Miguel
Enríquez y las máscaras de la Revolución Venezolana
Viernes, 17
de octubre de 2014
Por TOBY VALDERRAMA. La situación en la
revolución chavista sorprende por su parecido con los últimos meses del
gobierno de Allende. El interior de una revolución es similar a un baile de
máscaras. Es difícil identificar las corrientes políticas tras los antifaces,
no aparecen nítidas, se mimetizan, se amoldan a las circunstancias. En época de
viento a favor, hasta la ultraderecha quiere pasar por socialista; en época
menguante, hasta los socialistas se ponen apodos para evadir el desprestigio.
Siempre la masa incauta es sometida a lluvia de espejismos.
La revolución chavista sufre de este
mal de simulacro, que se agudiza después del asesinato del Comandante. En estas
circunstancias, surge con importancia de vida o muerte la pregunta: ¿Cómo
separar lo verdaderamente revolucionario de la simulación? La respuesta la
encontraremos en la historia. Veamos.
El primer salto revolucionario de esta
época histórica lo podríamos situar en la Revolución Cubana. Allí se resolvió
la ecuación de la revolución armada a pocas millas del centro imperial, en un
país con escaso proletariado. La Revolución Cubana se nutrió de Martí y del
pensamiento universal. Se convirtió ese salto en referencia para toda
revolución en el continente. Simultáneamente, se gestaba lo que el Che calificó
como la búsqueda de los mismos objetivos “por otros caminos”, cuando dedica el
libro La guerra de guerrillas al presidente Allende. El camino chileno al
socialismo se fortalece como esperanza luego de la caída del Che en Bolivia y
con el triunfo del socialismo en las elecciones burguesas de 1970.
Estaban así delineados, en la América,
los dos caminos para tomar el cielo por asalto.
El camino armado languidecía y quedaba
como heroica referencia histórica. Los corazones y las mentes de los
revolucionarios se voltearon a Chile, lo que allí pasara influiría en la
historia del continente, de allí saldrían enseñanzas vitales para los
revolucionarios. Allende triunfa y comienza el inédito camino de la revolución
pacífica. Mucho se podría escribir de aquella experiencia. Primero, destacar la
inmensa condición de revolucionario de Allende, que murió certificando la frase
del Che: “En una revolución se triunfa o se muere, si es verdadera”. Pero sobre
todo aprender de la derrota y de cómo evitarla, estudiar las corrientes que
contribuyeron a ella y las que surgieron como señal, como rayo de futuro. Es en
estas últimas que se inscribe la historia de Miguel Enríquez.
Su vida, su pensamiento, entra en
combate nuevamente aquí en la revolución chavista. En estas circunstancias
difíciles para nosotros, su figura surge gigantesca en medio de la batalla
teórica y práctica que hoy se libra contra la restauración del capitalismo, la
socialdemocracia, los heraldos negros “del poco a poco”, del “ahora no se
puede”, del “será obra de generaciones futuras”, todos promotores de la
yugulación de la revolución.
¿Por qué Miguel tiene vigencia hoy, qué
nos enseña, qué nos alerta?
Ubiquemos la lucha: después del
asesinato de Chávez la situación política se agudizó, entró en etapa de
definiciones. El liderazgo de Chávez mantenía agazapadas a las fuerzas
socialdemócratas que cohabitaban dentro de la revolución. Electo el presidente
Maduro, aún no superado el duelo de la desaparición del líder, la dirección de
la revolución sufrió el asalto de la socialdemocracia. Se convoca a los
empresarios más conspicuos y se estimulan las teorías derrotistas, el reformismo
se convierte en la ideología dominante dentro de la revolución. Con este cambio
en el paisaje político, la lucha ideológica se hace fundamental. Los argumentos
tomados de la Revolución Cubana son despachados con las argucias de que eran
otros tiempos, de que la lucha armada fracasó. Así, se hace una necesidad
estudiar la vía chilena al socialismo.
Entonces, surge inmensa la figura del
MIR chileno, de Miguel Enríquez, que entra con la moral en alto, sin máscara,
transparente, en el baile de disfraces, y toma la palabra. Lo primero que
espeta es: el fracaso no será el fracaso del socialismo sino del reformismo.
Asombrosa afirmación, pero esclarecedora: Allende no cae por socialista sino
por sus concesiones al reformismo. He allí una alerta a la revolución chavista:
las alianzas con la oligarquía, las concesiones a los burgueses, no pueden
salvar una revolución, al contrario, la debilitan y preparan su derrumbe.
La etapa del proceso chileno, un año
antes del golpe del 11 de septiembre, es similar a la que vivimos luego del
asesinato del Comandante Chávez, se trata de una ofensiva final de la
burguesía. El MIR chileno nos ilustra bien el comportamiento de la burguesía en
este momento final. En un documento interno del MIR, redactado por Miguel Enríquez,
leemos: “Las fracciones más poderosas de la burguesía, el jarpismo y freismo,
impusieron entonces su táctica ofensiva. Por un lado permitieron que la
fracción ‘pequeño burguesa’ y ‘democrática’ del PDC abriera al reformismo la
ilusión de la salida ‘consensual’ para la crisis nacional, mientras por el otro
dieron comienzo a una nueva táctica: plantearon la capitulación de la UP o su
derrocamiento, exigieron que el gobierno avalara y permitiera la paulatina
destrucción del terreno ganado por el movimiento de masas...”.
Casi no hay que sustituir nada, el cuadro
pintado por Miguel es asombrosamente idéntico al que hoy vivimos en Venezuela,
y al que presagia su desarrollo. Dice el documento del MIR que ese partido fue
sorprendido por el golpe de Estado sólo en lo táctico, y añade: “Distinto es el
caso del reformismo, el que desarmó a las masas, a la Izquierda, esperanzado en
la ilusión de que lograría sellar una alianza con una fracción burguesa
(diálogo con el PDC) o un entendimiento con la alta oficialidad de las FF.AA.
(...) Ellos, hasta el último momento, ante la agudización de la lucha de
clases, prefirieron jugar las cartas de la ilusoria conciliación de clases
(...) ellos fueron sorprendidos táctica y estratégicamente por el golpe
militar”.
En
una entrevista desde la clandestinidad, Miguel es más preciso, nos dice: “En
Chile no ha fracasado la Izquierda, ni el socialismo, ni la revolución, ni los
trabajadores. En Chile ha finalizado trágicamente una ilusión reformista de
modificar las estructuras socioeconómicas y hacer revoluciones con la pasividad
y el consentimiento de los afectados, las clases dominantes (...) Confirmando
la frase del revolucionario francés del siglo XVII Saint Just: ‘Quien hace
revoluciones a medias no hace sino cavar su propia tumba’”.
Allí está la lección. El golpe sorprende a los gobernantes encerrados en
sí mismos, en sus vanas ilusiones de conciliación. Los que alertan no son
oídos, son descalificados por la pequeña burguesía que sigue el camino de la
entrega de la posibilidad revolucionaria.
La situación en la revolución chavista
sorprende por su parecido con los últimos meses del gobierno de Allende. Es el
mismo comportamiento de los factores burgueses y oligarcas internacionales,
Samper no había tomado aún posesión de su cargo en Unasur cuando ya estaba
impulsando el diálogo en Venezuela, este país fue su primera escala. Los
gringos pujan por el diálogo y lo plantean con carácter de ultimátum, no dejan
de conspirar.
Simultáneamente, los partidos de
oposición plantean salidas fuera de la Constitución; aunque las maquillan, se
les ve la complicidad con salidas golpistas. Las dificultades económicas, el
desabastecimiento, las colas, los precios altos, todo hace recordar las
palabras de Nixon condenando la economía de Chile.
Frente a este cuadro, el gobierno, que
intentó un pacto con la burguesía, que fracasó en lo económico, insiste en
profundizar la alianza que no pudo contener la subida del dólar, que no
resolvió los problemas económicos, su único logro fue mermar la base social de
la revolución, debilitar a grados extremos al gobierno. Entra ahora en un
periodo de conciliación que vaticina mayores exigencias por el campo opositor,
se espera una nueva ronda de diálogos, y por supuesto mayor debilidad.
El desenlace en Chile ya lo sabemos:
Pinochet es el fruto de las debilidades. Miguel Enríquez, el MIR, alertaron con
mucho tino la situación y sus perspectivas, al punto que en La Moneda Allende
dice: “Ahora es tu turno, Miguel”. Falta por ver cuál será el desenlace en
Venezuela, si la burguesía aceptará pacto con un gobierno debilitado, o si
Chile se repetirá. Ojalá los gobernantes oigan los gritos que le llegan desde
la casa de la calle Santa Fe 725, entre Chiloé y San Francisco, en la comuna de
San Miguel, donde Miguel libró su último combate en vida.
Ya tenemos elementos para movernos en el baile de disfraces, para ver
más allá de las máscaras: el revolucionario siempre quiere hacer la revolución,
siempre lo intenta, que sea la realidad el último juez de sus acciones; se
somete a la historia para que ésta lo absuelva o lo condene. El reformista se
pierde en argumentaciones, en excusas para no intentar el salto. En la teoría
justifica, disfraza, su entrega al capitalismo. Ojalá los revolucionarios sean
oídos en la revolución chavista... aún hay tiempo.
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