En este país hay dos varas de
medir: una inflexible que azota al ciudadano y otra flexible que soporta toda
la corrupción de la casta sin quebrarse. Mientras se pide cárcel para
manifestantes del 15M, los Rato, Blesa y compañía están en libertad (con cargos
en grandes empresas, en algunos casos)
14/10/2014 - 07:50h
El virus del ébola y el virus de las
tarjetas negras han vuelto a poner al descubierto que hay dos varas de medir en
este país. La vara inflexible con la que se golpea casi a diario al
ciudadano común y la vara flexible capaz de soportar toda la corrupción de las
élites sin quebrarse. A la enfermera contagiada el Gobierno le sacó la vara
para azotarla por mentirosa, descuidada y culpable. Igualito que en Estados Unidos, donde las
autoridades han llamado heroína a la infectada y han asumido la responsabilidad
del contagio. En España, sin embargo, el ciudadano es lo contrario del cliente,
nunca tiene la razón, siempre la culpa.
Otro ejemplo ayer mismo: la Fiscalía
empuñó el flagelo para pedir un total de 74 años de cárcel para los 14
imputados por la manifestación que dio lugar al 15M de 2011. Para todos los
casos menos uno, el fiscal solicita más de dos años, lo que obligaría a la
entrada en prisión. O sea, Rato y Blesa, que nos han costado el mayor rescate
bancario, el mayor recorte de servicios sociales y el mayor caos social de la
democracia, disfrutan de una acomodada libertad (y en el caso de Rato, de una
libertad con cargos en grandes empresas y bancos) mientras que los que salieron
a protestar por tejemanejes como los suyos podrían acabar entre rejas. Nos están
diciendo que en España es más grave quemar un cajero que robar el banco.
Evidentemente, si se probasen los
actos violentos de los detenidos del 15M, deben recibir una sanción, pero
parece desproporcionado pedir el ingreso en prisión por altercados que no
provocaron ningún herido y dejar en libertad a dos individuos que son parte de
la causa de la pobreza, del desahucio, del desempleo de miles de familias y de
los recortes en sanidad, dependencia, educación, cooperación… que se ceban con
los más desprotegidos. Los contenedores ardiendo llenan muchas portadas
tendenciosas pero los destrozos que han provocado los Blesa, Rato y compañía
son infinitamente más dañinos, profundos y costosos de restaurar. Blesa y Rato
no han quemado cubos de basura, ellos son el fuego.
Y mientras el fiscal quiere entrullar
a manifestantes del 15M, el más esperanzador movimiento de regeneración de
nuestra democracia, descubrimos que los degenerados consejeros de Caja Madrid
se seguían gastando cientos de miles de euros con sus tarjetas negras en gastos
personales después incluso
de haber cesado en sus cargos, después también de la quiebra de la caja y al
mismo tiempo que la entidad desahuciaba a miles de familias. Pero por ahora
sólo tres personas, Blesa, Rato y Barcoj, están imputados por el juez Andreu.
El fiscal general del Estado, Torres-Dulce, anuncia con flema británica que
está esperando a ver qué le dice la Fiscalía Anticorrupción al respecto.
Mientras él espera, la ciudadanía desespera.
La prisa que se dan para fulminar
jueces incómodos se transforma en insufrible lentitud cuando se trata de
castigar a los amigos corruptos. La Justicia no debe ser un ente impermeable al
desasosiego de la calle. Nos repiten una y otra vez que tiene sus ritmos, pero
hemos visto con frecuencia cómo la política los acelera o detiene. Ahora este
país necesita una respuesta contundente, rápida y decidida que tranquilice a
una ciudadanía que se siente estafada y hastiada. Pero aparece otra vez la
doble vara. Tenemos una justicia que no responde a las demandas sociales de
limpieza pero sí responde a las demandas políticas de depuración.
Los partidos políticos y sindicatos
también están tardando en depurar sus impurezas. Todos prometen medidas
radicales pero llevamos más de una semana esperándolas. Cuanto más tardan, más
crece sobre ellos la sombra de la duda y hay una duda que ya no pueden
despejar: cómo lo permitieron todos estos años. Lo de los empresarios
madrileños es aún más grave. Admiten que siga en su puesto su presidente,
Arturo Fernández, no sólo implicado en las tarjetas negras sino en otros muchos
oscuros asuntos. Con una vara azotan a los trabajadores, con la otra le dan
golpecitos a la grupa de su presidente para que siga trotando alegremente.
Y no nos olvidemos de que el jueves
de esta semana el Gobierno llevará al Congreso su ley mordaza para fustigar a
los que osen protestar en voz alta contra todos estos insoportables desmanes.
El PP nos amenaza con la fusta que jamás aplicó a sus Blesas y Ratos. Fiscales,
políticos, empresarios, Gobierno, están enviando un mensaje desolador a la
ciudadanía: a Caja Madrid robando y al ciudadano, reventándole.
Fuente: www.eldiario.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario