas interclasistas que pone los intereses de la clase trabajadora a la cola de los de las clases medias. No otra cosa ha sido el movimiento indignado en USA o en España, así como el resto de sus franquicias.
e) Filosofía y economía del Bien Común: Es una variante del tipo de bazofia ideológica anteriormente mencionada.
Pero ello no es un problema para el pseudoizquierdista medio que cree se adhiere al “bien común” porque la carga simbólica y hasta emocional que arrastra el nombre le nubla el interés por saber más sobre este concepto y cuando muestra algún interés no se preocupa en preguntarse porqué precisamente ahora, en medio de una crisis estructural del capitalismo como quizá no haya este sufrido con anterioridad, el señor Christian Felber y compañía se sacan de la mano una teoría del capitalismo ético, comprometido con la justicia social y la solidaridad, transparente y responsable, medioambientalmente sostenible y potenciador de la cooperación. Que el gran especulador mundial y agitador de decenas de fundaciones para la organización de la disidencia controlada, George Soros, sea partidario del mismo debiera decirles algo. Pero ¡qué va! Ni les preocupa. Suena bien. Es un nombre con fuerza, el gobierno de Rafael Correa parece partidario de promoverlo y tira “palante”.
La Economía del Bien Común se presenta como un proyecto abierto a las empresas y surgido desde fuera de ellas, planteado como un sistema cooperativo que funciona con un modelo abierto. La realidad es que son las empresas las primeras interesadas en crear complicidades con su “capitalismo humano” en lo que representa una pretendida transposición del modelo de Estado del Bienestar, en proceso de muerte, a una especie de Corporaciones Privadas de Bienestar. Despierten. Los reyes son los padres y el capitalismo no funciona filantrópicamente sino mediante la explotación. Lo único que buscan con esta filosofía que tan bien da de comer al señor Felber es blindar una posible extensión de la crítica al marco político al empresarial.
El primer intento del capitalismo de vendernos esa moto se inició con la RSC (Responsabilidad social Corporativa) o RSE (Responsabilidad Social Empresarial). Luego han venido variantes desarrolladas del mismo engendro tales como el sistema B, que es el modo ligeramente más conservador de vender el mismo producto en algunos países de América Latina como Colombia, o la Economía/Filosofía del Bien Común, la versión para “progres” cándidos y descafeinados. En esencia, de lo que estamos hablando es de una evolución de la filantropía del empresario benevolente y caritativo de perfil dickensiano, que en la Inglaterra del siglo XIX tuvo uno de sus más notables representantes en John Stuart Mill y otros notables pensadores del social-liberalismo o del capitalismo compasivo. Los señores de la Economía del Bien Común les dirán que, aunque tiene que ver con la RSC, la primera es mucho más que eso. En efecto, es palabrería más evolucionada del mismo cuento.
Voy a referirme brevemente a los antecedentes de la Economía o Filosofía del Bien Común en la RSC o RSE porque es algo que conozco directamente ya que tuve un acercamiento profesional a la cuestión durante algún tiempo.
La RSC o RSE es una práctica, especialmente de las grandes corporaciones, destinada a mejorar la valoración de las mismas, no ya desde la publicidad sino desde una estrategia que podríamos definir como de Relaciones Públicas.
El punto de arranque es que la empresa tiene un impacto en el entorno en el que se inserta, ya sea social o ambiental, y que ese impacto puede ser positivo o negativo.
El planteamiento teórico de la RSC implica una contribución de la empresa a la mejora social, económica y ambiental de tanto de su entorno (exterior) como de la comunidad que la conforma (interior).
Así las empresas se implicarían en mejorar las condiciones  laborales de sus trabajadores, un uso energético eficiente de la energía, gestión de recursos y residuos, implicación de la empresa en la vida de la comunidad en la que se inserta, la mejora de las oportunidades de dicha comunidad y un largo bla, bla, bla de buenos deseos.
