Aníbal
Malvar
08 de octubre de 2014
Resulta que,
según algunas nada disparatadas estimaciones, unos 800.000 jóvenes españoles
con estudios superiores han tenido que emigrar de España y el virus del ébola
se acaba de instalar en nuestro país. Yo quizá peque de un poco paranoico, pero
no puedo evitar el relacionar ambos hechos. Incluso remitiéndome a las cifras.
El ébola entró en España por la decisión gubernamental de traerse de África a dos
curitas ancianos pertenecientes a la orden de los Hospitalarios de San Juan de
Dios, congregación religiosa multimillonaria con no escaso ánimo de lucro. El
pasado año movió 13 millones de euros, y no los gastó en caridad, sino en
especulación financiera.
A pesar de
la intención de la pudiente orden de los Hospiatalarios de pagar de su bolsillo
las repatriaciones de los dos sacerdotes fallecidos, Mariano Rajoy
decidió de repente –y una decisión de Rajoy debería ser noticia de portada—
tomar una decisión. Nuestro Gobierno, de nuestro propio bolsillo, pagaría las
repatriaciones. Como estamos en una democracia transparente, nadie ha hecho
público el coste de ambas repatriaciones. Aunque a mí me han soplado fuentes
militares que cada una de ellas, incluyendo personal, avión medicalizado,
coches blindados y tanquetas militares custodiando la ambulancia hasta el
Hospital Carlos III, y tal, puede haber rondado los 800.000 euros. Pongamos,
por redondear, que traer a morir a España a los dos beatos y admirables ancianos
millonarios nos ha costado 1,5 millones de euros.
A mí me
encanta rescatar curitas abandonados de las garras de ébola, pero es que la
Orden Hospitalaria de San Juan de Dios tiene 13 millones de euros a través de
su sicav y de un fondo del Banco de Santander, desde donde especula en activos
financieros y esos productos tóxicos tan del espíritu. El ébola, nos dirá
pronto Dolores de Cospedal, es una nueva plaga bíblica desatada por Dios
para frenar el ascenso de los luciferinos de Podemos. Y por eso este piadoso
gobierno del PP ha facilitado con su inepcia la acción divina y la entrada del
ébola en España.
Los 13
millones de patrimonio financiero de la “rescatada” orden de los Hospiatalarios
superan en un millón la cantidad presupuestada por Educación para que nuestros
jóvenes se vayan de Erasmus a Europa a no parar de follar y a ganar el premio
Nobel por descubrir la vacuna del ébola.
Que se
subvencione el millón y medio de los viajes estigios de dos sacerdotes de una
sicav que maneja 13 kilos, mientras se recorta a 12 millones nuestra aportación
para que la gente estudie en el extranjero, me parece una inteligente forma de
propagar el ébola en España, y el ateísmo, y la gripe aviar, y la estupidez
generalizada, y las obras literarias de Ana Botella.
Ahora la
repatriación de estos dos sacerdotes de una orden millonaria y especuladora le
ha costado a nuestro país pasar a la historia como el primero de Europa que
aloja el mortal virus, noticia que sin duda va a atraer ingentes masas de
turistas, inversiones extranjeras, rodajes de superproducciones hollywoodienses
y más proyectos de Eurovegas.
Ser la
puerta de Africa a Europa, con toda la tranquilidad sanitaria que eso conlleva,
le ha permitido al gobierno madrileño del PP, con la connivencia del central, desmantelar
el único hospital de referencia para enfermedades raras y despedir a su
personal especializado. Y así pasó lo que pasó.
Ahora anda
el ébola por Madrid. No se sabe si en plan gamberro o de tranqui. Pero de
momento estoy seguro de que el Gobierno español va a pagar una cantidad
deliciosamente seiscerista a más de una empresa farmacéutica para que nos salve
de su idocia. El problema es que ahora, incluso, se le van a poner flamencos a
Rajoy los ricos. Porque nadie puede garantizar que el ébola no se cuele en la
camita de una niña de Serrano ni en la juguetería de Froilán.
Y el ébola
no es una coña. Por mucho que nos intenten convencer a los periodistas de que
seamos prudentes y de que no creemos alarma en los five tea de las cinco de las
marquesas. Pues sí que hay alarma. La media demoscópica de los hechos es
irrefutable: nuestro sistema sanitario produce un contagio por cada dos
tratamientos. En la calle, por lo tanto, podemos esperar una pandemia, sobre
todo si la gestiona la gurteliana Ana Mato. O Mariano Rajoy, que sigue
insistiendo en su promesa de gobernar como dios manda. Y Dios, a través de su
orden religiosa y multimillonaria con sicav, es el que le ha metido a Rajoy el
ébola en España. Ya hay síntomas entre la población. La diarrea de Rajoy no era
solo mental. Es sistémica.
Fuente: www.publico.es
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