En la práctica, la aplicación de la RSC en el interior de la empresa se aplica a reducir el potencial de conflicto laboral mientras en el exterior realiza alguna inversión puntual en infraestructuras del entorno, algún proyecto social no muy costoso o la rehabilitación de una zona contaminada, a menudo por la misma empresa que ahora trata de lavar su imagen.
Ello a cambio de comprar -literalmente- las voluntades de líderes políticos y sindicales, ecológicos o vecinales, ONGs y a la prensa del entorno.
Un ejemplo de este  modo de proceder es el realizado por el la petrolera Repsol en las ciudades en las que ubica sus refinerías.
Repsol ha acometido importantes esfuerzos de seguridad en el software informático de sus refinerías pero sus infraestructuras son viejas y manifiestamente mejorables hasta el punto de que en todas ellas se han producido graves riesgos para la seguridad de las mismas y del entorno, habiéndose dado casos de heridos entre su personal. Pues bien, una de las partidas de RSC más importantes en los entornos de las refinerías de este operador energético es el acallamiento de las potenciales críticas mediante las subvenciones, dádivas, invitaciones a eventos, privilegios, etc. a los grupos de interés locales.
Podría ponerles ejemplos de otras corporaciones pero creo que el botón expuesto es buen paradigma de cualquier otra gran corporación que aplique la RSC, el Bien Común o cualquier otro embuste de capitalismo ético.
Este TIPO de teorías funcionan muy bien cuando previamente se ha sometido al prisionero -la clase trabajadora- a una presión y un castigo tan brutales que cualquier cosa que signifique aligerar mínimamente el nudo que le ahoga, lo agradecerá de forma infinita. Es una suerte de ducha escocesa: neoliberalismo salvaje primero y capitalismo compasivo después. En mis tiempos lo llamábamos el reparto de papeles entre el poli malo y el poli bueno. Pero polis o capitalistas al fin y a la postre. Porque aunque pretende pasar por un planteamiento alternativo al capitalismo de mercado y al socialismo -ahí está la clave de la cuestión- lo cierto es que, a la corta y a la larga, es capitalismo sin más, de mismo modo en que no se puede estar un poco muerto o medio embarazada. Es el ideal del depredador -pero socialmente responsable y ambientalmente sostenible, of course- por la mañana y benefactor dialogante por la noche.
El objetivo, obviamente, de la Economía del Bien Común no es el fin del sistema capitalista sino un remozamiento del mismo que le haga más aceptable por sus víctimas. A cambio, las migajas a repartir entre los pobretes serán un poquito más grandes y equitativas, siempre que ello suponga conciliación y paz sociales y renuncia a la lucha de clases.
Para quien no crea en una sociedad socialista la Economía del Bien Común estará muy bien porque es un bonito sueño de una cálida noche de verano pero entonces no digan ustedes que son de izquierdas porque ¿cuándo el capitalismo ha sido así fuera de los países nórdicos por un breve período de tiempo en 400 años de existencia? Si ustedes están dispuestos a creer que es posible un capitalismo que no se mueva por un interés de lucro es que desconocen la historia del mismo de cabo a rabo. Las 1000 y pico empresas que ya se han adscrito a la economía del Bien Común del señor Felber firmarán lo que sea con tal de mejorar su valoración en un tiempo en el que el capitalismo tiene mala prensa.
Para quienes digan que esto es mejor que nada, sinceramente sólo cabe decirles que el autoengaño es la forma más eficaz de mentirse a uno mismo.
Pues bien, el partido de profesores universitarios impulsado por los medios de comunicación del capital a un estrellato rápido -me refiero a Podemos, por si no he sido claro- es partidario de la Economía del Bien Común. IU tampoco está precisamente lejos del concepto, lo mismo que el grupo ATTAC.
f) Ciudadanos: Es otro concepto que actúa como disolvente del antagonismo de clase entre trabajadores y burguesía-
Pero es que además, por tratarse de un concepto universal -ciudadanos son todos y cada uno de los miembros de una comunidad poseedores de derechos y deberes. Desde usted, que está leyendo este texto, hasta los ciudadanos/as Emilio Botín, Esther y Alicia Koplowitz, Amancio Ortega, Florentino Pérez, la familia Entrecanales, José Manuel Lara (Corporación Atresmedia) y tantos otros- hace tabla rasa de la existencia de clases sociales en su interior.
El concepto ciudadanos es muy pertinente cuando se refiere a las relaciones de la persona con el Estado, sus instituciones.
Pero carece de sentido cuando alude a las relaciones sociales de producción entre esos ciudadanos. ¿Son acaso los ciudadanos los que hacen huelgas generales? ¿Los empresarios contratan a ciudadanos? ¿Los despedidos de una empresa son ciudadanos? ¿El antónimo de empresario/capitalista es ciudadano? No. La característica principal que define a todos ellos es ser trabajadores. Incluso la persona que busca su primer empleo lo hace en tanto que futura trabajadora, siempre que no lo haga como empresaria.
Cuando dos personas mantienen entre sí relaciones salariales, una de ellas como realizadora de un trabajo y otra como empleadora, la primera es trabajadora y la segunda empleadora.
Carece de sentido, por tanto, hablar de ciudadanos cuando, en lo que los pensadores liberales llaman “sociedad civil”, existen relaciones sociales de producción entre empleados y empleadores, entre trabajadores y empresarios. Y éstas son claramente desiguales.
¿Por qué, entonces se habla tanto de ciudadanos/as y apenas de trabajadores/as? Sencillamente porque se intenta ocultar que las sociedades están divididas en clases sociales, que esas divisiones son, en esencia, irreconciliables en intereses y hay un interés no explícito de dirigir las demandas sólo hacia la esfera de lo político y no de lo socioeconómico. O dicho de otro modo porque, en el actual contexto de la crisis capitalista, lo que se intenta es ocultar la auténtica fuente de la desigualdad, la explotación de unos seres humanos por otros y quiénes son los auténticos responsables del paro y la brutal transferencia de las rentas del trabajo hacia las del capital. El plano de lo político acaba por convertirse en el señuelo para evitar que se cuestione el de lo económico.
Todo partido, organización o movimiento que aluda al término de ciudadanos como el colectivo al que apela actúa desde un discurso de derechas, se autocalifique a sí mismo como quiera, porque ocultar la existencia de clases sociales y de la lucha de clases y tratar de que nos olvidemos de lo que sucede en el marco de la actividad económica es, de facto, justificar la opresión de clase.
Cuestiones finales:
Después de todo este paquete infumablemente largo -no sé escribir más corto si tengo mucho que decir- quizá diga usted, con razón: ¡colega, para hablar de la lucha de clases y de que en la economía se libra la batalla contra el capitalismo, podrías haberlo hecho más corto!
Muy cierto. Pero si uno pretende desmontar todo el conjunto de heces que buscan legitimar a través de su palabrería hueca el capitalismo, hay que decir algo de cada una más allá del consabido y conciso “no soy partidario” que solemos decir por el norte.
La ofensiva sin precedentes por acabar con la dualidad política izquierda-derecha tiene en la involución ideológica su más decisiva arma de destrucción masiva.
Los motivos fundamentales de que ello esté sucediendo, por encima de la ofensiva de la derecha en el pensamiento político, se encuentran principalmente en la izquierda.
La crisis de marxismo de la que éste aún no se ha recuperado, por mucho que Marx y otros pensadores marxistas hayan regresado con gran fuerza editorial, explica mucho del brío con el que los fundamentos del pensamiento de la izquierda están siendo atacados y del modo con el que se intenta negar la dualidad, primero de la terminología izquierda-derecha, después de su oposición histórica fundamental.
Hoy muy pocos teóricos políticos relevantes se consideran marxistas, en el mundo universitario esta corriente se encuentra en franca retirada y los pensadores marxistas actuales tienen un escaso nivel frente al de sus predecesores de hace tan sólo tres o cuatro décadas.
Aquellos supuestos marxistas que han sido puestos de moda por medio de editoriales, conferencias y aparatos ideológicos del capital lo son más bien de un marxismo esotérico (Žižek , Holloway,…), por no decir otra cosa, o bien están ya dentro de corrientes postmarxistas, lo admitan o no (Negri).
No hablemos ya del pedorreo que algunas corrientes políticas se traen con “pensadores” del tipo de Derrida, Foucault, Deleuze o Guattari, entre otros. La búsqueda de lo raro, lo incomprensible (apuesto a que la gran mayoría de sus fans no los entienden), “pour épater la bourgeoisie”, no es más que la pataleta inocua del pensamiento middle class que se degrada cuanto más se aleja del “análisis concreto de la situación [y de la realidad] concreta”.
El caso contrario, el dogmatismo en el pensamiento que trata de encarcelar al marxismo en una colección de citas de autoafirmación para revolucionarios en horas bajas, lo ha esclerotizado, destruyendo su potencial transformador.
Por en medio, el gran grueso, del posibilismo, del oportunismo, del-llamémoslo-de otro-modo-para-que-no-asuste-la-gente-porque-al-fin-y-al-cabo-hablamos-de-lo-mismo, no es otra cosa que la forma vergonzante y ultra reformista de negar los atributos configuradores de lo que es la identidad de la izquierda porque no se trata de una mera permutación de palabras sino de categorías del análisis de la realidad y un modo de ir borrando las huellas de lo que se fue en el pasado tras los pasos de a dónde se va.
En este cambio de escenario hacía, primero el populismo transversal, luego hacia la derecha porque es ésta la que niega que el motor de la historia es la lucha de clases, y luego, luego…hasta el infinito y más allá, que diría Buzz Light Year, el factor generacional ha hecho estragos.
Mi generación, la que se encuentra alrededor de la cincuentena es la primera generación perdida para la izquierda. Vivió la transición y acabó transitando hacia el desclasamiento, la modorra, el desinterés por lo que no fuera vacuo, individual y socialmente aspiracional. Acabó creyéndose clase media porque vivía a crédito y trabajaba la pareja y ha despertado mal, el que lo ha hecho, en esta crisis del capitalismo. Su cabreo se amansaría cortándole los huevos a un político, no encarándose con su empresario que, al fin y al cabo, es el que le paga o espera que vuelva a contratarle, si salimos de esta crisis.
El mundo simbólico de la política que ha transmitido a sus hijos es un erial para el pensamiento y la voluntad de rebelión que necesita la izquierda para ser.
La generación más joven, sin futuro de reintegración al sistema, vive la contradicción de creerse, ensoberbecida, lo que le han contado sus aduladores de que es la generación más preparada de la historia -como si el fracaso escolar o la inadaptación de los contenidos formativos a los requerimientos del capital no existiesen y la mayoría de los jóvenes tuviera educación superior-, que va a cambiar su mundo, pero la más desreferenciada políticamente porque si algo le ha transmitido mayoritariamente mi generación es el vacío y el mito de la caverna como metáfora.
Soy pesimista sobre lo que le espera a la izquierda como corriente, dividida en mil riachuelos, confusa y atolondrada ante el cambio de la película que le están sirviendo en plato de “nouvelle cuisine” y que ni acierta, ni tiene demasiado ánimo de combatir para no ser enviada a la papelera de reciclaje la historia.
Si una batalla decisiva debiera librar, para no ser arrollada por esta nueva derecha disfrazada de renovadora de la izquierda, es la de las ideas, la de denuncia del veneno que le están inoculando, la de la reconstrucción de un pensamiento para la praxis que debe pasar por la afirmación de la lucha de clases, de la igualdad de base económica (junto a otras igualdades, por supuesto), de la propiedad social de los medios de producción (y de distribución), de saberse conformada por trabajadores/as que saben lo que son y a quienes tienen enfrente y de búsqueda de una sociedad más justa, que no puede ser la capitalista en ninguna de sus variantes, sino aquella de la que se avergüenza de ponerle el nombre que tiene porque le han dicho que fracasó y que no es moderna: socialismo. Como si el capitalismo no lo hubiera hecho desde el primer día en las dos terceras partes del mundo.



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